jueves, 5 de junio de 2014

FRANCISCO JOSÉ FÁLQUEZ AMPUERO [11.873]



FRANCISCO JOSÉ FÁLQUEZ AMPUERO

Poeta y escritor guayaquileño nacido el 17 de abril de 1877, hijo del Sr. Francisco Falquez Velásquez y de la Sra. Rosamira Ampuero Lara.
Todos sus estudios los realizó en su ciudad natal: La primaria en la escuela de la Sociedad Filantrópica del Guayas, la secundaria en el Colegio San Vicente del Guayas, donde en 1895 se graduó de Bachiller; y finalmente ingresó a la Universidad de Guayaquil, donde en 1903 obtuvo el título de Doctor en Jurisprudencia.
Desde temprana edad empezó a expresar sus primeras manifestaciones literarias, fue así como, en 1894, junto a varios compañeros de aula fundó la «Sociedad Amante de la Ciencia», que empezó a editar un pequeño semanario titulado «El Pensamiento», que sólo pudo ser publicado hasta su cuarto número debido a la situación política que agitaba en esa época a todo el país, cuando a raíz del escándalo de la «Venta de la Bandera», todos los partidos políticos se dedicaron a combatir al gobierno del Dr. Luis Cordero.
Su rica y extensa producción literaria abarca el relato, el verso y el periodismo, y publicó varias obras entre las que se destacan el monólogo para teatro, en verso «Sola»; y el esbozo de comedia «Amor y Sacrificio», publicados en 1904; «Lujos de Pobres» (1908), y «Los Humildes» (1909). Posteriormente publicó su primer poemario al que tituló «Rondeles Indígenas y Mármoles Lavados» (1913), al que siguieron obras como «Sintiendo la Batalla», «Otoñada» y «Poema de la Sangre»; pero no fue sino hasta la aparición de «Gobelinos» (1919), que a juicio de muchos podría ser su mejor obra, que logró el aplauso de los críticos y literatos de la época.
Refiriéndose a él, el Dr. Carlos Alberto Arroyo del Río, uno de los más puros y clásicos oradores de la lengua castellana en el Ecuador, dijo: «....tiene usted la rotundidad en el concepto, pulcritud en la expresión, agilidad en la forma, armonía en la rima....».
Con motivo de celebrarse el primer centenario de la Revolución del 9 de Octubre de 1820 escribió su «Himno Gigante», que fue recibido con el aplauso de los círculos literarios no sólo de Guayaquil, sino de todo el Ecuador.
Dos años más tarde participó en los movimientos que culminaron con la sangrienta Revolución del 15 de Noviembre de 1922, motivo por el cual el gobierno del Dr. José Luis Tamayo ordenó su destierro a Lima (Perú), donde permaneció hasta 1923 en que pudo volver a Guayaquil. Intervino entonces en la Fiesta de la Lira de Cuenca, donde obtuvo la «Violeta de Oro».
Posteriormente y continuando con su exquisita producción poética, publicó «Telas Aureas», «Hojas de Acanto» y «Cajas de Cromos».
El 20 de julio de 1930, un Comité Especial organizado por el diario La Prensa, y presidido por don Luis Vernaza, le tributó un solemne y merecido homenaje, y en brillante y apoteósico acto que tuvo lugar en el antiguo teatro Olmedo de Guayaquil, la Srta. Mercedes Wagner, Reina de los Universitarios, colocó en las sienes del «Altísimo Poeta» una «Corona de Laureles de Oro».
Brilló no sólo en el campo de las letras, pues también lo hizo sirviendo a la patria desde diferentes cargos públicos: Fue Gobernador de la provincia de León (hoy Cotopaxi); Subsecretario de Relaciones Exteriores, en 1908, y Cónsul del Ecuador en Amberes, Bélgica, en 1909, durante el segundo gobierno del Gral. Eloy Alfaro; Secretario del Tribunal de Cuentas, en 1925; Miembro de Número del Centro de Estudios Literarios de la Universidad de Guayaquil, en 1935; Ministro Fiscal de la Corte Superior de Justicia de Guayaquil, en 1944; etc.
Murió en Guayaquil, a los 70 años de edad, el 23 de marzo de 1947.






EL BUZO

Del costado en vaivén de la piragua, 
en un claro remanso ribereño,
baja el buzo. Su prócero diseño 
copia en su lomo vacilante el agua.

Relumbra el cielo como ardiente fragua; 
filtran los chorros áureos el risueño 
cristal dormido... Más allá, el desgreño 
de su rompiente ostenta una cancagua.

Abierto del flujo de las ondas
sobre lecho de arena y algas blondas 
yace el cable de voces inauditas.

Mudas están pero el obrero fuerte
se hunde sin miedo en el abismo inerte 
y desata las lenguas infinitas...






VENUS NEGRA

Alta y fornida, cual gallarda encina, 
de ébano tiene el resplandor tu seno; 
eres un vaso de febril veneno
con sabores de miel luciferina.

Tu mirada picante es de felina, 
hembra de lomo mórbido y relleno; 
tu rojo labio, en el festín obsceno, 
lanza su muelle copia libertina.

Como el manto cobrizo de una hoguera, 
envuelve tu ampulosa cabellera
las desnudeces de tu carne ardiente;

y en el dogal de tu insaciable abrazo 
se mezclan las crueldades del zarpazo 
al lánguido ondular de la serpiente.







D'APRES NATURE

A los vastos incendios de colores 
de una tarde de julio bochornosa, 
llegué a la granja donde se alza hermosa 
la casa que ocuparon mis mayores.

Me ofrecieron los bardos ruiseñores 
sus endechas, la fuente rumorosa, 
espejo de la ninfa pudorosa, 
cantaba a los favonios sus amores.

Mi noble overo, en sobresalto, para 
junto a un cactus gigante, en cuya vara 
Pitón sus bodas trágicas consuma.

La cópula potente el árbol mueve 
y vuela el aire por el aire leve,
en un temblor de sonrosada bruma. 






EL AGUA

Bajo el palío de estrellas luminosas, 
cual radiante y sonora pedrería, 
cantan y ondulan, ebrias de alegría, 
las gotas en miriadas fabulosas.

Pero si enormes fuerzas misteriosas 
las combaten, aumentan su energía; 
y el mar se torna fúlgida armería 
donde se templan láminas vistosas.

"Alto bien es el agua", (*) cuando el cielo 
la vierte de sus ánforas al suelo
y flores gayas renacer permite;

y es alegre, si en juego de colores
la vomitan, cual grandes surtidores, 
los iracundos potros de Anfitrite.

(*) Píndaro.






SANGRE Y ARENA 

A DON ISAAC J. BARRERA

El pueblo acude a la función de gala, 
cual la plebe de Roma al Coliseo. 
Hay de telas suntuoso cabrilleo,
mil abanicos en batir de ala.

El sol, en chorros de color, resbala 
sobre capas y mantos en coleo;
las manolas de rítmico ceceo 
destellan como luces de bengala.

Por los palcos, en ánforas de arcilla, 
ofrece la ojinegra gitanilla
sus refrescos que aceptan las huríes.

En la arena, do expira un bravo toro, 
enjuga el diestro, de chaqueta de oro, 
su estoque tinto en gotas carmesíes.






ENSEÑA ROJA
(CANCIÓN ANARQUISTA) 
...........................

Vivid tranquilos, seres macilentos. . . . 
de hirsuta barba y diestra vengadora, 
que han de cesar los bárbaros tormentos
y están muy cerca las amables horas...

Pálida raza que el dolor asedia
hasta en la huesa que respeto infunde, 
estamos al final de la tragedia
y tu hoja invicta en los malvados hunde!

El trono que miramos tan erguido
en vano lucha por vivir con gloria: 
es un mueble de lujo, carcomido,
en el salón de fiesta de la Historia, etc.

(De Rondelas indígenas y mármoles lavados)







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