miércoles, 25 de julio de 2012

7328.- MARCELO MALLEA HERNÁNDEZ





MARCELO MALLEA HERNÁNDEZ (Santiago, CHILE 1972): Escritor de poesía, cuentos, obras de teatro, ensayos. Es actor, dramaturgo y profesor. Fundador de las Compañías de Teatro Ludinario con las obras “El Barón Rampante” de Italo Calvino, “La Maravillosa Historia de Peter Schlemihl” de Adelbert Von Chamisso. Compañía “Pitiramecú” de teatro para niños, donde dirige dirige, actúa y escribe las obras itinerantes (teatro callejero). Triunvirato Surreal con las obras “Réquiem” y “El Mensajero”, también itinerantes. Ha sido profesor de Improvisación y actuación en la Corporación El Canelo de Nos. En poesía ha escrito los libros: “Tristeza”; “La locura de las Hortensias”; “Arcadia Calixto”; “Semillas de Lunaria”; “Palabresía”; “Poemas para Ciegos, Sordos y Mudos”; “El País de la Poesía la República del Sueño”; “El Arte de Desaparecer”; “Agua”. Ha publicado en diversas revistas internacionales en España, Venezuela, México y Estados Unidos. Participa en varios encuentros y ferias del libro a nivel nacional. Ha sido corresponsal para el portal de Cultura Iberoamericana Escena Cultural de España. Es fotógrafo artístico, alumno del destacado fotógrafo Bob Borowicz. Ha trabajado como Monitor de Recreación en Centros Vacacionales de la Caja de Compensación de Los Andes. Es Video-Documentalista en labores de: dirección, cámara y producción. Ha ganado varios concursos de video y poesía, destacando el primer lugar en el Concurso organizado por la Corporación Cultural de la Cámara Chilena de la Construcción, Concurso de Video El Bosque (mención especial del jurado), Tercer Lugar en el Concurso Hispanoamericano de Poesía.



LAS HERIDAS DE MI MADRE

Ahí está mi madre, 
tranquila como una diosa que nos alimenta.

Un kilo de papas, un sartén,
el aceite, las verduras,
una cicatriz profunda,
el caldo herido.

Mis hermanos,
sus bocas abiertas,
el árbol de patio rendido.

Mi madre, la muralla, sus golpes,
el lomo partido.

Sólo veíamos el mar
cuando nos quedábamos perpetuos
o cuando secaba 
aquella su sangre.

Las heridas de mi madre
son como el carbón,
oscuras, encendidas, fugaces.

Las he visto cuando llora,
a ella, la más pequeña luz.

Inquieta mi madre,
han abierto su vientre para extraerme.






PAN

Para que el pan ofrecido
recupere su alma
y el trigo sucio sea tierra más agua
y podamos comer la masa viva,
el pan blanco de surcos terrosos
a surcos blandos de manos calientes.

Comer podamos con la boca,
mientras podamos creer
en panes de viento
o hasta juntar los elementos,
disponer de las tierras ocupadas,
pobladas o no,
de los muertos también.

Cristo, que saló el pan con sus lágrimas,
dichosos los invitados a su cena.

Pan nuestro de aquel que lo come.

Sin el pan
nuestro cuerpo pierde su alma,
y hemos de robar su sangre blanca.






PLEGARIA DE NUESTRO SEÑOR GOLPEADO

Cada día, Señor nuestro,
cada día Señor.

Nosotros, tus semejantes
golpeamos tu frágil cuerpo.

Vuelves la mejilla,
para insistir con nuestra carne humana.

Cada día,
nuestras ciudades se incendian
a las puertas de tu hermosura.






LAS PEQUEÑAS VECES

Las pequeñas veces
que nos encontramos
ardemos
y resultamos ser
vórtices,
cuando tu piel ataca,
las pequeñas veces
que podemos
encendernos.

Orbitas indispensable,
te haces aparecer,
sentir tu carne
en lo vasto de una voz
clamando
hasta el vacío perdido,
por la fina cuerda
de esa voz
que lo calla todo.





HOJAS MUERTAS EN MI JARDIN

No me gusta ver
hojas muertas en mi jardín.

Muertas
y en mi cabeza
la sabia cuajada,
verde, en mi jardín.

Hojas sonámbulas,
cayendo en incendios,
quemando mi suelo.

Hojas muertas,
vestidas,
desangradas,
listas a caer.

Cómplices suicidas;
las hojas toman sus manos
dejándose caer.

Se abren las carnes,
las arterias.

Se arrojan listas,
probando inviernos antárticos.

No me gusta verlas vivir
soportando el ocaso,
sentirlas crujir;
rompiendo pieles,
verlas pudrir.

Quiero sacar sus sombras,
perder la fiebre
en este cuerpo inevitable.

Llamar calor a ese manto áureo,
expuesto a la luz de la lluvia,
a las horcas, a la razón.

Despertando al frío,
carne inquieta;
suicidas rompiéndose la sangre.






FUERA DE CONTEXTO

Fuera de Contexto,
Las alcurnias están
Fuera de Contexto.

Los pedazos de ladrillos
Explotan,
Y todo (creo que todo)
Está Fuera de Contexto.

Todo lo que sostiene
Al ozono está
Fuera de Contexto.

Agil el musgo
Que crece rápido
Para no ser destruido.

Y el agua está
Fuera de Contexto.

Administro
Pelos,
Uñas,
Dientes,
Músculos,
Tejidos,
Átomos,
Neutrones,
Protones,
Les doy cabida
En la caja más humana que existe,
El hombre.

Fuera de Contexto
Está la simbiosis.

Y...
Volver a la guerra
Para que broten
Los atolones
Sobre el rostro envejecido.

Deimos y Fobos estan,
Fuera de Contexto,
Fuera de Contexto.







El diente de leche

Iluminó la noche
tu primer diente de leche.

No hay diferencias
entre Luna y Fiebre.

Todos aman
tu diente de leche,
Que crece feliz
junto a una taza de sol.

Asoma su cabecita
el primer muro de palacio,
y a pesar de ser blanco
(porque es sólo de leche),
una tenue nube
posa sobre tus labios invernales.

Creo que hoy celebraremos
la llegada, hijo, el primer momento,
como cuando la sangre
fluyó por tu cuerpo.

Es importante tener un diente en esta vida, hijo.

Todo se convierte alguna vez
en momentos
y la manera más fácil
de ser recordado para siempre
y no ser lastimado,
es llevando puesto un gran diente blanco,
montado cerca de tu sonrisa,
como algo vivo, eterno,
con el filo puesto en la extremidad.

Es verdad que uno tiene dos ojos,
pero un solo diente basta para demostrar
la teoría del Universo,
de la Generación Espontánea,
de la célula que se apostó sobre tu puerto.

Ya habrá tiempo para seguir
fabricando dientes.

Hoy, sólo nos ocuparemos
de éste, tu invento.







Ver

Quiero ver sueños.

Ver violetas arbóreas,
calles groseras, niños sumergidos en nubes.

Tocar la profundidad,
ver, fingir mi debilidad.

Ver lo que no veo,
ver, exijo verte.

Crear un espacio,
un ojo, un iris caído,
unos ojos más, pido.

Sucede que las esporas del olvido
conmueven en mi retina.

Despacio, lento e ignorante,
mis ojos duelen.

Quiero cantar con mis ojos,
ver lo real, sólo lo importante.

Lo indiferente cegar,
olvidar.

Ver lo que veo,
ver lo que no veo,
ver lo que podría haber visto.

Prever el choque, la luz, lo inevitable.

Ver lo que no pueden ver los demás.

Exclusivo, la memoria en mis ojos.

Ver dos veces, ver atrás, sobre mí, a través.

Porque veo y no sé; de la oscuridad al fuego.

Ver para ver,
conocer cada cosa;
por ejemplo... el perfume, la muerte.

Conocer la vida,
ver, por favor, ver.

Porque sabemos que no vemos,
nos ocultamos ciegos, con perros de caza.

Salir por las noches a buscarte,
abrir tus párpados, encenderte.

Ver, porque todos dicen que veo,
y de tanto visionar...
quedo ciego.






La marea de la luz

Aquí estoy,
apenas viendo,
libando náuseas
con la marea de la luz.

Contando esos odiosos
paseos criminales,
con esa ausencia
de aire verdadero,
con esa carne desgastada
en miles de camas abiertas.

Aquí,
volando al descubierto.

Y aunque el tiempo y su arista
me lleven en su jaula,
cobrando pedazo a pedazo
mi vida.





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