sábado, 17 de septiembre de 2016

LARISA CUMIN [19.154]


Larisa Cumin

Nació en 1989 en la ciudad de Santa Fe. Es profesora de Lengua y Literatura, coordina talleres de lectura y escritura y es parte del equipo de talleristas de la fundación Lectobus. Publicó Flaquito (Corteza Ediciones, Santo Tomé, 2014) y Ela Acorda (Cooperativa Editorial 4ojos, Santa Fe, 2015). Integra la colección Dos poemas (Ediciones Arroyo, Arroyo Leyes, 2016) y la antología La juntada, edición Rosario (Ediciones La Guillotina, Buenos Aires, 2015). Desde mayo de 2016 escribe para el periódico Pausa la columna digital Ladelengua. Forma parte del grupo La Chochán, que desde 2014 organiza lecturas de poesía de trasnoche, talleres y otras actividades. Algunos de sus poemas fueron publicados en los fanzines Yerba, La Chochán y La Mordida.


Lavo junta la ropa de los dos

Trato de separarla al tender
es bueno que tengas tu espacio
y yo el mío
pero no me queda otra
que revisarte los bolsillos.

Desde que tengo memoria
los broches se pierden
una de mis abuelas fabricó
un aro donde los guardaba
para que no se resequen
ni se le escapen.

Salíamos al patio a descolgar
y yo lo iba llenando de a poco
una pandereta
un collar
el manojo del ama de llaves.


Ojival

No se trata de otra cosa que de ser felices.
¿Viste?, parece fácil cuando fumamos
no importa si no tira o nos quemamos los dedos
la razón está en pasarlo –sin apretar mucho–
de un extremo a otro de esos ojales formados
por el pulgar y el índice. ¡Podría zurcirlos
e introducir el mundo entero por ahí!
O apoyarlos invirtiendo las manos para
confeccionar un antifaz por donde mirar
todo con forma de concha: el ojo de la aguja
el tuquero aplastado, el hueco en el tronco
donde pensábamos que iban a parar las cosas
que perdimos en alguna mudanza.
Sólo nos queda esta ronda continua.
Si se apaga todavía podemos mirarnos,
planear una vida mejor o armarnos otro.



Traslucir

En el agua estancada de la ducha
se me cae el jabón de glicerina
es una lámina finita
puedo ver a través de él
mi mano arrugada
por instinto.
Y ahora, perdido
como un pez que se deshincha
da vueltas cerca de mis pies
coletea y resbala
si se mete por la rejilla
va a trabarse ahí
hasta enflaquecer
y ser parte del todo
que se nos escapa.



Probaste cambiando el cuerito?

Si tenés medidor estás sonado
son un terrible garrón las pérdidas
sobre todo en feriado y con este calor.
Pasala antes que se caliente.
¡Con el horno prendido no se puede!
Menos mal que nos mojamos la patas
y me peiné antes de la foto.
Me tocás de atrás pero nadie se entera
ahora que te siento de cerca el olor y te miro
pienso que me puede
tu mechón colgando en la frente.
Más tarde en un acto de amor profundo
voy a tenerlo hacía atrás cuidando
que ninguna gota de vómito lo opaque.
No nos queda otra cosa que el exceso
para expulsarlo todo.
Prometo salvarnos del bochorno
–quedate tranquilo yo lo sostengo.



I

Arranco y se me va
como los esfuerzos
por bailar otro tema
el rescate funciona
cuando te ortibás
entonces no cuesta
nada plegar las sillas
dejar repiqueteando
los envases en el cajón
ni escribir que la fiesta
es de verdad si sigue
sin mí y los porrones
en su muerte.
Pasadas las doce
vuelvo a la joda
que finiquitó
con ustedes tirados
sobre la pinotéa.
Los parlantes prendidos
la luz azul les da
de lleno en la cara
así iluminan
los velorios del pueblo
–por culpa del fluorescente
todos mis muertos
son iguales–.
La lluvia resalta
el rojo de las baldosas
la baranda a cerveza
al abandono
al pelo ahumado
ni bien te metés
en la ducha
sin regular
el calefón.



Mojarras

Una para vos
esta se la guardamos al Jere
que vino, tiró y piró
y esta otra para el pibito
que nos pidió el boguero
estas que coletean vivarachas
se la damos a los gatos
la que hace la muertita
va derecho a la fritanga
la escapista también
la que pisó el Gonza
vemos en qué estado
llega a casa
esa chiquita
que quedó panza arriba en el balde
va estar riquísima
limón y directo al buche
ni ahí se le van a sentir
las espinas, cuidado con el doradito
que nos cortó la línea
no quiere compartir su cena
con estos poetas que deliran
ese cuarto menguante
es un dorado de coté
capturado en el momento del salto
refracta el sol de otro lado
antes de caer
de vuelta al agua y perderse
entre la espuma de las nubes
y el monoblock.



Vuelvo a pintarme las uñas

Vuelvo a pintarme las uñas
siempre me costó mantenerlas
pero es una especie de catarsis
salir al patio y arrastrar el pincelito
mientras fumás.
Creo que mi abuela
–la más coqueta de las dos–
lo hacía por algo parecido
aunque lo hacía mejor
limaba, pulía, comparaba
y volvía a repetir
luego esparcía
toda la tristeza
que quedaba en el frasquito
una vez que lo agitó bastante
y quieta
esperaba que se sequen
–las manos sobre la mesa–
apenas se movía
para pedir que le alcance algo
ese era el único sector
del universo
que controlaba
donde todo estaba bien
brillante
uniforme
perfecto
claro está que el resto
de su vida era un desastre
y por eso la diabetes
el tabaquismo
el sobrepeso
la madre y el hijo
viviendo con ella
un sueldo que no alcanzaba
para pagar todo lo adquirido
que era todo
lo que quería tener
menos lo que podría
haber servido
para algo.



Monoambiente

Como casas de un solo cubículo
los autos obligan a vivir
pegados lo que dure el trayecto.

Agota la cabeza
hace doler las piernas
hincha las vejigas.

Hay un momento que se pone
monotemático el paisaje
entonces sucede ese silencio
de ir hacia delante tirando
del peso familiar en el baúl.

Ya llegamos, no vamos a parar en la estación.

Últimos diez de un partido
que podemos dar vuelta todavía.



Simultáneo

Llevo puesta una rareza
que va bien con lo que acontece
y se nota
contesto otras cosas
a lo que preguntan
atenta a las nervaduras del bife crudo
demoro al cortarlo para Simona, ella es
la desesperación que extrañamente no tengo
maúlla y se entrelaza insistente entre mis piernas
no sabe que al hacerlo complica el corte
no sabe que pienso en el amor y el mar y la dependencia
la vulnerabilidad –mientras ella grita–
y en el poder de vida y muerte.






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