sábado, 18 de abril de 2015

MOISÉS VEGA [15.659]


Moisés Vega

(Mazatlán, Sinaloa, México 1982)
Poeta. Egresado de la Academia Estatal de Artes Francisco Martinez Cabrera. Sus poemas han aparecido en la revista La otra, Literal, Politeia, entre otras. Ha realizado performances a partir de la obra de Gilberto Owen, Jaime Labastida, Eduardo Lizalde, entre otros. Fundador de la revista cultural “Mantarraya” en Mazatlán, Sinaloa. Participó en la serie de lecturas MOEBIUS poetas de los ochenta, en la Ciudad de México (2010). Es autor del libro Memoria del cuerpo (2008). Actualmente asiste al taller de poesía coordinado por Jesús Ramón Ibarra en Culiacán.





La soledad ingresa en nuestra casa,
desliza su mandíbula
contra los párpados,
se hunde
y qué extraño ardimiento de mármol
qué floración de polvo entonces.

Cuando la descubrimos
ya es tarde:
se ocupa del quehacer de la casa,
arrastra una fronda de ajos y orégano
contra la huella de las cosas.

Muchos serán las noches
en que amolde su voz
a la tensión del poema.
Pero no conviene impacientarse con ella:
puede clavarnos más hondo
su nocturna metralla.

Sin embargo, apenas advierta
una luz que transgreda la cortina,
en ese instante de júbilo y niebla
que es la carne
del otro lado de la carne,
partirá de inmediato,
a golpe de remos se irá sin lo que es suyo.

De todos modos sabe
que, en cualquier momento,
volverá para quedarse.







A Francisco Meza y Juan José Rodríguez

El maniquí del ventanal
tiene el corazón más grande que un amanecer de Nebraska
lanza su sombra sobre el carisma milenario
de Greta Garbo o Maria Felix
triunfa sobre Cristo y Aristóteles:
sobre todos los misterios de la tierra
no hay uno tan grande
como su boca

Asidua a la promesas del relámpago
ha recorrido los estrechos del Bósforo
la ínsula Brataria y la isla de Nemo
ninguna geografía real o imaginaria le es ajena

Lo que ignora el maniquí
es que hay un hombre tras el ventanal
un señorito de Polanco o Donceles
sin la mejilla partida de un hachazo
o la papada de un obispo

Lo que no sabe el maniquí
es que el hombre busca una tregua
poner días de mar y anuncios civiles
en cualquier esquina de septiembre
hipotecar el olor de su mujer en abril
que la aduana y una diva de Broadway
pasen desnudas la prueba del insomnio.






Canción para los días de la vida

Días en que el ocio y la esterilidad
cubren las cosas,
como un polvo finísimo.
Eduardo Lizalde


Hay días
como cualquier día de marzo
de mil novecientos noventa y tantos
para sentarse a tragar saliva
a oír el salmo de las chicharras
con el asombro en la punta de la lengua

Días o dardos
que abren paso a la vigilia
legítimamente proscritos
al yugo de una hoja en blanco

Días
en los que el ejercicio de mi vida
consiste en esperar
como la tierra
la semilla de los otros

Días
en los que Dios se pone malo
se echa a dormir sobre su sombra
colecciona tigres camelias
escombros de voces
en las primeras horas del almendro

Días
en los que el azar
expande sus tenazas
por no sé dónde
en qué silaba
bajo qué guiño

Días
cuyo solo propósito
es una hacer un depósito en sangre
afanados en descontar la deuda
que sin querer contrajimos con la vida

Días expósitos
abandonados en el quicio
de una puerta ajena

Días
en que de sol a sombra te desmembras
para ganar un pan
agusanado






Ciudad de México 2020

A Yaxkin Melchy

Da miedo abrir los ojos
en este lecho de virgen afrentada
y ya sin órbita
dan miedo sus voces al doblar la esquina
su muñón de asfalto
sus pedazos de muerte aún vivos

Dan miedo sus quinces de septiembre
su patria de zopilotes en corbata
de motores como ovnis
por distintas direcciones
hacia el mismo destino
baldíos
chulos
padrotes
imágenes leprosas del alba

Da miedo abrir los ojos
en su colchón de cisne ya sin cuello
da miedo hasta la médula
su lengua lúbrica y amantísima
nos vuelva espectros
niños entre adultos sin memoria

Verdaderamente da miedo insisto
que pasen sus hampones
con los ojos llenos de luciérnagas
que de repente pueda verse
a mitad del crimen
un dedo luminoso
y que entonces surjan continentes





Para Alí Calderón


Alguien escribe por mí
grandes golfos de pútrido vértigo,
peñascos de espuma bajo el árbol de los huesos,
estatuas esculpidas por fantasmas.

Sobre un abismo de claridades
corrige la naturaleza,
dicta antologías
igual que un relámpago lascivo.

La noche le heredó en el ojo
la arqueología del ritmo
no el sueño del cenzontle

Mientras escribo
alguien más aprehende de la escritura
sólo fábricas de aire,
pero no es mi tema fijar vértigos
por desgracia tengo la carne triste,
la lujuria me ha enseñado más
que todas las bibliotecas de la Ciudad de México,
creo en los cerdos no en el alma,
en la tierra de mis viejos
aunque sea festín de los buitres,
en mi mujer que no es rubí
ni huele a sándalo.

Soy un hombre perezoso,
que alguien más escriba por mí
los libros que han incendiado al mundo




De Namasaga


Cómo te parecías ya de niña
al oro en el desierto
qué breves tus grandes ojos azogados
en la costa del alba

anterior a la lanza del jinete
fuiste un galeón de cuarzos
de peces bajo el árbol de la infancia

por qué tu mano
que algún tiempo fue nardo del deseo
ha venido a dar refugio a los buitres

en qué mares se te hizo rabia el cuerpo



*



Mujer chacal oceánica
para alimentarte cada noche
haces correr el jugo
entre el filo y la pulpa
no te basta
en tu sórdida hambruna
la floración terrestre

aún puede verse a la luz del opio
el galope de un animal herido
sobre tu espalda



*



Antes de ti
el mundo devoró su cuerpo
se hizo harapo soliloquio
losa donde los piojos
exprimen un ácido negro

antes de ti
el verso fue una frase muy larga
registro de una lengua calcárea
donde los muertos escupieron la fiebre
sitio donde la lava nos persigue
con su látigo lento
sima de monos
paquidermos

antes de ti
Namasaga
legiones de peces bajo el lodo
ratas de ignorada estirpe
el odio renegrido de las tarántulas
como conjuro de la buena muerte




*




A estas alturas
pienso en ti como quien piensa la lluvia
en su brutal tarea
de hinchar los cafetales

pienso en ti y no pienso en tu cuerpo
que ningún crimen hiere
en las veces que creí agitarse
bajo tu seno
la tierra en que crecen los lirios




*



Habrá otros días bajo el castaño
para oírnos correr entre las hojas
otra será la sangre contenida
sobre las voces de la tierra
habrá otros senos maduros y dóciles
donde descansar la cabeza

y también ese dolor será en vano





De Memorias del cuerpo



Bajo la brasa de los años
has perdido noción del juego
quedan en cenizas

la moneda del volado
el trago interminable
de las pintas a mediodía

pero ante todo
en los cimientos
se ha quedado el amigo
su puño óseo
su envergadura
tu propio tiempo raso
prescrito por el miedo




*



lejos del trébol de cinco hojas
que es la infancia
hay una bruma espesa
un dédalo de esquinas mal trazadas
donde los locos sueltan la risa
como un conejo mágico

Odiseo lo sabe y también Moisés
lejos del trébol que es la infancia
hasta las cosas remotas que nunca
alcanzamos
se tuercen y sangran sofocadas de tedio




*



sin esa pesada soga en el cuello
que llaman sombra
lejos la sangre de aquello que te conmueve
recuerdas

al recordar te dices
en todo caracol habita el mundo
te das cuenta que el tiempo
no es más esa voz
que repite el mismo estribillo

bien sabes – como Odiseo –
que el faro de la noche está ciego
que sólo existe
en todo caso
un viaje interminable
hasta el fondo
y es en ese vértice
donde las bestias del insomnio
hacen el recuento de los años.




*



llevas en la garganta la fatiga del mundo
la memoria del tigre

que fue herido por un temblor interno



náufrago de aquel que fuiste
encendido solo a ratos
por la liturgia de los días
estás solo y envilecido

antes al menos temblabas a oscuras
un dolor desnudo y tenso era tu gracia

ahora llevas a cuesta
el mismo tallo fresco e inocente
de los ahorcados




*



víctimas de su propia daga
mis muertos vuelven devorados
no escucho sus corceles
tras el sueño de la lumbre
no me tocaron sus musas
nadie ha venido
– sea Catulo o Bojórquez –
a preguntar por mis ojos
del tiempo en mis ojos como un relámpago
donde Calíope se congrega y ensancha

después de todo
una muchacha vale más que un verso.



*



como a Odiseo me negaron la Isla
la certeza del mineral
en la boca del poeta

lo mismo que un pájaro al garete
he sido
idéntico a esos niños
que rompen el agua con la risa

malparido de mi época
llegué tarde a la noche de los barcos



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