lunes, 15 de septiembre de 2014

PATRICIO C. CIFUENTES RODRÍGUEZ [13.319]


Patricio C. Cifuentes Rodríguez

Chile. Poeta.




La poesía homosexual en Chile 
 por Andrés Morales Milohnic

La poesía homosexual en Chile es pobre y, en general, llena de lugares comunes o transfuga en su transvestismo alocado que probablemente alude más a la adolescencia, al grito, al dolor legítimo, pero no al lirismo ni a la reflexión. La poesía de Patricio Cifuentes (Licenciado en Literatura con una magnífica tesis sobre la poesía homoerótica, digna de ser publicada y conocida) es, a mi juicio, de lo mejor que se ha escrito, en este registro, en Chile. Pero no sólo eso... Alcanza al Barroco gongorino, al retruécano y a la gran metáfora y al símbolo doloroso que sólo los verdaderos pueden alcanzar... Quiero que lean su obra y que, ojalá, alguien la publique pronto. Basta ya de de aullidos y de cristales rotos con esas uñas trizadas del travesti de turno. Cifuentes va de frente, con una gran poesía que desde Lezama a Borges, desde García Lorca al más jóven de los ocultos, merece ser leída, escuchada, comprendida.


A HIACINTO Y CIPARISO, Algo así como un poema de amor. Selección de algunos poemas de Patricio C. Cifuentes Rodríguez




Cuentos de hadas dentro de una botella 
de cartón trizado

Pervirtieron mi gula anacarada
Y enamoraron mis trillizas condolencias de azúcar en conservas
Para solventar de ternura sodomita la virilidad ostracista que sacudía
Mis ojos de bebito
Lujoso lujurioso

Besé las corpulencias de héroes guerreros viajando
En un caballo de neón o en un tigre verdianaranjado
Soñoliento de masturbaciones impuras por el príncipe estupidito
Que vaciaba las arcas del reino en un mitín de boleadoras risueñas de benedictinos anglos
Dentro de la mascarada jocosa de vicios sudunales
Amando la libidinosa malla madreselva de un niño eterno
Compartiendo su cama de cristal minado con un grupo de mapaches vestidos de argonautas
Y hastiando de sarcasmos onanistas la mediación corpulenta de unas puntiagudas
Orejas ojeras
Que excitaban mi cordón umbilical apretando las estrías donjuanescas de mi madre
Y volando bajo la rumba mágica de una válvula erótica de aceites gozados
Con un trozo de papel celofán

Y mi cama manchada de pútrida satisfacción guardada en un jardín infantil
Fue amplio testigo y cómplice de mis acosos a duendecitos y lacayos selenitas
Y robó la yuxtapuesta inquisición reveladora de bosquejos y reflejos grotescos
De prendidas velitas insurrectas en un pastel de
Semen cemento cementerio
Bajo el consuelo espumoso de mi madre lavando mis piecitos mojados
Y riendo a carcajadas la morbosa lucubración futurista que
Tarde o temprano
Me llevaría a la epidemia
A la muerte en un horno con un velo





El niño que lució frente al espejo

Su camiseta tatuada de gravitaciones aduladoras
Palideció ante el nuevo amor exclusivo que traspasaba su corona estranguladora
Tratando de quebrar la inmundicia onerosa de la infancia politizada
Y carcajeando las mezquindades corrientes de la misma cosa satiricona
Se enamoró de la prístina equivalencia de su otro
Y besó con las mejillas acabadas la búsqueda inverosímil de un mundo erotizado de reflejos
Y de luces
Colocó su juguete recién activado por los venenos de la sangre
Ante la vista plateada de un exuberante colibrí de pasiones
Y tarareó los matices aberrantes de la versión
Abstracta paralela escondida
De zumos pulcrísimos de pétalos
Y de ventarrones laicos
Se encerró en el armario torrentoso
De haces heces
Luminosos
Para que la poseedora de sus cordones
Placenteros placentas
No robara la ingenua satisfacción del nuevo vicio acordado con su cónyuge tramado
Y se casó
Teniendo como juez único la dimensión dadivosa que abría
Los portones de madera cascada
Para dejar componer de solfeos perdidos
El beso concupiscente que donaba
A la misma realidad durmiente la vellosa captación de los ecos pelvianos





Los espectros de la noche

Me preguntaron por mis sollozos noctámbulos rompedores de su perenne armonía
Y desgastaron sus pestañeos confundidos en el limbo exagerado de mis nuevas emociones
Consagradas con el vino mágico de la ambrosía impelida de sus variaciones ectoplasmáticas
Navegaron sin rumbo tras mis casas de adobe antaño
Cambiando de sonidos guturales a sombras cadavéricas
En los puertos exacerbados de sus jugos gástricos asquerosillos
Mantecosos anaranjados
Destruyeron las verdades con que había jugado en la infancia
Y rastrearon mi suerte en vagones orgiásticos de tinieblas sin retorno
Comprobé que sus voces lamentaban la fibrosa tibieza del dios rebaño que aguardaba
Mis tabernáculos
Moviendo con sus interdimensionales letras simbióticas las fisuras
Ensangrentadas de mis propios gritos desesperados
No lloré como supusieron ni rogué por mi vida
Esperé que sus manchados ímpetus de revelación caótica
Emanaran la lluvia mística que paladearía en mis próximos sortilegios
Besé quizás por última vez a quien dormía a mi lado
Y me agaché para sentir sin pesadumbres el sopor mohoso
Que me penetraba sonrojado
Mientras el poco aire que hacía posible la desvirgación de mis poros
Antiestéticos
Saturaba de rocío mi cabeza sedienta reseca desértica
Y al entender que el fantasmagórico visitante nocturno
Recapitulaba en el espejo pegado a mis espaldas
La hora del deseo
Sostuve concluyente que
La noche la luna la sombra
Había acabado





Masturbé las legiones al compás de mi arcabuz confeso

Saboreando la peligrosidad angustiosa de las provincias besuqueadoras de las termitas
Que comían la vertiginosidad de las facciones de las paredes que marcaban
El paso del río de caspa viva en bastión de oro
Mientras el ejército de las colitas prendidas metamorfoseaba la bastilla clásica
De muros acordonados
Y cambiaba los torpedos acústicos en ataques sorpresivos sabiendo que afuera
El enemigo acordonaría el palacio preso de una boca de lobo
Babeando las paredes con aliento de dragón dormido hace ochenta años
Y despierto por la sexualidad vandálica farfulladora de costumbres
Abstractas comprendidas entre noches de lunas y canciones baratas de
Romanceros gitanillos y lúbricos bebedores de cal torcida

Los defensores arguyeron sus lanzas y salaron sus contornos
Misionaron la duplicidad y buscaron el suicidio
Tras el reinado
De los soliloquios y
Las vigilias
Después del sueño





Viuda negra sotana de plástico glucosa

Huir de la amapola bosquejada en el rincón de la sensibilidad higiénica
De moscardones ojerosos en rebelión matutina

Presagiar la muerte del hombre que ha nacido entre lloriqueos ovíparos y
Condones de porcelana arácnida bivalba dormitando en seda azufre

Elegir entre mortales la muerte horadada por el vago dios contra natura que impuso
La televisión socorrida por evoluciones menores que la pasada

Montes
Montañas
Dunas
Cerros

Yo niño

Buscar el bosque de tulipanes contemplados por la bocina cantábrica de navidades
El viejito pascuero se aproxima para darme el regalo de mi primera elevación albedrío

Cantar destinos graznados en ecos que envuelven la habitación del Edipo que se escondió
Tras la muerte de mis madres de mis viudas de mis hijas

Escalar el pináculo que seduje en primerizo consuelo bajo mis sábanas rosas
Y montarme en alados angelitos maraquillos volando al fondo del cuadro del Sebastián sado

Rajar con mis dientes su coraza recién penetrada de gorriones glandes utopía evangélica
Mascada por mis pasadizos titiriteros en zancos desequilibrados en la sexación que me acaba

Montes
Montañas
Dunas
Cerros

Yo niño






Yo bebo

El embrujo
Bebido del síntoma
Confirmado con la invitación a los jardines escondidos
Vainas pretextadas en fonolas de imágenes estampadas
Bajo el sopor etílico
Contraído en fetos hostiles y pálidos de bellezas
Adustas adultas abultadas de vientres
Propensos a la envidia insatisfecha
Delicada
Propugnada en sacos vacíos
En sombras cautivadoras
Eternidades enfermizas refinadas en su naturaleza conmovida
Prostituta de sus hijos
Sugestión de males allanados de peligros fotohigienizados
En corpulencia drogadicta
De vejámenes inmundos
Rasgados de poderíos subliminales

Metamorfosis de arañazos compartidos
Bravamente brevemente
En angelical añoranza de sopores
Rústico-efervescentes
Mentalidades infaustas
Activadas en el fondo del canal sacudido en seco
Fascinado en estructuras
Ridículo de sensaciones
Obsesión de llantos antojadizos

El fervor de la sangre fue tragedia de ignorancias pervertidas
Y fragmentos de riesgos absolutos
Inherentes
Aficiones producidas en un hielo de motores aligerados por el mismo Caronte
Que soñó sus cenizas en popa de brea y cal esclavista

Nunca supe lo que la gente pensaba

Me mató el sentir de un niño en el sinsabor de esa tripa extorsionada
Por el vapor tétrico de la sepultura de un hermano





Narciso enamorado

Obtuso entrocador de vénulas sanguiverdosas
Palideció de corales al semicolumpiarse entre juncos dormidos
Aromatizados por la desventura polichinela
Que entibió su tez mosaica
Y encontró entre demagogias obsesivas
La última canción escolástica que pervirtió el reflejo de los niños morados
La soya grasienta de celibatos
Lloró la ensoñación perpleja que mordía el talón de la arena mojada
Sacada del horno tras pellizcos de madres indeseadas y ayas con el hábito
Zamba concubinítico de girasoles orfebres

El niño surtidor de cantos laringo-mórbidos
Calmó su pasión de ira
En el rostro lúcido de un Leteo inmaculado
Y amó sus riberas salivas
Que compró sus órdenes tutelares
En subasta provinciana en sacrificio

Cupido penetró sus alivios y ensombreció de penas
Las llagas sedientas
Sebientas de matorrales y sombrerillos prurito fálicos
En desorden prismático
Cromosómico
De pañales incitadores del poderío efebo
Orcopulmonar
Oncomarital
Y arcoiris cementos de dilaciones
Virulento-hemofílicas
De padres y sapos castrados de antemano
Por el inmortal dios orgiástico de las
Penumbras
Columnas
Nocturnas
Riberas del placer obsceno

Y el castigo del amor fue la doctrina
La excitación quebrada entre hierbas tejidas al aire
Y sulfatadas en versión púrpura rupestre
Y dogmatizaciones epilépticas
Al punto

Y el verdor del campo fue de niños
Y de sangres extraídas del fondo de una corteza roída
Manuscrita de pendones
Telaraña de solsticios
Menstruaciones de hojarasca
Culpadas de manchones de contrabando
Aspas de orfanatos corrompidos
Mientras el recuerdo eterno de una imagen
Moría entre los pétalos pistilos
Del tenebroso caudal del funerario río vivo





Lecabas besó los cabellos de Atis

Y la muerte
Loó la viscosidad orgullosa que vapuleó la enfermedad medusa que toleró las sierpes hornillos

Lecabas amó los labios del Atis que sucumbió entre saetas
Y la muerte
Gozó sus agallas dentífricas para mendigar en excusados la presión henchida de ácidos
Oxigenados en abismos

Lecabas acarició las piernas de un Atis mercenario
Y la muerte
Abandonó los escalones de dardos en que trepidaron arpías mordiendo minas de pústulas
Moriscas

Lecabas admiró la faz pulida del Atis que guerreaba entre sudores agridulces
Y se aferró a la expresión almidonada de lactosa libidinosa de mármoles
Bocetos de un amor divinizado por los dioses pirómanos que concedieron
Al titiritero de barbas el esplendor de huellas onerosas de verdores y mariposas borradas
Y la muerte minúscula
Admitió que Perseo abordara el frescor del roble encadenado para conmover
El espesor de hierro que trocó
La hermosura rubicunda del príncipe mustio
En un beso cadmio de monstruos erosionados por la bucólica hormigueada de perversiones
Omnívoras





Después de Layo fue la culpa

La cripta inoxidable zafada de materia vomitada voluptuosa
Sepulcro imantado de castigos requeridos por el dios último de la esfinge cafichada en casa
De un muerto adoptivo
Sensual de vestidos sacudidos en safari de perlas por los trogloditas cascabelescos
Que permitieron el paso del intruso
Al camino tripartita del infierno
Que llevó a la muerte a tus tres hijos de hijos
Por tu vaga indulgencia a procrear lubricando el bombón de almíbar
Que conociste en el obcecado laberinto del noviciado tiránico
Calcado en una quebrada amatoria teñida por los besos de un niño
Transpirado en brotes de mendicidad virtuosa

Pervertiste la lujuria
Perturbaste el excremento
Amamantaste la edad senectil

Fertilidad excomulgada
Consuelo de epidemias
Rostros enfrascados

Dudas






Canción

De cuna
Víbora de rabias emancipadas
Noche
Abstracta
Besos de lodo lúgubre
Ríos
De lava
Lechos de rezos armiños
Ira
La muerte
Aquiles bañando sus consuelos
Cabellos
Alados
La falda del cerro fue testigo
Bosques
Desangre
El voto del hombre rompió vidas
Muslos
De viudos
Un niño nació tras una musa
Pudor
Cobardía
Pasión por Ilioneo muerte turbia
Sombras
Mentiras
El copero del rey vació las criptas
Trazos
De risas
El cuerpo del mancebo

El día






A Hiacinto y Cipariso

Los embaucó el edén enigmático que parafraseaba el espesor turgente
De monzones esterilizados in vitro
Y macarrones de laureles hechos coronas
En el centro del paredón mortuorio
Que los penetró de rostros prendidos en mitad de las olas enternecidas
Por el cristal del mismo dios que los enfermó con una gota
De sabor tocino sacrificado en un juego de chamanes y condenas
Estratificadas en panteones de harapos y gangrenas
Opiáceas opulentas
Opus-esperanzadoras propuestas de una inmortalidad resbaladiza
Conservada en átomos en la pequeña caja de bombones
Que escapó a la tentación de los campos soñados
En burbujas de cantos cabalgados
Por solfeos de soles
Y anocheceres de gónadas mineralizadas en caucho benceno
Ensombreciendo el poder de muerte
Que el destino conservó en el torreón último
Balando el murmullo de savias grotescas de pecados instantes
En que el padre de todos los destinos
Figuraría matando el amor de sus hijos enlazados
Por la podredumbre escatológica
De nieblas
Y granizos

A Hiacinto
Lo llevó el imperio acobardado de la muerte encinta a la cesación intencionada
De cadáveres ocasionales perfumados de petunias y rostros vacíos poligámicos
Contenidos en reserva de la tierra yerma de costras y sanaciones purificadas en inmortal
Masificación de fuerzas perennes de alegrías insulsas minadas en cavilaciones absurdas y
Soporíferas
Y el dolor
Propio de los hombres arrecife-enamorados desmitificó el ardor perentorio desaguado
Que columpió alguna vez el titilante resplandor de las versificaciones cóncavas de materias
Traspasadas de entonaciones cuadradas y vertederos desolados
Añejos de corcoveos pensados tras la tapa encajonada de misas reptilescas
Y mortales
El dios no quiso verlo sangrar de sus encajes de almas
Y voló al escondrijo compelido en cantos de venitas rotas por esfínteres entreabiertos
Por la brecha limítrofe que venció el águila también oculta en la trompa viva
De la noche
Prefirió ver sus xilemas vacíos de dulzuras reconocidas en el intestino vedado
Por los sortilegios latinos y coagulados de manchas salteadas en sabor apocalíptico
De sensaciones profanadas y vapores rígido-afrodisíacos
Y murió en un jardín de nichos que enloquecieron al peatón desnudo de juegos y
Arrepentimientos fingidos por los padres venerados en continuo palafrén de sinestesias
Y magias

A Cipariso
Le dejaron amar al ciervo para que confundiera su libertad de príncipe abandonado
Con la vaga exageración impensada de carnalidades apolilladas por el epicúreo deseo
De comer la insinuación apolínea que guardaba los adobes en la cabaña de cuerdas
Procreadora de quiebres descalzos y epifanías atolondradas de azucenas
Echando sangre en el ombligo
Excavación nívea que perfumaba el incendio-huracán que amenazó
Con la saliva del amado trocado en desperdicio y amapola
Cavando huertas con los cuernos dorados de la bestia embalsamada por la flecha
Que rompió el sentimiento cimentado en la pérdida del favor de un dios
Escaso de abedules
Mísero de panales
Pusilánime entre las colchas
Dulcificando el caos sincero de melosas aquiescencias fantasmales
Y el fervor del campo abrazo
Vomitó la lucubración de víveres que sugirió la estúpida resolución onerosa
Del placer entregado por la divinidad exacta de compases
Y liras celestiales

Cómo pudo Apolo amar un dardo
Cómo pudo besar con una pasión viscero-abdominal las entrañas restregadas
De centinelas bastardos y rudos matices de vapores
Por el camisón durmiente y el santo dios gorgojillo

Y el llanto del verbo humanoide tapizó de heces el piso del palacio Olimpo






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