viernes, 16 de noviembre de 2012

MARÍA LUISA MORA ALAMEDA [8416]



María Luisa Mora Alameda nace 1959 en Yepes (Toledo), ciudad donde reside. Autora premiada con más de una decena de libros en su haber, ha publicado Las hiedras difíciles (Torremozas, 1986); Este largo viaje hacia la lluvia (Rialp, 1988), accésit del Premio Adonais 1987; La tierra indiferente (Torremozas, 1990), Premio Carmen Conde 1990; La Mujer y la bruma (Melibea, 1992), accésit del Premio Rafael Morales 1991; Busca y captura (Rialp, 1994), Premio Adonais 1995; Meditación de la derrota (Torremozas, 2001); La isla que no es (Melibea, 2002), accésit del Premio Rafael Morales 2001; La respuesta está en el viento (Torremozas, 2005), segundo puesto de poesía Fernando Rielo 2003; Navegaciones (Ediciones Vitruvio, 2009); Poemas del Crepúsculo (Descrito Ediciones,2011) y El Don de la Batalla (de próxima publicación en Ediciones Vitruvio), Premio de Poesía Ciega de Manzanares 2011.





LO QUE YO MÁS QUISE

Los ojos que tenías eran tan grandes
que cabía, en ellos, toda la belleza.
Caminabas
con el ligero paso de las aves.
Eras buena.
Te cuidabas mucho.
Vigilabas bien lo que comías.
Ejecutabas tu ejercicio diario
sin ninguna pereza.
No tomabas
jamás ese veneno
que debilita al cuerpo castigado.
No odiabas a la gente poderosa.
Aún no tenías penas ni tristezas.
Te ilusionaba a Verdad Divina.
Eras radiante como un astro nuevo.
Te amaban tus hermanos y tus padres.
Tus amigas te abrazaban en las fotos.
Y, sin embargo, me duele
que ahora duermas
transformada en la ceniza
que reposa sobre el mueble de madera,
junto a un ángel pequeño
y un retrato de tu rostro hermoso.
Tú, que fuiste lo que yo más quise.







ESTRELLA NACARADA 

Soy francotiradora de mis sueños.
Camino
con el rifle cargado con mis poemas.
No voy buscando honores,
ni la visita de los telegramas.
Sé que nadie me espera
como se espera la lluvia en el verano.
Soy distinta.
Eso lo saben todos y les gusta
tan sólo a unos pocos.
Sé que tengo
muchas cosas en contra:
la tristeza,
la hondura a la que caen mis ilusiones.
Pero, a favor, poseo
este amor por el verso que desnuda,
poco a poco, mi vida;
esta marca en el vientre
que parece una estrella nacarada
y ese ángel
que un día se me fue y que me ilumina.






NUNCA SERÁ TARDE

Nunca será tarde. El sol
va a calentarnos mucho tiempo
las manos ateridas.

                                        Cantarán unos pájaros.

Van a crecer los niños como siempre
y las hiedras difíciles
seguirán aferrándose a las casas.

                                        Puede que, un día,
todas las casas sean solo yedra
y no nos queden horas
para reconocer nuestros jardines,
el ámbar mensajero,
aquel rojo centauro
que hicimos esconder en la memoria.

                                                               Quizás haya manadas
de olvido entre los huecos del cerebro,
mamuts que construimos, pieza a pieza,
con sus oscuros huesos amarillos
y los relojes rotos de la vida
sólo digan silencio.

                                    No sonarán campanas en las torres
más qué importa
si nunca será tarde
para que el verso siga al verso
                                                            y mágicamente
vayan naciendo de todos los poetas
esas ardientes voces que encarcelan el tiempo.

( Del libro Las Hiedras Difíciles )





FELICIDAD

En mi habitación ya no hay maletas.
Las vendí al mejor postor
para que no me tentaran con marcharme
los príncipes de los cuentos
ni las malvadas brujas de la muerte.

Y aquí estoy, con mis hijos y mi gata.
Aquí se queda el mundo
mientras las modernas naves
surcan los confines del océano.

Aquí tengo guardadas provisiones:
un manantial de besos,
las tortugas marinas de mis dudas,
el clavel engendrado en mi tristeza.

Aquí tengo mis remos escondidos.
Guardo, además, tablaje y brea,
el agua de la lluvia que cayó de mis ojos
cuando me criaba con mis padres.

Aquí estoy con mis versos.
Qué necesito más.  A qué pueden aspirar mis ilusiones.
Si soy tan feliz que no lo entiendo.

( Del libro Navegaciones ) 







CONSEJO

Una vez me dijeron:
escribe, se lo pasa
uno bien,
la vida
te sonríe,
llega el pájaro
de la felicidad
y te roza el hombro con sus alas,
se oye
tocar en las torres altas de los pueblos
campanadas que anuncian
la llegada del verano
y puedes ver cómo juegan
unos niños
frente a los balcones de tu casa.
Sientes llegar recuerdos
como manadas de mamuts
y la alegría
besa con fuerza tu corazón de héroe.

Una vez me dijeron:
escribe, se lo pasa
uno bien,
la vida te sonríe,
llega el pájaro
de la felicidad
y te roza el hombro con sus alas.

Pero, aquel que lo dijo, estaba triste.

( Del libro Meditación de la Derrota )







PELIGROSA

No soy una amenaza para nadie. Comprendo
que puedo parecer atrevida cuando sonrío

y mis labios se entreabren como besando la tristeza.
No soy una amenaza. Mis manos vacías
se extienden hacia lo lejos, esperando las mariposas
mientras las niñas vírgenes juegan en los molinos.

Es verano para mí, pero no queda tiempo
para cazar una pantera ni atravesar una ciudad.
Las horas pasan lentas, más los años son breves.
Hace nada te quise. Hace nada tú me querías.
Ahora tenemos que buscar un amor diferente
como el que encuentran los muchachos cuando salen del cine.

Hace nada te quise. Hace nada tú me querías.
Hoy los trenes no pasan ni la primavera huele a racimos.

No soy una amenaza para los que, durante muchos siglos,
aprendieron a tomar café en un paisaje con flores
azules o rojas, qué importa de qué color fueran
( lo imprescindible es que fuesen hermosas )

No tengo un reloj para contar los minutos que me sustraen
o las noches que transcurro con los ojos abiertos
como contemplando un muro, como recordando una fuente.

Mañana nos odiaremos; aún es temprano:
esto diré mientras viva y la tierra se mueve

( Del libro Busca y Captura )







AMOR

Amo porque me gusta amar de día
el corazón de este hombre bueno,
porque quiero entregar todas las rosas
que permanecen aún sobre mi cuerpo.
Amo porque, sin el amor, no existo.
Amo hasta estrellar todo mi aliento.
Amo hasta que la tristeza se me exilia
y puedo tocar, con el amor, el cielo.
Amo porque es hermoso amar a alguien
con unas venas que no sé si quiero.
Amo porque el odio se destruye
y vuelvo a tener un corazón que siento.
Amo porque la alegría se me acerca
y parece vencer sobre este cruel invierno
que, a veces, se me asoma a la ventana
amenazante como un viejo perro.
Amo porque la soledad se me disipa
y siento que te tengo dentro.
Amo porque pienso en las palabras
que dices siempre que te estoy queriendo.
Amo porque la pasión me puede.
Siempre ha sido así, desde hace tiempo.
Desde que apenas era yo una niña
azotada por un mar inmenso.
Amo porque, al hacerlo, me parece
que salgo de este raro sueño
y me acerco a un prado milagroso
en un éxtasis de luz que lleva al cielo.
Amo porque, sin el amor, no habito
esta tierra poblada de recuerdos,
este continente de emociones locas
en el que, a veces, creo que me pierdo.
Amo porque es hermoso amar de golpe,
desbordándome de todo lo que siento,
de lo bueno y lo malo que me habita
hasta que no quepo más bajo mi cuerpo.
Amo porque soy algo más bella,
porque tus ojos llegan hasta dentro
del corazón, que está junto a mi pozo
y que me emociona siempre que te beso.
Amo mucho aunque nunca nadie
quiera amarme con todos mis defectos
y camine, por el mundo, a solas,
perdida en una isla que no entiendo.
Amo absolutamente. El amor me llega
como si no pudiera comprenderlo,
en forma de sombra que no tiene nombre,
ni domicilio fijo, ni gobierno.
Abocada estoy siempre al amor que vivo,
resignada a pasar por este hermoso infierno
que, a veces, es cielo y otras es tortura,
a veces, trigo y otras, un helecho.
Rosa florecida en una tierra triste.
Gato que arrulla cuando estalla el pecho
de pasión violenta y se me queda el alma
como una sombra que me tiene miedo.
El día en que no ame, estaré tan muerta
como las flores de mi cementerio.

( Del libro Poemas del Crepúsculo )






EL NIETO

Cuánto hubiera querido que me dieras
un nieto que arrullar entre mis brazos
como aquellos que tienen las mujeres
cada vez que pasamos
cuando vamos al oncólogo
para que te recete un nuevo fármaco
que asesine las células malvadas
que te están haciendo tanto daño.
Siempre hay gente en aquella puerta
del paritorio, esperando
a que llegue al mundo un niño
que alegre su vida solo con besarlo.
Pero nosotros siempre
pasamos por allí casi sin pararnos.
Subimos la escalera que conduce
a la región de los momentos malos
mientras yo vuelvo mi cabeza
y veo a una abuela, allí, rezando
entre nerviosa e ilusionada. Y de mis ojos
sale algo así como dos lagos
que intento ocultar y, a veces, lo consigo.
Yo diría que me he acostumbrado
a beberme mis lágrimas más tristes
con un amargo trago
para que tú no te des cuenta, hija mía,
de que yo estoy casi llorando
y no me digas: Qué te pasa madre,
tú eres tonta, alégrate que estamos
vivas y eso es lo que importa;
después de luchar tanto
no vamos a preocuparnos por tonterías.
Y yo contemplo aquellos astros
de los ojos grandes que tú tienes
y que siempre están como mirando
un universo bajo el que tú habitas.
Después subimos la escalera
hasta llegar al duro tramo
en el que esperan todas las agujas,
las enfermeras, los caídos pájaros
de tus ilusiones. Te acompaño, hija.
Tú te sientas. Siempre estás cantando.

(Del libro Poemas del Crepúsculo)




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