jueves, 22 de noviembre de 2012

MANUEL IRIS [8.522] Poeta de México





Manuel Iris 

Manuel Iris (México,   1983). Licenciado en literatura latinoamericana por la Universidad Autónoma de Yucatán, maestro en literatura hispanoamericana por la Universidad Estatal de Nuevo México (EEUU), y doctor en lenguas romances por la Universidad de Cincinnati (EEUU). Ganador del premio nacional de poesía Mérida (2010) y recientemente ganador del premio regional de poesía Rudolfo Figueroa (2014), otorgado por el estado de Chiapas a poetas del sur de México y poetas de Guatemala. Autor de Cuaderno de los sueños (Tierra Adentro, México, 2009), coautor, junto con el poeta brasileño Floriano Martins, de Overnight Medley (ARC Edições, Brasil, 2014), e igualmente autor de Los disfraces del fuego (Atrasalante, Mexico, 2015). Fue compilador del libro En la orilla del silencio, ensayos sobre Alí Chumacero (Tierra Adentro, 2012).  Fue becario de la fundación Charles Phelps Taft de la Universidad de Cincinnati (2012), y del PECDA del Estado de Campeche, en la modalidad de poesía, en la categoría de jóvenes creadores, en 2013. Ha publicado poesía, ensayo y traducción en revistas como Tierra Adentro (México), Asymptote (Estados Unidos), Triplo V (Portugal), Casa de las Américas (Cuba), Sibila (España) o Mapocho (Chile); además su obra ha sido incluida en antologías nacionales e internacionales, destacando las antologías binacionales Postal de Oleaje, poetas mexicanos y colombianos nacidos en los 80, publicada al mismo tiempo en México y Colombia, y la antologia Espejo de doble filo: Antologia binacional de poesía sobre la violencia, que igualmente reúne poetas mexicanos y colombianos.  Poemas y ensayos suyos han sido traducidos al inglés y al portugués. Actualmente es miembro del seminario de investigación sobre poesía mexicana contemporánea de la Universidad Nacional Autónoma de México.

Email: manueliris65@gmail.com /Twitter: @manueliris65


Tintinnabuli
  
La presente sección debe leerse escuchando
Für Alina, de Arvo Pärt

Quiero jugar a herirte, mi silencio.

Quiero jugar a que te arrojo piedras,
a que te aviento pájaros y peces,
todo lo que vuela
y que te rompes, te cuarteas

y caen tus pedazos solamente en ti,
y los recojo y te miro
entero como siempre,
sin que te falte nada.


♦♦♦


¿Y qué eres tú, silencio,
si no el más viejo disfraz
de lo que existe?

Anterior al deseo,
completamente bastas.

Nada te falta para completarte.

Si te repites tú,  silencio,
si te ecas,
¿Qué ritmo se hace luz?

¿Qué dices cuando danzas
en los ojos de los ciegos,
en el andar del sordo,
en nuestra muerte?

¿Qué respondes?



Los disfraces del fuego

La desnudez también es un disfraz.

Un pájaro desnudo es un caracol que sueña.

La música desnuda es un reflejo
en un charco que no observa nadie.

La claridad desnuda es una niña sin brazos.

La oscuridad desnuda no es la paz, sino su rostro.

Un árbol desnudo son tres pájaros y el fuego que los dora.

Una parvada ya desnuda es una nube.

Una mujer desnuda es su disfraz.

La soledad desnuda es un animal insomne.

Una verdad desnuda es un montón de huesos.


♦♦♦


Ecos
                                     
Mordida por su edad
mi abuela le habla al anterior
que la vio por mis ojos:

 ¿No te dolió jamás
dejarme así, con cinco niños?
¿No nos pensabas nunca?

Me siento culpable del silencio
que mi rostro, antes de mí, guardó

pero le aclaro: amor, yo soy tu nieto,
el primer hijo de tu hijo menor,

soy el que vive lejos.

Ya decía yo, me dice, que no tenía sentido
que yo fuera una vieja
y tú siguieras igual.

Me abraza con alivio,
como si esa conversación
entre nosotros
acabara

pero sucederá, como es costumbre,
la siguiente vez que nos veamos.


♦♦♦


Declaración de amor


En tu cuerpo está el placer
como en el cuchillo la muerte.

Eres directa y sola, simple
como tu arquetipo
y sin embargo
nueva.

Tu numerosa piel
estuvo en el espejo
de todos los que fuimos,
de los que ya serán.

Y sin embargo, Corazón
hoy no hay tristeza
en nuestra repetida fuga:

esta ilusión de novedad nos basta.


Aparición


No creas que te estoy requiriendo,
Ángel. Aún si lo pretendiese, nunca vendrías;
pues mi llamado queda siempre lejos.

Rilke, Elegías, IV.


I

Desprecias destruirme. Tu carne
adquiere —frente a mí— un calor
menos mortal. Afirma
el corazón su doble miedo
de mirarte y de abstenerse. Temor
de ojos mortales.

Suelto la voz
y agradezco tu vestido: que no ilumines
con tu piel terrible
mis defectos todos,
que no me arrastres a morir de luz.


II

Deviene tu presencia, acude
a sílaba de carne y de lamento
para insinuar tus pies
cuando te invoco
                                 atrevimiento
concebido desde antes
de que sepas
—hermosa más que el Ángel
y como él terrible—
que vas a marchitarte.


III

Quizá estás confundida, quizá
perenne, el ruido de tus pies
ha hecho callar las tardes
y tu vientre al ocultarse
provocó la noche.

De cualquier forma, Ángel de carne
Luz de carne, Piel de carne
no puedo resistir
tu desnudez de antes
y después de todo: Lo eterno es demasiado.
Tu presencia, si mortal, es una flama
que todo lo consume: Desnuda eres letal,

y no me escuchas.


IV

No estoy llamándote, flama clarísima
porque no canto en tono necesario para tocar tu oído
y porque mis palabras—las mejores—
se calcinan al rozarte
                                             y aunque sé
por la verdad
por la distancia
por lo cruel
de nuestras dos naturalezas
que este poema jamás va a llegar a ti
lo arrojo hacia tu piel,

lo doy al fuego.


Canción

A veces
uno de tus pies
decide ser un pétalo en el agua.

Desciende
con la misma lentitud
con que ha brotado el blanco
en el lirio de cristal

y toca el cielo,
el invertido cielo que se abre
para el vuelo de tu pie.

La inmóvil calma de su altura
en el espejo es otra y es la misma.

Entonces acontece,
reflejo y pétalo se acercan
hasta repetirse en ondas

mientras tu pie desciende
como tallo que se eleva
para alcanzar una secreta cúspide.

              Alguna vez el pétalo
              ha domado la quietud:

Te he visto caminar sobre la superficie.

*Ambos poemas forman parte de Cuaderno de los sueños (FETA 2009)


Mirándola dormir

He leído en tu oreja que la recta no existe
Gilberto Owen



Como esta voz, mi lengua busca 
el laberinto de tu oreja
y yo te escribo y sé  muy bien 
que hay algo —hay un  lugar— más bello 
que tu vientre
aunque jamás lo he visto.

En cambio se revelan 
—entrega de la espuma, oseznos de la luz— 
tus pies de pan de dulce.

Y no saber el cómo apareciste, no haber vivido
en el momento que tu espalda fue la rosa, abierta luz
de lo que significas.

Afuera escucho algo.

Afuera  del poema algo te dice un canto 
más hermoso que la piel 
pero también más vivo: una caricia: lengua bajo lengua, 
sonido bajo letra 
en acto de buscarte.

¿En qué momento me has atravesado? ¿Cuándo
 tu luz—incendio, llamarada—se clavó en mi pecho?

Hoy puedo hacer un verso en que no mueras nunca.

Un cáliz, un jarrón, un algo que contenga 
vino enloquecido, danza, fruta
lenta  
         carne en movimiento 
para entrar en otra carne.

Creyente de tu forma, en mi oración
he decidido no ceder al verbo de tu ombligo, a la floresta
del verano en tus pezones,  a todos tus aromas.

Hoy no quiero morir: No quiero ver el río
que se duerme en tus muñecas. No quiero andar
la forma en que te extiendes de tu piel hasta la piel 
de todo lo que existe.

Árbol de mí, 
estoy llegando a tu región más fértil.



Nueva Nieve (2010)


Decir lo ajeno

Somos los hombres sin nieve
nacidos entre tormentas caniculares,
con las casas abiertas de par en par
y las retinas contraídas
frente al motín incesante de los colores.

Eugenio Montejo

I

No es mía la blancura
que hay fuera de la página.

Acostumbrado al mar, no puedo comprender
ese cristal que vuelve al árbol reverente,
que torna delicada su genuflexión glaciar.

El suelo me encandila, y sin embargo 
voy dejando huella
sobre un plano que observo 
con ojos asombrados.

Hoy mienten los caminos, finge su aliento
el agua detenida que va quedando aquí
sobre lo níveo que —parece— lo soporta todo
y en verdad, como cualquier belleza
todo absorbe y consume:

Hoy no he podido doblegar a la blancura.


II

…ni escribir la transparencia. Mis herramientas 
no han podido comprender el árbol de cristal, su sombra que es de luz
ni su capacidad de sepultarme en hermosura, de lapidarme
en su fragilidad.


III

Alma tranquila, horma, dura vena,
molde interior de la escultura de sí mismo
el árbol sigue allí,

gotea.

Se va tornando cada vez más árbol.

Todo nos dice que la eternidad se acaba
y el silencio sigue allí,

cayendo.

Cincinnati, OH Enero del 2009


Homeless

También es nieve la que cae 
en el muñón del limosnero, en la vacía 
cuenca de su ojo.

Opaca, desdentada blancura
a la mitad del rostro
va burlando 
el rostro de la nieve. 

Desde su aliento 
el cuerpo encima del muñón 
rehace una guerra en un lugar distinto
en que jamás se ha visto una blancura 
más quemante que la flama de napalm.

No sé si el hombre ha sido un homicida.

En su muñón, en el vacío del ojo 
se ha atorado inútil, fría 
la belleza.

Cincinnati OH, Febrero y 2010


De Habitación de Jano (Inédito)


Para brindar ahora

                           Homenaje a Pedro Lastra.
                          Para Raúl Diego y Denis Pech.  

Después diremos que hemos sido jóvenes, 
que salimos en aviones a buscar palabras 
y muchachas nuevas. 
                                                Que nos sentamos 
la belleza en las rodillas, la encontramos amarga
y la injuriamos.

Después diremos que hemos sido mercenarios
de calles largas y licorerías. 

Diremos que hemos despertado alegres. 

Que una mañana desnudamos la poesía
y allí, frente a su cuerpo irregular y enorme
difícil de preñar
hemos tenido el miedo y el deseo
de que todo
termine.

Diremos 
que nos hemos conformado 
con hacer literatura: 
                          
                                 quisimos armar piedras 
                                 quisimos fundar tigres
                                 quisimos construir un templo de ceniza 
                                 y alimentar su hoguera.
                       
Después diremos 
que dejamos el lenguaje, que no nos hizo falta            
y partiremos, viejos y cansados
callándonos que todo
es una gran mentira.

                                                 Cincinnati, Ohio. Diciembre y 2008.

No es aquí

Varado en lenta, ennegrecida estancia
en que se aduermen horas y llovizna
voy a negar la casa.

No admitiré que estoy compuesto de oquedades,

a confesar que me hacen falta abuelos
y mi hermana que parece  
siempre a punto de parir.

Apuntaré :  afuera sopla el viento, se evaporó la nieve
                  y el pordiosero sale de sí mismo…

Diré que escribo con entera libertad
pero será mentira.

No es éste el sitio 
de decir lo que uno extraña.

No es aquí.

Mi madre mira su ventana y dice llueve
miro afuera
realmente está lloviendo        dice 
cuando niño te buscabas charcos 
para ver las nubes      abro mi ventana

todo huele como a sabor de jícama

colgamos el teléfono      salimos a la puerta 
sonreímos 
como si viéramos la misma lluvia






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