domingo, 22 de mayo de 2016

IRIS KIYA [18.759]


IRIS KIYA  

Iris Kiya (Sebastián Melmoth) 1990, La Paz, Bolivia. Ha estudiado literatura en la Universidad Mayor de San Andrés. Ha publicado los poemarios Manicom(n)io fra(g)tal, colección postmortem (2010), 24 cortos y un prólogo en braille para Gelinau Laibach (2013). Actualmente es parte de las editoriales Género Aburrido y Makinaria ediciones. 


MURDER IS MY BUSINESS


There’s a time when the operation of the machine becomes so odious, makes you so sick at heart, that you can’t take part; you can’t even passively take part, and you’ve got to put your bodies upon the gears and upon the wheels, upon the levers, upon all the apparatus, and you’ve got to make it stop.

Mario Savio
December 2, 1964



24 de agosto de 1964

Mensaje postal de Sebastián Melmoth (Vietnam, prisioneros de guerra) dirigida a la familia XX.

Sabrá la familia de los inconvenientes en cuanto al envío de cartas, puesto que, en algunos casos, dicha misión es altamente peligrosa. C… amigo mío, pudo escurrirse entre las bases militares y escapar (es así como esta carta llega a ustedes). Mi mano tiembla y tengo la obligación de ser yo el mensajero de estás terribles noticias. La guerra atenta con todo lo que ve a su paso, sobre todo con los prisioneros indefensos. Tengo entendido que el señor XX y su hijo fueron prisioneros por más de tres meses. Sobre el primero tengo información vaga: fue vendado y llevado a rastras hasta el río, alrededor de una hora sus captores volvieron sin su presa, la gente especula una muerte rápida. Con respecto al hijo, Thomas XX, niño que padecía el síndrome de Tourette, causa y burla constante de los militares.
Me llamaron el día 21 de agosto a eso de las 10:30. Fue entonces que señalaron al infante y me indicaron que tomase una foto de él, antes de… A continuación, uno de los militares se acercó al crío, depositando en su mano algo que no logré identificar por la distancia en me encontraba. El hueste se alejó rápidamente y gritó a viva voz-Melmoth, tome la foto antes que explote. Comencé a sudar y mecánicamente preparé la cámara: uno, dos, tres. Disparé. Segundos después, vi estallar al niño en mil pedazos. Caí al suelo, mientras los hombres reían y comentaban-ahora sí el cuerpo no le va a fastidiar.

Los días siguientes no conseguí dormir ni comer. Soñaba con el niño y la granada en su mano, hasta que finalmente decidí buscar los restos del cuerpo y preparé un entierro. Perdonen el atrevimiento de darles a conocer tan terrible noticia. A continuación encontrarán la foto de Thomas XX, y el epitafio que me atreví a escribir en su nombre.

P.d. Mis más sentidos pésames, sinceramente:

Sebastián Melmoth, fotógrafo de guerra




A veces siento que la carne se me estremece y no puedo pensar en las miles de balas, que se requiebran dentro, que se inundan, que se revuelven cuando estoy en la trinchera. La trinchera es el paso entre la tierra y el cielo, sería mucho más lógico decir, entre la tierra y la tierra, sé, que todavía estoy vivo, abalanzarme y seguir con la escopeta, la calle es el encuentro con los otros. La trinchera es como el féretro que te encadena a la tierra y mientras sudo, me miro y me cubro, pienso estúpidamente en los besos, porque no quiero morirme pensando como un hombre, sino más bien como un niño, torpe e ingenuo, y aunque ni siquiera los labios me han permitido enamorarme, he leído alrededor de 34 cartas de amor, cartas que mis amigos me han pasado para corregirlas o agregarles un toque amoroso, pero he errado puesto que mi relación con el amor es más bien nula. Entonces terminé escribiendo insólitos párrafos que ocupaban la tercera parte del texto. A veces rellenaba las cartas con pasajes nebulosos sobre las novelas policiales que había leído, movido por dicha acción, la carta que hablaba de lo lindo que sería despertar una mañana con alguien, se mezclaba con el leit motiv de un detective.





Eleonora
me aturde pensar en tus zapatillas rojas
Eleonora
la música country me hace recuerdo a la tristeza de Dilinger
antes de ser apresado
antes que su amada Evelyn se convirtiera
en cantante convicta
dime una cosa, Eleonora
qué siente alguien como Dilinger cuando roba un banco y después
le tira un beso a su amada
Eleonora
la música country me hace recuerdo a la tristeza de Dilinger
antes de ser amado
Eleonora
sé que esta tarde no tendré tiempo para verte
porque me ha tocado estar bajo la trinchera
es tan linda la foto tuya, Eleonora
temo que si te veo, otro soldado se enamore de ti
-miento
temo que si veo tu foto, sienta la tristeza de Dilinger
antes de ser acribillado
Eleonora




Ceci n´est pas une pipe
Ceci n´est pas une Smith & Wesson
Ceci n´est pas une camera
Ceci n´est pas une tranchée
Debajo la trinchera,
encuentro a mi padre a mi madre y a mi hermano
Debajo la trinchera,
acribillo sus ojos de azufre,
relleno las cuencas con plata y los epitelios restantes con saliva y cal
Debajo la trinchera,
cuento con la compañía de un fotógrafo y un soldado
Debajo la trinchera,
el fotógrafo me insinúa una toma a blanco y negro
Debajo la trinchera,
el soldado me habla de Carter y los cuervos,
le tiene miedo a la flacidez
y a los besos de las mujeres bonitas
Debajo la trinchera,
el fotógrafo me mira por el ojo de la culata
Debajo la trinchera,
el soldado y el fotógrafo
se suben a una avioneta y ponen el disco número ocho, pista tres
suena Paganini
y en el intermedio
el violín se mezcla con el sonido de la avioneta
Debajo la trinchera,
hay asfalto,
una ventana,
una cámara,
y una Smith & Wesson
Debajo la trinchera
mis huesos se están cosificando por la cal
El fotógrafo me muestra un rollo sin revelar
1. Debajo la trinchera un hombre
2. Debajo la trinchera una mujer
3. Debajo la trinchera un niño
Debajo la trinchera,
encuentro los cadáveres de mi padre, madre y hermano
Pound se ha estado alimentando
de garbanzos y setas,
setas que esconde en los rincones de su almohada
en el psiquiátrico
come garbanzos a deshoras, porque ya no puede
pensar en las elegías o en las servilletas de papel.
Pound se ha estado alimentando
de garbanzos y setas
entre las 6 y las 12
lee cuartillas y luego las reescribe
pensando en Aura y en la guerra
Pound ha estado leyendo
cuartillas,
y el psiquiátrico donde reside
solo cultiva garbanzos y setas
Pound se exacerba con
sus psicosis, con Aura,
con los garbanzos y setas.
Pound mira disimuladamente las esquinas
azuladas del periódico y recae en una
foto, una mujer de rasgos tenues y mirada
perdida.




Este es el proyecto de un beso,
un beso que se esconde en la violencia
ꟷde los cuerposꟷ
cuerpos que desfilan con las pancartas impuestas,
pancartas que dicen:
Un buen soldado muere por su patria
Un buen soldado alza las armas por su patria
Un buen soldado se alimenta de la tierra
Un buen soldado sufre de hambre
Un buen soldado traiciona a su amigo
Un buen soldado se muere de hambre
Un buen soldado se masturba a las 3:00 am
cuando nadie lo escucha
Un buen soldado no busca morir por su patria,
busca matar por su vida
Un buen soldado no se enamora, ni pide perdón
Un buen soldado escribe sus memorias
Un buen soldado lee el periódico y busca
trabajo de conserje, profesor, constructor, escritor, mesero
Un buen soldado camina por las calles
apuntando con su mano o sus ojos, como si fuera un arma.
Un buen soldado llora por las noches, cuando
ve a su madre en zapatos de tacón
Un buen soldado se levanta a las 5:45 am
e iza la bandera junto a su hijo.
Un buen soldado no cree en el azar,
ni en las cartas, ni en los juegos
Un buen soldado no ríe, pero sí peca
Un buen soldado se baña todos los días
y se agrieta la espalda contra el muro
Un buen soldado va a la iglesia,
aunque no sepa rezar
Un buen soldado se enamora, aunque no sepa dar un beso
Un buen soldado no escribe cartas de amor,
escribe novelas policiales
Un buen soldado no lee a Whitman, lee a Pound


S. Melmoth habla con Mahmud Darwish

-Hablemos de febrero.
-Escribiré sobre febrero, escribiré cuando los soldados dejen mis pies.
Cuando Dios deje de crear y empiece a masturbarse.
Cuando las feministas piensen en dios masturbándose.
Cuando los soldados le pidan a dios
balas, azúcar,
y encuentren letreros que digan: se escribe epistolario ajeno.
-Hablemos de febrero.
Hablemos de los mercenarios que quisieron matarlo.
-Ellos me dijeron que el revólver estaba preparado,
que me inclinara frente a la puerta
porque el horizonte se había perdido entre los matorrales.
-Y pensé-
Ella y sus ojos destruyen la génesis del universo.
Ella es el cuello que se pudre al beber.
Ella es lo evidente.
Ella susurra: “quiero hacer el amor en el idioma de mi infancia”.
Ella musita: “quiero que los soldados vengan y me fotografíen las uñas de los pies”.
-Hablemos de febrero.
Hablemos de los mercenarios que quisieron matarlo.
Hablemos del fotógrafo que conoció mientras pensaba en dios
Hablemos de las mujeres que predican ser mujeres,
y no han aprendido a vivir como mujeres.
Hablemos de las mujeres que no conocen la guerra.
Hablemos de las mujeres que no saben qué es una AK-47.
Hablemos de las mujeres que no fuman.
Hablemos de las mujeres que toman leche en invierno.
Hablemos de las mujeres que leen a Herman Hesse y creen que es glorioso.
Hablemos de las mujeres que no saben quiénes son Charlie Parker y John Coltraine.
Hablemos de las mujeres que se ríen cuando escuchan un poema.
Hablemos de…
-Hablemos de febrero.
Del fotógrafo que conocí ese día,
del azúcar y las balas
de los epistolarios
y las mujeres que no saben lo que es una AK-47

Pero sobre todo, quiero saber si usted podría sacarme una fotografía
así, con el arma en la mano
-El revólver está preparado.
-Inclínese frente a la puerta
                               porque el sol se está escondiendo
y el horizonte no me deja ver los matorrales
-Y pensé que no iba a encontrar al fotógrafo que iba a matarme.
Hablemos de febrero.



Corto n°1
El último amor de Satán


I

Nervioso…
Fumo mucho, demasiado.
A lo lejos con el pulmón apretado (aperlado, sin tiempo).
Fuma ella, mucho, demasiado.
Carmilla, una niña de 14 años,
enamorada de un hombre con sombrero de fieltro verde,
del hombre de los guantes que fingen cubrirle los dedos,
mientras vacilan hilarantes entre sus enaguas.
Ella, Carmilla, costura su figura todos los días,
le da pinceladas a sus vestidos de terciopelo verde.
Ella, Carmilla, no sabe
 el temor que me provoca amarla.


II

-nervioso-
Fumo mucho, demasiado.
Le he pedido a Carmilla
que esconda los relojes,
como humano, les tengo miedo.
-sufro de Cronomentrofobia- 


III

Debo salvar mi alma,
despedirme de ella,
arrellanar mis lágrimas en su clavícula.


IV

Fumas mucho, demasiado – me dice.
¿Por qué te enamoraste de un viejo que le tiene miedo al tiempo? – le digo 
Tú eres el que tiene 14 años – me dice –
Mírame – le digo – mientras lloro,
y mi llanto se convierte en un charco que no alcanza
a llenar las cuencas de su cuerpo.
Fumas mucho, demasiado – gime –
Me mira y sus ojos parpadean,
como las agujas del reloj.
Mis guantes se pierden en sus enaguas.

– Cae muerta –
Con los ojos abiertos.


V

Estamos solos – me dice –
No estoy seguro –le digo– no puedo ver nada,
creo que estoy ciego.
Siéntate –me dice– aquí, en esta vereda no llega el tiempo.

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