martes, 24 de febrero de 2015

NIKOLAUS LENAU [15.045] Poeta de Austria


Nikolaus Lenau

Nikolaus Lenau, pseudónimo de Nikolaus Franz Niembsch Edler von Strehlenau (Schadat, cerca de Temesvár, 25 de agosto de 1802 - Oberdöbling, cerca de Viena, 22 de agosto de 1850), fue un poeta austríaco.

Su ciudad natal, llamada Schadat en alemán o Csatád en húngaro, pertenecía al Imperio austrohúngaro, es la actual Lenauheim, perteneciente a Rumania.

Su padre era un funcionario gubernamental y murió en Budapest en 1807, quedando el niño al cuidado de la madre, la cual se casó de nuevo en 1811. En 1819 Nikolaus ingresó a la Universidad de Viena; luego estudió legislación húngara en Bratislava y posteriormente 4 años de medicina, sin llegar a graduarse.

Poesía

Sus primeros poemas fueron publicados en 1827 en Aurora de Johann Gabriel Seidl. Al recibir la herencia de su abuela, tras la muerte de su madre en 1829, optó por dedicarse a la poesía y escribió versos románticos, inspirados por los sentimientos melancólicos heredados de ella y estimulados por sus desilusiones amorosas.

En 1831 se estableció en Stuttgart, donde publicó en 1832 Gedichte ("Poemas"), obra dedicada al poeta Gustav Schwab. Allí también se relacionó con Ludwig Uhland, Justinus Kerner, Karl Mayerl y otros escritores, pero deseoso de buscar un ambiente de libertad y paz, viajó a Estados Unidos.

En octubre de 1832 se estableció en Baltimore, luego fue a vivir en Ohio. También residió seis meses en New Harmony, Indiana, con un grupo teosófico, llamado Harmony Society. Pero la realidad de la vida en el bosque le pareció lejana al ideal que él se había dibujado; mostró desagrado por el "continuo balbuceo inglés de dólares" (englisches Talergelispel) y en 1833 regresó a Alemania, donde la publicación de su primer volumen de poemas revivió su espíritu.

Su excelente poema, Herbst ("Otoño"), expresa la tristeza y melancolía en que cayó después de su viaje a Estados Unidos y el extenuante regreso a través del Atlántico; lamenta la pérdida de la juventud y el paso vano del tiempo. Este poema es típico del estilo de Lenau y culmina hablando del sueño de la muerte como escape final de la vida vacía.

Vivía parte del tiempo en Stuttgart y parte en Viena. En 1836 apareció su Fausto, en el cual pone al descubierto su propia alma ante el mundo; en 1837 escribió Savonarola, un poema épico, que sostiene que la libertad, frente a la tiranía política e intelectual, es esencial para el cristianismo. En 1838 su Neuere Gedichte (Poemas más recientes siguió a la exaltación pasajera de su Savonarola. Algunos de los más finos entre estos "Nuevos poemas" fueron inspirados por su apasionado amor imposible por Sophie von Löwenthal, la esposa de un amigo. En 1842 apareció Die Albigenser (Los Albigenses) y en 1844 escribió su Don Juan, un fragmento que fue publicado después de su muerte.

Enfermedad

Padeció una enfermedad mental desde 1844 cuando saltó por una ventana y corrió por las calles gritando.1 Fue recluido por el resto de su vida en el asilo de Oberdöbling cerca de Viena, donde murió. Fue enterrado en el cemeterio de Weidling, cerca de Klosterneuburg.

Legado

La fama de Lenau descansa principalmente sobre sus poemas más cortos. Su poesía épica es esencialmente de calidad lírica. Es considerado el más grande poeta lírico moderno de Austria y un representante típico del pesimismo en la literatura alemana, del Weltschmerz (Dolor del mundo), que en la literatura europea comenzó con los escritos Lord Byron y tuvo su culminación con Giacomo Leopardi.

La obras completas de Lenau (Sämtliche Werke) fueron publicadas en 4 volúmenes por Anastasius Grün, (1855).

La ciudad de Stockerau en la Baja Austria se ha proclamado "Ciudad Lenau", porque Nikolaus Lenau caminó extensamente por sus bosques, hasta Stockerau y el Danubio y se inspiró allí para escribir uno de sus más famosos poemas líricos, Schilflieder. También han recibido su nombre algunas calles de Viena y poblaciones cercanas.


A la querida lejana

Esta rosa pizco aquí,
En un lugar ajena;
Cariño mío, a ti, ay a ti
Con gusto la te llevaría.

Pero hasta pueda ir a ti
Tantas leguas lejanas,
Esté perdida la rosa pa’ ti,
Pues, tienen prisa las rosas.

Nunca deben amor y amor
Alejarse más en la tierra,
Como una rosa floreciendo
Se deja llevar en la mano;

O como el ruiseñor
Lleva paja a su nido,
O como su dulce canto
Camina con el viento.

traducido por Folker Wagner Mumenthey
del alemán al español




An die Entfernte

Diese Rose pflück ich hier,
In der fremden Ferne;
Liebes Mädchen, dir, ach dir
Brächt ich sie so gerne!

Doch bis ich zu dir mag ziehn
Viele weite Meilen,
Ist die Rose längst dahin,
Denn die Rosen eilen.

Nie soll weiter sich ins Land
Lieb von Liebe wagen,
Als sich blühend in der Hand
Läßt die Rose tragen;

Oder als die Nachtigall
Halme bringt zum Neste,
Oder als ihr süßer Schall
Wandert mit dem Weste.





NIKOLAUS LENAU, EL OLOR DEL ARMARIO


por ANTONIO COSTA GÓMEZ

Siempre me fascinó Nikolaus Lenau desde que oí hablar de él hace muchos años. Mendigaba referencias por todas partes, rebañaba lo poco que podía descubrir, busqué en historias de la literatura alemana, en manuales de literatura, me atraía su figura solitaria, maldita, apasionada, inquieta, errabunda, enloquecida, del que vive de verdad la literatura, del que quiere descubrir la vida con ella. En un viaje a Hungría traté de buscarlo, entré desde Austria en coche por Sopron y me desvié a una ciudad llamada Mosonmagyarovar, donde sabía que había vivido, y tuve una emoción extraordinaria al descubrir una placa en forma de medallón que llevaba su silueta y su nombre, Para mí fue un hallazgo mucho más fuerte que el de los grandes monumentos que congregan a millones de turistas, tuve como una epifanía, como un surgir del sueño, como una revelación de la piedra, y en Pecs vagué por un centro que llevaba su nombre y compré una biografía suya por Alfred Huth en alemán —aunque no sé alemán—, y en Budapest pregunté en las librerías por él, y en una librería discutí con una jovencita que decía: “era alemán”, yo decía “era húngaro” y ella repetía: “era alemán”. La verdad es que había nacido en el Banato, hoy en Rumanía, y había vivido en Viena y escribía en alemán, y no era de ninguna parte, y por eso era de todas, era uno de esos solitarios apátridas cuya patria es la vida que a mí me embrujan, que no tienen raíces sino vientos, sin embargo tenía algo de húngaro, no solo los bigotes, hablaba de las vastas llanuras de Hungría, de la puszta llena de ocas y de caballos, de las zonas pantanosas donde crecen las cañas que se quejan al viento, esas zonas resbaladizas y ambiguas y mezcladas, llenas de susurros acuáticos y de ranas, y yo fui por la puszta y vi vastas llanuras llenas de ocas que me recordaron una película de Kusturica y lo evoqué con melancolías inacabables, con esas noches en la llanura donde resuenan sin fin los cascos de los caballos y no hay misericordia para los juncos movidos por el viento, y se reflejan los deseos de libertad y de espacios abiertos. Una vez en Compostela conocí a un alemán y lo invité a mi casa y le ofrecí para comer una cabeza de cerdo céltica (le dio asco y no la tocó) y le supliqué que me tradujera algunos poemas de Lenau.

Nikolaus Lenau nació cerca de Timisora, en Csatad, que ahora se llama Lenauheim y que entonces pertenecía al imperio autrohúngaro, que era un monstruo de muchas cabezas donde convivían muchas culturas en torno al fluir del Danubio, como evoca Claudio Magris, y estudió Leyes en Bratislava y después Medicina, luego vivió en Stugart y luego le atrajeron las leyendas del lejano oeste y los búfalos de las praderas y los grandes espacios de libertad y se puso a vivir con unos teósofos en Indiana, pero acabó decepcionándose y volvió a la Europa doméstica y loca, amó a Sophie von Lowenthal, la mujer de un amigo en Viena que se asustó de su pasión y de su intensidad, se volvió loco y se tiró por una ventana gritando, lo ingresaron en un asilo y lo llevaron a un cementerio a las afueras de Viena, donde no va nadie a verlo, ni siquiera yo, que estuve ahora en Viena y que lo recordé sin embargo por sus calles, y me rasgo las vestiduras porque no vi su monumento en la Ringstrasse. Stockerau se llamó a sí misma Ciudad Lenau porque Lenau caminó furioso sin fin por sus bosques buscando escuchar los gritos de la naturaleza incurable y desatada, de las bellezas furiosas.
   
Lo compararon con lord  Byron y con Leopardi, dijeron que expresaba el “dolor del mundo”, mostró la inquietud metafísica y la nostalgia absoluta, su no contentarse con nada, su furia de deseo, tal vez el shenshucht o ansia de absoluto y de sueño de los alemanes, pero tal vez había en el algo de un Atila solitario que añora la estepa y no se acostumbra a las calles de las ciudades,  que escucha con más acuidad que nadie los sonidos del viento y los crujidos de la naturaleza, escribió sobre perdedores y buscadores de lo absoluto e inadaptados a este mundo, que negaron todo aburguesamiento o conformismo, como Fausto, Savonarola, los Albigenses, el Judío Errante,  todos ellos asomados al misterio, al borde del mundo, escribió como un demonio, con desacomodo en todas partes, inquieto e inquietante para todos,  fuera de lugar en este mundo, viviendo una condición trágica, expresando la pulsión de lo que quiere vivir sin límites y no encuentra el cauce, de lo que choca con el destino, de las ideas que no tienen nombre en la realidad. Su obra más significativa es Cantos de las cañas, donde expone con sensibilidad desatada los ruidos del agua, las inquietudes de los juncos, los sueños y las nostalgias que surgen al borde del agua, los pensamientos desapacibles y los fantasmas que se asoman entre las ondas de Hungría. Pero no está traducido al español. Yo he tenido que traducirlo torpemente del alemán, pedirle a alguien que me traduzca poemas, rebañar fragmentos de donde puedo, y no comprendo cómo nadie lo ha traducido todavía. Tal vez alguien lo haya hecho, pero yo no me he enterado (P. D. Acabo de ver Antología poética,  traducción y prólogo de Antonio J. Puig, sin editorial, Madrid, 2011).
      
En  los  poemas de Cantos de las cañas, a veces en estrofas populares como Bécquer, conecta las tradiciones ancestrales con los más misteriosos toques subjetivos. En el poema 5 los juncos hundidos en el agua provocan  con sus tubos músicas que hacen soñar a las aves y las perturban, la noche desata lo más hondo de la persona y vienen las reminiscencias más secretas (el llanto desciende a mi mirada / a través de lo profundo del alma), los juncos se esconden en el agua y son huecos y son como el alma de la naturaleza, se reencarnan las pasiones mas enterradas (me viene un recuerdo de ti / como una silenciosa oración en la noche), los juncos sueñan, son sutiles, son flexibles como el alma, se agitan inquietos como ella, son interiores, se mueven inquietos como el alma, no paran de vibrar, expresan el dolor y la nostalgia profundos de la naturaleza y del hombre, Lenau conecta con la intimidad de la naturaleza como nadie lo hizo nunca antes que él, y probablemente no lo hizo nadie después, en esto se diferencia de Leopardi, imbuido de referencias culturales y a veces académicas, para el cual la naturaleza es una madrastra, y por eso nunca se acostará con ella, pero Lenau es de aquellos a los cuales el ruido del viento en la noche puede provocar todas las vivencias y todas las alucinaciones.

Para él el dolor es conocimiento, contacto profundo con la vida, igual que lo sería después la angustia según los existencialistas. En el poema ‘El armario abierto’ abre el armario de su madre que ha muerto y le viene con intensidad todo el mundo de ella. En vida no había alcanzado a conocer ese mundo, pero ahora sintetizado en el armario penetra en él profundamente, se le revela en toda su espectralidad (su armario estaba  abierto y lo he encontrado aun hoy, / como ella, partiendo, lo había dejado con prisa, / como se revuelve todo / cuando los caballos ya aguardan a la puerta), en esa sorpresa y ese caos está toda la sinceridad descontrolada, como en el descontrol de la agonía, cuando ya no puede componerse ni falsearse nada, y los objetos extraños y callados hablan de un modo salvaje de su madre que se ha ido, una persona próxima a la que sin embargo no conocía, y la conoce ahora angustiosamente (un misal abierto se hallaba / junto a unas facturas escritas por ella, / de su desayuno del día de la partida / todavía quedaba un trocito de pastel), y entonces la melancolía le revela a su madre cuando ya es demasiado tarde, le revela la vida, ese armario es una visión (recogí los restos de comida, / la mínima migaja, la última viruta / y aunque me hubiese oprimido la garganta / comí del pastel y lloré amargo).

En el poema ‘La nube’ (hay muchas versiones en todo el mundo del motivo de la nube mensajera, pero esta nube de Lenau es trágicamente reveladora), el poeta quiere que la nube alborote a la amada, que la inquiete, que la saque de su marasmo, que la despierte de noche y la saque de su tranquilidad doméstica, que le haga sentir tan hondo como él siente, el mismo miedo, la misma desolación, que cuando pase junto a la ventana de su casa le arroje lluvia con fragor en la noche, que la ponga ante la extrañeza en medio de la noche (y cuando siguiendo tu camino pases por su casa / arrójate lluvia con fragor, / para que en la noche oscura / se despierte de su sueño), quiere que la nube la asombre, que le haga abrir los ojos, que le provoque la misma inquietud visionaria que él tiene, que conozca y sienta, en ese existencialismo en que la experiencia es el medio clave de conocimiento, y la experiencia básica es la angustia, y Lenau busca así una comunicación desesperada con ella, lleva la tormenta dentro y quiere que la amada sienta la misma tormenta (golpea su ventana / y llama a su puerta / y recuerda a la traidora los juramentos / que me hizo llorando / y que rompió riendo), pero aún va más lejos, si ella no quiere oír pide que salgan los truenos y se agiten los relámpagos, que la tormenta se instale en su habitación, y aún mas, que se meta en sus párpados, quiere que esa experiencia sea una auténtica visión también para ella, que entre torrencialmente en su interior en la noche, ella está despistada y no quiere oír, pero la tormenta la despertará metafísicamente, romperá los límites de su vista, la pondrá sin ambages delante de la naturaleza, igual que hacía la tormenta en la noche de Rilke, igual que hacían los tormentas de van Gogh (y si no lo quiere oír / ábrete trueno en tu asiento / y agitaos vosotros relámpagos / cuando paséis / por su párpados).  





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