martes, 27 de enero de 2015

ANDRÉS LALÉ [14.580] Poeta de Ecuador


ANDRÉS LALÉ

Guayaquil, Ecuador 1986. Poeta. Gestor Cultural. Fundador del grupo activista literario “Los del Cerro” en el 2008. Miembro Activo del Centro Cultural “Guayaquil de la Culata”. Ha escrito los poemarios: Cuatro Paredes y Coágulo, donde trata de fondo el tema existencial enfrentando al ser humano con sus vergüenzas, sus debilidades y sus verdades. Sus poemas han sido declamados en intervenciones públicas en los Malecones del Salado y 2000 siendo coartado por la policía metropolitana. Organizador de recitales poéticos locales: “Fusión poética con música electrónica Nuestros Artistas” y “Oxígeno”.




IV 

La putrefacción del cuerpo de un poeta suicidado 
se transforma en poemas incrustados 
en el aire que se enamora de flatulencias. 
La calavera sentada en el piano 
entona la Marcha Fúnebre, 
Escuchan los que van a conmorir 
y hoy conviven. 
Las olas se enfrían en la arena, 
rapiñas empachadas vuelan 
y yo tomando sol, quemando el alma 
apagando la sed bebiendo esperanzas 
solicitadas al Dios de turno, 
la paloma mensajera se rindió en los bares del cielo 
me quedó el rezo 
junto a la cama arrodillado en el suelo 
haciendo un triangulo con los codos y el entrelazar de los dedos 
miro el techo que hace las veces de cielo, le pido cosas 
que regresan a mis oídos al mismo tiempo que las hablo, 
antes que el ridículo llegue al pensamiento 
excuso mi huida alimentando en la boca al absurdo, 
le doy balanceado como a los perros. 
Duermo, toco las puertas al sueño 
como si diera religiones a domicilio 
gastando timbres con los dedos.




Poema de ÉXODO

Soy una balanza descontinuada y vieja
midiendo el peso de la noche
mostrándome a la luna
haciendo guardia bajo el cielo,
un movimiento sobre las nubes
suponía pájaros jugando a las escondidas,
eran ángeles vendiendo alas robadas.

Ya no dan la noche para soñar,
ni la dieron, la hemos robado
en las farmacéuticas del silencio;
Se repetía aquel misterioso unísono
susurrándome y entre el arrullo
recordaba las épocas rubicundas
cuando los morbosos
no eran eliminados del messenger.

Veo una porno y siento ver nada,
como ver el modelo invertido
en la clase de dibujo para dibujarlo
desconéctame de su forma.

Ser un gato
motivarme al juego
con cualquier movimiento
así sea el venir de los puñales...
Sonreír la apuñalada como asumir un buen chiste.




Sobre el mar

El cuerpo es aserrín.
La alegría es incendio.
Recuerdo es ceniza
testigo de un fuego que se aleja
con la brisa de la ausencia.

Los olores no llegan
las narices recibieron mal
el tiempo del encuentro.

Se abrazaron las lenguas,
el dedo se mojó
en el interior del centro.

Es noche, le huimos a la luna
que sabe las huellas de la noche
pero necesita saber las huellas del día
que refugia con luces de olvido,
supuesto olvido.

Las líneas del iris
son oscuridades profundas
donde se observa el alma,
ahí se deberían clavar las miradas
que el abismo las pierda
en el sinfín de la caída, 
la oscuridad sea la certeza
de un buen sentimiento.

El fuego se alimenta con cuerpos
me siento un solitario Adán
viviendo en un Edén
con un Dios y una mujer.




XXI

Huir es enfermarse
para razonar el dolor desde la distancia,
huir es barrerse de tiempo
como la lluvia barre a las calles de personas
despejándose en su humedad.

El viento que irritaba los ojos en el pasado
te viene a visitar viajando
desde la tierra que crió tus pasos
y te cuenta como vive tu ausencia
por esos lares donde ya no habitas.

Puede ser que el retirarse sea pérdida
pero el quedarse es atrofiar el alma
clavarla en el piso confidente de otra vida,
irse es llenarse de preservantes el cuerpo
y no podrirse en la fecha de caducidad impresa
en la primera comunión con la luz.

Percibirse intacto es ilusión propia de seguir vivo
creer que somos la ropa limpia y nueva
y que las drogas han sido turistas
que han llegado y se han ido




Zapatos de lona

Contra la pared pateaba la pelota, construía letanía,
un mal rebote la llevaría debajo de la rueda
del camión que pasaba por la tarde.
Fue el último grito de gol, era el idioma de mi pelota,
el que articulaba el exilio del viento por la boca del cuero
¡Bum! 
El cadáver de mi pelota y el de los grillos que dejó la navidad
entre el ángulo que paría la calle y el borde de la acera, posaban.
Más tarde, los muertos, en el hombro de la corriente de una corta lluvia,
les darían sepultura, en el hueco imaginado en ratos de fantaseo.
El fútbol pasaría de mí, quedaba solo, viendo sombras de colores
sin estar seguro si existían o no, veía como iban hacia arriba
haciendo al techo una prolongación vertical de la pared.
Esto ahora hubiera sido una causa seria para ir al psiquiátrico;
antes no: de niño veía la adultez, como ahora veo la muerte.
Las escondidas, el juego nocturno, donde las balas de la derrota
agujereaban mi pecho, cuando alguien gritaba ¡Visto Andrés!

La vociferación materna, era el sol que ahuyentaba
nuestros vampiros del noctámbulo de la calle al sarcófago de la casa:
mi habitación, oscura, llena de cuadernos vacíos
sin un garabateo que adscriba función a esas hojas cuadriculadas.
Tal vacío que escocía la espalda.
La escuela, qué incómoda era,
como no limpiarse bien el culo al mediodía y caminar.



I

Soy una balanza descontinuada y vieja
midiendo el peso de la noche
mostrándome a la luna
haciendo guardia bajo el cielo,
un movimiento sobre las nubes
suponía pájaros jugando a las escondidas,
eran ángeles vendiendo alas robadas.

“Ya no dan la noche para soñar,
ni la dieron, la hemos robado
en las farmacéuticas del silencio”
Se repetía aquel misterioso unísono
susurrándome y entre el arrullo
recordaba las épocas rubicundas
cuando los morbosos
no eran eliminados del messenger.

Veo una porno y siento ver nada,
como ver el modelo invertido
en la clase de dibujo para dibujarlo
desconéctame de su forma.

Ser un gato
motivarme al juego
con cualquier movimiento
así sea el venir de los puñales…

Sonreír la apuñalada como asumir un buen chiste.  





SOBRE EL MAR

El cuerpo es aserrín.
La alegría es incendio.
Recuerdo es ceniza
testigo de un fuego que se aleja
con la brisa de la ausencia.

Los olores no llegan
las narices recibieron mal
el tiempo del encuentro.

Se abrazaron las lenguas,
el dedo se mojó
en el interior del centro.

Es noche, le huimos a la luna
que sabe las huellas de la noche
pero necesita saber las huellas del día
que refugia con luces de olvido,
supuesto olvido.

Las líneas del iris
son oscuridades profundas
donde se observa el alma,
ahí se deberían clavar las miradas
que el abismo las pierda
en el sinfín de la caída, 
la oscuridad sea la certeza
de un buen sentimiento.

El fuego se alimenta con cuerpos
me siento un solitario Adán
viviendo en un Edén
con un Dios y una mujer.










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