miércoles, 10 de junio de 2015

DEVARA DASIMAYYA [16.229] Poeta de India


DEVARA DASIMAYYA

Nació en Mudanuru en el distrito de Gulbarga de Karnataka, India. Su padre era Kaamayya y la madre Shankari. Duggale era su esposa. Tejer era su ocupación.

Devara Dasimayya, o Dasimayya de Dios, fue probablemente el primero de los poetas vacanas. Sus comentaristas, incluyendo santos como Basavanna, hicieron admirativas críticas de su obra. Según se dice, nació en Mudarunu, una aldea repleta de templos, en el siglo diez. Su aldea incluía un templo a Ramanatha, dedicado a Siva tal como lo adoraba Rama, un héroe épico que era una encarnación de Visnu. Cada vacana de Dasimayya está dirigida a Ramanatha, “el señor de Rama”.

La leyenda cuenta que mientras estaba dedicado a la penosa vida del asceta en un bosque, se le apareció

Siva, quien le aconsejó que no torturara su cuerpo para seguir el mandato divino, enseñándole que el mejor modo de llegar a El era por medio del trabajo en el mundo. De este modo Dasimayya se convirtió en tejedor.

Se cuentan muchas historias con respecto a sus logros como propagador de la religión Virásaiva, leyendas casi milagrosas de conversión a la fe y a la no-violencia. Cuando decidió casarse, le pareció conveniente leyendas casi milagrosas de conversión a la fe y a la no-violencia. Cuando decidió casarse, le pareció conveniente una joven llamada Duggale. Fue a casa de los padres de ésta, en la aldea de Sivapura. Mostrándoles un puñado de arena, les dijo que se casaría con su hija si podía convertir la arena en arroz. Duggale, que era devota, lavó los pies del santo, salpicó la arena con el agua de las abluciones y la cocinó. La arena se volvió arroz. Dasimayya, convencido de que Duggale era una verdadera creyente, se casó con ella.

Todas las leyendas hablan elocuentemente de Dasimayya y de su importancia como misionero del movimiento Virásaiva, de cómo convirtió a hombres de todas clases, tribus de la jungla, reyes y brahmanes, a su religión.







AAVV: Cantos a Siva. Traducción Mirta Rosenberg. Barcelona. NEED. 1999.
por Devera Dasimayya



23

En el vientre de su madre
el niño no conoce el rostro
de su madre.

Ni tampoco ella
el rostro de él.

El hombre en el mundo ilusorio
no conoce al Señor.

Ni el señor a él.
Ramanatha.



24

Si éste es mi cuerpo,
¿por qué no obedece a mi voluntad?

Si ése es tu cuerpo,
¿por qué no obedece a tu voluntad?

Obviamente, no es tu cuerpo
ni mi cuerpo:
es el voluble cuerpo
del ardiente mundo que tú has hecho,
Ramanatha.



26

Un fuego
En cada acto, mirada y palabra.

entre hombre y mujer
un fuego.

En el plato de alimento
comido tras larga espera
un fuego.

Y en la infatuación
de acoplarse
un fuego.

Tú nos has dado
cinco fuegos
y nos has llenado la boca de polvo
Oh Ramanatha.



42

Un hombre llenó de grano
una bolsa rasgada
y camino toda la noche
temiendo el pago del peaje
pero el grano se escurrió
y sólo le quedó la bolsa de arpillera.

Así sucede
con la devoción
de los corazones débiles.

Oh Ramanatha



43

¿Pueden las juntas en sesión
dar limosna a los hombres?

Todo aquel que va a la guerra
va sólo a morir.

Sólo uno en cien,
Uno en mil tal vez,
Llega a alancear al enemigo.

Oh Ramanatha

¿cómo puede dar fruto
cada flor del tamarindo?



44

¿Por qué
debo empuñar la daga,
Oh señor?

¿Qué podría apuñalar,
de dónde la desclavaría,
si todo el mundo eres Tú,

Oh Ramanatha?



80

La tierra es tu regalo,
el grano que crece,
el viento que sopla.

¿Cómo debo llamar a esa canalla
que come de tu mano
y alaba a otro?



87

A lo que sea
que hizo de esta tierra
la base,
del mundo de la vida,
del viento el puntal,
que dispuso los lotos y la luna,
y que cubrió todo con capas
del cielo
con Él mismo adentro,
a ese Misterio,
indiferente a las diferencias,
A Eso ruego

Oh Ramanatha.



96

¿Acaso el alimento del ama
tiene senos y largos cabellos?

¿O el del amo
unas hebras sagradas?

¿O acaso el descastado, el último de la fila,
sostiene con sus exhalaciones
el rango de su tribu?

¿Qué saben los tontos de este mundo
acerca de las trampas que tú les tiendes,

Oh Ramanatha.



120

Yo soy el que tiene el cuerpo,
Tú eres quien contiene el aliento.

Tú conoces el secreto de mi cuerpo,
Y conozco el secreto de tu aliento.

Es por eso que tu cuerpo
Está en el mío.

Tú conoces
y yo conozco, Ramanatha,
el milagro
de tu aliento
en mi cuerpo.



123

Con cuerpo,
Se tiene hambre.

Con cuerpo,
se miente,

Oh, tú, no me esclavices
no me tortures
otra vez
por tener un cuerpo;
corporízate Tú por una vez
como yo y observa
qué pasa.

Oh Ramanatha.



124

Cuando la imagen sin hambre
le otorgas agua sin sed,
susurrando la palabra sin significado
en su corazón,
llamándola sin ningún hombre.

¿quién repite, Oh
en respuesta?

Oh Ramanatha.

¿eres tú
o soy yo?



126

A menos que se construya
no habrá espacio dentro
de una casa:
a menos que los ojos vean
la mente no podrá decidir
las formas;
sin un camino
no hay modo de llegar
a otro lado:

Oh Ramanatha,

¿cómo sabrán los hombres
que es así?



127

El fuego quema
pero no se mueve,
El viento se mueve
pero no quema
Mientras el fuego no se une al viento
no puede dar ni un paso.

¿Saben los hombres
que lo mismo ocurre
con el saber y el hacer?



128

¿puede el viento extraer
y difundir para los otros
la fragancia
del pimpollo?

¿Pueden acaso los progenitores, padre y madre,
mostrar al observador
el pecho futuro y el pelo en cascada
que tendrá la niñita
a punto de prometerse?

Sólo la madurez
puede mostrar las consecuencias,

Ramanatha.



133

Si ven venir
senos y pelo largo,
la llaman mujer;
si ven barbas y patillas,
lo llaman hombre;
pero, mira, eso que fluctúa
entre ellos
no es ni hombre
ni mujer

Oh Ramanatha.



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