miércoles, 25 de mayo de 2016

MARISOL BOHÓRQUEZ GODOY [18.779]



MARISOL BOHÓRQUEZ GODOY

Nació en Santa María, Huila-Colombia, en 1982. Estudió Administración de Empresas en la Universidad Surcolombiana, Ingeniería Industrial en la UNAD y Especialización en Gerencia de la Salud Ocupacional en la Fundación Universitaria del Área Andina. Ha participado en concursos literarios convocados desde España y sus microrrelatos han sido publicados por la Editorial Letras con Arte en las antologías: “Fuego, aire, agua y tierra” y “La mar y sus gentes”.

La Editorial Común Presencia publicó su primer libro La soledad de los espejos en enero de 2016.Actualmente escribe poemas y ejerce su profesión como Ingeniera Industrial.




Del libro “La soledad de los espejos”



La enfermedad de las horas

¿Cómo podrían las horas calmar su dolor?
Llevan sobre sus espaldas excesiva culpa.
De cada segundo sepultado,
del tiempo de la oruga que ha pasado en vano
porque nadie comprende el vuelo de la mariposa.
De la estación de la rosa,
que abre y cierra sus pétalos al viento
derramando inútilmente su fragancia
mientras la mano desgarra su corola
o el invierno arrebata sus matices.

Como palabras escritas en el papel
que bajo el agua se diluyen y escapan
formando un solo universo líquido,
son las doce bailarinas del reloj
un océano de historias desechas
que arrastran al hombre en un barco a toda vela.

¡Pobres enfermas que sufren!
tras la herida del amor –perfecto crimen–
y las huellas de otras guerras que se luchan.

La vida, no es más que el vibrante latir
de las horas que esquivaron sus males.



La cárcel es mi cuerpo

A Thaliana

Huyo de mí y de mi origen...
encerrada en este cuerpo
quiero evadir las formas naturales que me integran
y escapar en contra del viento para hallarme libre.

A cinceladas transformar esta imagen ajena
que me nombra
para convertirla en mi propio territorio
y andar por él sin sentir que soy extraña.



Refugio

Fui dejando escapar todos mis días
a través de las profundas grietas cavadas en el tiempo
como el agua que se filtra entre las rocas.

Así me oculto de la vida…
Bajo la risa suspendida del ocaso
soy desierto sin piel
que busca refugio;
un soplo del viento
que integre de nuevo mi imagen de arena.



Tiempo

Los segundos,
como flecha disparada,
dejan huellas profundas a su paso.
Abren oscuros abismos
y nos sumergen hasta el fondo
de donde no es posible el regreso,
ni siquiera el reloj podría en su jaula detener
su acelerado ritmo;
son fugaces demonios…
que al compás de su música
desangran la vida.



Recuerdos de infancia

¡Ah que grande es el mundo a la luz
de las lámparas!
¡y que pequeño es a los ojos del recuerdo
Charles Baudelaire

Antaño, las grandes aves surcaban el cielo
sobre nuestras cabezas,
asemejaban grandes espadas desafiando el viento
y en cada aleteo vibraba cada árbol
y cada pensamiento.

Hoy volamos desde arriba en un pájaro
–jaula de seres humanos–
cabalgando grandes alas de metal frío
que parecen mutilar el aire.

Puedo ver blancas nubes,
bellos campos sembrados de algodón
extenderse a lo lejos evocando la vida;
y otras, espesas, grises, colgando del cielo
como el hollín en la vieja cocina de mi infancia.

Huele a brasa y a ceniza
y el humo parece dibujar en mi mente
vagos recuerdos que en el horizonte se destiñen
bajo el ojo cegado y amnésico del tiempo.



Noche

Todo se ha detenido:
las horas de los hombres que duermen,
las alas de los pájaros que hallaron el nido
y el rayo de sol que vi partir tras la tarde.

Sombras misteriosas inician su danza,
festejo nocturno,
luto del espejo,
que niega la existencia.



Pudor

Mirarte…
y más eterna que la roca
habitar tu silencio
–innombrable morada–






La soledad de los espejos de Marisol Bohórquez Godoy

Por Amparo Osorio

Desde una línea invisible que simboliza la fuga, pero de igual manera la aprehensión de la palabra herida, Marisol Bohórquez traza en el magma de La soledad de los espejos, el instante hecho grito en el que se asoman las fibras más temblorosas de sus interrogaciones metafísicas.

Pero, ¿cuánto de mí se ha escapado contigo
que ya no reconozco mis pasos?

Nos dice en uno de sus versos, y en esta pérdida, de sí, del otro, a través de sus atmósferas íntimas que se convierten en eje central de este libro, vemos cómo la autora va ondeando las banderas de los intrincados e inexplicables caminos del amor, logrando un exquisito equilibrio de alteridades, que nos recuerdan desde su voz que cada imagen, cada pregunta, o cada desgarradura, significan también una alegórica puerta hacia el reencuentro de nosotros mismos.

Cuando el silencio parece consumirlo todo...
algo dentro de mí sigue fluyendo.


DESVARÍOS

Sueños de espuma devorados por el tiempo,
recuerdos que destiñen palabras nunca pronunciadas
y que traen tu voz
como la pesadilla del amor que me busca.

¿Es la muerte que me llama
al otro lado de esta angustia?
¿O la vida
tratando de encontrarme entre las piedras?


AMANECER

La noche no está lista para morir…
El sol viene a secar sus lágrimas,
lágrimas que aún palpitan sobre el césped.


EL VIENTRE VACÍO

Desde las entrañas, un grito mudo rasga el universo
llanto de vida que se arroja al mundo en mil pedazos

La semilla que sembramos deja de aferrarse
sangrante se desprende de mi cuerpo y muere.


LA CONDENA DE LOS AMANTES

Para no huir de tus brazos al caer el sol
para no resignarme al escape inevitable de tu cuerpo
continúo acariciando el cadáver de la noche.





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