lunes, 2 de septiembre de 2013

LUZ MARÍA ASTUDILLO [10.438]


Luz María Astudillo 


(Santiago, CHILE 1981). Egresada de Literatura de la Universidad Diego Portales. Realizó como tesis un libro de poesía llamado cajita americana que ha publicado en el año 2012. Actualmente es editora de la revista Grifo. 




Pérdidas 

Perderse en esos dioses 
se traducía al riesgo 
de olvidar nombre y origen, 
sin aclarar antes: 
En la tierra nos encontraron 
y a la tierra pertenecemos, 
plegados al ruido del relámpago 
bajo los pies. 
Y antes de ellos éramos solos, 
porque nos habitábamos de aire 
en los pulmones, 
porque mascullábamos al padre 
que La Madre nos hizo sin su ayuda, 
entonces ella era al mismo tiempo 
pájaro y vasija de mimbre, 
el paso de las estaciones frente al mundo. 
Que nos habitaron fantasmas 
sin sombra ni bandera 
y al forjarnos tristes 
viajaron a latitudes contrarias 
de las líneas de nuestras manos. 
Cuando nos domó la fe, se apagó la infancia, 
entonces ni llorar era un revólver contra el dolor, 
porque la muerte se asomaba en la ventana 
y no sabíamos qué hacer con ella, 
porque los enemigos eran invisibles 
y todos, lamentables superhéroes, 
esquivando las trampas. 






Después de 

Todo es distinto después de Bolaño, 
después es vacío 
es abismo, 
un hilito de sangre 
que corre por los pasillos de la memoria, 
la búsqueda del ombligo muerto 
de todos los hermanos, 
los jóvenes, 
los América, 
los poetas, 
todos banderas tendidas en las calles 
para pisotear las tradiciones 
que cosieron nuestra lengua. 







Del barro 

A Blanca Varela 


Me abismo en el hospital azul 
de sus orillas, 
donde crecen los narcisos 
y el llanto de las madres 
tuerce lo oscuro del lenguaje. 

Esta es la historia de los relámpagos, 
el aire dictatorial en el que vuela 
cuando la lágrima se enciende 
y flota espesa entre los campos. 

Hubo una huerfanía, que por ser en ella 
se hizo grito en resistencia, 
cuerda suicida 
y campana desnuda tiritando al viento. 
Pero yo construyo el inicio de la sangre 
sobre el barro, 
la voz infinita que la persiste 
siendo poesía aún en el silencio. 







cajita americana 

no nombrar, aunque 
siguen vivos los fantasmas 
detrás de la puerta 
un solo crujido 
y caminan sobre mis pupilas 

callarse 
tampoco fue el silencio, 
un mínimo árbol 
al fondo del patio 
que era bandera 
y señal, 
poder decir naufragios 
sin pensar América 
el ombligo de otros continentes 
muerte 
y espectro, 
la infancia 
que no fue una fiesta 

la cajita americana 
escondida 
bajo el colchón, 
el rumor de todos los pueblos dormidos. 






Raíz 

Yo me hice silencio 
para arrancarle vida al verbo 
y descubrir mi identidad de barro 
caída sobre el paisaje que sobrevivió a los metales. 

Ya no quiero salir de América 
ni perpetuar el significado de la historia 
hablando del lenguaje tribal de nuestro rumbo. 

Mi único origen es una cajita 
escondida en el derrumbe de las paredes. 







26 de mayo 

"Después, nos comenzó a pesar el mundo" 
María Negroni 


Viene de tu claridad el golpe, 
los sismos del aire construyendo paredes ciegas 
donde llorar todos los días domingo. 
Un comienzo que habita en los límites fríos 
de mi cama, el sonido de los huesos traspasando la noche. 
Definida por la posición lunar 
por la velocidad del viento, eres canción transparente 
donde iniciar el habla. 
Existo porque de tu mano se extienden las palabras, 
por el olvido acuático que encierra cada orilla 
donde no nos hemos encontrado. 


Del cordón, he traspasado la dirección del viento 
y te crecen flores en el amanecer de la mirada 
junto a los pájaros caídos adentro del barro, 

soy silencio y me atraviesan hasta la médula, 

al otro lado, el libro que contiene nuestro origen 
es bandera sangrando por las costuras, 
pero viene de tu claridad el golpe, 
vuelos bajos sobre los maizales que callan y nos callan. 
El galope desolado de la lluvia embarcándose en tus manos, 
un nido hecho de asfalto para dejar de respirar 
lentamente. 







A otro vuelo 

a Alejandra Pizarnik 


Cerré los ojos para tu vuelo. 
Cordones de palabras ardían tras la noche 
y en el aire se encumbraban palomas 
siguiendo la sombra de la lluvia, 
una pequeña postal que me haría recordar 
por siempre 
el aterrizaje en el vacío 
del dolor, simple y llano, 
de las partidas. 

El nudo en la garganta era tu nombre 
una luz haciéndose paso entre los pájaros, 
niña despertar de invierno atrapado sobre el colchón. 
Y no era yo quien traspasaba las alas que tejió el viento 
en tu espalda desolada que sostiene patrias mudas 
que invita a la tristeza guardada en los espejos. 

Y esperabas que los aviones te escribieran el libro 
más silencioso del cielo. Hablabas para no decir. 
Como inventando el lenguaje aéreo del abandono 
la voz quebrada contra las piedras, 
niña maíz en tierra de hombres. 
Retornas sin cesar a cada signo que dejaste 
en las puertas, al verbo inacabado 
que sigue hablándome desde los árboles caídos. 






Palabras


Quizás toda palabra, toda escritura, nace como testimonio.
Giorgio Agamben



1

cómo se construye el trazo
de tu boca
a la palabra,
si el vuelo termina en los silencios
que habitan página por medio
esta historia irreparable
destinada a perder algo.



2

inicias la ficción en lenguaje mudo
como si tus primeras palabras fueran juguetes rotos
que no debemos volver a tocar.



3.

el amor nace en las escaleras
observado por los perros,
cuando termina la tarde
y no hay más verbos que decir
en nuestra lengua cortada.



4

hablé de construir refugios
en el lenguaje,
entender que los nombres
eran necesarios
para hilar lo frágil de la memoria
apagándose en las esquinas
de este libro
articulado por el silencio.

en Cajita americana, 2012



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