domingo, 22 de junio de 2014

MANUEL PODESTÁ [11.995]



Manuel Podestá

Manuel Podestá nació en La Paz, Entre Ríos,  Argentina, en 1984. Vive en Paraná desde 2002. En 2010 juntó con tres amigos inventó la editorial Ese es otro que bien baila, donde publicaron unos quince títulos de poetas jóvenes de distintas provincias del país. En 2012, junto a Julián Bejarano, creó la editorial Gigante. En diciembre de 2009 publicó su primer libro de poemas, Uruguayita (Eloísa Cartonera). En 2010, Valiant (Ese es otro que bien baila). En 2011, Superclásico (relatos, Ese es otro que bien baila). En el 2012, El día perfecto de la tierra será el último de todos (Gigante). Otros títulos publicados: Imperio (La propia Cartonera, 2012), Los menos experimentados (Julieta Cartonera, Toulousse, 2012). Participó de dos o tres antologías. Este año la editorial Gigante tiene proyectada la publicación de la colección Los Ovnis, integrada por cinco plaquetas: Acá están todos, Algunas cosas sobre la confusión, Chaco For Ever, Qué hermosura y Parker.



Cómo se sostienen

Hoy no hice otra cosa que escuchar en la radio,
una serie de temas de baja calidad. 
Ayer se rompieron los dos calefactores de la casa. 
Uno arreglé yo. Al otro lo solucionó mi hermano.
Dos tornillos puestos al costado del metal
que contiene y expulsa regularmente 
las llamas por la pieza. 
El aprovecha y me explica algo del oxígeno,
un mecanismo que no logro comprender. 
Ayer vi imágenes de esas pelotas redondas
ubicadas en los suburbios de la galaxia. 
No logro entender cómo se sostienen
en la oscuridad del espacio.
No logro comprender muchas cosas.
No alcanzo a entender muchas reglas.
Que la inteligencia humana se haya desarrollado
me parece algo incomprensible, casi ridículo.






Un hermoso ovni

Los incendios nocturnos
atraen a las naves estelares.
Tirado dentro de la carpa
mi único y hermoso paisaje 
es ese tono rosado 
que prende y apaga
en la oscuridad del espacio.
Mañana voy a planificar 
nuevas ideas
para mejorar todo esto. 
Me encantaría robarme un libro.
Pero no me animo.







Un partido de tenis

Afuera comenzaron a quemar los pastizales.
Hace semanas que no cae agua.
Esa quema puede tomar 
la estructura de un incendio
y traer algunos peligros para la zona. 
Situación que mucho no nos importa.
Con mi papá miramos un partido de tenis.
Él hace movimientos con los brazos
como de volea o como de revés.
Se emociona cuando sucede un drop. 
Siempre sabe cuando la pelota es buena o es mala.
Él tenía un estilo.






Una canoa naranja y gris

Después de remar durante dos horas por el río,
de pasar por arriba de las piedras negras
sumergidas en el agua turquesa,
de esquivar un par de remolinos pequeños,
llegamos al puerto donde los niños
jugaban sobre la arena sucia,
sus padres pescaban sobre la costa,
los más experimentados sobre el muelle 
a pesar de la crecida.
Por la noche, rojos por el resplandor del sol,
desperté quejándome,
no tanto por las quemaduras,
más que nada por los dolores en las muñecas.
Me diste una pastilla y eso calmó mi mal estar;
debería agradecértelo aunque haya pasado tanto tiempo.
Remar pegados a las costas nos costó el doble:
no sabíamos que ir por el lecho facilitaba las cosas.
Mi única seguridad durante el trayecto
fue el temor de morir a una edad donde viajar
y charlar le da sentido a nuestro tiempo. 






Una tempestad de shores en mi mente

Me pregunto cuántos millones de planetas
y civilizaciones se destruyeron
mientras veo pasar hermosas entrerrianas con shores. 
Esas chicas deberían saber que: 
las galaxias se mueven en la oscuridad cósmica;
las mismas leyes físicas se aplican en todo el universo;
los años luz no miden tiempo, sino grandes distancias;
las galaxias nacen, viven y mueren como ratas.
Estamos tirados sobre la arena de Valizas 
pensando en la galaxia de Andrómeda, 
ubicada a dos millones de años luz de casa,
una inmensa tempestad de estrellas, gas y polvo. 
Te mostraría bien cerca el movimiento de un púlsar 
girando dos veces por segundo.
Un púlsar es un sol en la oscuridad interespacial, 
es como un gran faro que alumbra 
a las naves intergalácticas en sus aburridos viajes a la Tierra. 





YO ERA EL ENZO

Me acuerdo cuando me creía que era el Enzo. 
En los partiditos del polideportivo 
yo volaba por los aires como el uruguayo 
y miraba al cielo, como él, gritando los goles. 
Cómo él, paraba de pecho la pelota y observaba alrededor 
procurando pasarla al jugador más cercano. 
Aunque a veces, confieso, 
buscaba el ángulo más lejano del arquero, 
sólo pa que se revuelque. 
Todos sabían que a mi me gustaba el Enzo. 
Me acuerdo cuando me compré 
la camiseta original de riverpleit. 
A los partiditos del poli yo la llevaba 
y más me parecía al Príncipe. 
Veía sus goles por televisión 
para ver cómo le hablaba a la pelota 
y para escuchar qué les decía a todos con su cuerpo. 
Festejaban los árbitros 
cuando el Flaco metía tremendos goles 
y gritaban ¡uruguayo, uruguayo! los hinchas de la banda. 
Todas las noches, escuchando los relatos de Víctor Hugo, 
me dormía con lágrimas soñando ser Francescoli. 





AMOR

Para hacer una tarta de manzanas,
hay que inventar el universo.
Los átomos son espacios vacíos.
La materia se compone,
principalmente,
de nada.





EL CAMINO DEL RÍO

Un poema escrito en los márgenes de un diario.
El pésimo tarareo de una melodía conocida.
Las vías y el tren de nuestras miradas
en una clase de la facultad.
La promesa de un viaje imposible.
Las lágrimas por un golpe bajo
en una peli.
El juego de cosquillas, nuestras risas.
Eso era el amor: el caminito del río,
el agua besando tus pies.



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