martes, 10 de febrero de 2015

JUAN DE TASSIS Y PERALTA [14.813]


Juan de Tassis y Peralta

II Conde de Villamediana, (Lisboa, 1582 - Madrid, 21 de agosto de 1622), poeta español del Barroco, adscrito por lo general al culteranismo, si bien siguió esta estética de modo muy personal.

Fue hijo de María de Peralta Muñatones, y de Juan de Tassis y Acuña ( I conde de Villamediana), Correo Mayor del reino que gracias a su labor como organizador del servicio de postas había recibido el título de nobleza en 1603. Villamediana vivió en el ambiente palatino desde su infancia, recibiendo una excelente educación del humanista Luis Tribaldos de Toledo y de Bartolomé Jiménez Patón, quien dedicó su Mercurius Trimegistus a su pupilo. Gracias a sus dos tutores, gozó de una excelente formación en letras y de un profundo conocimiento de los clásicos y compuso algunos poemas en excelente latín humanístico. Pasó por la universidad, pero no realizó ninguna carrera. Cuando Felipe III fue al Reino de Valencia para celebrar su matrimonio con Doña Margarita de Austria, Juan le acompañó y se distinguió tanto que el Rey le nombró gentilhombre de su casa. En palacio conoció a Magdalena de Guzmán y Mendoza, de gran influencia en la Corte como viuda de Martín Cortés de Monroy, II Marqués del Valle de Guajaca (Oaxaca), y futura aya del hijo que iba a tener la reina. Pese a la diferencia de edad mantuvieron una relación sentimental que terminó mal. Un soneto anónimo que circuló por Madrid decía que no se portó muy bien con ella e incluso la llegó a abofetear en mitad de la representación de una comedia, delante de todo el mundo, por lo que se dice que Magdalena siempre le amó y le odió al mismo tiempo.

Trasladada la Corte a Valladolid, donde permaneció cinco años, contrajo matrimonio en 1601 con Doña Ana de Mendoza y de la Cerda, descendiente del famoso Marqués de Santillana, de la que tuvo varios hijos, todos malogrados. Al morir su padre, en 1607, asumió el título y el cargo de correo mayor del reino. Pero por su talante agresivo, temerario y mujeriego adquirió pronto una reputación de libertino, amante del lujo, de las piedras preciosas, los naipes y los caballos, y llevó una vida desordenada de jugador, alcanzando una reputación de adversario temible sobre el tapete por su gran inteligencia. Sin embargo, estos excesos le valieron dos destierros, aparte de por haber arruinado a varios caballeros importantes, también por sus fortísimas sátiras, en las que zahería sin piedad alguna las miserias de casi todos los Grandes de España, ya que como perteneciente al mismo estamento que ellos conocía bien sus defectos y flaquezas, y sabía por dónde atacarlos y hacer daño.

El primero de sus destierros le llevó a Italia, donde estuvo entre 1611 y 1617 con el conde de Lemos, nombrado virrey de Nápoles. Ya vuelto a España, atacó en varias sátiras la corrupción alcanzada bajo el valimiento del duque de Lerma y Rodrigo Calderón de Aranda durante los últimos años del reinado de Felipe III, de forma que estos lograron del rey que le desterrara otra vez de la corte en 1618, aunque esta vez a Andalucía, de donde regresó al poco al fallecer el rey, favorecido como fue por el nuevo valido, el Conde Duque de Olivares.

Tuvo numerosas amantes, con las cuales llegó a veces a las manos públicamente, como en una ocasión durante el estreno de una comedia, y no se paró ante amoríos peligrosos como con una de las cortesanas del rey, una tal Marfisa, quizá doña Francisca de Tavara, bellísima joven portuguesa, dama de la reina y amante del rey. La leyenda afirma también que incendió premeditadamente el coliseo de Aranjuez mientras, durante las fiestas de celebración del aniversario del rey Felipe IV, se estrenaba ante la reina, el 8 de abril de 1622, una obra suya, La gloria de Niquea, inspirada en un episodio del Amadís de Grecia, para poder salvarla en brazos, ya que estaba enamorado de ella y aun tocarla siquiera estaba penado con la muerte. Existe también la leyenda de que se presentó a un baile con una capa cubierta de reales de oro, con lo que aludía a su suerte en el juego, y con la leyenda "Son mis amores reales", lo que era un triple sentido con la palabra reales muy peligroso para la época; con este título y sobre este episodio escribirá en el siglo XX un drama Joaquín Dicenta. Otra leyenda es la del origen de la expresión "Picar muy alto", que se cree se debió a las habilidades como picador del conde que, al ser alabadas por la reina, el rey respondió: "Pica bien, pero pica muy alto", con evidente doble sentido, debido a sus escarceos con la reina. Narciso Alonso Cortés, además, descubrió en el Archivo de Simancas un memorial que implicaba a Villamediana en un célebre proceso por sodomía concluido el 5 de diciembre de 1622 con la muerte en la hoguera de cinco mozos, justicia que, según las Noticias de Madrid, «hizo mucho ruido en la corte», atribuyendo a esta causa la muerte del conde, que otros explican por sus sátiras, por el despilfarro de la fortuna familiar o por lances amorosos y adulterios, en los que hubiera podido verse involucrado el mismo monarca. Consciente de su carácter temerario y atrevido, un sombrío pesimismo aparece en la mayoría de las composiciones del conde, quien escribió aquellos versos celebérrimos:

Sépase, pues ya no puedo
levantarme ni caer
que al menos puedo tener
perdido a Fortuna el miedo

Los autores del crimen nunca fueron hallados; el momento escogido fue cuando iba en un coche con el conde de Haro por la calle Mayor de Madrid; el móvil fue, quizá, evitar el escándalo del proceso por el pecado nefando, por lo que el crimen habría quedado impune y se mandó guardar silencio sobre él. Pero el hecho causó sensación, y todos los poetas famosos se aprestaron a escribir epicedios en verso sobre el conde, empezando por su amigo Luis de Góngora, quien atribuyó al rey la orden, continuando por Juan Ruiz de Alarcón, que lo acusó de maldiciente, y terminando por Francisco de Quevedo, quien, pese a ser enemigo suyo, escribió "que pide venganza cierta / una salvación en duda". El proceso por el pecado nefando abierto por el Consejo de Castilla no se ha localizado. Por las Noticias de Madrid consta la muerte en la hoguera de un bufón llamado Mendocilla, al que siguieron un mozo de cámara del conde de Villamediana y otro criado del conde, un esclavillo mulato y «don Gaspar de Ferraras», paje del duque de Alba. Algunos otros, según la documentación aportada por Alonso Cortés, huyeron, entre ellos un Silvestre Nata Adorno, correo de a caballo de su Majestad, que había marchado a Nápoles con el duque de Alba, que el 20 de septiembre de 1623 solicitaba se le diese traslado «de su culpa y sentencia» en el citado pleito. La respuesta de su instructor es la que implica directamente a Villamediana. En ella el licenciado Fernando Ramírez Fariña solicitaba nuevas instrucciones al Consejo al que advertía que la culpa de Silvestre Adorno y [...] los indicios que contra él ay nacen de lo que está provado contra el Conde de Villamediana, y Su M.d le mandó por ser ya el Conde Muerto y no ynfamarle guardasse secreto de lo que huviese contra él en el proceso, y si da la culpa deste es fuerça que benga en ella mucha de la del Conde.

El poeta y dramaturgo Don Antonio Hurtado de Mendoza pintó su carácter en un romance a su muerte:


Ya sabéis que era Don Juan / dado al juego y los placeres; / amábanle las mujeres / por discreto y por galán. / Valiente como Roldán / y más mordaz que valiente... / más pulido que Medoro / y en el vestir sin segundo, / causaban asombro al mundo / sus trajes bordados de oro... / Muy diestro en rejonear, / muy amigo de reñir, / muy ganoso de servir, / muy desprendido en el dar. / Tal fama llegó a alcanzar / en toda la Corte entera, / que no hubo dentro ni fuera / grande que le contrastara, / mujer que no le adorara, / hombre que no le temiera


El asesinato inspiró en el XIX varios romances históricos del duque de Rivas y también algún drama romántico, como También los muertos se vengan de Patricio de la Escosura (1838), la novela de Ceferino Suárez Bravo El cetro y el puñal (1851) y algunos relatos breves así como un cuadro de historia de Manuel Castellano en 1868, ahora en el Museo del Prado. En el siglo XX, cabe señalar el drama en verso de Joaquín Dicenta Alonso Son mis amores reales (1925), que obtuvo el premio de la Real Academia Española, y varias novelas: Decidnos: ¿quién mató al Conde? de Nestor Luján, Capa y espada de Fernando Fernán Gómez (2001) y El pintor de Flandes de Rosa Ribas (2006).

Tras su muerte, sus cargos pasaron a su primo Íñigo Vélez de Guevara y Tassis, conde de Oñate, hijo de Pedro Vélez de Guevara y María de Tassis.

Obra literaria

Una primera colección de sus Obras apareció en Zaragoza en 1629. Comprende poemas de asunto mitológico (Fábula de Faetón, largo poema de hacia 1617 compuesto en octavas reales del que Vicente Mariner tradujo doscientas veintiocho al latín en hexámetros; Fábula de Apolo y Dafne, Fábula de Venus y Adonis) que reflejan una clara influencia de Góngora; la comedia La gloria de Niquea (1622), basada en el Amadís de Grecia, y más de doscientos sonetos, epigramas y redondillas de tema amoroso, satírico, religioso y patriótico, en las que cultiva un particular conceptismo, mientras que reserva su también original culteranismo para los poemas en arte mayor. Una segunda edición fueron las Obras de don Juan de Tarsis Conde de Villamediana, y correo mayor de Su Magestad. Recogidas por el licenciado Dionisio Hipólito de los Valles. Madrid, por Maria de Quiñones a costa de Pedro Coello, 1635.

Villamediana se sabía condenado a morir joven y en su poesía aparece este sentimiento fatalista plasmado a través del mito ovidiano de Faetón, en que también es posible observar un cierto complejo edípico respecto a su padre.

Son sus temas poéticos predilectos el silencio, el desengaño, la temeridad, el mito de Faetón y todos los relacionados con el fuego. Se muestra especialmente introspectivo en las redondillas y suele acumular los pronombres personales en señal de desequilibrado narcisismo. Su lenguaje poético, esencialmente culterano, introduce cultismos nuevos que no aparecen en las obras de Luis de Góngora, que era amigo suyo. Escribió especialmente sonetos de diversos temas morales, amorosos y especialmente satíricos; algunos de los mejores son los dedicados a su destierro, como "Silencio, en tu sepulcro deposito...", que ha pasado a todas las antologías de poesía barroca:

Silencio, en tu sepulcro deposito
ronca voz, pluma ciega y triste mano,
para que mi dolor no cante en vano
al viento dado y en la arena escrito.
Tumba y muerte de olvido solicito,
aunque de avisos más que de años cano,
donde hoy más que a la razón me allano,
y al tiempo le daré cuanto me quito.
Limitaré deseos y esperanzas,
y en el orbe de un claro desengaño
márgenes pondré breves a mi vida,
para que no me venzan asechanzas
de quien intenta procurar mi daño
y ocasionó tan próvida huida.


También dedicó algunos esfuerzos a la traducción libre o parafrástica de dos autores: el italiano Gianbattista Marino y el portugués Camoens. Del primero tradujo los 552 versos de la Fábula de Europa, que se convirtieron en 732 más 58 de la dedicatoria. Del segundo cuatro o cinco sonetos. La vida y obra de Juan de Tassis ha sido estudiada por Emilio Cotarelo, Juan Manuel Rozas, Luis Rosales y otros autores.




DÉCIMAS

1

A una doncella que dejó de serlo por interés

Un jacinto se quebró,
dicen que tendrá remedio,
que se quebró por el medio
y con oro se soldó.
A fe que lo que costó
precio a mi cuenta es bastante,
mas empeñado un amante
pecho de metales abre,
que sangre en diamante labre
más en virgo que en diamante.


2

Solicita un amante con su dama la suspirada posesión de su deseo

Francelisa, cuyos ojos
arrojan tanto rigor
que pueden al mismo amor
rendir por finos despojos:
Hoy todo lleno de enojos
te hace presente mi pecho,
que en el volcán tan derecho
de mis amantes fatigas
con lo mismo que me obligas
me estimulas a un despecho.


3

Rodriguillo, juro cierto
que me pesa de hablar
porque no digan que es dar
lanzadas en moro muerto.
Pero en campo tan abierto
hasta los mudos obliga
a que, aunque por señas, diga
cada cual lo que sintiere;
y si diere y a quien diere,
San Pedro se la bendiga.

María de Sandalín
en Amberes te parió,
matrona que en Dios creyó
y en su fe como un rocín;
de su maestro Calvín
te dio en leche la doctrina,
y no es cosa peregrina
si un hijo mal enseñado
por los pasos que han andado
por esos mismos camina.

Padre no le confesabas,
ni fue tan buena tu madre
que se le conozca padre,
y así en Flandes le buscabas.
El de acá de las Aldabas,
siendo como no se olía
-¡oh, prudente!- resistía
haciendo al silencio escudo,
en el tiempo que cornudo
tu diligencia le hacía.

Cuantos te han conocido
se están haciendo mil cruces
de ver que, echado de bruces,
hayas tan alto subido;
aunque si es bien advertido,
no es negocio de primor
de pícaro ser señor
en poder y más poder,
porque, si es para caer,
cuanto más alto es peor.

Honrarse fue desatino,
y esa insignia colorada
había de ser naranjada
o de algún aliente sino;
en tu ambición te imagino
mirando al mundo allá abajo,
dando higas al trabajo
y ocasión a todas gentes
para admirar los oyentes
de un Marqués en estropajo.

Y siendo así, es caso llano
que tú y esotro monazo
andabais al venenazo
con todo el linaje humano,
que médico o cirujano
de vida muy prolongada
con papel y sin espada
dio tan mortales heridas,
pues que quitastes más vidas
que una peste moderada.

Cesen ya tus devaneos
y derriba, dando ejemplo,
las columnas de tu templo,
y mueran los filisteos;
cumple los justos deseos
del castellano león,
y si la reformación
por las glorias comienza,
al color de vergüenza
le vendrá su San Antón.

Adiós, título de viento,
caballero pegadizo,
quintaesencia del hechizo,
que hechiza el entendimiento;
haz luego tu testamento,
manda al Rey hacienda tanta,
al verdugo la garganta,
y por últimos despojos
el cuerpo a leña y manojos,
que así tu gloria se canta.


4

A una doncella que se hizo preñada y decía que estaba opilada de comer leche

Si estoy despierto, no sueño;
exceso de leche fue
la dolencia de la que
se ocasionó de un ordeño;
no lo pasa en aguileño,
que a la indiciada fatiga
da otra causa y hay quien diga
(aunque el disimulo es harto)
que los dolores son parto
y la leche de barriga.


5

Mi amante desasosiego
tan tiernos tormentos pasa
que comprende que se abrasa
y advierte que eres tú el fuego.
Ciego de adorarte, y ciego
de no gozarte, me das
con riguroso compás
los favores menos buenos,
y no es justo que en lo menos
te olvides de lo que es más.


6

Bien sé que eres soberana,
bien sé tu gran majestad,
bien sé que eres la deidad
que rayos de Sol emana;
bien sé que todo se humana,
señora, a tus pies, bien sé
que soy sólo esclavo, y que
puede mi amor destruirme;
pero si advierto morirme
de amor, señora, ¿qué haré?


7

Nada me llega a faltar
para noble amante, pues
mi amor tan valiente es
que al Sol se atreve a llegar.
Y pues me llegáis a dar
las primicias de mi amor,
no me neguéis la mayor,
para que de esta manera,
aun en el caso que muera,
muera lleno de favor.


8

Como es tal el amor mío,
y de un extremo tan nuevo,
algunas veces me atrevo
y otras muchas desconfío;
pero pues ya mi albedrío
en vos está tan hallado,
y altivamente ha volado
a tan superior esfera,
dejad, señora, siquiera
tome de Amor un bocado.


9

Y si acaso de mi acento
se enojase vuestro oído,
con esto habré conseguido
el daño y el escarmiento;
que es eminente mi intento
y, ardua, su empresa es constante;
mas me llamáis vuestro amante,
y fuera grande injusticia
que mi ignorancia o malicia
faltare a serlo un instante.


10

Morir por vos será gloria,
vivir sin vos será infierno,
con cuyo mal tan eterno
me atormenta mi memoria.
Y pues se halla esta victoria
a nuestra sentencia unida,
dadla tan compadecida
que, llegando al Sol mi suerte,
ni aun la muerte con ser muerte
pueda atreverse a mi vida.




SONETOS

1

A una señora que se facilitaba por dinero

Éntrale el basto siempre a la doncella
cuando de oros el hombre no ha fallado,
espadas su manjar es descartado
porque lo quiere así la madre della.

La malilla, aunque deje de tenella,
no perderá, tanto es lo que le ha entrado;
y si quiere elegir, porque ha robado,
él es la copa y la malilla es ella.

Quien entrare a jugar, quien hombre fuere,
si de oros a triunfar no se dispone,
nunca ganar aquesta polla espere.

Carta de más, dinero no repone
en esta mano, antes quien la diere,
su basto encima a la malilla pone.


2

Mentir amor, saber fingir desmayo,
donaire me parece que es garduño
y el tener los embustes en el puño,
entera se la dejo al galán bayo.

Virgo mentido que le parta un rayo,
pero al favor librado en un aruño,
mas si yo un cuerno vengador empuño,
fértil venganza me promete mayo.

Sube castillo y sóplele escalera,
que en buen toril se mete el engañado
donde todas son unas y corchetes;

y goce nombre eterno de embustera,
que a quien su evangelio ha profanado
hará los evangelios alcahuetes.


3

Ganchos no pocos sobre un San Benito,
el timbre son debido destas puertas,
a todas horas por dinero abiertas
como su dueña abierta de apetito.

Corzo venal por ella en no finito
ama, pues con derecho nunca tuerta
bragueta pide vida y lengua muerta
por honra del cabrón y del cabrito.

Bolsa que suene y boca que no diga,
y bragueta incansable es mal partido
para un dudoso y putativo padre;

logrará bendiciones de bragueta
cuerno corregidor no corregido
de putas hijas y de puta madre.


4

El almirante de Castilla tenía una dama que llamaban la «Almirantilla» y que era común


De media noche pasa y no te aguardo,
señor, porque poniendo centinelas
al Almirante ven alzando velas
y verga en alto tu bajel gallardo.

Contras las lluvias tiende por resguardo
de a dos piernas las bien breadas telas,
cuando tú, cual piloto, te desvelas
y echas mano al timón en nada tardo.

Amaina, amigo, amaina, por tu vida,
que si engolfarte en esos mares fraguas,
con peligro estarás y yo con miedo;

que esa negra Almiranta está rompida,
y hace por tantas partes tantas aguas
que ha menester la bomba a cada credo.


5

A una pendencia de dos hombres poco valientes

Doña Morueli, moza despejada,
de libre lengua y de sagaz denuedo,
riñó con doña Andrea de Laredo,
mujer tan necia cuanto mal mirada.

Fue la ocasión de poco más que nada,
y la pendencia mucho más que miedo,
por cuya causa, el limpio acero quedo,
hubo empellón, mentís y bofetada.

Buena pendencia para referida,
riñeron la malicia y la inocencia
y pudieron entre ambas desgreñarse;

aunque mucho mejor para comida,
que siendo de gallinas la pendencia
mejor puede comerse que contarse.


6

Ya que de ti carezco, dueña mía,
a quien el Sol es corta, oscura esfera,
mi pensamiento y mi ansia verdadera
en víctima te ofrece el albedrío.

Ausente de ti estoy, y el desvarío
de mi amor hace piense que no es fiera
la ausencia, pues contigo persevera
el goce de tu amor en que confío.

Pienso a veces te tengo ante mi vista;
otras, que hago contigo dulces lazos
para lograr mejor mi fiel conquista;

otras, que para hablarte hay embarazos;
otras, que de tu amor soy cronista;
y otras, que gozo el Sol entre mis brazos.


7

A un amigo benemérito mal premiado

Fabio, ni te lamento desdichado,
ni me aflige el clamor de tu justicia,
que repartiendo premios la malicia
en el justo es honor no ser premiado.

Si la ignorancia memoria ha dado
con letras de oro escrito a la codicia,
qué aguarda el sabio; deba a la injusticia
el gusto de vivir desengañado.

Fuerza es que te venza el desconsuelo,
si pasas a impaciente de quejoso,
no, Fabio, más valiente es tu prudencia.

Piensas que en algo se descuida el cielo,
juzgas que aquí el castigo no es forzoso,
sabes cuán poco dura una violencia.


8

A don Asensio Gallo, deán de Plasencia, confirmándole un discurso que ha hecho de la Providencia

Fabio, habiendo leído este cuidado,
de v[uestra] pluma en rasgo tan hermoso,
sin tocar las soberbias de invidioso
os ofrecí atenciones de admirado.

Y viéndole en las voces afeado,
en la lec[c]ión divina prodigioso,
en el estilo grave y sentencioso,
incautamente dije apasionado:

«Sin la púrpura, Fabio, quién oprime
sus méritos, si duerme la memoria
de la primera causa en tal violencia».

Mas volviendo a leerle corregíme,
callé, aprendí, cantando en una gloria
triunfos a la divina Providencia.


9

A una dama hermosísima que se quemó en el incendio de una casa

En viva nieve delicada y pura
mostró su enemistad el fuego aleve,
sin duda tuvo celos desta nieve
porque también quemaba su blancura.

Ya de Troya la infausta desventura
de la llama voraz es rigor leve,
si a una ciudad hermosa allí se atreve,
aquí consume un mundo de hermosura.

Tus brasas, oh sacrílego elemento,
a Clori hicieran Fénix peregrina
que en la común piedad renace ufana;

pero qué cierto es que con tu aliento
no vencieras materia tan divina
a no ayudarte la miseria humana.


10

A un beso de una dama

Divina boca de dulzores llena,
dichoso el labio que te besa y toca,
que no hay en cuantas hay tan dulce boca,
ni para aprisionarme tal cadena.

No el sabroso panal de la colmena
a tanto gusto y suavidad provoca,
que está el dulzor en ti y el suyo apoca
el ámbar, el clavel, el azucena.

Mas dentro de la miel está escondido
el aguijón crüel con que me hieres,
y nadie de la vida [ve] este signo;

boca tierna y pecho empedernido,
no, ni jamás en todas las mujeres
boca tan blanda y corazón tan di[g]no.





OCTAVAS

1

A una fiesta de toros

Oh tú, ladrón cornífero de Europa,
hermosa ninfa que desengañada
pasaste por el mar con viento en popa
sobre tu espalda, sin mojarse nada,
dame de consonantes una tropa
para cantar la fiesta celebrada
de unos toros que vi, y el mundo escuche
mi voz, dulce rumor de sacabuche.

Hiciéronse tablados y ventanas
en un yermo lugar de cierta aldea
por festejar las presunciones vanas
de un gran señor que no diré quién sea.
Hubo señores de Corte y cortesanas,
con otra no muy poca tararea
de toscas labradoras y de payos,
gentiles hombres, pajes y lacayos.

Si queréis escucharme, estad atentos,
que va de relación: Ya sale un toro,
hijo del diablo y padre de los vientos,
cara de hereje, que le aguarde un moro;
no se para la bestia en cumplimientos
ni le hace turbar silbo sonoro;
casi no hay tomador que se le escurra,
que a todos les va dando linda zurra.

Otro toro, el color de monicongo,
que corría ligero y sin fatiga,
a dos rocines les vació el mondongo
y fueron como perro con vejiga;
a un mozo un tropezón se dio en el hongo
que llaman el envés de la barriga,
y, sin embargarle los calzones,
quedó como quien hace cirribones.

Salió un aventurero Don Quijote
en un caballo magro como arenque
a dar zancada a un moro mazacote
que pudieran dar con un rebenque;
quiso clavarle el hierro en el cogote,
no hizo, rodó junto a un palenque,
y llevó dos cornadas de barato,
no lo hiciera peor Poncio Pilato.

Salió después un sastrecillo zurdo,
bizco de piernas y medio tuerto y romo,
y como era el toro lerdo y burdo,
una garnacha le clavó en el lomo.
Por San Crispín bendito que me aturdo
de que hiciese tal suerte, y no sé cómo
su injuria el toro no dejó vengada,
que un zurdo bien merece una cornada.

Salió otro buey, y a un negro de Mandinga,
buñuelo de nariz, gira el hocico,
el cuerno le zampó como jeringa,
perdónanos ansí mano físico;
«mal haya el picarón que no te pringa»,
dijo un chisgaravís cara de mico,
«negro borracho», otro estornudóle,
y un gitano dos priscos disparóle.

El buen gitano, que era como un gato
al embestir y escurrir la bola,
jugando anduvo con el toro un rato,
y a veces le tiraba por la cola
-pudiérale mecer con un zapato-,
y hubo en la plaza tanta rabaola
por ventanas, tablados y barreras
que todos parecían verduleras.

Éstos son los sucesos memorables
de los toros que hubo en Boceguillas,
escritos por Beltrán en admirables
octavas, no en giciales redondillas.
¡Oh sacro Apolo, queden perdurables
en cuanto hubiere capas y capillas,
en cuanto hubiere ermitas de dios Baco,
y no falten cofrades del abaco.


2

Mucho me pesa Don Rodrigo, hermano,
de veros apear de caballero;
¿adónde está el aplauso cortesano?
Aunque con mil resabios de escudero,
mejor os estuviérades villano
y escapáredes de cuartos un caldero:
del hado fue profética amenaza
pendencia con Verdugo y en la plaza.





EPITAFIOS

1

Epitafio al mismo D. Rodrigo Calderón

Huésped, sustenta esta losa
quien nos gobernó el vivir
y nos enseñó a morir,
estrella tan imperiosa;
y la muerte, temerosa,
con haberle preparado
la fortuna y derribado
con tan grande valor, le vio,
que nunca se le atrevió
hasta que le tuvo atado.


2

Al rey Felipe IV

Siete virtudes que el cielo
divididas repartió
a tres Filipos las dio
para general consuelo:
fe y prudencia al abuelo;
la caridad y templanza
el piadoso padre alcanza;
y el que feliz siglo empieza,
tal justicia y fortaleza
que hace común la esperanza.


3

Al sepulcro de D. Felipe III

Queréis saber, pasajero,
lo que este túmulo encierra;
hoy poca y humilde tierra,
ayer todo el mundo entero;
éste es Felipe Tercero,
que no sabré decir yo
lo bueno que le sobró,
sino sólo deste modo,
que para tenerlo todo,
tener menos le faltó.







REDONDILLAS

1

Del conde de Villamediana

Del nuevo efe[c]to q[ue] siento
no me acierto a defender,
ni llego a comprehender
si es miedo o atrevimiento.


2

A D. Jorge de Tovar

Hoy que me falta el amparo,
o que ya no lo procuro,
¿cómo puede hablar oscuro
hombre que se queja claro?

No dudéis que ya sois yerno,
virtud que tanto os alegra,
porque duda vuestra suegra
si sois recato o recuerno.


3

A don Fernando Carrillo, presidente del Consejo de Indias

Pues agua subes, Carrillo,
hoy del favor al placer;
si no la quieres verter,
no la subas por carrillo.

El carrillo que te digo,
aunque te ayude a subilla,
ya cuanto quieras asilla,
dará en el pozo contigo;

que sus tretas más usadas
son al próspero adular,
pero si le ve rodar
le dará mil carrilladas.

Los turbados y amarillos
persigue y quiere sangrar,
siendo tan diestro en pillar
que masca con dos carrillos.

Sin que nada le avergüence,
a quien se postra persigue,
porque ni tiene ni sigue
más ley que viva quien vence.

Nada me inquieta ni ahoga
deste Carrillo el rigor,
y aun pareciera mejor
tal Carrillo en una soga.

Si quieres ver su retrato,
su trato al rostro semeja,
que es gracia en él más añeja
el ser aleve e ingrato.

Carrillo, no bebas gota
sacada con tal carrillo,
que querrá luego escribillo
y tiene muy mala nota.


4

Bien el himno repartisteis,
señoras que nos cantáis,
pues el ser madre tomáis,
y el virgo a los frailes disteis.


5

A la caída de Vergel. (Habla el toro)

Decid, guarda del toril,
¿por qué mostrast[e]is pasión,
siendo igual la obligación
al toro que al alguacil?


6

Al mismo Rodrigo Calderón. Redondillas

Aquí de un hombre el poder
yace mejorado en suerte;
perdió el ser y fue su muerte
tal que cobró mayor ser.

Caminante, ¿dónde vas?
No estén de tu nombre ajenos:
si fue más para ser menos,
fue menos para ser más.

Hoy de fortuna el desdén
dio aquí una muerte inmortal
a quien el bien hizo mal
y a quien el mal hizo bien.


7

A tres privados

Defecerunt sicut fumus
Aliaga y el Burgalés;
Calderón contritus est,
et nos liberati sumus.


8

A una dama viuda y hermosa que hacía vanidad de ser galanteada en cualquier acto público, y la vio sola en un
balcón en las fiestas de Alcalá


Papo solo y sin segundo
y en las fiestas de Alcalá:
o el mundo se acaba ya,
o no hay pijas en el mundo.


9

A un obispo fray a quien achacaban que conocía a dos sobrinas suyas

Don fray Sagitario armado,
muy bien conozco tus mañas,
y que pescas con dos cañas
y entrabas en cuarto grado.


10

Dichos agudos de repente por el conde a una mujer

Aquese pecho, Isabel
es tan helado y tan crudo,
que, como se ve desnudo,
amor teme entrar en él.






GLOSAS

1

A una mujer que ponía los cuernos al conde

Letra:

Lágrimas de embuste
más me endurecen,
pues regados con ellas
mis cuernos crecen.

Glosa:

Niña del negro cabello
y de muchos corazones,
lloras los cuernos que pones,
aquí te caigan en ello.

Quieres que vuelva mi cuello
al yugo de tus engaños,
cuando me avisan mis daños
y desengaños me ofrecen,
que con lágrimas falsas
mis cuernos crecen.

Viví un tiempo enamorado,
mas ya sin culpa o castigo,
cuanto escribo y cuanto digo
es efecto recatado;
que un cuerno ratificado
con embustes, y de su dueño,
dará que sentir a un leño,
que lágrimas no merecen
cuando riegan cuerno,
mis cuernos crecen.


2

Un nuevo jinete vi
del tribu de Zabulón,
no sabe de garrochón,
de lanza y esponja sí.

Cuando al monarca español
recibe alegre Castilla,
en su poderosa silla
cuya águila pudo al sol,
ser la octava maravilla
a la plaza que atendí,
según su ser, a Dios vi,
que era la esfera corintia,
no me engañando la pinta
un nuevo jinete vi.

Nunca en África lidió
contra moros de Alá veces,
ni cual Aníbal perdió
el ojo cuando se vio
sobre los Alpes franceses;
mas del torrente cedrón,
vino después de Nerón
por el incendio descrito,
y es según se ha hallado escrito
del tribu de Zabulón.

Éste, pues, desvanecido,
porque el tiempo le prestó,
desque con pluma se vio,
quiso ser tan atrevido
que su propio ser negó;
y subido en un frisón,
sin verse como pavón,
quiso dar su pavonada,
y aunque ha entrado estocada,
no sabe de garrachón.

De la ganancia y usura
sabe tanto que me espanto,
como no ha robado cuanto
el sol descubrir procura,
que la tierra encubre tanto;
pero no ha faltado allí
el natural de rabí
que luego no le dijese
que en garrochón no entendiese
de lanza y de esponja sí.







ROMANCES

1

Villamediana a una dama en El Escorial

En este sitio frailesco
donde es escuela de ardor,
más es menester, señora,
remedio que tentación;
porque se levanta un hombre
-no es mentira, voto a Dios-
más rebelde que un peñasco,
más erguido que un pendón.


2

Romance satírico a la cazuela de la comedia

En la cazuela del mundo
todos somos pepitoria,
mas en la de la comedia
lo son las mujeres solas.
Más sin gusto el cocinero
le tiene las tardes todas:
quien lo ha probado lo dice,
quien no lo sabe, no lo oiga.

Porque si aquí son enteras,
son las cabezas las mozas,
y las viejas las costillas,
nada carne y todo costras;

las flacas son los alones,
mucho hueso en carne poca,
y en su sudor derretidas
son la manteca las gordas.

Los pescuezos desvaídos
son las muy largas y angostas;
la pimienta las taimadas,
y las mollejas las bobas;

las feas que se aderezan
son especias que sazonan,
por sí solas desabridas
y aderezadas, gustosas.

La sangre cuajada son
todas las necias hermosas,
y en ser un manjar del limbo
-ni bien pena, ni bien gloria-
las afeitadas son salsa
adonde cualquiera moja.

Con perejiles las unas
y con mostazas las todas,
en el portero apretador,
para dar fin a la historia,
es el cucharón de palo
porque las revuelve a todas.


3

Francelisa, la más bella
ninfa que pisó cristal,
y sobre coturnos de oro
lleva su tributo al mar,

doliente y correspondida
de Amarilis en el mal,
ella sabe por qué llora
y cuán llorosa estará.

Primas son y las primeras
flores que dio Portugal:
una, formación de estrellas;
otra, de rayos no más;

lo que rubrica la perla,
la siempre luz orïental,
tensa imagen del Aurora
y sol que amanece ya.

Rojos anima claveles
en los dos labios que más
bella afrenta de las perlas
el Amor supo celar.

De sí mismo dé sus flechas,
pues las que al arco da
hebras son finas que Clori
apenas sabe envidiar.

El aliento que respira
quintaesencia es del azahar;
abriles y mayos pisa
con su animado cristal.

Si con dos luceros mira
-que aun no se dejan mirar-,
qué no rinde, qué no vence,
y qué no conquistará.

Presa tiene a Francelisa,
y ella en sus brazos está;
el peligro de sus brazos
de mi muerte lo sabrá.

Con rayos el sol
a cuya lumbre jamás
habrá libre corazón,
habrá exenta libertad.

Dulces son de Amor cadenas,
y aun dellas no liberal,
en la mezcla de los ojos
donde es dulce el espirar.

Cuanto dice y cuanto hace
es peligroso ademán,
el buen aire es su retrato,
si se puede retratar.

La que en su norte es estrella
y no de lumbre polar,
sino de la luz más fija
que venera nuestra edad;

es la suya en pocos años
muchos siglos de beldad,
hermosura con veneno
y peligro que adorar.

Que se le huye y que vive
y que se deja alcanzar,
que no envidie el escarmiento,
que no desprecie el afán.

Por ella llora Amarilis,
por ella llorando están
cuantos saben entender,
cuantos supieren mirar.

Francelisa, agradecida,
o teniendo que pagar,
con su hermosísima prima
dio celos y aun quizá más;

pues para sacar de Amor
misterio que oculto está,
hoy le faltará el deseo
y mañana le sobrará.

Discursos son de la envidia
en la culpa de un mordaz,
Francelisa y Amarilis
magna conjunción es ya.


4

Más de una ley tiene Amor
hecha por el que no guarda,
y de glorias que promete
breve plazo desengaña.

La que tenebrosa noche
pasó prometida clara
muchos me prestó luceros
para ver luz que me falta.

Cuántas el no fijo norte
me hizo ver luminarias,
tenebrosas para mí,
puesto el sol de mi esperanza;

en cuyas dudosas sombras,
no injusta queja acompaña
de la deidad más dormida
el ansia más desvelada.

Así pasé de un olvido
noche en mal que tarde pasa,
prestando papel el viento
a quejas que al viento daba.

Una prometida puerta,
con mil lágrimas bañada,
resistió de mis suspiros
y de mis ansias la llama.


5

A un borracho

Entró a hacer la razón
Gil Toribio en la taberna,
y en vez de hacer la razón
Toribio quedó sin ella.

Era el divino Toribio
un ángel en la pureza,
y en ser de espíritu puro
es divino por esencia.

Cual ángel cayó Toribio,
que, aunque de vino, humos eran,
y así luego lo derriban
humos contra la cabeza.

Así que cayó Toribio,
ya por demonio se cuenta;
y es el Toribio tan diablo
que hasta las paredes tienta.

Los ojos tiene enramados
Toribio, y es cosa cierta
que el ramo de los ojos dice
que hay allá dentro taberna.

De seda estaba vestido
-que hay monas que visten seda-,
y aunque se quedó vestido,
no hay duda que en cueros queda.

Sus ojos vasos de vidrio
por de fuera vino enseñan,
y aunque estén encarnizados,
más cuero que carne muestran.

Un mal le dejó de gota
jarro que sin gota queda,
que otros renquean por gota
y él por azumbres renquea.

Y como en cueros nació
y en cueros morir espera,
para más conformidad
en cueros vivir desea.

Siempre tuvo alma devota,
siempre a lo que Dios enseña
humilde su pecho inclina,
la medida lo gobierna.

Aborreció el agua en vida,
y en la muerte es cosa cierta
que para morir en paz
se reconcilió con ella.








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