lunes, 22 de septiembre de 2014

GRACIANI MIRANDA ARCHILLA [13.396]


Graciani Miranda Archilla

Líder del movimiento atalayista, apodado Mistagogo Enayunas. 

(Morovis, Puerto Rico, 1910-1993)  Poeta fundador del Movimiento Atalayista. Uno de los vanguardistas más destacados de la poesía en general. Fue un originalísimo poeta, innovador y teórico. Documentó la incursión atalayista y militó en en el Partido Nacionalista Puertorriqueño, por lo cual debió exiliarse a Nueva York. La mayoría de su obra permanece inédita, pero poco a poco han ido saliendo trabajos suyos. Publicó Responso a mis poemas huérfanos, El rostro de la  espiga y, recientemente, la Editorial de la Universidad de Puerto Rico ha publicado Poesía Vanguardista, donde se recoge el primer poemario antes mencionado y un importantísimo libro suyo, Himno a la caballa.





CRISTO DEBIÓ TENER UN HIJO

Cristo debió tener un Hijo
Cristo debió tener un Hijo
que fuese como él ―ciencia florida de manos―
florida de palabras ―canción endomingada
en un labio de misa ―retoño de incienso―
madera de recuerdos otoñales
en el altar de las miradas hechas
para no ver cielos largos ni paralíticos.

Cristo debió tener un Hijo―
Cristo debió tener un Hijo
suave como los ojos de Marta ―su novia divina―
suave como el bordón de San José ―roto de borrachera―
y suave como yo ―fiera latinoamericana.
Un hijo hondo ―profundo― trascendente―
que explotase lo mismo que una fruta de truenos
maduros
y sonase lo mismo que un vaso de canción.

Cristo debió tener un Hijo―
Cristo debió tener un Hijo―
matador suave ―verdugo de caricias―
para que con martillos de palabras y azadones mentales
supiera consolar a las mujeres
arrastrándolas por sus corazones elásticos
y echándole tierra a sus mentiras virginales.

Cristo debió tener un Hijo
Cristo debió tener un Hijo
triste como él.
Para tener derecho a ser apostol
hay que ser hondo y hay que tener un Hijo hondo
de lejanías cercanas.
Hay que ser como el árbol que pare cielos
y funda repúblicas de pájaros.
Hay que tener un Hijo aunque sea triste
en cualquier mujer!
Que solamente muere Dios
y en cualquier onda nace un Hijo.
La madurez es bella como la sangre del Dolor―
cuando no se muere en hojas de música
otoño es Dios maduro!

Cristo debió tener un Hijo―
todavía está en la Cruz-árbol de Crimen―
y todos al pasar le dan besos de Judas!
Cristo debió tener Hijo-un Hijo
que se robara la Cruz con su cadáver tierno!

1930  Alma Latina




ROSAL DE VIENTO EN LA GUITARRA

a Emilia Margenat,
desde la eternidad

Emilia-Emilia juguemos a los indios
en el batey de nuestra gloria.
Juguemos a los indios
y al rumor de la luna
deja que padezcamos de zarcillos
y nos muramos de altas plumas.

La raza fuerte ―olor de tierra―
color de tierra y de ciclón―
la raza que nació de la encinas
y que era raza de suicidios―
Emilia-Emilia ―cantará un bosque
de chalupas y auroras
a medida que el tiro de nuestra frase
haga saltar de gozo al panorama.

Deja que padezcamos de zarcillos―
que nos hablemos con saetas
que no muramos  de altas plumas.

Y para que la sed no nos visite
vaciaremos un río en nuestras manos
y haremos que la abeja de la luna
teja un panal de brisa
en el batey de nuestra gloria.

Aquí el casabe ―hostia del domingo―
nos brindará el secreto libro de la alegría
y allá el conuco ―tala de pensamientos―
cómo dirá que somos indios
de los indios aquellos que ensartaban vigilias
y que sembraban la palabra
en carros de armonía.

Déjame ―borinqueña―
que yo juegue a los indios en la luna
y que un perro me cuente los dolores
con ladridos dirigidos al mar
y que yo tenga mi guitarra
que suene con la crin de mi caballo
y que la crin de mi caballo
dé cuerdas a mi bárbara guitarra
y que mi bárbara guitarra
me proclame cacique del peligro
y cacique del mundo y de los cielos...

La raza fuerte ―olor de tierra―
color de tierra y de ciclón―
será dichosa con sus hijos de encinas.

Déjame  ―borinqueña―
olvidemos el puño y los hipódromos del Siglo XX.
El cielo está en el campo
y el cielo será tuyo―
porque eres la prima de la primavera!






EL COPERO

Antes estaba prohibida la cerveza
como ahora está prohibida la honra
pero don Manolo Quiñones pasaba leyes
extranjeras por los Países Bajos  fermentaba
lúpulo d balas con nombre de cerveza
y nosotros dioses entonces apurábamos
el néctar saboreando a lengua batiente
aquella voz d burro claro.

Ningún pájaro trina donde vive el copero
que fermentaba infierno en una cuba y gloria
nos servía hora tras hora hasta
ver nacer oloroso a pan fresco el día
luciendo una chamarra de alas

No está la verdad en los libros
sino en la página no escrita
ni la belleza d las palabras   poetas
ni la belleza en las palabras

Era cuando Clemente Soto Vélez Archipámpano
d Zíntar
Antonio Cruz y Nieves
Alfredo Margenat Margari
Juan Náter parecido a un pichón con hambre
Juan Calderón Escobar una mole
René Goldman
Oliver Shaw
Pedro Carrasquillo San Pedro del Atalaya
y el Mistagogo apellidado En Ayunas
iban a La Marina que aquel ángel guarde cuando
existían los ángeles
número   tal   o  cual
calle Isabel
Mistagogo  cantaba  Islabel
a tomar balas hacer gárgaras d balas
y a roncar poemas.

Allí el copero  don Manolo Quiñones
casi contrabandista
casado
y más soltero que la gloria
destapaba jarras d noche cuyo ruido
al ser desvirginadas producía más estruendo

que una mala palabra bien echada

Paf y temblaba San Juan con todos sus ídolos
pef y Mefisto sacaba fuego d su pata quebrada
pif y la mar lanzaba su estornudo d espumas
contra las murallas por la saliva
aún no profanadas
pof y Juan Calderón Escobar bailaba con una
libélula monte bailando
puf y el copero d brazos velludos
reía como chivo

Tiempo en que las melenas caían sobre
los hombros  los bastones
eran largos como los postes d la luz  la locura
movía el rabo d perro por las esquinas
y las camisas rojas y negras
hacían fruncir entrecejos volando borracheras
como mariposas

Depués nos llegaron Fernando González Alberty
y Luis y Samuel   ángeles*
d Lares
vientre d patria
LARES
y creció la tángana hacia el futuro
capitaneado por júcana
la tángana siempre bautizada
por el copero don Manolo Quiñones
casi contrabandista
casado
y más soltero que la gloria

Ningún pájaro ha trinado donde vive el copero
quizá porque se nos ahuyentan los pájaros
y la tierra resbala hacia la muerte
como gota de azogue
sin hallar asidero por falta d un copero
un don Manolo Quiñones capaz d fermentarnos
el infierno en su cuba gloriosa y cáspitas.




DECALOGO ATALAYISTA EN OCHO GRITOS

Graciany Miranda Archilla

Art. 1 -Empezaremos por decir que todo idiota es un antiatalayista, enemigo del movimiento mecánico actual y un ser anquilosado que si tiene narices, carece de cerebro.
Art. 2 -Más que el dodecaedro –figura de 12 facetas– el Atalayismo puede hablar de caras, las caras que tiene y las que no tiene. De ahí que el mentecato arrabalesco caguense no lograra darnos en la cara, a pesar que es un superhombre. Poseemos los letreros de todas las ciudades del mundo. ¿Queréis saber? Londres es nuestra mesa, Berlín nuestra ventana, París nuestro balcón, Viena nuestra cama. Constantinopla nuestra camisa, Pekín nuestra peinilla y Nueva York nuestra corbata... ¿Sobresalimos? Esa es la cuestión: sobresalir. Todo el que sobresale, dejó de ser pequeño. (También sobresale la naranja: señal de que dejó de ser naranja.)

Art. 3 -Según un farfantón mediocrizante, teorizante de bullanguería, Atalayismo es un Pato que pesca lo que otros no consiguieron. Creo –yo estoy casi seguro– que ser Pato es ser atalayista.
Art. 4 -El Pato del Atalayismo ha llegado a la vida con el pico muy largo y las alas muy hondas. De tal suerte provisto, al alargar el cuello picotea mundos desconocidos, y al extender las alas, perfora horizontes.

Art. 5 -Aunque Atalayismo es un "ismo" con un "Atalay" al frente, no penséis –pobres sentimentales de baratillo subliterario –que  él –un hombre vestido de Pato- es uno de tantos trucos escolásticos de trascendencias de ayer. Recordad que Abismo no es una Escuela No olvidéis que Atalayista es todo aquel que desea ser personal en este movimiento violento de nuestra literatura y nuestra política. Atalayismo es la doctrina de cada minuto. Es la juventud de Puerto Rico. Es la vida nuestra, mirada desde el Atalaya razonador de nuestras reales conquistas. Es el reverdecimiento de nuestros espíritus gastados por el afán de la cuchara y el plato de los municipios. Ser Atalayista, es ser patriota, y es ser Poeta. ¿Que explotó un neumático, anduvo un paralítico, un poeta famoso –v.g. La Hija del Caribe– ¿se cura las quemaduras imitativas? Eso es Atalayismo; el momento que impera. Viejo latón que suena da la misma sensación de un piano nuevo. El chirrido de una puerta celosa que se abre es tan melodioso como el suspirar de una flauta. La rasgadura de un traje sensual es más hipnotizante que una sinfonía de Beethoven. El rebuzno de una bestia es más rotundo que una estrofa cesteriana, repleta de muecas saltimbanquistas. Es igual un Juan Caliente que una fusta, un ladrido que un arrullo.

Art. 6 -No pensamos los Atalayistas convertir a los mistagogos de la vieja religión. Sólo deseamos hacerles la obra caritativa de limpiar a los enfermos de las barrocas musiquitas. Ya saben mis amigos –Lloréns Torres (hamaca y salcocho)– y uno muy atrevido que se atrevió a publicar creo que una especie de libreto que merece estar la gloria apolillada de la Biblioteca Carnegie –ejemplar de malas bibliotecas–, Gaspar Gerena Bras –ambos ínfimos antonomásticamente– que el Atalayismo se vende en cápsulas, según reza uno de nuestros sabios calembures.

Art. 7 -Como el Atalayismo es movimiento –igual de tren que de idea, metamorfosis, aceleración, velocidad– no dudamos que con nuestras Pastillas anticatarral-sifilítico-tetánica atalayistas muchos enfermos, andando cogidos de nuestras manos, como los bebés, sudarán la modorra que sobre ellos vomitaron los plectros damnificados de Musset y Silva, sin pensar en el mal que hacían. ¿Mal? No; en el bien que hacían. Porque si estos antropopitecos no existiesen, nosotros no tendríamos a quien limpiar. ¿Y dónde quedarían nuestras gracias doctorales?

Art. 8 -Reconociendo que la idiotez de estos dignísimos señores que honran nuestra literatura mediocre es tan ultra-idiotizada, no esperamos contestaciones. Nos conformamos con dedicarles los manicomios de los museos y librerías y con anunciarles que los echaremos en las carretas del olvido, prometiéndoles, además, que sólo nos ocuparemos de la Juventud Puertorriqueña, única fuerza que aprieta los cuatro mil puntos cardinales del Universo. –Que los muertos entierren a sus muertos– gritó Cristo, cuando creyó dejar a los mundanos y a las rameras.

Atalaya de los Dioses
El Tiempo, octubre del 1929





De un puente a otro: 
Hungry Dust/Polvo hambriento, de Graciany Miranda Archilla

David Cortés Cabán

Ha hecho bien el escritor y crítico Orlando José Hernández en traducir al español Hungry Dust / Polvo hambriento (Lima, Perú, Ediciones el Santo Oficio, 2004), uno de los libros más hermosos del poeta Graciany Miranda Archilla (1908-1993). Ha hecho bien porque de otra manera los poemas de aquella primera, humilde y limitada edición se hubieran quedado prácticamente ignorados o, como ocurre en la mayoría de los casos, relegados al olvido. Intuyó en la atmósfera de esta poesía un nuevo ropaje, y su erudición y fina sensibilidad nos revela ahora, en nuestro idioma, el sentir de este lenguaje deslumbrante para los que desconocen la poesía que escribiera en inglés el cofundador del Atalayismo, uno de los movimientos más importantes y renovadores de la poesía puertorriqueña. El traductor nos lleva confiadamente de un código lingüístico a otro por los asuntos, temas y circunstancias que encarnan el aliento vivificador de estos poemas. Y poseído por la admiración y el amor a la obra poética de Miranda Archilla deja en cada texto lo mejor de sí mismo para destacar la plenitud y la esencia de los poemas traducidos. El ensayo que acompaña la traducción “Noticia de un poeta singular y de un libro extraordinario…” es un texto esclarecedor que nos revela datos importantísimos de la vida y la obra de Graciany Miranda Archilla. Nos enteramos no sólo de las circunstancias en que el crítico y el «Mistagogo Enayunas» se conocieron sino, también, de las dificultades económicas y políticas que tuvo que enfrentar el poeta en Puerto Rico, antes de radicarse en Nueva York a principios de los años ‘50. En la introducción se pone en perspectiva los años de iniciación del poeta en el mundo de las letras, el nacimiento del movimiento Atalayista, la entrañable amistad y relación de Graciany con los demás poetas y escritores que conformaron aquella “aventura literaria”, su relación con el máximo líder del partido nacionalista puertorriqueño, Don Pedro Albizu Campos, los años de la política represiva de finales del ‘40 y siguiente década; la importante publicación de la revista Alma Latina; las innumerables dificultades y vicisitudes que pasó el poeta para ganarse la vida en la ciudad neoyorquina; su completa dedicación a la poesía; sus traducciones en revistas extranjeras; y, en fin, la historia y el análisis de los poemas que conforman esta reciente edición de Hungry Dust / Polvo hambriento.

No sé con cuánto interés los lectores de poesía contemporánea se preocupan por conocer las obras de aquellos poetas que nos dejaron en el relampagueo fugaz de unas imágenes el tiempo histórico que les tocó vivir, el drama de la vida y de sus sueños. Hace bien acercarse a esta poesía portadora de lo nuevo y diferente que nos devuelve, palabra sobre palabra, la imagen del mundo, el eco de la vida y las cosas en su inconmovible sentir. Dejando atrás el tono y el sentimiento que caracteriza sus primeros libros, Graciany, …asume una actitud distinta del tipo de sensibilidad que proponía el criollismo, el neorromanticismo o la vanguardia, estéticas que definieron su escritura en distintos momentos de su trayectoria. Graciany escribe ahora en la cuerda floja, con un sentido agónico y una angustia existencial, pues se debate entre la desolación y la esperanza. […] Pero también hay momentos y textos en los que se entroniza un patetismo que va del humor a la amargura. Y aun otros atravesados por una ironía corrosiva que acusa con voluntad moralista la maldad de nuestra especie, sus malos hábitos, la recurrencia del rencor y del odio.

Y es que otras experiencias, otras realidades, otros temas y motivos han ido fijando el rumbo de sus últimos libros. Su visión de mundo no es ya la de aquellos juveniles versos que motivaron Cadena de ensueños (1926), o la escritura de Responso a mis poemas náufragos (1930), especie de consolador homenaje a los poemas que terminaron en las inconmovibles olas del mar atlántico; ni la que exhibe el paisaje que caracteriza el lenguaje de sus libros Sí de mi tierra (1937) o El oro en la espiga (1941). En los libros que vendrán más tarde, por ejemplo, Himno a la caballa (1971) o Visita al cero verde (inédito), y como otros textos que he tenido la oportunidad de leer, su voz nos llega matizada de otras preocupaciones, de otras novedosas imágenes que enriquecen y ensanchan su obra poética. Su voz cargada ahora de otras resonancias nos llega no ya desde alguna callecita del Viejo San Juan, o desde alguna plazoleta solitaria, sino desde un modesto apartamento en el condado de Queens, en la ciudad de Nueva York. Allí, en la habitual soledad con la poesía, el Mistagogo Enayunas seguirá construyendo la catedral de sus versos. Así, por su propia voluntad y en íntima y silenciosa correspondencia con el mundo, ajeno a lo que aniquila el espíritu, irá depositando en su poesía el verdadero sentido de su vida como quien alienta con su obra una nueva esperanza sobre el mundo. Reclama en su poesía no otra cosa que una ética y una verdad cuya fuerza liberadora restablezca la esperanza en el ser humano. Frente a la inconformidad de un mundo que se le presenta como hiriente realidad, el poeta encuentra en la palabra el sentido que puede transformar nuestra precaria condición humana: “Sólo el que bendice puede atenuar la corrosión humana”, nos dice. He ahí, para el poeta, la grata esperanza, esa cualidad mística que entrelaza la intensidad de sus versos.

En la historia y el breve análisis de la génesis del libro nos enfrentamos también con la configuración de los poemas, se nos revela el clima y la naturaleza de éstos, los temas y los elementos que los componen, destacando además, la ética de un poeta cuyo estilo manifiesta siempre una actitud noble hacia la vida. Lo expresa muy bien el crítico al señalar:

¿Cómo es, entonces, la voz que nos habla en este libro? En primer lugar, es una voz que habla desde la experiencia, y por lo mismo, va a alternar su tono, pasando por lo lírico, lo meditativo, lo irónico, lo severo, lo patético, lo sobrecogedor. Y los registros del discurso poético también son varios: en el libro hay lamentaciones, escarnio, asombro, admiración, sátira, advertencia, resignación, trascendencia. En definitiva, en estos poemas salta a la vista no sólo un marcado sentido ético, sino también una sabiduría apasionada. Es poesía que afirma la paz como agenda militante, y el amor como esperanza única. Por vía de la poesía -lo más noble- se llega a lo humano, a la solidaridad, a la afirmación, incluso dentro del absurdo de la vida.

La dignidad humana, la libertad, el amor, la esperanza, el paso inevitable del tiempo, “el mundo como transformación”, “nuestra relación con la naturaleza”, el mar, y asimismo la luz como imagen iluminadora de nuestros actos nos revelan la esencia y las ideas fundamentales del libro. Pues Hungry dust/ Polvo hambriento es un libro que anhela también reconciliarnos con la naturaleza, busca fijar nuestra mirada en las cosas que pueden resplandecer nuestra interioridad, las que elevan nuestra sensibilidad por encima del asfixiante materialismo. Es decir, oír en el lenguaje de la naturaleza y en las cosas más elementales y humildes (“la yerba, la arena, el árbol, la hoja, la nube, la campana, la roca”) el sentido de nuestra propia existencia. De ahí que como señala Orlando José Hernández: “Para el poeta, el ser humano se ha enajenado del mundo natural y no puede o no sabe escuchar ese lenguaje” (40). Por eso, frente al desencanto de la vida morderna, no estaría demás volver la mirada a la naturaleza no para idealizarla ni para huir de la realidad, sino para identificar en ella nuestra armonía con el universo y descubrir muy discretamente con el poeta la verdadera esencia de nuestra humanidad.

Esta reciente edición de Hungry Dust/Polvo hambriento de Graciany Miranda Archilla es una valiosa aportación a la literatura puertorriqueña; un libro ahora asequible a todos los que deseen conocer la poesía de uno de nuestros más importantes poetas del siglo XX.

Dejo al lector con las versiones de los siguientes poemas: “Saving the Madness of the Sea”, “The Tallest Sun”, “All Gone Away?”.



Salvar la locura del mar

Más que declarar, sugerir;
más que develar, adivinar.

No el espejismo, sino lo que oculta,
nunca la palabra, sino lo que revela.

Escribir, pintar, grabar el ideal,
el canto, pero no el ave fúlgida.

Dentro de la roca, la estatua sueña;
olvidad la roca, desencadenad la campana.

¿Y si la sangre mágica se derrama?
La luz penetra cuando la sangre se derrama.

Derramad la sal de la graciosa lágrima
y salvad la locura del mar.

No el espejismo, sino lo que oculta;
nunca la palabra, sino lo que revela.





El más alto sol

Hasta la rosa, la cándida rosa,
aprecia la cercanía de las espinas.

Levántate, digo, despierta y escucha
el salmo del destino.

Una fe tendrás, y no ha de ser la inmadura,
la falsa, la fe inmadura
que ciega el espíritu.
sino la fe en ti mismo, la mejor fe.

La hipocresía reina en todos  
-grandes y pequeños-;
estás condenado a lamentarte y a desesperarte.

Sé lo suficientemente alto para ver el sol más alto.
¿Para amar? Para morir. Pero prosigues.
Que seas amado y ames, y te consumas.




¿Todo desaparecido?

Aridez la palabra más gráficamente solemne
ganada en peligrosos días de vigilia y pesadilla.
Mano y árbol recibieron premio igual por igual esperanza-
mano y árbol nacieron verdes y cayeron marchitos e hinchados.

Sellos con las marcas de hachas que el tiempo rehúsa borrar,
señales de la muerte y de la vida en mortal y vívida lucha.
Castillos de pájaros y canciones al ritmo de la vida más profunda,
castillo de canciones y pájaros al compás de su ritmo final.

Un beso una vez anidó virtudes en la palma de la mano.
¿Quién no bailó en la primavera su verde zarabanda
pensando en cenizas y en nada tras la brillante refriega?

¿Todo desaparecido? Échate a descansar, peregrino,
y sueña con aves y canciones, revive el nido sedoso-   
un pájaro de la dicha se posa en una mano todos los días. 










No hay comentarios:

Publicar un comentario