lunes, 4 de mayo de 2015

GABRIELA NAVASSI [15.849]



GABRIELA NAVASSI

(Guatemala, 1976-2008)
Gabriela Navassi fue gestora cultural en la Libreria Sophos, además estudió literatura en la USAC. Tenía 31 años cuando falleció de cáncer. Su trabajo literario fue recopilado y publicado por Editorial Cultura en esta obra “El dulce recorrido de mi fin”. Carmen Lucía Alvarado escribe sobre la obra de Navassi: “Este poemario es un camino que empieza con bloques definidos, fantasía y reconocimiento en los que la certeza y la intuición son solamente fases distintas de la verdad. Estos son mundos que se convierten en espacios marinos, en espacios difuminados, en la concepción intacta de un espacio menos real y más apto para el ensueño. Los poemas llevan un camino constante que va de lo más concreto a lo más efímero y difuminado, así los elementos se mezclan. El reconocimiento del cuerpo es el reconocimiento de las dudas, del paso del tiempo, del camino que significa el hecho de la existencia. La mezcla de las realidades se conjuga en estas palabras, con el cuerpo como centro del círculo y la imaginación como el radio infinito de las posibilidades. En este sentido, los poemas de Gabriela Navassi van cuajando en personajes, en conversaciones, en anzuelos que atan este mundo con los otros más profundos, con los que se prometen y con los que se desean”. 





Kilómetros y años, no pudieron
cercenarle la matriz al mundo.
Ella,
buscó en muchas texturas tactos sordos,

vuelve,
hay algo que se muere en su bolsillo,

raíces cenicientas de su especie
engendran sal que volverá en veneno.

Ella,
forma estalactitas en sus venas.

Corta las esquinas al espacio.

Tiñe,
alfombras que recogerán su carne,
dedos que destrozarán sus muslos.

Finge,
que algún día hallará el país de Alicia,
y volverá, más ingenua o pervertida del viaje.



*



Voy por los espejos, sin careta,
adorando su palidez delgada.
Ella se refleja en la perfección de los cristales.

6936 jordanas lúbricas,
de senos enredados,
de abrazos húmedos,
con mariposas en las uñas,
nos tejemos sábanas de piel.

ahora, el mar tiene cintura,
y puede ser mujer cuando le venga en gana.

El vientre abriga un espejo anudado,
de ceniza el círculo efímero en mi rostro.

Agoniza el polvo

sangra el agua.

(¿Quién soy en su seno?)
(¿Quién soy en su herida?)

Mi espalda tirita al sudar la lágrima,

mis dientes se escurren

en máscara ajena.

Pretendo armar el castillo de algas;
¡cortaar!
¡cortaar!
Y dislocarme el ser…



*


en mi esfera
conjuntos de esquinas derraman lágrimas
a mis pies,
mezclan un mechón de años sudados.

(el paso de la sangre sigue vivo,
a pesar de sus relojes muertos)

la fe tiene los pies cortados,

después de la primera herida
ya no hay miedo.

las alas se me mojan en la arena,
calándose de risa y funeral.



*



En mi muñeca hieres
y Monet guarda mis otros ojos

Madre y pecado Eva,
agujas, lanzas…




Gabriela Navassi: in memoriam

http://lunaparkxela.blogspot.com.es/



Algas en la ventana. Una fotografía ronda en mi lengua, gris como la textura de tus uñas. Decidí que no; que tras darte las venas de mis párpados, de respirar la sal con cicatrices de tu espalda, el esófago es sólo una marioneta rota. Algas en la ventana, sí, sobre todo algas.


*

Ella depende del espacio ajeno; se mueve largamente en una casa de dos plantas. Amplían su cocina, camina descalza. Ella es normal al mundo, ves como finge fragilidad. Aprendió a mentir con cada sábana, la mano que la toca le raspa las rodillas. Nada la obligó: a veces está triste porque no tiene ventana. Lo justifica todo, su voz es una caja, su vientre está cansado de albergar esperma. Que no lo sepa nadie. Sus labios inflamados y sus niñas muertas son sólo maravillas del hogar.


*

Con hecho pensado

Muero,
desangro,
vuelvo hueso.

Cargo mi ataúd
y me acompaño.

Cavo y me entierro,
me echo flores
y toco la marcha negra.

Todo lo sabía de antes.

Yo misma
encendí
mis velas.



*


Ella besa la sangre
que regué bajo sus pies.
Camina entre mis velos, distante e insolente
pisoteando todos
mis reflejos mudos.

Ella aprieta
las gotas transparentes
en sus dedos,
habla y dilucida
las formas femeninas de mis trazos.

Bien sabe
que el espejo caerá cuando me pierda,
y que su voz ya no hablará
reclamando claroscuros.

Ella me borra
de sus cuatro rincones huecos,
me parte,
y se advierte otra
en ella misma.



*


¿Pecado?
Pecado:
Orden de no ser vos mismo –el bueno-
sino la basura, abulia y reprimido
que Ellos quieren.



*


Me sentaré junto al reflejo muerto,
cualquier otro instante me rescataría.

Talvez fumaré
romperé un libro
me pasaré de copas
y seré infiel.

Quizá el instante me mate,
Cayendo en ruinas sobre mis dos sombras...



*


Y si el árbol y si el aire si la hora. Tanto lugar común en los zapatos. Ella se inyecta algas, y su casa: 4 paredes nulas, agujeros, 6 estalactitas y la charla de las 10. Un simulacro, acrobacia de la risa, lágrimas de máscara.



*


Ella dice que el mundo es una esfinge sorda / Ya la escuchaste / Lucía / y ya cansada / desayunaste el cuento con todo y sus princesas / Ella no es rubia / y hace meses / su único adjetivo era: invisible / Todo mentira (era más fácil) / y qué puede valer que tú / lleves Babel colgando del bolsillo y que las plumas / abran tu boca y tiranicen tus muñecas / Vuelve a la cama / Lucía / y sobre Ella / ponte el velo de nieve / de la sal.


*


Sin reloj en la muñeca estás desnuda / Sin apremio del trabajo / del tabaco / de la muerte a quien deseas en la esquina esquina de miedo esquina de orgullo / rincón de trapos sucios / de lo que harás nunca / de mi tacto que te ahoga / y te detiene / y te demora / y te disfraza / y te dilata la sangre de las sienes y te grita que el silencio es la renuncia / que es la sal / que sí es la muerte.


*


Reanuda el espejo la tarea
de buscar un agujero en las rodillas
y penetra en la cabeza del que cree
que callar los ojos y esconder las piedras
es hacer que la inmundicia no se vuelque
y ejecuta entonces lo que noche
lo que tarde
lo que diario
da un motivo de quebrarse entre la gente


*


Estiro la tarde en la ventana / la noche es sórdida la noche / y ahora mismo / podría pedirle a Dana más consuelo / que llevara / esta hora misma más allá de esta hoja muerta / del sillón / de esta amalgama de terror / de esta amargura / que perfora el vientre de la calle.


*


Un agujero diminuto se traga tus pies/ Qué raro es verte pequeña / reducida / con un cuenco de terror sobre las piernas / Qué raro es verte cubierta de cera... / peinándote la cara / lacerando aves de tiza / dando cuerda a las paredes que han de hallarte sumergida / entre las hojas del sopor que no adelanta las agujas / disipada de tu cuerpo / del error.


*


Tus pies dibujan un círculo / Yo balbuceo detrás de los anteojos / separándome un centímetro / Después / se difumina la silla / la linterna / Es más estrecha la carne / es más cruda la caricia / Los oídos se inventan una ola en la ventana / un tacto de madera en la espalda / Paloma mensajera mi mirada en tus rodillas / Tan falsa es la distancia...


*


No quiero adivinar los ángulos de tu cerebro / Prefiero verte muda / verte pez / escucharte troquelada / con el vidrio entre las sienes / grano frágil / sal pequeña / estalactita.


*


Un simulacro, Lucía / El sonido de los grillos / esta noche angosta / mis dedos que no saben si tocar tu espalda / porque no conocen más que tus dos ojos / Todo es mentira, Lucía: / tus dos piernas / tu mirada oblicua / y esta tarde absurda que te encierra entre estos libros y esta gente / y la promesa de un café otro día / Ni tu piel blanca / Lucía / ni el reloj de color verde en tu muñeca / que profetiza giros / vuelta al centro / y un número infinito de saliva / Porque el futuro / Lucía / es tan ridículo y extenso que no cabe / y si no es hoy ya no habrá almuerzo ni salida / o gatos blancos ronroneando en esta silla / ni esperanza / ni recuento / ni quién sabe / el agujero / y el conejo / y esta historia / corre el riesgo de no ser.


*


Sólo quiero dormir segura / de que bajo mi cama no se esconden / el odio /y el cansancio / y el hastío / y que Lucía al despertarme es más real.




El dulce recorrido de mi fin
Gabriela Navassi

Editorial Cultura, 2009

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A castle of lamps: Relectura de Gabriela Navassi

Estudiante de Letras, promotora cultural, poeta amiga del mundo celta, Gabriela Navassi aporta 142 poemas con historia propia e interrogantes en El dulce recorrido de mi fin. Desde este espacio, voy buscando generar tentativas de respuesta.

El libro es un discurso poético forjado a partir de imágenes, escenas y pequeños diálogos. En algunos casos, agrupaciones de textos y en otros, poemas totalmente individuales, tipo conversación. ¿Surrealismo, o un discurso creativo innovador? Se plantea que el motor de lo escrito por Gabriela supera el ejercicio surrealista al dejarse llevar por una fluidez de símbolos: la sal, el mar, la sangre, el cuerpo mutilado y la interioridad corpórea.

El dulce recorrido de mi fin, al ser una obra póstuma, permite la utilización de llaves de entrada y salida. En realidad, a pesar del esfuerzo de edición, debe hablarse de un poemario contenido en otro. (Todo un mar con sus algas, sus olas, sus peces y su arena, donde de vez en cuando emerge el diálogo pesimista del amor escéptico.) El libro, como muestra de sus múltiples posibilidades, llega a ser un gran juego arquitectónico: “una pared que yo he sido, ventanas cubiertas de algas, casas con ojos”. En los primeros poemas se encuentra el toque sutil de elegancia artificial: “Textura eriza / que derrite el rostro, / y de la hez, / aún forma párpados”. Es poesía de alta calidad y al mismo tiempo resulta un tanto oscura. Dicha oscuridad se va disipando ya que progresivamente aparecen voces múltiples: fluctuaciones entre primera, segunda y tercera persona: “Recitas casi; ese párrafo exacto encierra la llave, / Es sólo una niña —piensa— La edad de mi hija. / Y te oigo blandir la espada del hambre. / Me da miedo…”. Al hablar de imágenes singulares, no tenemos que dar grandes saltos en el texto. Están a pedir de boca, en citas como la siguiente: “Mas el oído goza, / El oído salta, / Pues lo arrulla el tintineo de las formas”.  La riqueza de las figuras va tomando el control de la página, declarando que el mundo común y corriente en realidad es, y puede ser, un mundo aparte.

Existen figuras recurrentes. Puede hablarse de ejemplos como aspa, ácido, esferas, hez, máscara y disfraz. Van haciendo de las suyas al singularizarse en los distintos territorios. ¿Música en el texto? Existen poemas completos, pero una muestra evidente de esto se da en cuatro palabras: “Un castillo de lámparas”. Ello podría ser el título de un buen disco de música irlandesa, y en inglés suena mucho mejor: A castle of lamps. El cuerpo humano, a lo largo de las páginas, aparecerá siempre, o casi siempre, despedazado: “partes de mis dedos”, “tu cabeza”, “tu espalda”, “mis partes mutiladas”. Ello se precisa en este verso: “lapido alas”. Gabriela ni siquiera está lapidando a un ser completo: únicamente, unas alas.

Tenemos, hasta este punto, un ritmo y un estilo. Y en la página 24 nos confronta un rompimiento: “Me asfixia la caja gris, / el ropero blanco, / el pichón de la ventana / y tus cuatro días de ausencia”. La enumeración de objetos, casi sin juego verbal ni argumento, deja un sabor extraño, insípido, y lamentablemente se le volverá a ver más adelante: “Los ojos, /La danza ritual de las pupilas. / Brujería. / Los ojos, / El beso del espíritu del agua. /Conjuro”. A partir del último poema de la página 27 se retoma la fuerza argumental, enriqueciéndose el imaginario: “los pedazos vírgenes de esta estancia blanca / se me riegan líquidos / dibujando heridas en mi piel”. En la página 34, con una naturalidad panteísta, se le dan las cualidades del mar a una persona. En las páginas 36 y 37, al hablar de una situación, el yo y el vos pasan a segundo plano: “Nadez, / actividad insana bajo sábanas ajenas, / traidoras, / como las cuatro piernas corrompidas / que allí habitan”.

Libro póstumo al fin, la autora no puede defenderse. Los lugares comunes son mínimos, apareciendo casi siempre en los poemas intimistas: “La desgracia sigue ensañándose conmigo”. El poco trabajo interno del poema que empieza con los versos “ahogada en la arena, / ahogada en la sal, /ahogada en la ola, /ahogada”, rebasa el problema del lugar común. A mi criterio no es indispensable, e incluso daña la obra en su totalidad. Lo anterior indica una probable falta de edición. Se pudieron haber agrupado por secciones los poemas relacionados con el mar, aquellos dedicados al amor escéptico, y los correspondientes a la lucha vital. Al no haberse hecho, entonces el sabor extraño invade nuestro paladar, y la sal, la sangre, el tabaco, o el café amargo, quedan atenuados.

Hadas, Eva, sirenas —iconos de la cultura occidental— han ido y venido como ayudantes, personajes secundarios, sostenedoras del mundo, pero mejor aún: de un canto de versos que es una lucha con la propia sangre que se pisa en el suelo. Invitación precisa a algo desconocido, ignorándose el paso del presente hacia el futuro; sin embargo, se intuye más escritura, un cauce de más vida.

German Albornoz Pellecer





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