viernes, 13 de abril de 2012

6505.- CHARO DE LA VARGA


Charo de la Varga Sánchez es poeta, autora de Amotinada (XXII Concurso de Poesía Ciudad de Zaragoza). Ha participado en el Festival de Poesía del Moncayo. Ha publicado en el fanzine Confesiones de Margot y en la web “La oreja lectora”. Forma parte del proyecto multidisciplinar “Zaragoza Rebelde, movimientos sociales y antagonismos 1975-2000″ y es co-realizadora del documental “Con el corazón en la calle”. Acaba de se incluida con varios poemas en la antología YIN (Poetas aragonesas 1960-2010) de la Editorial Olifante.




MI TESTAMENTO

Mi testamento
lo dejé escrito anoche
sobre tu cuerpo.





CUENTO DE LAS ALMAS HELADAS

Macabra danza de las zapatillas rojas.
Todas tenemos un reloj de plomo
para podernos ahorcar.
Dame tus manos
para apuñalarme con ellas,
para arrancarme el corazón,
para no perderme en el bosque.
Dime, espejito.
No tengas miedo. No te dolerá.

Después de algunas noches
llegan mañanas de posguerra.
Ya se escuchan motores en lo oscuro.
Ya es hora de recoger los sueños.





LLAMARADA

Dejaste olvidadas
algunas caricias en mi cuerpo.
Tatuajes invisibles atravesados,
para siempre,
en los laberintos de la memoria.

A este lado
las horas, los minutos, los segundos,
avanzan como ejércitos de hormigas
devoradoras de tiempo.

Pero detrás de las ventanas
existe un enigma que lleva tus ojos.
Y como único alimento de mi obstinación
voy diseccionando un encuentro fugaz.

En la espera.






MOTÍN

Hoy me concedo el alivio de tu ausencia;
rebelión de mariposas tan adentro…
Ya no soy la mancha insomne
que busca su alma
desvanecida por los espejos.
Ya no me duelen las noches.

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Me pongo de pie en los días negros.
Apenas despierta caigo en picado,
respirando el viento del desierto que sacude mi cuerpo,
y remonto el vuelo.

Me pongo de pie en los días negros.
El paladar amargo,
chorreando la pereza de un animal de circo;
ahí va la muerte silbando a mi paso.

Me pongo de pie en los días negros.
Mastico al levantarme la demencia correosa
y trago esta bola de pena reseca.
Después, acaricio mi nombre escrito en el vaho:
todo un océano donde lavarme el corazón.





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