sábado, 29 de marzo de 2014

RUTH LLANA [11.384] Poeta de Asturias



Ruth Llana 

(Pola de Siero, Asturias 1990) ha publicado relatos, poemas y traducciones en revistas como Los noveles o Revista Kokoro y en antologías como Tenían veinte años y estaban locos (La Bella Varsovia, 2011) o Hijas del pájaro de fuego (Fin de viaje ediciones, 2012). En 2013 ganó el premio Federico García Lorca de poesía de la universidad de Granada con el poemario Tiembla (Point de Lunettes. 2014.) Su blog es: vertigoaniveldelmar.blogspot.com



«Monelle me trouva dans la plaine où j’errais et me prit par la main.
– N’aie point de surprise, dit-elle, c’est moi et ce n’est pas moi;
Tu me retrouveras encore et tu me perdras;»

Le livre de Monelle, Marcel Schwob

I

Dentro del corazón cada mano fría se rompe en miles de esquirlas doradas sobre las paredes. Y son caras de niños, manos de niños, las que me cortan la voz y ponen ojos en la cara.

Con un dedo voy dibujando el camino donde diré: “aquí, no volveré a pasar”. Las últimas palabras. 
Inventarán una larga historia acerca de alguien, de una mano fría, de una voz que podía cortarse como un ala y su propósito.

Volver sólo para mirar el cuerpo ensangrentado, la idea que cubre esa piel, el desgarro de los otros. La imposibilidad de suicidarse. Porque tú me tomaste de la mano, tú que no existías y me lo estabas diciendo. “Me encontrarás y volverás, volverás para volver a perderme.”




«Et je regardai par la plaine et je vis se lever les sœurs de Monelle.»
Le livre de Monelle, Marcel Schwob

II

Me es imposible amarla y matarla al mismo tiempo. Se reproducen acantilados en mis mejillas, definiendo el único sentido de caer. Poco a poco, sus pequeños cadáveres correrán a través de mí y no serán nada. Serán la nada en toda mi piel. 
Imposibles de atrapar, los llamaré Monelle. Por las piernas que perdí en la belleza y el cuerpo enterrado en el bosque. Ahora soy, toda yo, ramas que se miran. 
Después de ti, no podría haber sucedido otra cosa.



III

Un árbol te observa hacerte mujer desde el centro del universo. Y todo lo que tú quieres es su savia. Apoyarás los labios, como una profecía, en su corteza sangrienta y vieja. Renunciarás al cuerpo que amasaste con arcilla en tu ceguera.

Esa que veo en el mar, se va a transformar en atardecer.

Pero un día llegó por fin; tú, cara desfigurada, me dijiste: «olvídame, y te seré devuelta.» 

Una danza. Un atraparse, como los animales en el amor. Una criatura nacida de mi sangre. 

Doliente. La virgen sonríe pequeña y su efigie se rompe, entre mi infancia, hacia abajo.

Me doy la vuelta y veo mis ojos derretirse en tu cuerpo, en esta soledad inmensa del descubrirse, de apretarse las palabras y no decir, por la fragilidad de las figuras en tu contorno.

Trazar lo inalcanzable con las manos tocando. Descubrir la voz de dios, disfrutar el enigma como se adentra en la inocencia, asimilando la sustancia de mi vida a toda esa materia mentirosa.

Dolerse en el grito del descoyuntamiento. Aquellas voces que duelen, que muerden las puntas de los dedos muriendo de la alegría que no tuvieron.

Darme la vuelta y mirar mi cuerpo ensangrentado y doliente, en otro verbo, en otro cuerpo. Dentro del cepo de la ceguera. 
Acaricio mis manos en el baile, en el rito de abrir los ojos.

Me giro, me doy la vuelta. Escupo mi cuerpo en el espacio. En el gesto simple de buscarte con la dirección de mis miembros. Trazar el camino en ser mujer así. Sorda.

Romperme en todas direcciones en el reconocimiento de que existe un momento aquí. Y que eso era la verdad de toda tu vida, de toda la mano, de todo lo que no tenía

A modo de existencia.         



Tiembla (Point de Lunettes. 2014.)


MIRO. Siento los pies mojados de arena y olas. Vienen. Agarran. Sueltan. Retuercen, blancas, añil, la noche. Muerden los extremos. Se alejan.

Cal y torre se yerguen mis piernas ante el atardecer del círculo y mi reflejo. Desaparece. Te quiero Lizzy se hunde el cuerpo y las ondas delatan breve ante los ojos lo que puedo ser y es.

Te quiero Lizzy, y se hunde el cuerpo. Te quiero. Vienen. Cuerpo arrastrado por la marea, con peces en los ojos, con el lucero de la noche clavado en la frente, como un tercer ojo en la nuca.

Miro. Soy pronta ya una superficie redonda bajo mis pies. Un círculo. El engranaje eterno. Sostengo la circunferencia con el rostro, porque pronto, yo, la metamorfosis. Y hacia arriba, estirarse, hasta que crezca un árbol enfermo en la columna y ellas lo lengüen para resucitar sus recuerdos. Pronto, diga él, entonces, la lengua llena de arena.

Miro. Vienen. Llevo su sal en mis muñecas. Aún no – tocas. Estás recogido en un lago. Lo dijeron: Ahí no flota el cuerpo, se hunden, las palabras, te quiso Lizzy. El cabello que cuelga el movimiento bajo el cráter.
No era su naturaleza. No me volví para verlo.

No te veré morir.


II

[¿Puedes tomar mis manos o calentarme? Quédate conmigo 
hasta que pase el horror. Está todo tan vacío a mi alrededor:[…] No 
tengas miedo. Por favor; tócame. Por favor háblame. 
Toma mis manos y caliéntame. [Toma mis manos.]
(Gritos y susurros), Ingmar Bergman


No te veré morir no te veré morir no te veré morir no era una respuesta quizás cómo responder, no veré nacer a nuestros hijos, no no veré nacer, no veré. No existirán, no estaremos allí. Si recurro a la bondad, solo si y recurro a la bondad ella no es mezquina el miedo a decir esta es mi casa, esta soy y golpeo para identificarme entonces el ruido de mi mano contra tu cara (pared) no veré morir a tus hijos, no los veré nacer de mi vientre, no te veré irte, no me acercaré a la ventana, mamá cuídame hasta que me muera, enséñame a disparar no quiero pasar hambre Pasaré la mano dejaré mi huella, no te olvides si me marcho y estoy lejos y no puedes.

Tócame y perdóname, esta es mi voluntad, si te señalo ¿estarás? Existe la soledad de mi dedo por contraposición pero no te olvido no te veré, no te veo, dónde estás. No me dejes sola.


III

“Los excrementos son la respuesta más íntegra de la tierra. El ritual de acontecer así, en la gracia del deshecho”.

LLEGARÁN. Vendrán ellas. Pasarán por encima de mi piel. Rodearán mis huesos. Sostendré el grano de sal en la lengua.
Sostendrá aquello de mí lo luego, lo después de mí. Vendrá a ser entonces eso la forma de una negación. Nadie podrá implorar el regreso, la tasación de su peso cambiado, la inquina.
Mira al horizonte. Inseminará la tierra.

Y el corazón violento y el corazón rojo y el rojo y uno rojo y las arterias infinitas y el disparo y el cazador y sus venas unidas a las del ciervo y las de su cornatura en la pared y las de mis huesos y las de los suyos y las de los tuyos y aquello que me era lo contrario y lenguaje y el suyo y la descripción de lo que vi y el reflejo imparable del miedo y el horror y por qué el abandono precoz y el modo en que toco y digo y en el modo en que por eso amo y el modo por eso y siento rojo y blando y el definitivo para madre y útero y que todo lo que signifique sea una razón y la única para poder decir que tocas y por cómo tocas queriendo decir que tienes el peso en las manos pudiendo sentirlo y verlo y puedo tocarlo el mar en los tobillos arrancándome los muslos arrancando la postura arrancando el acto de reposo para repetir el movimiento encadenado y que solo sea y el peso y que sea eso por lo que yo vea que alguien que soy te dice “es por cómo” y tocas y retienes el cuerpo y su peso y vuelve a ser el cazador el recorrido la presa el venado las astas torcidas como las raíces de un árbol en mi pecho como la voz que se arranca de la tierra y hace vibrar los músculos para darle voz a la criatura que corre, corre, conmigo, corre, contra mí.


Leyenda de las motas blancas

Zorro rojo, raya en la ciega costura. Cantan blancos sus ojos, oscuros, no tienen sombra.

Cuatro palos verticales sostienen el pellejo, como el lomo partido sobre las costillas. El gemido crepitante aúlla pequeñas pisadas negras.

En la noche sólo una raya. Zorro rojo deja marcas del silencio en la ladera parda.

Con diez ojos en el lomo, el ciervo aprende la mentira en los rasgos del prójimo. La línea blanca desaparece.

El zorro es rojo y la fuerte batida, tizón de cera y cenizas, crianza serán sus dientes manchas blancas en la tensión de las llamas.

Y el sonido del fuego detenido, si es posible, pelo olvidado en cuatro palos verticales, sonido natural del descendiente.


Deseo de ser arquero

Nace para ser caballo ilota y relámpago y cartón y olor y tiembla tierra tiembla. Nacer para ser soplo de vida aliento, crin al galope vienen los cerros hacia mí – hacia ellos nos desplazamos nosotros, violentamente luces, esclavos. Golpe percutido (de los ojos negros sin sombra).

Respira la pausa por todo destino lo que se va, consuelo buscado en los golpes de las pezuñas contra el polvo, mantiene su memoria en las rodillas de los elefantes.

Río que trascurre, la mano del oso descubre en el interior del agua (reflejo en los ojos negros del deseo de ser crin y galope, espíritu, garra, nutria)

Golpe del suelo en los cascotes, golpe del suelo en los pies alargados hacia las estrellas (hacia los muertos).

Voy hacia los muertos, hacia los grandes cañones del desierto. Las plantas señalan el hogar del nacimiento. Para ser, momento antes, miedo hormigón tiembla.

Deseo, dirección, deseo; hacia donde voy los muertos como nutrias disparan sus arcos, y tiembla como retrocedo, voy con los muertos con la piel misma de los pies quemada, una superficie tras otra, tras otra la misma, el mismo miedo, peso que se pronuncia de correr descalzo hacia mí corren los lugares descalzos, hacia mí los muertos descalzos yo hacia los muertos descalzo.





Ana tiene su cuerpo bañado, que no menstrua el cuerpo de Ana. Ana deja de ser mujer para ser Ana. Ana a veces ana se deja Ana por obstáculo. Ana que es sólo sudor. Sudor que se derrama. Arrullo blanco. No sangra ana porque no es Ana. No mujer en sus venas sudor. No fértil porque más allá de su pellejo, ruido. Ana, ana, cuerpo vacío la mano que te extrajo de ti, ana de ana extraída, nueve meses para el nombre de ana, para el hombre de ana, para ana. Un pájaro liberado por el conducto de ana, ana liberada en su útero, la paloma y el espíritu llenan de cuerpo las vísceras de ana. No es baladí la sangre ana, ana no eres ana por tener venas, ana no eres ana. Pero Ana daba una parte por escogida porque amaba a ana. Una parte de ana sólo para ana. Sin úlceras te doy mi cuerpo. Ana observando su boca –mi boca se ensanchó sobre mis enemigos-, reclamando el color negado, la puerta al hijo, el único vínculo más allá del oxígeno, un corte en la lengua. Se alimenta el hombre del líquido como un tumor en el cuerpo de ana. Y la devora elegida porque ama a ana. Ignacio sangra, Samuel en su útero, tiene tres hijas y a las tres llamó ana. Una de sangre, una de tierra, otra de hierba. Mano señala la boca aplastada –mi boca se ensanchó sobre mis enemigos-, y ana es devorada por ana. Porque ana desangró una gallina, ana se hizo ana, liberó a la paloma por la ventana, comió su carne, se vistió con sus plumas, como última prenda tomó las raíces de los árboles, y ana mató a ana, a las tres anas, a la ana que era ana tres veces en su boca ensanchada.




Мать и сын, Aleksandr Sokurov

La vida es un reflejo deformante. La familia es un espejo deformante. La madre es una superficie deformante.

El hijo es el descarte, la mirada oblicua, los colores del paraíso. Entre los árboles, el sollozo, el mar.

Quizás la causa de mi muerte, ese reflejo deformante. También el mar, el bosque, la familia. Las preguntas en el aire, ser llevado en brazos por los brazos que no son, son, el reflejo deformante. El mar, los árboles. El sollozo tenue del nacimiento, el silencio de la muerte. Su contraposición. Su reflejo deformante.

La mariposa es la confirmación, en los árboles, en los prados, en el sonido del mar; el hijo lo sabe. Una parte de sí va a la deriva, puede no volver a encontrarla. Aún desconoce. Sólo el espejo, las alas de la mariposa, un rostro en la ventana mirando florecer los castaños.

-Es primavera. Este es el momento de mi muerte. El reflejo de mi sueño me ha devorado.

Una parte de sí va a la deriva. La casa está en ruinas, pero parece desconocer, también a dónde va esa parte de sí, parece desconocer dónde está el calor de una piel, el lugar de la deformación, el momento y la culpa de su ausencia.

“Eres tan pequeña”. La muesca que queda, la sombra, el resquicio por el que se desaparece.

Una madre es tan pequeña.



Historia del sueño: clara, el huevo y la gallina

Hubo un lugar para que clara viera a la gallina y se detuviera como el rastro del sueño, y mirara el alimento a partir de un huevo narrada la historia y la semilla perdurada donde estuvo, “quien lo recoja sea su alimento”, pero dentro aún de la gallina nadie podrá tomarlo y entonces elegida será para ser, sueño en el vientre de clara, clara para la gallina que mirará donde se detuvo, dentro del sueño, clara que devora el huevo, pelícano que devora a clara, en el huevo la gallina su estómago, mira antes del pollo, clara, en la tierra, su deseo, primordiales los restos tocarán la cara de clara, se asegurarán de la necesidad de su suerte, y será la yema deshecha en sus sueños lo que se lleven; y venga la gallina a picotear los hijos de clara, en el campo deshecho sueñe yerma y amarilla se deshace color, clara que se deshace, tiembla la cáscara, mire la gallina donde se detenga, el pelícano sus plumas su alimento, digan la gallina en el campo deshecho, abran las bocas sobre su cara, traguen el huevo, traguen a clara, su camino de huellas inventado por los hijos y en su vientre la suerte y la marca la voluntad de la patria, casa y herrumbre demolidas en sus cimientos, quemadas en sus paredes, el campo destruido y la gallina que se alimenta, los ojos de la gallina que quieta, miran a clara, clara que niña aprieta al pollo contra su pecho y lo asfixia en la legión extranjera de su seno; alimentará las ruinas con sus piernas quemadas a los hijos con sus ojos ciegos y el resto de su carne, finja las tierras que no pudo darse en el sueño y la demolición paulatina de su deseo quede encubierta bajo el mismo pecho que escondió la muerte a los niños; mire clara a la gallina su mirada puesta en el fruto de su vientre, la cáscara que todos esconden, sabrá ver la forma en las ruinas para cuando el sueño se acabe, y al despertar la yema en los dedos, mentirá también ante ellos la gallina por no saber hacerla.

De Tiembla




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