viernes, 24 de agosto de 2012

7528.- ALICIA LLARENA






ALICIA LLARENA (Mogán, Gran Canaria) es Catedrática de Literatura Hispanoamericana de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria y autora de un centenar de publicaciones, en las que destacan sus libros Poesía cubana de los años 80 (Madrid, 1994), Realismo Mágico y Lo Real Maravilloso: una cuestión de verosimilitud (Gaithersburgh, 1997), Yo soy la novela. Vida y obra de Mercedes Pinto (Gran Canaria, 2003), Espacio, identidad y literatura en Hispanoamérica (México, 2007), entre otros, y numerosos artículos publicados en revistas y volúmenes colectivos nacionales e internacionales. 

Invitada por distintas universidades de Europa, América Latina y USA, donde ha impartido conferencias, seminarios y cursos de doctorado, ha enfocado sus líneas de investigación en la escritura magicorrealista, el espacio literario y la literatura femenina en Hispanoamérica, así como en autores de su propia tradición: la literatura canaria.

En 1994 recibió el "Premio Día de Canarias para Jóvenes Investigadores" de la Dirección General de Universidades del Gobierno de Canarias. Un año después el "Premio Extraordinario de Doctorado" de la ULPGC. En 2001 obtuvo el "Premio Especial de Investigación Canarias-América" de la Casa de Colón del Cabildo de Gran Canaria por su libro Yo soy la novela. Vida y obra de Mercedes Pinto. Desde septiembre de 2005 es Miembro de Número de la Academia Canaria de la Lengua.

En la actualidad coordina el Foro Iberoamérica de la Casa de Colón y dirige la Colección Mercedes Pinto y el proyecto Memoria Viva. Combina la actividad académica con la creación literaria, ámbito en el que ha publicado el volumen de relatos Impresiones de un arquero (Islas Canarias, 1991) y los poemarios Fauna para el olvido (Madrid, 1997; Premio Internacional de Poesía Santa Cruz de La Palma de 1995) y El arte de las flores secas (Tenerife, 2009). 

Su obra creativa se inicia con la publicación de poemas en la página "Cartel de las letras" de Diario de Las Palmas en 1979, en la que colabora hasta 1982. Al calor de estas páginas se reúnen por entonces Teodoro Santana, Oscar Vitaller, Antonio Puente y Alicia Llarena, a quienes Luis León Barreto reconoció como "una nueva generación poética en Canarias". Su primera colección poética fue Vuelo Libre (1981), poemario que constituye un libro de iniciación juvenil. Por su actividad poética de aquellas fechas obtuvo la "Mención de poesía" en el VIII Certamen de Cuento y Poesía "Miguel de Cervantes" (Ciudad Real) en 1982. A lo largo de la década de los años 80, publica con frecuencia sus composiciones poéticas en los distintos periódicos y revistas literarias de las islas, participando en los recitales más destacados de instituciones como el Ateneo de La Laguna. En 1995 obtiene el Premio Internacional de Poesía Ciudad de Santa Cruz de La Palma con el libro Fauna para el olvido, publicado en Madrid en 1997 por Ediciones La Palma, y en cuyo jurado intervinieron los poetas José Hierro, Francisco Brines, Eugenio Padorno y Andrés Sánchez Robayna. En 2009 apareció su poemario El arte de las flores secas.

También en "Cartel de las letras" publica su primer cuento, "El baile de la ceniza" (agosto de 1982), reproducido poco después en las páginas culturales "Por consiguiente" de Canarias-7. En este último diario aparece también "Memorias del desencuentro" (1983), relato con el que obtuvo el Primer Premio de prosa en el VI Certamen literario "María Agustina" (Murcia, 1985). Entre 1983 y 1984 mantiene una columna semanal en Canarias-7 bajo los títulos genéricos de "Crónicas desde esta Laguna" y "Borrador de fuga y testimonio", textos que adquieren a menudo una apariencia poética o narrativa. También en junio de 1985 obtiene el Primer Premio en el "I Certamen de Narrativa Corta Casa de Venezuela" (Tenerife) con la novela breve titulada Septiembre, y en diciembre del mismo año recibe el Primer Premio del Certamen "Juvecán-85" (Las Palmas de Gran Canaria) con el relato titulado "Cuando no se oiga el mar. En la sección dominical "Ajuste de Cuentos" de Canarias-7 publica el relato "Unos ojos tan limpios como aquellos" (1987), y posteriormente "Balas para la sed" (1988) publicado en la revista literaria Taramela. En 1991 la Vicenconsejería de Cultura y Deportes del Gobierno de Canarias publica su libro de relatos Impresiones de un arquero (1991), dentro de la colección "Nuevas Escrituras". En el año 2000 formó parte de los narradores invitados en el volumen Reincidencias, con el relato “Abrigos de paño inglés” (2000), cuento incluido más tarde en Cuentos de la Atlántida. Antología del cuento canario actual (Madrid, 2004). 

Sus poemas y relatos forman parte de volúmenes colectivos y antologías como Poetas sobre el Volcán; Última generación del milenio; Reincidencias; Ilimitada voz. Antología de poetas españolas 1940-2002; Cuentos de la Atlántida. Antología del cuento canario actual; Canarias. Kanarisches Lesebuch; Rojo sobre negro. 17 relatos criminales; 2.050 km. de palabras. Antología de relatos vasco-canaria; De la saudade a la magua. Antología de relatos luso-canaria; Atlantopía. Breve antoloxía de poesía canaria contemporánea bilingüe galego-castelán; Madrid en los poetas canarios.

Ha sido poeta invitada en Festivales Internacionales de Poesía celebrados en Las Palmas de Gran Canaria, y en la Casa Jaime Sabines de la Ciudad de México. 

Ha participado con sus textos en las exposiciones o libros de arte colectivos: “Proyecto de Arte Meridiart” (El Hierro, 2005; Las Palmas de Gran Canaria, 2007), “La otra ciudad” (Las Palmas de Gran Canaria, 2007), “El ojo narrativo 2” (2009).




Poemas del libro "Fauna para el olvido"

IX

La naturaleza, amor, está llena de mensajes.
Hoy es el día en que partimos
hacia la profunda soledad
de todo infierno, desnudos, inocentes.
Lo dice el aire, cuya rareza
acompaña este abandono;
la luna, que esta noche
ha empezado a decrecer.

Habremos de marcharnos, ignorantes de todo:
tú, de ciertas dimensiones
cuya miel transparente
no has llegado a probar.
Yo, igual que un ciervo reconoce
en la naturaleza infinita 
de las plantas
aquéllas que son sanas,
y a pesar de su hambre 
se aleja presuroso
de las jugosas formas del veneno.


XV

¿Qué animales salvajes me hacen hoy el amor?
¿Qué afán es éste que llena nuestro lecho
con sus signos oscuros,
los indicios del naufragio,
el terror del invierno?

Lo sé porque hoy tientas mi fondo primitivo
con tus manos calientes,
con la soberbia del ladrón
ante su víctima,
agitado por el orgullo
de su rara habilidad.

No me inquieta tu aliento posesivo,
tu animal celoso extraño a la ternura.
Abro incluso las puertas de mi cuerpo
y dejo al aire las ventanas
que dan al interior.
Procedo con la calma de quien sabe cerca
la noche del delito,
y abandona el hogar
después de haber guardado con sigilo
los objetos del alma,
la joyas importantes.


XVIII

A veces un adiós significa
el regreso a la patria,
como cuando ejércitos enteros
cansados del amor
saludan con sus brazos
el final de la lucha
y emprenden el camino
que los lleva hacia la casa.


XXX

Qué triste festejar el final
del amor,
este sosiego en los objetos
de la casa,
este descanso en todo,
este regreso a la quietud primera.

Y sin embargo es cierto.
Como cuando cerramos 
las ventanas de la casa,
y a lo lejos oímos todavía
los ecos de la fiesta,
y en nuestro oído recobramos
el silencio,
y en el descanso el alma
se pregunta
por qué no hicimos antes
ese gesto tan simple
y con un breve empuje
de los dedos
separarnos del mundo,
aislarnos de su ruido.





Poemas del libro "El arte de las flores secas"

Releyendo a Garcilaso, años después

Cuando me paro a contemplar mi estado
y a ver los pasos por do me han traído

sé que todo está bien.

Incluso el orden
en que me fueron otorgados 
los fracasos.


El arte de las flores secas

I
Quién dijo que todo está perdido.

Aún podemos deshojar
la minúscula selva del afecto,
arrancarle sus pétalos
y dejarlos morir, 
para que el tiempo los redima 
con su pátina.

II
Será preciso esperar a la caída de la tarde:
a esas horas las flores se despojan
de su fuerza, y la savia es apenas
una débil señal entre sus tallos.

Así podremos arrancarlas de raíz
y sacudirle los últimos vestigios de la tierra
sin que opongan resistencia.

III
Luego basta extenderlas con destreza
sobre la fina superficie de un cristal,
y con la misma maestría
aplicar el barniz que acentúe su prestancia,
y escoger la madera que enmarque para siempre
la reunión perturbada de emociones marchitas.

IV
Es el arte de tratar un desenlace
con el mayor refinamiento.


Desnutrición

He amamantado pueblos de calzadas llameantes
y negado con mis actos de amor cualquier prejuicio
sobre la primitiva crudeza de las fieras. 

Mis pezones son dignos de alabanza,
y mi leche ha fecundado
la más hermosa imagen del instinto:
hembra que alimenta sin conciencia de sí.

Así me imaginaron llena de ubres encrespadas;
y atentas, como los oídos de un lince a la caída de la tarde,
para que recordaran mi gesto involuntario,
y en la memoria perdure aquel reflejo
que convocó la vecindad del hambre. 

Espantada de mi innato talento
creí en las palabras que honraron mi bondad,
mi amor lechoso y dispuesto,
la excelencia con que fui celebrada
por olvidar mi origen y ocultar mi raíz,
y porque enajenada o conmovida
alimenté sin motivo la vida de los otros. 

Yo crié sin saberlo a los hijos más dignos,
vástagos hermosos con que el azar probó
la envergadura de mi especie,
hijos sin pelambre ante los cuales
acerqué mis pezones, no por deseo,
sino por esa rutina del instinto
adiestrado en resistirse 
ante las formas de la muerte. 

Y aunque no fue por amor, ya nada importa.
Yo misma lo llamé piedad, y más tarde deseo,
y a otras palabras no menos vanidosas
también se acostumbraron mis labios prominentes. 

Pero un Rómulo apuesto me amenaza estos días.
Desespera por hacerse un lugar en la historia
y un hueco entre mis pechos.
Reclama su blanco patrimonio de senos prometidos,
la previsible certeza en la que cree desde niño.
Viene confiado y sus palabras abultan
la mitad de su cuerpo; en la otra esa fuerza
que da sentirse al amparo de su nombre. 

Y cuando hastiada del mío me niego a amamantarlo,
—no por deseo, sino por aquel mismo instinto ante la muerte—
la indignación entra de golpe en sus ojos enormes,
y con su más triste retórica me habla de lo oscuro,
y de la loba que tengo agazapada en mí.

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