lunes, 1 de septiembre de 2014

MARIEL MONENTE [13.130]


MARIEL MONENTE

Nacida el 5 de junio de 1961 en Buenos Aires, vivió en Tigre y actualmente reside en San Isidro.
Docente desde 1980, se dedica actualmente a la escritura desde 2009 a la fecha se desempeña como Jurado de Pre selección  del Premio Nac de Cuento "Manuel Mujica Láines que otorga la Municipalidad de San Isidro.
Participa como jurado en Premios Florales de Poesía para niños en la misma institución.

Publicó "Donde anido", poemario editado por Funda/mental Ediciones, para su Colección Monstruo de Poesía y Sutura, (2014).

Escribe cuento, poesía, prosa poética y realizó adaptaciones de guión para teatro infantil.




El metal se conduele

                                               Una niña luna
y una constelación bizarra de luz de mercurio,
De autopista

Niña,                    se agita la caña y tambalea

El metal discierne
gira la moneda
                           finge ser plata el estaño

y la niña clavando la plana lasitud de su espalda
alfileres, agujas de acero en un vientre, más allá
su corazón de arcilla en la jaula
pendiendo en el rellano las agujas.

Gozne
falleba                         chirrido
Pendiendo en el rellano
una constelación de mercurio
una niña luna.

Una constelación de alambre dice: lávame la sombra,
                                                      retuerce el paño.
                                                      gima la gata sin nombre.

La niña del corredor,
el alambre,
la jaula,
en un postigo de madera blanca
de celosías de chapa.

Detrás la reja
Detrás el gozne
Detrás la niña luna
                                                      tejiendo el alambre,
encerrando el magneto de su corazón de arcilla.

La inocencia roba un rojo
quiebra una luna 
sube al patíbulo una vez más.

La niña se deshace en los jolgorios de su tintineo
de su bronce vibrando
                                            puede tomar varillas
y agitar su clavicordio de llantos por el pecho.
Como un castillo de notas agudas
los gemidos se esfuerzan
                                                moran la cumbre
                                                rozan el cielo raso
se cuelgan de las telas de araña en lo alto.
En los tubos de gas fluorescente zumbidos,
gemidos                          en la habitación desnuda.


Los cubiertos dan otra vuelta a su tuerca de hambre
La moneda no gira, no es plata
La luna es un menguante en la autopista
La constelación de neón se apaga
                                        en una danza de alambre.





A veces el cuerpo es una balsa
donde se mecen los pies
pies de proa

En el centro hay nudos blancos
cabos expuestos a la tempestad
fiera de foque
cuando arrecia el viento
el aire que lo nutre
es un ritmo

con calor de fragua






Precipita.
Decanta.
Toma las palabras
no distingue los antojos del silencio ni
la rima invertida de los nombres.
La nobleza es un camino impuro de palabra inconsistente
deja la moral en la morera
y se sube a la nalga
entre las piernas del ahogado
sólo necesita del aire
para matar la muerte.





El silencio hace ranas
y grillos.
El silencio despierta a las cigarras.





Podamos los esteros
bebimos madreselvas
nos adentramos en una morada sin retorno.





La orilla tiene una ola
un nombre azul

El nombre es un eco
suena            a celo
canturrea en la sombra.





Encima en la morada
su vaivén suave, acompasado vaivén.
Arriba, tras la sombra de la luna
                           jugando al escondite
                    quebrada en los cristales
en lo alto
extrañamente luna
demasiado felina
y acompasada al vaivén.

Felina pulcritud sobre la higuera
o en los cerezos morados más acá
o en sus ojos de planos quebrados

todavía en la sombra.    






Sutura
Mariel Monente
abril 2014




Brindis por una poeta

Todo hombre es pájaro 
todo hombre es pájaro 

al menos, una vez en la vida.

Bella apuesta la de estos versos de Mariel Monente que mucho distan, sin embargo, de adherir a un humanismo utópico, ingenuo. La verdadera apuesta −honda, riesgosa− brota, en verdad, desde el título mismo de este libro: Sutura. ¿Sutura de qué heridas, de qué ausencias o incompletudes? Más allá de las que aquejan a todo ser sensible, cada poeta balbucea un plus de carencias más o menos conscientes y dolorosas. De este modo, el poema suele ser el canto a una ausencia: canta lo que aún no es y pudiera ser; lo que nunca ha sido; lo que ya no será. O bien lo que es, pero se teme deje de ser, por el hachazo del tiempo o del destino. Y ausencia es una palabra frecuentada por la poeta, como en esos versos cargados de múltiples significaciones: 

“…pálida ausencia 
en esta ruta sin señales…”.

Monente plantea: ¿Los pormenores de un naufragio pueden hacer un barco? Y nos asegura que ello es posible, a condición de que sepamos convertir en belleza el fragor mismo de la batalla (procurando, también, tejer la alambrada de púas que preserve de caer en el abismo…).  Así, paralelamente a las luces y sombras del humano acontecer, la poeta despliega, bellamente, el telón de fondo de su infancia, que es también un ideal de vida: 

“jacarandá, el río, crisantemos 
junto a un paredón blanqueado de cales  

tres peldaños 
una puerta verde”. 

Una deliciosa postal que abarca los animales e insectos de la casa y el jardín, y que depara picos de belleza: 

“El colibrí 
liba en la aljaba 
rompiente del agua…”. 

Y la siesta de madreselvas y esteros. Monente sabe revivir y soñar otro mundo mejor. Un mundo que coexiste, en acre y dulce arpegio, con la herida helada de “un deseo encriptado entre la yema y el labio”, con un océano de sal, con un infierno frío de cristales rotos y un coro de voces quebradas que subrayan el grito: “No es justo”.

Tanto en los poemas sumamente condensados que casi se emparientan con hermosos haikus o en las líneas que se atreven a desplegarse como una bandera plena de imágenes de alto voltaje, o en las ricas inflexiones de la sección Guernica donde campea invencible el amor, Mariel Monente ofrece su palabra: la de una poesía, tutelada nada menos que por unos versos de Cortázar, que no se miente ni miente al prójimo. Parafraseando al viejo Walt, diría que quien recorra estas páginas estará descubriendo a una mujer, a un ser humano que vive y palpita, y que ofrece compartir su diáfana poesía, como quien comparte su pan. Si tuviera una copa a mano, agregaría: Brindo por eso.

Jorge Ariel Madrazo


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