sábado, 29 de marzo de 2014

CRISTIAN PINÉ [11.385]

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Cristian Piné

(Móstoles, Madrid   1991) ha publicado algunos de sus poemas en Poetas en Libertad 8 (Poesía eres tú 2009), El Nombre de los Peces (La Piscifactoría, 2009) y A tu encuentro (Corona del Sur, 2012). En el 2012 publica su primer poemario, Mecánica del Canto (Amargord Ediciones). Además, pertenece al colectivo poético Funambulismos.





Quiero decir cosa
es que quiero decirlo y no me dejan
en voz baja en cuclillas
la sola sucesión de mis sintagmas
no me dejan a penas decir qué
podré tomar la sílaba
hacer insinuación de algo que escuece
la pústula de mí
podré decirlo un día
un trozo de una epístola sesgada
tengo algo que decir
y callo para siempre
pero es que no me dejan lo aseguro
verter mi tierna orina en las raíces
del problema exijo
aunque es una palabra un poco fuerte
exijo ser hidrógeno
el pirsin de un pezón suena la alarma
y sueltan a los perros desdentados
llevo un rato intentando decir cosa
y no hay hombre que diga
en tales tierras nada
quiero dez haz comerme mis bisílabos
hacerme una compota de las partes
que forman la oración
me deja que lo diga o tiene prisa
me gusta que me ignoren como a un niño
pero ahora voy en serio tengo un arma
cargada de futuro y no es de letras
un arma de brutales resultados
un arma que deshace torniquetes
como este van creciendo comisuras
saliva entre los párpados
es esto al fin silencio o es mentira
me dejan un aparte o lo parece
para poder urdir mi testamento
lo que quiero decir desde hace rato
no puedo ya decirlo la vergüenza
el miedo no me deja o son los otros
que escuchan desde la otra habitación







De venenos

Repito la copa Repito el veneno
en la sobremesa Recojo la uva
caída la rama más alta de ti
Repito Veneno primero el café
La risa que crece Confeti de grises
de carne de baba Parece la fiebre
quizás el calor que suspende la arena
No crece mi pelo Me barbo y de qué
me sirve la lluvia si temo la sífilis
Orfeo me silba Camino a vapor
Me bordas de llagas Me llena el veneno
La cena se sirve fecunda de vino
El virus latente que vive en mi boca
me roba el silencio Lo sé Me hace falta
Y sé que la sal Y lo sé las abejas
Y el veneno y el veneno y el veneno
Y la vena loca que late alocada
Y el párpado reloj El trueno de pronto
entorna la puerta No piso la sombra
A veces no bebo o me bebo la orina
del perro de un sueño que tuve o me bebo
las últimas gotas Repito Repito







Poema para hablar con los taxistas

La noche es un desguace de autobuses,
un verbo que se vuelve combustible
por dentro de un motor que se demora
en terminar el tango de sus válvulas.

La noche se acomoda en el estómago
(no puedo respirar y es otra cosa
la que cierra los casos y sentencia
con cierta ligereza mi agonía.

La noche tan de noche que no importa
qué hacer con la chaqueta, ya da igual
si vienes o te vas, y separamos
el cuerpo en dos caballos enemigos.







Liliput

Quedar disminuido por ensalmo
Aníbal Núñez


Quedar entre materia aminorado,
entre el polvo ambulante
y los bosques de liquen,
hasta observar la luz como una tosca
manera de turbar los trayectos,
de darle densidad al recorrido.
Nada aparecerá
con la mugre que es propia del misterio,
se retirarán todos
hacia la cara oculta de los muebles
y al envés de los electrodomésticos
de la cocina, así
huirán del inminente
aplastamiento torpe del cuchillo.







Bajo el oro de otras pieles sorprendido...

Bajo el oro de otras pieles sorprendido
me tumulto me desangro me hago cruces
en el pecho Bajo el germen de las plumas
nace un loro que enmudece nuestros cantos
Corrompido de jardines me detengo
frente a los aullidos de la oscuridad

Todas mis pestañas crujen con el frío
como los peces que hierven en el barro
Siempre vuelvo al mismo sitio Siempre llueve
y es mentira Siempre está seca mi sien
Por la noche el autobús se llama búho
Por la noche ronca el tigre que me sueña







Poema para subir el Everest

No remes, no hace falta,
enarbola tu voz,
tus huellas al camino y anda más,
y cúbrete del frío y de la nube
que suda en tus zapatos.

No remes, no hace falta,
flexiona las rodillas y remonta
la roca que te imanta con su nieve,
alterna tus dos manos
y llénate de heridas 
y cúrate de lumbre.

No remes, no hace falta,
el vientre del temblor está a unos pasos,
a pasos verticales donde el vértigo
es cumbre y se corona 
de hiedra y sol, de humo.



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