jueves, 10 de julio de 2014

ÓSCAR CASTAÑEDA BATRES [12.250]


Óscar Castañeda Batres 

(Nació en Santa Rosa de Copán, HONDURAS  el 15 de agosto de 1925 y murió en México, el 27 de enero de 1994). Poeta y ensayista. Sus padres fueron el profesor y escritor Gustavo Castañeda Suazo y doña Rosalía Batres, quienes se casaron en 1918. Sus hermanos fueron Lidia, Alberto,Clara y Arturo A su pluma se debe uno de los mejores ensayos sobre la poesía en Honduras, que publicó en México, país donde residió hasta el día de su muerte. Como poeta se le ubica en la llamada Generación de la Dictadura, nombre que el mismo acuñó. Colaboró con la revista mexicana “Cuadernos Americanos”.

OBRA. Ensayo: Panorama de la poesía hondureña (separata de “Cuadernos Americanos”, 1960); Los nombres de Honduras (1959, 1985). Poesía: La Tierra verde (México, 1949);  Digo el amor (1959); La estrella vulnerada (México, 1956, Tegucigalpa,  1957); Madre Honduras (México, 1961).

La escritora Elvia Castañeda de Machado atribuye a Castañeda Batres, otros libros de poesía, lo que no se ha podido comprobar por haberse editado, según Castañeda, en el exterior. Estos libros son: Confín (1943); Presencia infinita y otros poemas (1947). 

[El autor agradece la colaboración de Beatríz Archila Castañeda y a Alida Elena Castañeda para la elaboración de esta entrada.
http://josegonzalezparedes.blogspot.com.es/2014/04/la-familia-de-oscar-castaneda-batres.html]



POEMAS DE ÓSCAR CASTAÑEDA BATRES
(selección de Jorge Luis Oviedo)

AZUL

Bogo entre el cielo y mar. Campo de tules
Que festonean, gráciles, las olas;
Nubes violáceas lucen como estolas
Sobre una eternidad hecha de azules.

Como en alfombras de azulados hules,
Bajo un cielo sembrado de amapolas,
Flotando, mis tristezas van a solas
Hacia un recuerdo azul de ojos azules.

Al resplandor dorado del poniente,
Azulea en el aire la gaviota
Y al fondo la montaña se azulea.

Desde un fondo de azul viene el relente
Y sobre el mar azul, plateada, flota
La estrella que en cielo parpadea.





CANTO A LA VIDA

Nadie cante a la muerte si no sabe que es vida…
Nadie podrá matarnos…
Nadie podrá perdernos…
En la muerte se nace con más sangre y más sueño.
Muere quien no sabe vivir…
Muere el perro solo,
La hormiga equivocada
Y el hombre que no mira al porvenir.
Nuestra es la fuerza,
El ímpetu inmortal,
La vida de la muerte,
La muerte de la vida,
Y esos ideales pulcros
Que levantan cadáveres más allá del sepulcro.
Cuando se aprende a dirigir el hambre,
Cuando se llega a rebasar el muro,
La muerte es una rosa deshojada
De pétalos visibles y seguros.
Que no nos llore nadie…
Queremos epitafios de venganza y de ira…
¡Que grande la confianza de la muerte
Junto a la fe profunda de la vida!
Vida la nuestra, larga hasta la estrella…
Muerte de un hombre por un mar de hombres.
Lucha del astro del firmamento.
Que no nos llore nadie.
La mariposa es hombre enloquecido.
Se quema en su esperanza…
El hombre va a la lumbre con sentido
Y destruye con ella al enemigo.
El árbol es un hombre arrepentido,
Cae y lo hacen fuego…
El hombre es siempre hombre si ha vivido.
El hombre es doble árbol y mariposa viva…
¡Nadie cante a la muerte, si no sabe que es vida!




DIGO EL AMOR

I

Exige amor lo que brindar no quiere,
Le hastía lo que brinda de continuo;
Embriaga, y luego le fastidia el vino
Y afila daga por llorar que hiere.

Pretende como cosa que prefiere
Lo que antes rechazo por desatino;
Celos tórnalo.- aleve- en asesino
Que desolado llora que hiere.

Si muerto, la memoria lo revive;
Si vivo, va muriendo de su vida:
Nacido de inquietud, a ella proclive.

¿Qué palabra cabra que lo adjetive,
Si es lo mismo la daga que la herida,
Locura asunta que infernal declive?

II

Este es amor, perenne enredadera,
Herida, corza, adolescente ciego;
Aroma hacia tus manos como ruego
Porque le des de nuevo primavera.

Este es amor; la floración postrera,
Confiada a los cuidados de tu apego;
De la raíz al fruto te la entrego,
Convólvulo de un Junio que te espera.

Prodígale cuidados jardinera,
Regálale los júbilos del riego,
Tu bandada de risas vocinglera.

Amor te busca para el dulce juego:
No rehuyas, amor, que amor te quiera
Porque no sufra amor desasosiego.

III

Este querer, de miedo a que no quieras,
Se me viene clavando como esquina
Y por miedo también se me empecina
Porque lo arroje a arder a tus hogueras.

Vive mi amor muriendo en las esperas
Celos de daga aleve y asesina,
Del miedo de pensar que en una esquina
Del vivir para siempre te perdieras.

Sonámbulas perduran las ojeras
En que todo el temor se adivina
De que dejes de ser como antes eras.

Y si en buscarte el corazón su obstina,
No se si a estas urgencias agoreras
es miedo o es amor lo que me inclina.




SEÑALES

Voy a sembrar el aire de señales,
Por si vuelves y buscas mi retiro,
- remanso de nostalgias donde expiro-,
abismado en mis sueños primordiales.

Dejare los indicios cardinales;
Las dos lágrimas rotas con que miro,
y la esperanza, rosa de zafiro,
tenaz  agonizante en los eriales.

No dejare palabras, porque un giro
del viento las eleva en espirales
y  las convierte en eco y desconcierta.

Por si vuelves y buscas mi retiro,
voy  a sembrar el aire de señales
desde  tu sombra misma hasta mi puerta.




VERDE

Toda la gama de la sabia en torno:
del verde de la infancia que retoña
hasta el amorronado que se otoña
en veraniegos crepitares de horno.

Verdea la esperanza del retorno
- La incipiente, la niña, la bisoña
Esperanza-  y verdea la ponzoña
Zigzagueante en el verde del contorno.

Todo el verdor de un día de verano
en esta soledad de cielo y selva
en que hasta el día se desliza verde.

Mi corazón se tiende sobre un llano
y la esperanza de que el alma vuelva
entre  tantos verdores se me pierde.




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