viernes, 25 de julio de 2014

MARÍA CRUZ [12.495] Poeta de Guatemala


MARÍA CRUZ

Poetisa nacida en la ciudad de Guatemala el 12 de mayo de 1876, hija de Fernando Cruz, fallecida en París en 1915.  Mujer de fina sensibilidad y recia cultura, dejó publicado un libro en francés: Lettres de l’inde (1916), en donde queda testimonio del influjo modernista en estilo y temas.    Varios de sus poemas muestran también la simpatía de la autora por el modernismo. Publicó el poemario: Cenizas de Italia (1905), aparte de que sus poemas fueron editados por la Universidad de San Carlos de Guatemala, en 1961, en edición preparada por María Albertina Gálvez, con motivo del retorno a Guatemala de los restos mortales de nuestra poetisa.

En los poemas de la etapa inicial se nota el romanticismo, que la autora aprendió de Domingo Estrada.  Pero en los textos fechados en 1905 y años subsiguientes, las notas románticas se ven superadas por el modernismo.

Creemos que María Cruz es una de las poetisas relevantes de Guatemala.  Parece inaugurar la fecunda presencia que la mujer tendrá en la creación poética de nuestro país a lo largo del siglo XX, siendo de las únicas mujeres que no sólo cultivaron las letras sino que fueron capaces de mostrarla al mundo, y nada menos que al mundo parisino de finales del siglo XIX tan pendiente de la poesía y ligado a las ideas modernas.
En nuestra web podrás leer algunos de sus poemas, tales como "Crucifixión", "Al partir" y "El guante". En las mismas puede notarse la fuerte aflicción que sentía la poetisa sobre el destino del ser humano y su desesperación por comprender el verdadero sentido de la existencia.



Al partir

Zarpó el buque, adiós dijeron los pañuelos y las manos 
el adiós desde la orilla repitieron mis hermanos .... 
El navío majestuoso lentamente se alejó. 
En el cielo se borraron horizontes y riberas; 
así en mi alma se borraron ilusiones y quimeras ..... 
Sobre el mar y sobre mi alma densa noche descendió. 

Sobre el mar lucirá el día, y del sol los resplandores 
jugarán entre las olas formando haces de colores; 
brillará mañana el cielo con su manto de turquí. 
El navío vagabundo entrará quizás al puerto; 
pero tú en el mar perdido quedas ¡ay! corazón 
muerto, y la noche es, alma mía, noche eterna para tí! 

Vagarás sin tregua y sola en glacial región de nieblas, 
anhelando vanamente en las lóbregas tinieblas 
de las sombras impasibles, invisibles ir en pos; 
corroída por ocultos, áureos sueños que abortaron, 
por recuerdos que sangrientas, hondas huellas te dejaron, 
obsediada por los ecos que doquier gimen ¡adiós! 

Ah! si el tiempo fugaz corre, en su rápida carrera 
nos arrastra, y mientras tanto cual imagen embustera 
realidades e ilusiones van borrándose detrás. 
Si es mentira lo pasado, lo presente ficción vana, 
¿para qué buscar placeres irrisorios, que mañana 
no serán sino un recuerdo añadido a los demás? 

En la noche, el alma llena de congoja y desaliento, 
rememora antiguas causas de pesar o de contento, 
disipadas como el humo, para nunca más volver, 
y contemplo con espanto el trayecto recorrido, 
no por mí, por una sombra exhumada del olvido 
que hoy apenas reconozco y llevó mi nombre ayer. 

Y angustiada me pregunto: ¿es la vida sólo un sueño? 
Y cavilo, dudo, creo y vacilo, en loco empeño 
el misterio tenebroso intentando elucidar.. . 
En estériles combates mi cerebro se anonada, 
y aguardando sigo inquieta, a la fuerza resignada, 
que la muerte al fin me venga a dormir o a despertar! 

South Amplou, 6 de agosto de 1902






                                            ¿Para qué?

El intenso azul del cielo, cual turquesa en agonía, 
palidece lentamente, y el occiduo sol estía 
de oro y cobre las hirsutas cabelleras del cocal. 
Con destellos sonrosados reverbera la montaña, 
en fulgor incandescente el distante mar se baña, 
y se tiñe el horizonte de carmín y de coral. 

En el gris del éter claro, reflejando en su alba frente 
los postreros resplandores que despide el Occidente, 
la redonda luna sube entre copos de algodón. 
Impalpables muselinas del crepúsculo violeta 
flotan suaves, embrumando el color y la silueta, 
sobre el llano y el camino, la arboleda y el peñón. 

Silba el grillo, la cigarra le contesta, el gallo canta, 
a intervalos ladra el perro, y la brisa se levanta 
murmurando entre la hierba, sollozando en el cañar. 
Se satura el fresco ambiente de caricias perfumadas, 
estridula el arroyuelo de minúsculas cascadas, 
y de blancos aleteos se circunda el palomar. 

Y la noche abre sus alas diamantinas en el cielo.... 
Blandas quejas de las auras, cuchicheos del riachuelo, 
voz del grillo, gorgoritos de cristal del surtidor, 
mil acentos y mil ecos, ya lejanos, ya vecinos, 
prolongados breves, sordos, estridentes, argentinos, 
se confunden en un sólo gran susurro arrullador. 

¡Oh! de todo y todos lejos, bajo estrellas titilantes, 
inconsciente contemplando las luciérnagas errantes, 
extinguirme dulcemente sin pensar en que viví! 
Convertirme en leve sombra que a la sombra se mezclara, 
deshacerme en un suspiro que la brisa me llevara, 
y en la inmensa noche quieta sepultar mi frenesí! 

Mas ¿a qué implorar refugio del recóndito aislamiento, 
si doquiera que se esconda mi rebelde pensamiento, 
mis anhelos, insaciados enemigos, siempre van? 
En la calma de las cosas ¿para qué buscar mi calma, 
cuando ruge la tormenta en el fondo de mi alma, 
y es en mí donde rebrama desatado el huracán? 

Y en la paz adormecida de la noche rumorosa 
en la voz de mi tristeza más profunda y dolorosa, 
más amargo el sentimiento de la dicha que no fue; 
y a la luz de las estrellas, faz a faz con lo infinito, 
mi sendero me parece más difícil, 
y repito con mayor desesperanza el estéril, ¿para qué? 






Crucifixión

En la cumbre de un Gólgota bravío, 
bajo un cielo cargado de tormenta 
que oculta el horizonte hosco y sombrío; 
sobre la frente lívida y sangrienta 
la corona de espinas del recuerdo; 
afrentada la sed que le atormenta 

con la hiel repugnante de lo cuerdo, 
y por la lanza del dolor herida 
mortal abierta en el costado izquierdo; 
sufriendo de la náusea de la vida 
el terror de la muerte; a cada lado 
el desaliento y la ilusión fallida; 

hasta del mismo Dios abandonado 
y hasta sin fe para esperar remedio, 
agoniza mi espíritu enclavado 
sobre la cruz del Tedio. 

Guatemala, octubre de 1905


                                                                     María Cruz


El guante

                   Para La locomotora


Junto con mis reliquias más secretas 
Y en un pañuelo, blanco relicario, 
Donde nunca miradas indiscretas 
Profanaran la fe de aquel santuario. 

Yo conservaba un guante, un guante usado, 
Un guante negro, que a la mente mía 
De la sima profunda del pasado 
Una faz melancólica traía. 

Un guante que evocaba en mi memoria 
La primer gota amarga de mi vida, 
La primer hoja triste de mi historia, 
El ¡ay! de la primera despedida; 

Aquel solemne, vaporoso instante 
En que al sentir la muerte en su aposento, 
El pálido poeta agonizante 
Me dijo adiós, con apagado acento. 

Tendiéndome su mano descarnada, 
Adiós por siempre, repitió mi hermano 
Y su boca marchita y abrasada 
Como un suspiro se posó en mi mano... 

Ya no le vi; mas desde aquel instante 
Que hoy insensible y frío rememoro, 
Piadosa conservé mi negro guante 
Valioso para mí como un tesoro. 

Sollozaba al mirarlo cada día, 
Y abismándose en lúgubre embeleso 
Hasta el fondo mi ser se estremecía 
Al recordar el angustioso beso... 

Cuando la muerte resolvió con saña 
Entre otros lutos mi pesar primero, 
Cuando al golpe brutal de su guadaña 
En escombros cayó mi hogar entero, 

Golondrina alirrota alcé mi vuelo 
Creyendo que mi carga de dolores 
Quedaba atrás en el extraño suelo 
Do quedaban también tiempos mejores; 

Inútilmente atravesé los mares, 
Las penas me siguieron a porfía; 
Dejando entre el montón de mis pesares 
Sepultada esa tarde de agonía. 

Mucho tiempo después, por accidente 
Hallé aquel guante que veló el olvido 
Y sólo entonces se volvió mi mente 
Al lejano sendero recorrido. 

Y escuché del adiós gemir los ecos, 
Y vi unos ojos anegarse en llanto, 
Pero mis ojos se quedaban secos; 
Estaba roto el doloroso encanto! 

Cual si nada evocara en mi existencia, 
Contemplé mi reliquia del pasado, 
Y la usé con la horrible indiferencia 
De quien ya siente el corazón cansado. 

Objeto sin valor ni privilegio 
Va, recogiendo manchas, en el mundo, 
Y por siempre ha borrado el sacrilegio 
El beso del poeta moribundo! 

Así también el roce de la vida 
Profanó mis sublimes ideales 
La realidad inmunda y fementida 
Me secó del amor los manantiales; 

Mis pasiones más nobles y más puras 
Mis arranques más bellos y más santos, 
Mis insólitas, cándidas locuras 
Raudales de perennes desencantos. 

Mis creencias de amor y de justicia 
Mis ensueños magníficos y huraños 
Son recuerdos que mi alma desperdicia, 
Son el inútil lujo de otros años. 

Que mi guante reliquia profanada, 
Siga sufriendo las impuras manos, 
Y la flor del recuerdo marchitada 
Vuelva del viento entre los pliegues vanos. 

París, 10 de agosto de 1906.






En horas de tristeza (I)

Mi corazón es roca solitaria
Perdida en alta mar...
Tumultuosas oleadas de recuerdos
La azotan sin cesar...

Tumultuosas oleadas de recuerdos
¡La azotan sin cesar!...
La carcomen, la cavan y la agrietan
Y al fin la han de arrasar...

La carcomen, la cavan y la agrietan
¡Y al fin la han de arrasar!
Y nada quedará de aquella roca
Perdida en alta mar...

Y nada quedará de aquella roca
¡Perdida en alta mar!...
Pero entonces podré de la tortura
¡Acaso descansar!





María Cruz, la poeta viajera

Una de las intelectuales menos conocidas, pero de importante trascendencia internacional. Fue traductora de escritores franceses, como Verlaine. Su vida en India y otros países del Oriente a finales del siglo XIX, le ofreció un contexto ideal para sus letras.

Por Francisco Alejandro Méndez 

Hace ciento treinta y ocho años, en un 12 de mayo de 1876, nació María Cruz, escritora, poeta y viajera, quien sorprendió a las letras hispanoamericanas del siglo XIX, con su forma de elaborar imágenes modernistas.

María Cruz era hija de Fernando Cruz, también literato, quien se desempeñó por muchos años como ministro Plenipotenciario de Guatemala en París. Su madre, María Arroyo de Cruz, murió cuando María y sus hermanos eran todavía unos niños.
Por esa razón, la joven escritora y sus hermanas recibieron una formación académica relevante. Vivió en varios países de Europa, como Alemania, Dinamarca, Francia, Italia, Noruega y en la India. Estudió varios idiomas, como francés, alemán, italiano e inglés.
Este año se publicó el libro Cartas de la India, 1912 – 1914, traducido por Rodrigo Rey Rosa, de la Editorial Piedra Santa y Hojuelas Editorial, texto que da cuenta de varias cartas que escribió María Cruz durante los años que vivió en ese país. Las cartas están dirigidas para su amiga M. H. (María Rodezno de Herrán), en las cuales la autora da cuenta de sus capacidades de escritura, su alucinación por esa cultura y ofrece determinadas lecciones de vida y humanidad.





Fechado en Pompeya

Miércoles de ceniza en la mañana 
Principió la visita de San Pedro 
Como pulgas el vientre de un gigante, 
Atravesamos el recinto inmenso.
No una corta mañana, meses, años,
Se gastarán en conocer el templo: 
Con solo enumerar cuanto contiene 
Puede formarse un nuevo Pentateuco.


Poema incluido en Cenizas de Italia



Precisamente, la receptora de las misivas expresa los siguiente sobre la exquisitez y cultura de María Cruz: María era culta e ingeniosa. Tenía una manera de expresarse picante y original, y el don de agarrar al vuelo el lado cómico de las cosas y la gente. Durante su primera juventud, se dejaba llevar con gusto —en sus charlas y en sus versos— por sus tendencias satíricas.

Paso por su obra

Buena parte de su obra fue publicada cuando la poeta ya había fallecido, aunque en Francia, durante finales del siglo XIX y principios del XX, se publicaron algunos de sus trabajos en diferentes círculos de escritores. Entre ellos Cenizas de Italia (1902), Hojas de Loto y Cachemira (1913). Una de las primeras recopilaciones de sus textos la realizó el poeta César Brañas, quien en El Imparcial, publicó algunas de las Cartas de la India. Años más tarde, en 1961, María Albertina Gálvez recopiló María Cruz a través de su poesía, en la que reunió poemas que habían sido publicados en diferentes medios escritos de Guatemala y El Salvador.

Su obra ha sido poco estudiada, pero entre quienes han abordado la obra poética de la autora y aspectos biográficos, aparecen antologías, tesis o historiografías que dan cuenta de ello, como Poesía Femenina Guatemaltense, V. I de Horacio Figueroa Marroquín y Angelina Acuña. También en Historia de la Literatura Guatemalteca de Francisco Albizúrez Palma y Catalina Barrios y Barrios. Mónica López Pinto la estudió en su tesis Rasgos modernista y posmodernistas en la poesía de María Cruz.

La autora vivió y escribió durante la época en que el poeta nicaragüense Rubén Darío había fundado el movimiento conocido como Modernismo, en el que predominaba el lenguaje preciosista. Su influencia directa era el arte grecolatino, en el cual se privilegiaba la armonía, el ritmo, la métrica y la unidad. Los modernistas también estaban muy cercanos a situaciones teosóficas, cabalísticas. María Cruz participó y fue miembro de la Sociedad Teosófica de Madame Blavatsky.

Rey Rosa en el prólogo de Cartas de la India, expresa de la obra de la escritora: Pero también como buena escritora de viajes —una de las más felices (para nosotros un siglo más tarde) entre sus contemporáneos —siempre quiere comunicar, y comunica con humor y una gracia sencilla, titánica, sus impresiones de la India; y nos deja su experiencia de el bautismo del color que recibió en medio del vasto, dichoso y sufrido hormiguero humano que es la India, y del que, como Bowles de su bautismo en soledad en el Sáhara, salió transformada. 

Su muerte

María falleció en París en 1915. Menos de 50 años después, en 1960, se repatriaron los restos de la poeta, junto a otros dos escritores. Para esa ocasión, el desaparecido escritor y periodista David Vela escribió Dos rosas negras: poesía y eternidad, en el que da cuenta de ello. En el texto señala que Domingo Estrada, Fernando Cruz y María Cruz, de quienes sus restos reposaban en el Cementerio de Passy, eran trasladados al país.




3 comentarios:

  1. Crucifixión.
    Soneto meridiano


    Crucifixión
    I
    De la Madre, tormento aterrador,
    visible espectadora del Calvario.

    En la Infinita senda de dolor
    hizo la vía que su alma rasgó
    mil puñaladas cuando a su hijo vio…
    desgarrada la carne del Pastor


    También de tu dolor soy victimario
    pues sigo siendo causa de tu angustia
    Atormentada ¡Oh! MADRE del santuario,
    me incomoda tener el alma mustia
    sangre indeleble escrita en el tonario
    y solo la alivia la Sagrada Ostia
    Tu; Sola sufres el andar transfijo
    piadosísimo corazón de su Hijo


    Crucifixión
    II
    Vi destruir el campo del viñador
    ¡cuerpo de Jesucristo Bienamado!

    Cargo pesado madero el Señor,
    conjetura que algo lo abandonó
    pero el dolor que su cuerpo sintió
    es menor que el error del pecador


    Vía-Crucis tortuoso destrozado
    como tornado que lo lleva al Gólgota
    las caídas lo tienen agotado
    y su frente ya muestra seña gélida
    por las espinas su rostro sagrado
    es bañado en sangre dice la crónica
    cruje la tierra en otoño lituano
    la cruz de Cristo que lava al hermano


    Crucifixión
    III
    La Sangre inmaculada se ofreció
    en espiritual holocausto sagrado

    En el alto monte Alvernia enclaustró
    la promesa del amor y de fe
    como diría el Seudo Bernabé
    al mundo en testimonio demostró

    Sube débil a la cumbre apartado
    Se hace agotador llegar al somonte
    madero señal de cuerno alargado
    sombra fatal que cubre el horizonte
    cada mano clavó fiero soldado
    Terror, de muerte Herido en el costado
    bajan a la tierra ángeles alados
    y Dios sube envuelto en mantos dorados


    Dr. Rafael Mérida Cruz-Lascano
    ”Hombre de Maíz” Guatemala
    (Nieto de Buenab entura Cruz-Lascano, quien fuera primo de María Cruz Arroyo)

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  2. https://www.google.com.gt/search?q=Rafael+M%C3%B1erida+Cruz-Lascano.&oq=Rafael+M%C3%B1erida+Cruz-Lascano.&aqs=chrome..69i57.15239j0j1&sourceid=chrome&es_sm=122&ie=UTF-8

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  3. “LO FATAL”
    soneto.

    ¡y no saber adónde vamos,
    ni de dónde venimos!…
    Rubén Darío


    Soy el que cruza gleba sensitiva
    nómada lítico en profusa fauna
    de pródiga flora con clara duna
    que mi libertad mantiene cautiva.
    .
    Ya no siento los pasos de la luna,
    muchos soles que la vuelven furtiva
    por ingrato llanto de no ser viva…
    ya todo me parece seca bruna
    .
    Triste es desandar lo que caminamos
    es triste saber lo que un día fuimos
    y hoy en nuestro funeral poner ramos
    .
    No emergí limpio al pasar por sus limos:
    Dilapidé lo que todos amamos
    lo fatal fue no saber si vivimos
    .
    .
    Dr. Rafael Mérida Cruz-Lascano
    “Hombre de Maíz”
    Guatemala, C.A.
    Sobrino nieto de MARÍA CRUZ, hijo de Conchita Cruz-Lascano y Gálvez de Mérida

    Duna: Arenilla que se desplaza por la acción del viento,
    Launa: Arcilla, pasta homogénea e impermeable,
    Imos: Sedimento de erosión fluvial.

    Con este poema hago honor y lo dedico a la GRANDE POETISA “María Cruz” (12 de mayo de 1876 ciudad de Guatemala / París en el año 1915) prima de mi abuelo materno Buenaventura Cruz-Lascano.

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