martes, 4 de febrero de 2014

MAMEN SOMAR [10.888]


MAMEN SOMAR

Salamanca, 1976

Comenzó a escribir con apenas once años. Cursos en la Universidad de relato y relato corto. Cursos de relato y guion en Letra Hispánica y seis años con el maestro Raúl Vacas en La Casa De Las Conchas. Seis años como columnista en Tribuna Universitaria, dos años en Radio Usal, ha participado en varias revistas literarias, encuentros y recitales poéticos, entre ellos, Letra Contemporanea, El cielo de Salamanca y encuentros en La Sala Marte de Liceo.
Poemario publicado. Interior de una Sombra (El Ärbol Espiral de Luis Felipe Comendador, 2007)



No me salvas (poema sobre poema)

Donde el viento mece la espera, donde la tarde oscila sin miedo a ser digerida por la oscuridad, ahí se encuentra mi orilla.
Es ahora cuando mi pecho se despoja de la armadura, en esta corriente que se dilata a escondidas, alumbrando al fondo, tu mirada triste. La humedad acierta sin miedo, solloza sin llanto y la jara se descalza, hunde sus pies blancos en la tierra para invadir la memoria con su aroma.
Tus dedos ya no lían en los recodos y en las curvas.
Sólo agua entre tanta soledad... Me faltas.
Permanecen las huellas, pétalos que emergen en cenizas.
Alborotas mi ansia. Eres la medida de todas mis letras y el saberlo atraviesa el pecho despacio, gota a gota, de parte a parte.
Entregada al río que refleja entre semillas tu rostro, soy un cuerpo a la deriva.
Donde el viento mece la espera, donde la sombra mordió los bordes, allí, sin pluma ni lengua estaré yo, entre todas las palabras que mueren de tiempo.
Es tarde. La noche fluye sumergida en un reflejo abatido de luna y distancia.
Me lleva la corriente... y tú no me salvas.




Paisaje intacto

Conservo intacto el paisaje de un entorno que no existe y que florece sólo para mí.              
Son pequeñas arboledas enramadas que se encienden a lo lejos, que penetran en la noche muy despacio.
Atesoro indemne, la armonía de una estación de trigo verde y luces exilias que no agoniza, por no tener pulso ni memoria.
Apenas brota la tristeza por mis ojos y un retazo manso de llovizna, resplandece inalterable.
Dejo que recorran por tu deserción, hileras de insectos para poder entallar cierto cosquilleo a la nostalgia.
Es el deleite por las pequeñas formas, lo que hoy me distrae el alma y la voluntad.
Si pudiese encontrar la evidencia de que no fue un sueño a través de mi cicatriz, de la tuya.
Si pudiese masticar el amor sin mezclar mi saliva con su carne.
Si pudiese continuar sin el tacto de la tragedia.
Esparzo las cenizas del deseo en un claro de la espesura, para vagar libre de dolencias, para poder mirar de lejos cada astilla, cada escombro.
Allí no te lloran las madrugadas y la necesidad no da cancha al desaliento.
Allí alcanzo a deletrearte de un solo golpe.
Allí, eres corolario para una despedida.
La mirada ondea donde se desdibuja tu contorno pero, ya no se rinde ante el absurdo cuando te echa de menos.
Quema este resonar de  grillos.
Las luciérnagas se han ido. Se recoge la penumbra en su aroma simiente.
Te conservo intacto en el paisaje de un entorno que no existe, que te suspende en mi aliento hasta desprender cada soplo de este frágil empeño.
Ya de vuelta a la realidad, la vida me gusta un poco más.
Pero sólo un poco.                                                     




SOÑAR DESPIERTA 

Para medir los sueños
Para entrar,
salir,
morir un rato.
Para cambiar las sábanas
al miedo.
Para hallar la sonrisa
que no amanece
cuando despierto.

                    Del Poemario: Interior de una Sombra      


Puedo…

Puedo esperarte.
Enfermar la herida, cerrar en falso, hacer nido en la cicatriz de tu sonrisa. Puedo dejar que enreden las hierbas donde impera el hambre, allí, bajo tu puerta…
Puedo imaginar que asomarás sin prisa por nuestra calle, que me rozarás la piel del cuello antes de besarme despacio con palabras y labios.
Puedo romperme otras mil veces para que desordenes este puzle con saliva y llanto…
Puedo, sé que puedo. Pero ya no quiero.

   Del Poemario: Interior de una Sombra                                                                        






Aprender

Aprenderé a detener los días con alfileres.
Antes,
quisiera volver,
encender tu amor por un instante.
Recitar lo que escribí
ebria de tu mundo,
ese,
que no me alcanza.

Quisiera bordear tus dedos,
vaciar mi temor
a este silencio.
Sostenerme en los instantes
en que te imaginé eternamente mío.

Quisiera aferrarme
a un olvido que no llega.
Lejos de ti,
será emplazar mi cuerpo
en un sudario de cristales.

Aprenderé
a esperar sentada
en los bancos.
Haré cola en la ventanilla
del insomnio
para poder amanecer,
sin  haberte llorado.
Evitaré las distancias cortas
con el destierro y con la lluvia.

Aprenderé a estrenar hilvanes
para cerrar la brecha.
A comprenderme,
literalmente herida.
A seguir caminando
entre los alfileres
que prenden ahora mis días.

Del poemario: La Agonía de las Luciérnagas





Desnudez

 Tu boca desnuda mi nombre.

Por eso es tan difícil olvidarte.
Por eso es tan difícil que me olvides.

Aquella vez primera que lo escuché de tu labios.

Ese aliento nervioso
del despojar de la ropa.
Casi sin permiso,
casi sin dudarlo.

Un susurro
y todo fue a parar al suelo.

Por eso no hemos conseguido superarlo.

Porque es mi boca sólo si me llamas.
Porque es mi boca sólo si te nombra.                                     

     Del poemario: La Agonía de las Luciérnagas


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