martes, 7 de marzo de 2017

MARÍA LUCESOLE [19.995]


MARÍA LUCESOLE

María Lucesole nació en Lobos (Buenos Aires) en 1988. 
Publicó las plaquetas de poesía Consulta el direccionario 99 (edición de autor, 2008), Cielo a esta hora (Estación de servicio, 2008), entre otras; algunos poemas en la antología Atada a la reacción (Nulú bonsai, 2009), la novela corta Irse (Campotraviesa, 2011) y los libros de poesía Las plantas verdes de los veranos (Tammy Metzler, 2014) y En todas las cosas la niebla, el segundo libro de la poeta. Actualmente vive en Buenos Aires y codirige con Violeta Pastoriza la revista de poesía Campotraviesa, que circula desde 2014.



Campotraviesa comenzó como una editorial de escritores emergentes, pero desde 2014 se transformó en una revista de poesía trimestral en formato papel. Actualmente la codirección está conformada por Jeymer Gamboa y Lucesole, y colaboran en todos los números Mara Pedrazzoli, Ana Inés López, Elena Arguedas, Charly Gradin y Danay Mariman. Este año el sello entrerriano Gigante, a cargo de Julián Bejarano, editó En todas las cosas la niebla, el segundo libro de la poeta de Lobos. En la escritura de Lucesole habita un repertorio nómade, en el que voces y experiencias urbanas alternan con acentos de provincias, rurales, gauchescos incluso, en algunos ejercicios de estilo practicados con humor y afecto. “Me hago unos mates con yerba Playadito/ qué ha pasado m’ijito, te han suavizado en demasía”, son los dos primeros versos de “Paisanaje”. En ese poema, que hace equilibrio entre la vida en la ciudad (“¿qué es esto? ¿qué es esta mentira/ del tiempo y del espacio?”) y los recuerdos del campo, se juega una de las virtudes de la poesía de Lucesole: su captura consistente y a la vez desvariada de una gauchesca “modernada”, para usar uno de sus neologismos. En “Fin de semana en el pueblo natal” escribe: “Pero parece ser que han modernado la música, alguno dice novedades del Indio Solari, alguna vieja rockola consigue sacar la voz de quien fuera Pappo blues, antes Riff y antes nenguno, en la noche sin estrellas de otro pero el mesmo pueblo de siempre, éste en que por dios causa hemos nacido”. El cruce entre la modulación campestre y la urbana es una constante del libro. “Nací en Lobos, un pueblo pegado al campo, y al finalizar la secundaria me fui a vivir a Buenos Aires, donde vivo ahora -dice?. Desde ese momento voy y vengo del pueblo a la ciudad frecuentemente. Ese ir y volver armaron mi persona y mi voz poética. Por eso está presente la voz rural, gauchesca, que nunca termina de ser tal, mezclada con una voz de alguien que vive cotidianamente en la gran ciudad.” Varios viajes, entonces, funcionan en los poemas como señales de tránsito de un itinerario personal (Buenos Aires-Lobos, pero también Buenos Aires-el Litoral o Chile, y Buenos Aires-Lobos otra vez). Son también un recurso retórico. Para glosar un lenguaje del itinerario, del desplazamiento y de una percepción a tientas, Lucesole viaja en tren, en auto, en sueños, y lo traspone al papel. (Hay incluso, guiados por la Cruz del Sur, viajes a las estrellas.) “La idea de traslado de un lugar a otro es importante para mí; en general la poesía se gesta mientras voy caminando, algo que hago bastante, o mientras me muevo por el paisaje, o por la ruta –cuenta Lucesole–. Los lugares nuevos también provocan ese choque entre lo conocido y lo desconocido, es una especie de movimiento interior que también hace que se produzca la poesía.” El atractivo de En todas las cosas la niebla parece ser el de un libro de poesía que se niega a ser sólo o apenas eso. Puede pasar también por el diario íntimo de la autora, escrito en verso y en prosa; el cuaderno de anotaciones de las impresiones vividas (en una manifestación, durante unas vacaciones con amigas o en el primer día del año) y de las frases escuchadas en la infancia y en el presente. La naturaleza, contra lo que se suele pensar, no ayuda a resolver la incógnita (“¿qué es esto?”) que el libro abre. Aporta niebla, granizo pesado, lluvias, fases lunares, “el dorado de algunos bordes de la noche”. ¿Una meta del encuentro entre la conciencia y el paisaje? “A mirar y escuchar la montaña y el cielo el resto de mi vida/ hasta que todo vuelva a ocupar su lugar de contenido total.”


Poema sin título

no sé qué habrá pasado
yo podía agarrar el agua con las manos y soltarla
antes de que se escurra,
pero ahora
se ve que no sabemos qué hacer con el silencio
mientras esta metamorfosis
los ojos como campos de otro siglo
vacíos, sin un pájaro yendo
sin bandadas
de gente que vuelve de alguna guerra

yo podía sentarme y esperar en el desierto
quedarme sin sudor ofreciendo arena
pero ahora
quisiera tanto que la vida fluya como un buen poema
como esas pocas cosas que tienen que ver con la vida
que no se termine la voz que lo relata
no dejar de escuchar sino mil voces que suenan
como carnavales en las estrellas

si quedara un solo desierto para ir a sentarse
pero ahora sólo soy una persona que fuma
como quien no sabe lo que está por pasar
sentado en la puerta de casa
y deja que todo quede ahí mismo
sin entrarlo a los ojos

yo podía verte llorar y sentir cómo caían las gotas
con qué soledad encontrar una nueva fortaleza
o que la vida empiece de nuevo, un primer día
pero ahora nada más quiero ser
el pasado que otro abandonó y yo tome

como a quien le es indiferente el destino ajeno
y lo mira y lo transita como el cielo en una película
que habla de un cielo viejo y usado
tan muerto ya, tan lejos y otro
que a quién le va a importar que la película se rompa

y aparezcan las manchas de los días
preciosas al principio
la suciedad que muestra el uso, la utilidad
yo podía quedarme buscando el presagio de la belleza
sabiendo que nunca me iba a dejar sola

pero dónde está la chica que me prometió darme de a poco
algo por lo que sufrir
es una quietud tan grande y repetida
nada de esto podrá ser un poema
falta que pase la vida, que pasen las horas
que llueva mil veces más y mil veces se sienta
el abandono
ese animal desconocido que duerme adentro
y no siente lo que no entiende
pero entonces
abrís los brazos mientras mirás la pared
y yo pienso en la metamorfosis
en cómo nos vamos haciendo seda
y quisiera abrazarte antes de que te transformes y te alejes
como en un final de película muda a la que le falta el final
y nomás te chupa la pantalla para atrás y terminó la historia

tener que soportar este silencio
como quien nace y escucha los gritos que serán para siempre
su recordatorio y su pesadilla
después está esa gente que gira mientras gira el mundo
los que tienen fe en que el infierno son los otros
yo hace rato me convertí en un otro
pero antes podía huir nada más porque se hacía de noche
ahora no me retengo, no sé qué curso va a tomar mi cuerpo
bien sé que quisiera correr hasta que se me abra
desgarrarme mientras sale el alma y ser

sin todo eso
una porción de aire
una porción de ese lugar al que unos pocos llegaban por accidente
pero ahí se dejaban estar, quizás fuera por la ventana
que siempre guardaba restos de una lluvia vieja y ranas
confundiéndose con hojas

pero ahora no me retengo y vos no sabés lo de la noche
que cuando viene como una manta que ya no está agujereada
es que la cosieron para la asfixia
para los que salgan cuando se hizo tarde
y así mientras se cae y nos transformamos
la vida es una involución no es eso lo que duele

me duele por ejemplo el tema del clavel que se marchita
y de cualquier modo lo tengo acostado en el parlante
para que parezca olvido
pero siento cómo me mira
de la misma manera en que me miraba esa parte de la vida
que faltaba adivinar




De:    En todas las cosas la niebla



PRIMER POEMA

A veces todo me parece de otro siglo:
las casas de tejas con enredaderas, las mujeres con bebés
cruzando la calle, los árboles sin hojas, el cielo de las cinco
en un pueblo de paso.
Como si todo hubiera dejado de existir hace tiempo
como si todo perteneciera a un pasado olvidado
y de las cosas sólo quedaran los conceptos que a veces recupero
asombrada, como ahora,
y cuando eso sucede me dan ganas de llorar
con una duración proporcional al tiempo
en que los conceptos tardaron en vaciarse de materialidad
y me dan ganas de correr aunque eso signifique
la soledad eterna en medio de la naturaleza eterna.
A mirar y escuchar la montaña y el cielo el resto de mi vida
hasta que todo vuelva a ocupar su lugar de contenido total
hasta que todo tenga otra vez su original consistencia
y esté el mundo y esté yo dentro
de un paisaje sólido, visible, inconfundido.
Esa desesperación, la sombra de un árbol
esfumándose entre las últimas luces de un pueblo en invierno,
eso es dios para mí.



PAISANAJE

Me hago unos mates con yerba Playadito
qué ha pasado m’ijito, te han suavizado en demasía,
te han lavado en lo profundo pero ahí sigues nomás fielmente
como perro de paisano.
Día para ocuparse de la higiene personal, 
cargar el tanque y esperar
a que las gotas caigan lentas sobre la piel curtida.
Qué hago en esta ciudad, tarima de todo lo que se comprende
yo, que debería estar en la naturaleza.

Ayer fue de un aguacero fenomenal la tarde
todos hablaron de granizo, mientras yo vi
por la alta ventana cómo llovía de costado sobre las terrazas
y el pavimento.
Granizo.
Granizo es cuando cascotes helados
son arrojados desde el más allá hacia el campo
para despertar violentamente a la cosecha
para despabilar al ganado que sigue sin entender
de qué va su corta vida en los campos alambrados.
Más tarde atravesar el parque, dios santo mío
¿qué es esto? ¿qué es esta mentira
del tiempo y del espacio?
qué vienen a ser estos límites de rejas y cordones
si yo misma vi, cómo se iba encarcelando la parcela y cómo
el cielo quedaba cada vez más lejos de este cuadro decorativo.

Corto camino sobre el pasto embarrado,
formas para huir del lodazal
leí anteayer en un libro que tampoco enseña nada.
Primero la luz prepotente, el mundo blanquecino
y después, en seguida, el estruendo.
Simplezas, saberes de campo que se estiraron a esta zona.
Para no pisar los charcos con mis zapatillas de calle
camino por el cordón adoquinado que separa la cancha embarrada
del sendero encharcado.
Qué es esta mentira del tiempo
yo nunca estuve en otro lugar que no fuera bajo el cielo.
Enfilo para las casas: hospital naval, bar río
el kiosco del Indio que cada vez cierra más temprano
y ahí la reconozco: mi casa de la ciudad.
Dos trapos, unas vallas de madera sobre un pozo de gas,
un hombre desconocido que de traje me viene a abrir la puerta
¿es que estoy entrando en la muerte?
La lluvia otra vez allá al costado, mi casa a oscuras.
Cuando llegué a la ciudad
tocaba la pava del mate al entrar
para ver cuánto hacía que se habían ido.
Cuanto más fría estaba menos tardarían en volver,
Costumbres que perdí después de algunos años.
Yo, que debiendo estar en la naturaleza,
bajo en ascensor hacia la calle
y miro el cielo desplomarse
sobre un lago artificial.



LA NATURALEZA

La infancia; el tema de unos
juegos florales relativamente feroces, pero en fin,
música
alrededor de una glorieta vacía.
                                        Enrique Lihn, “La infancia”


Es la alta noche en mi casa de Villa Crespo
está nublado el cielo, al lado, en la ventana
y yo veo, como una excusa, Medea de Pasolini
elijo esta otra película, pienso,
en la que un centauro dice 
que la naturaleza no es natural
que cuando lo parezca se habrá transformado en otra cosa.
para mí es suficiente.
giro la cabeza hacia la ventana
y se enciende la luz de entrada:
mi hermana más chica, las 3 de la mañana.
Hablamos a oscuras en la mitad de la noche
está más flaca, nos vemos poco.
Ahora, por la casi total oscuridad
y en los días pasados,
al igual que con mi otra hermana.
Cada una su camino, como un ramillete
salido de una madre.
Como un ramillete que se desata cayendo los tallos en ríos distintos.
Como sucede en todos lados y también en mi vida.
Cada una su camino y algunos pensamientos
que se comunican casual y maravillosamente
en medio de la cálida tempestad.




FUI A UNA MANIFESTACIÓN

Fui a una manifestación y la sentía
cerca de mí, enfrente de mí,
dentro de mí.
Como un laberinto de gente
que es ella misma el espacio
que para los demás dejan sus muros.
Laberintos de árboles, de mármol,
de personas que se mantienen
todas juntas
formando figuras extraordinarias bajo el cielo.
Me senté entre la gente y la sentía cerca de mí,
miré tantas piernas y caras enfrentando al sol
mientras llegaba una música
que pareció estar ahí desde otra vida.
Algunos bailaron tristemente,
yo sentí que estaba ahí por retener la sensación
de la gente reunida,
con el temor de que alguna vez
pase a ser sólo un recuerdo.
El único temor, por cierto:
que la figura extraordinaria deje de armarse
y que cada laberinto pase a ser la marca interior
de un tiempo pasado de lucha.
Fui a una manifestación
y la sentí dentro de mí,
cerca de mí.
Enfrente de mí había músicos y lemas,
personas viviendo en lo importante,
¿queda otra opción? Temí,
no poder sentir más esa calidez
inexplicable y sin reemplazo
de los cuerpos abrazados
de los desconocidos.
Fui a una manifestación
y la sentía dentro de mí,
me atravesaba ese laberinto de gente
como el reflejo del sentimiento
de mi alma
que aún no conozco,
como el brillo de la luna en el agua,
me atravesaba la gente.



ORACIÓN

Yo sé que te tengo dios,
quien quiera que seas,
detrás de mí,
como una estrella distante.
Yo sé que a veces, innecesariamente, seguís mis pasos,
cuidás mis huellas en la noche,
que camino y a mi espalda,
hay un pájaro gigante que lleva tu nombre
Como un cóndor  o el pájaro que esa mañana
Estaba parado en la baranda del balcón
Cuando desperté.
Que estás
ahí donde no estoy, pero muy cerca,
que dictás en silencio, otros silencios 
sos parte de los libros, las mañanas, las acciones,
que tu nombre debería ser destino,
que no sos yo, porque te parecés a mí
mucho más que yo misma,
que sos mi soledad, mi multitud,
la manera en que despierto y no siento ya más
la muerte.
Que siempre estuviste ahí,
como una luz dentro de otra luminosidad más grande,
que nunca hubo en mi vida realmente oscuridad,
porque sos la cabeza que encalla, sin más,
en cualquier atardecer inesperado.
La espalda de ella cortando fruta en la mañana
La forma en que el amor extinguido
Un día reaparece.
Que vas a estar en mí
para que mire y no olvide,
que lo inmenso es interminable.
Sé que estás y no estás,
igual a la nada y al aire,
que sos irracional como yo pretendo serlo,
que donde nadie me entiende, está tu desentidimiento.
Porque entre las personas habita un abismo,
tanto vos como yo lo sabemos,
yo porque lo aprendí de tu presencia invisible,
de tu modo gradual y sutil de ser mi sombra.
Lo que sea que fueras y sos:
naturaleza, planta, animal, destello,
luz infinita de las cosas inmateriales,
no hay ocasión en la que llegue a lo profundo y no te encuentre:
luna, extensión de la llanura en un viaje, campo estrellado, cielo,
parte envolvente de todo lo que ahí está.
Que durarás todo el tiempo en que habite este gran lugar,
el único conocido y por conocer,
en el que caminaré incansablemente
sin buscar nada de más,
sólo lo eterno.




EL CIELO DE NOCHE

Salgo a fumar un cigarrillo a la vereda de pasto al lado del Club Madreselva.
En el fondo sé que es el último cigarrillo que fumo antes de dejar de fumar otra vez.
Estoy en Lobos, tengo puesto un saco negro, largo vapor frío por la boca, está empezando a aparecer la niebla.
Miro para el costado, metiéndome un poco en las proximidades: una casa blanca con un reflector, un patio abierto a la calle.
En el fondo: una mesa con un lavatorio de material, lo que daría por entrar a ver,
subo en diagonal la vista: un pino de plaza con la luna creciente al lado,
vuelvo a mi lugar a mirar hacia el frente
el esqueleto de un camión,
un chico que conozco pasando con una campera marrón de gamuza,
el dorado de algunos bordes de la noche,
el color que deja en todas las cosas la niebla.
Como si no me alcanzara, vuelvo a mirar hacia el fondo de la casa de al lado,
ingreso lentamente unos pasos.
Un gato del tamaño de un perro o de un gato montés se queda quieto mirándome.
Siempre hay otro testigo, hasta del estremecimiento.
Vuelvo al pasto, tiro el humo de mi último cigarrillo hacia arriba y las veo:
todas las estrellas del cielo de Lobos, ancho y abierto, alto y accesible, terrenal y oceánico.
Me estremezco como lo hice hace poco por otras cosas que ahora no están,
pienso en el cielo de Jujuy inmediatamente y todas las sensaciones se acrecientan, ruego que no venga nadie a molestarme.
Se destaca como siempre la cruz del sur, cada vez que miro el cielo nocturno la veo.
¿Es un acto de libertad o estoy atada a la constelación que no puedo dejar de ver al inclinar la cabeza, al posicionar la vista?

como si el cielo también tuviera un horizonte.





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