jueves, 15 de septiembre de 2016

ALAIN LAWO-SUKAM [19.148]


Alain Lawo-Sukam

Nació en Bangwa, Camerún, en 1973. Se crió en Camerún, donde obtuvo una Maestría en Estudios Hispanos en la Universidad de Yaundé I. Se trasladó luego a los Estados Unidos, donde recibió su Doctorado en Español en la Universidad de Illinois. Actualmente es Profesor Asociado de Estudios Hispánicos y de la Diáspora Africana en la Universidad de Texas A&M, la primera universidad pública del estado de Texas. Su campo de especialización principal es la literatura y cultura afro-hispana. Es autor de la obra de investigación Hacia una poética afro-colombiana: el caso del Pacífico (Universidad del Valle Press, Cali, 2010) y del poemario trilingüe Sueño con África / Dream Of Africa / Rêve d’Afrique (Viajera Editorial, Buenos Aires, 2013). Su novela Mange. Mil y otros relatos será publicada este año en la editorial venezolana Eclipsidra. Ha publicado una veintena de artículos de investigación en español, inglés y francés en revistas indexadas estadounidenses e internacionales. Ha sido galardonado con premios tanto de enseñanza como de investigación, el más reciente de los cuales es el de la Association of Former Students College-Level Distinguished Achievement Award for Teaching.




 
de Sueño con África (2013):


El Orador

Bangwa perdió un fiel orador, ilustre por su lengua de miel.
El ídolo de las mujeres se despidió llevando su secreto consigo.

Como mensajero divino, su vida era todo un mensaje.
Como digno servidor de su pueblo, el corazón humilde
llevaba las olas de la ternura a los confines de Bangwa.

Era artesano de hombres, hacedor de santos.
Sabio como la serpiente primitiva, indefenso como la paloma.

Una tarde de Navidad la muerte tocó a la puerta.
Se fue sin mujer, se retiró sin heredero.
De tanto cortejar, había olvidado casarse.
Nunca pensó en procrear.

¡Silencio! ¡Silencio! ¡Gran Silencio!

¡Shhh! ¡Shhh! ¡Shhh! ¡Shhh!

El pueblo perdió a su insigne hablador.
Se fugó de la tierra una biblioteca viva.

Bangwa (Camerún): Pueblo en la Provincia del Oeste.
Es también la lengua del mismo pueblo.
 



El sastre

Desde mi cuna
das forma al escudo de mi cuerpo
no eres ajeno a mi anatomía
ni al secreto de mi silueta.

Señor del tejido
vigía del cuerpo
asaltas el furor del frío
domas la ira del sol.

Hazme chalecos
de piel de leopardo
un pañuelo de hierbas
para cantar en la lluvia
y roncar bajo la luna.

Hazme sombreros de palmas
para caminar en el desierto
pasear por la playa
bailar en la plaza mayor.

Hazme parches para mis harapos
para trabajar en el campo
y pescar en el río.

Hazme una levita
un traje de seda
vestido con esmero para Pascua
vestido de maravilla para la tumba.



 
Siembra

Al canto de los gallos, los campesinos revestidos de harapos salen deprisa de sus chozas y se van al campo. Los hombres llevan azadas y zapapicos en los hombros. Las mujeres con bebés a cuestas y canastas de semillas sobre la cabeza entonan melodías ancestrales.

El canto del campesino ablanda el camino pedregoso y engalana el paisaje austero acunado por el fresco rocío. Se despierta el campo sigiloso. La mirada llena de lujuria aguarda con paciencia el baile de la siembra.

Agachados en fila india, los hombres penetran la tierra. Lluvia de zapapicos y azadas en la roca antigua. Las melodías místicas de las mujeres abren las grietas de los surcos. Las manos acompasadas bordan los corazones oscuros con olas de semillas alegres. Laminadas por el sol infernal, la espalda de los campesinos parece piel curtida. Las caras chorreando de sudor riegan la tierra ciega.

Descanso merecido por la tarde. El riachuelo calma la sed, el tchou sacia el hambre. El pecho alimenta a los bebés en lágrimas.

A la puesta del sol los campesinos regresan a sus chozas con el cuerpo cansado y mugriento. Imploran las aguas celestiales y revelan a los jóvenes los misterios del canto campesino.

Tchou: Plato tradicional del pueblo bamileké. Está hecho a base de plátanos, batatas o papas machacados en el mortero.
 


Mala cosecha

Esta cosecha sería diferente. Lo presentí de inmediato desde mi cama de bambú. Los oráculos hablaron: mi lengua había lanzado saliva tres veces seguidas y el gato negro había maullado toda la noche. ¡Mal agüero! ¡Mal agüero!, pensaba yo con escalofríos.

Bajo la mirada medio despierta del campo andamos como guerreros por la estrecha senda del destino. Los hombres armados de hoces, las mujeres con cestas sobre la cabeza.

La tierra nos mira nerviosa, iracunda por la flaqueza de su cuerpo, fantasma
ooooooode sí misma.

Arrancamos las espigas de maíz endebles asadas por los rayos mortíferos
ooooooodel sol.

¿Cuántos son? ¡Ay, mierda! Los granos se cuentan con los dedos.
Se regocijan las malas hierbas hasta donde alcanza la vista.

Regresamos a casa con pena, las cestas tan tristes como las almas.
Lloran los bebés hambrientos y fijamos los ojos al cielo sombrío.
La desolación en las caras arrugan las esperanzas fútiles.

Cae el sol sobre la aldea, cae la noche en los corazones.
El pueblo enlutado se refugia en los belem y santos.
Sacrificios y oraciones son el menú del día.

¿Qué te pasó, madre tierra?
Donde sueñan los surcos, medran las espinas y se cierra el cielo.

Lanzando saliva: Esta expresión es muy común en África. Cuando
la lengua lanza saliva, en Bangwa se interpreta como una premonición de algo negativo.

Belem: Se usa en lengua bangwa para referirse a los dioses, igual
que a los ancestros o espíritus. El singular de belem es ndem.
 


Festival de Internacional de Poesía de Rosario 2016 




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