miércoles, 8 de abril de 2015

HERIBERTO YÉPEZ [15.466] Poeta de México


HERIBERTO YÉPEZ   

Heriberto Yépez (1974) nació en Tijuana. Es escritor mexicano, discípulo del también filósofo Horst Matthai Quelle; desde el 2001 es catedrático de la Universidad Autónoma de Baja California, primero en la Facultad de Humanidades y actualmente en la Escuela de Artes, en el campus Tijuana.

Catedrático de la Universidad Autónoma de Baja California (UABC, Facultad de Artes), psicoterapeuta y estudioso de la filosofía,que cursó con el legendario Horst Matthai, un discípulo de Gaos –el único filósofo alemán formado en nuestro país–, H.Y. es uno de los más prolíficos jóvenes escritores de la actualidad. Entre los años 2000 a 2012 ha publicado más de una veintena de libros de distintos géneros. Se define a sí mismo como un escritor post-nacional.

Ha sido acreedor de más de una docena de distinciones. Entre las que se cuentan el Premio Nacional de Ensayo "Abigael Bojórquez" con Luna creciente. Contrapoéticas norteamericanas del siglo XX (2001); el Premio Nacional de Poesía Experimental “ Raúl Renán” con la obra El órgano de la risa (2007); el Premio Nacional de Ensayo “Carlos Echánove Trujillo” con El Imperio de la Neomemoria (2007) y el Premio Nacional Malcolm Lowry de Ensayo con su estudio (inédito) sobre Jerome Rothenberg en México (2009).

De modo habitual colabora en español y en inglés, además de dar lecturas en San Diego y Tijuana. Sustenta pláticas, talleres o conferencias en instituciones como la Universidad de Naropa, Universidad de California en Los Angeles (UCLA) y Berkeley, la Universidad de Arizona o Harvard University, entre otras. En el 2011 fue profesor visitante del programa de maestría en escritura de la Universidad de California en San Diego (UCSD).

Obras

El arte correo y el Gran Monstruo, de Ulises Carrión; editado por Juan J. Agius y traducido por Heriberto Yépez (y estudio del arte correo de Carrión); Volumen 2 del Archivo Carrión, J. J. Agius y H. Yépez (coords.), Tumbona, México, 2014.
The Empire of Neomemory, de Heriberto Yépez; Jen Hofer, Christian Nagler y Brian Whitener (traductores), Chain Links, Oakland, 2013.
L=A=N=G=U=A=G=E Contraataca! Poéticas 1975-2011, de Charles Bernstein; Heriberto Yépez (coord.), Aldus-Universidad Autónoma de Nuevo León, México, 2013.
El arte nuevo de hacer libros, de Ulises Carrión, editado por Juan J. Agius, Volumen 1 del Archivo Carrión, J. J. Agius y H. Yépez (coords.); introducción y traducción de H. Yépez, Tumbona, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, México, 2012.
El libro de lo post-poético, de Heriberto Yépez, Instituto de Cultura de Baja California, Mexicali, 2012.
25 Caprichos a partir de Goya, de Jerome Rothenberg (introducción y traducción de H. Yépez), Calamus, México, 2011.
Ojo del testimonio. Escritos selectos 1951-2010 de Jerome Rothenberg (selección, traducción y notas de H. Yépez), Aldus, México, 2011.
La otra raza cósmica de José Vasconcelos (traducción del inglés al español H. Yépez), Almadía, México, 2010.
La increíble hazaña de ser mexicano (ensayo), Planeta, México, 2010.
Contrapoemas (poesía), Aullido Libros, España, 2009.
Al otro lado (novela), Planeta, México, 2008.
Contra la Tele-Visión (pequeño libro de bolsillo, teoría), Tumbona Ediciones, México, 2008. Segunda edición 2010.
El órgano de la risa (poesía), Aldus, México, 2008.
El Imperio de la Neomemoria (teoría), Almadía, México, 2007.
Sobre la impura esencia de la crítica (crítica literaria), Conaculta/Cecut, Tijuana, 2007.
Wars. Threesomes. Drafts. & Mothers (híbrido narrativo), Factory School, Nueva York, 2007.
El diablo es parco. Los aforismos de William Blake, traducción, Verdehalago, México, 2006.
Tijuanologías (crónica), Umbral-UABC, Mexicali, 2006.
Made In Tijuana (crítica y crónica), ICBC, Mexicali, 2006.
Aquí es Tijuana / Here is Tijuana (edición doble); recopilación de fotografías, datos y citas sobre Tijuana, Black Dog Publishing, Londres, 2006, co-editado con Fiamma Montezemolo y René Peralta.
41 clósets (híbrido narrativo), Cecut, Tijuana 2006.
A.B.U.R.T.O. (novela), Sudamericana, México, 2005.
El matasellos (novela experimental), Sudamericana, México, 2004.
Traductor del libro bilingüe 25 Caprichos After Goya, with translation into Spanish, Jerome Rothenberg, Kadle, Barcelona, 2004.
Babellebab (Non-Poetry on the End of Translation) (poesía experimental en inglés), Duration Press, 2003.
A la caza del lenguaje en tiempos light (ensayo), Tierra Adentro, México, 2002.
Cuentos para oír y huir al otro lado (relatos), UABC-Plaza y Valdés, México, 2002.
Luna creciente. Contrapoéticas norteamericanas del siglo XX (crítica literaria), Cecut-Conaculta, Tijuana, 2002.
Co-traductor de Un cruel nirvana / A cruel nirvana, antología bilingüe de la poesía de Jerome Rothenberg, El Tucán de Virginia, México, 2002.
Escritos heteróclitos (crítica literaria), Instituto de Cultura de Baja California, Mexicali, 2002.
Ensayos para un desconcierto y alguna crítica-ficción (crítica literaria), Instituto de Cultura de Baja California, Mexicali, 2001.
Por una poética antes del paleolítico y después de la propaganda (poemas, traducciones y poética aforística), Anortecer, Tijuana, 2000.





La esencia del poetizar es continuar el habla, el canto
y el cuento a expensas de la verdad.                          

Heriberto Yépez (H.Y.)



MANÍACOS Y LOCOS

maníacos y locos,
rencos ubicuos con las greñas tiesas y la ropa
puerca y desgarrada
deambulan por las calles atoradas
hurgan entre los montones de basura colectiva, los desperdicios
afuera de las escuelas, comen la escamocha de los restaurantes
meten la mano y el hocico en las capitaneadas cajitas de comida china y revuelta,
recogen la lechuga rancia tirada alrededor de las taquerías
permanecen cerca de los puestos de comida callejera
porque esa es su única esperanza de comida tibia,
pero huyen de los taqueros porque sus delantales blancos embarrados
de sangre y pellejos les recuerdan los horrores de las enfermerías,
los maníacos pepenan las verduras pachichis afuera de la central de abastos,
comen gatos y palomas que asesinan y calientan
en los callejones y luego alacenan en los sobacos,
beben aguas negras en los parques públicos
y en los charcos que se anidan en los baches del asfalto,
rejuntan frascos, buscando latas entre las alcantarillas calamitosas
pordioserando botellas y alambres,
en sus rostros se extreman los rasgos del mundo externo
y la catacumba interior,
monjes locos
limosneros poseídos
ciegos embrutecidos, lisiados cínicos,
salen al paso
en la avenida
piden monedas aventando su mal aliento en la cara
de los cuerdos,
deformados por los días tronando 
un vaso de plástico en la acera cicatrizada
por los pasos, 
acosan escaparates y taxistas,
se mean en postes fálicos
e hidrantes estupefactos,
cruzan la calle desnudos enseñando la quemadura extensa,
tocan a secretarias semana inglesa y horas extras,
molestan a estudiantes a punto de titularse
de muerte por hambre, hacen caras
a ejecutivos esperando la luz verde del semáforo sobornado
por el reglamento municipal,
son incurables
los maníacos 
jalan la camisa de los transeúntes, raspan
la ventanilla de los conductores,
se dejan crecer la barba hasta que una infección los deja
molachos y sin cejas,
empujan carritos de mercado
pandeados y ruidosos,
hacen muecas y oraciones
engendros de la ingeniería social
sordomudos heroinómanos
exigen su limosna
los más depravados se esconden
en algún sitio, una parada de camión,
un tiradero, una banca, los techos bajos
para aguardar benefactor o víctima,
los recoge la policía y la gerencia del hospital psiquiátrico local
no quiere saber nada de ellos, los dementes 
son inmigrantes que enloquecieron
por el calor del pavimento,
drogadictos que se quedaron arriba,
extranjeros enajenados, 
desempleados que a los pocos meses
de perder su escritorio, también perdieron la cabeza,
hombres y mujeres expatriados de su familia
apestados sociales
vociferan denuncias y estupideces
mientras se sostienen el transfigurado trapo 
que usan de pantalones,
locos urbanos por todas las calles
gritando, arrastrándose, 
llagados, apestosos,
pervertidos sexuales, vendedores de mercancías
robadas, carteristas, asalta indígenas y turistas,
sacos de golpear, criaderos de gangrena,
robachicos, violadores, desaparecidos
tostados por el sol, arruinados por el ruido de los
automóviles, muertos de escalofrío nocturno,
más asustados que cualquier otro ciudadano
de los tiroteos en la vía pública,
los locos caminan sin parar
se tropiezan con el gentío, los atropella el tráfico
maníacos y locos de una ciudad
que sólo les escupe baños de agua fría, golpizas
y monedas borradas por la codicia digital de los dedos contables,
para que se retiren de la vista 
y no asusten
cuando la noche se desploma y los edificios abandonados
se vuelven espantosos, las farmacias apagan sus luces
exteriores, las zapaterías mandan a casa a sus
empleadas, y sólo queda el ruido de otros locos,
unos pocos comercios donde al tocar la cortina de hierro no exclama la alarma,
los maníacos callejeros comienzan a golpearse la cabeza,
se esconden unos de otros,
se meten a dormir en cajas de cartón desechadas por los consumidores 
y las pizzerías,
tambos o cobijas arañadas,
repasan en la mente el mundo de los empleados y los cuerdos
(los hombres que pagan renta o lavan su auto),
y caen en la segunda parte de un viaje moribundo
pues 
cuando la ciudad amenaza con hacerse noche
sus locos mueren
en cierto porcentaje

 "contrapoemas" 





JUAN MARTÍNEZ, JUAN NADIE, JUAN TODOS

a Juan Vicente Anaya

Vate y bato
en una cueva escarpada
en playas de Tijuana
bañandose a las cinco de la mañana
en la heladez apriorística del agua
el mar
una semilla desparramada
la amada parra y su semilla
vino que destruye la ilusión
de la ciudad y el intelecto
la vida cotidiana
es un chicle muy mascado
comer una torta rancia
con la barba crecida hasta
las raíces de los árboles
escuchar a los dioses
mientras la caderona mesera
de la fonda chamagosa
sintoniza la radio averiada
decir una verdad directa
en la cara del que miente
eso es Juan Martínez
un poeta renombrado de acuerdo
al principio del anonimato
poeta de las calles y los escondites
de los decires y del toreo de los autos
una semilla
que desperdiga
el mundo de Arriba
el mundo de Abajo
una semilla
Juan Martínez
un nombre y apellido
tan comunes
como Juan Nadie
Juan Todos
podría llamarse Milarepa
Rumi o Lao Tse
escribir sin hacer leyendas en las
revistas
prefiere las almas
a las notas de pie de página
sabio que si explica qué es
la literatura mexicana
el Macrocosmos está Arriba
el Microcosmos está Abajo
nosotros estamos en el Centro
Juan Martínez
apelativo tan vulgar
que parecería el pseudónimo
de alguien que quiere escamotear
su identidad
llamarse
Juan como Todos
Martínez como el resto
algo así
como nada nada así nomás
Juan Martínez
pleonasmo
de la mismidad amable
Juan
es el Cosmos
la
vando coches
en el centro de Tijuana
un la
vacoches
que es uno de los diez mil poetas
que tiene el universo
en sus diez mil sucursales
adjuntas
la
vando coches
como los niños callejeros
canillitas arruinados, chemos
recibiendo insultos y monedas
ab
yectas contra el parabrisas,
chicleros, limpiavidrios, adictos
Juan Martínez
me inclinaría a pensar
que no existe
y su historia
es un heterónimo
de quienes editaron
sus poemas
una talega de palabras
que revientan
en el viento retacado
de anuncios
quienes lo conocen
desperdigan sus anécdotas
iluminaciones súbitas
en las calles céntricas
colonias periféricas
de la ciudad de los parabrisas
que rechinan
en cuanto ven a un la
vacoches
inician las redadas, abren
las esposas y la cárcel
limpian los vidrios de los carros
enfilados por el semáforo
limpiándolos con un trapo
un bote de agua
un cepillo de mango plástico
limpiando la mente
de la ciudad cuando se detiene
el poeta trepado
30 segundos para dejar impecable
el vidrio
30 segundos
lo que dura un poema
lo que dura en limpiar
Juan Martínez el parabrisas
la mente
el lenguaje
el vidrio límpido
lo que dura un milenio
sale sobrando
sólo 30 segundos
para limpiar el parabrisas
para decir
el Macrocosmos está Arriba
el Microcosmos está Abajo
Juan Martínez
en
el
Centro
de
Tijuana
lavando
autos




EN LA CALLE COAHUILA

en las rancias cantinas y fachadas de mala cara
antros sarros de la calle Coahuila
coyotes y polleros norteados
afónicos pordioseros
encueratrices peludas de los sobacos
canallas freak, padrotes panzones
transas de ojos torcidos, dealers enjoyados
y transvestis de grandes tetas puntiagudas
esperan al cliente y al conecte
gordas quinceañeras
aprietan el paisaje
— putas cuyo lápiz labial
es la neblina
gringos llevados por bilingües taxistas
pierden su American Express
en un masaje a los huevos
que cuesta 20 pesos
en la calle Coahuila
talleres, changarros, carcachas
y cadáveres son recogidos por las grúas
magros inmigrantes siguen
la fiable dirección del viento
que se les mete por los huesos
— a tres cuadras
está la malla metálica que los separa
de Estados Unidos
miles de faldas fosforescentes
despedazadas en la violación tumultuaria
de una sola mixteca que lleva una carpa
de ropa puesta
tiendas de segunda y aparadores de fayuca
casetas de larga distancia en las que se tienen
que hacer llamadas tan cortas
como la esperanza
agujas de tatuaje descalabradas
en antebrazos de yeso
policías, estéreos y cervezas calientes
pueden comprarse
en billares falsos donde se consigue
cristal virginal y la dirección vital
de la tumba de Juan Soldado
milagros donde obtienes menesterosa invisibilidad
para cruzar el bordo
sin que la migra vea,
sin que la migra vea,
moteles de escaleras esperpénticas
donde prostitutas asoleadas
te introducen a la muerte
sin quitarse el brasier
mercancías gato por liebre
en la calle Coahuila
la banqueta está llena de veladoras
y orines,
casas de cambio clandestinas, taquerías terregosas
y puestos de revistas tienen un mismo
estatus
la nulidad absorta
como si nada
como si nada
en la calle Coahuila
los baños públicos son casi tan temibles
como la mente
las instancias más humanas
son las carrocerías
el rumor de un mingitorio alado y justiciero
puede desatar la huida repentina
de todos los inspectores municipales
marquesinas molachas y luz de neón
en plena bancarrota
en la calle Coahuila
las niñas, las niñas
en la calle Coahuila
la civilización se apaga a las
10 de la mañana
se reanuda el destrampe,
las locas, la brujería
en la calle Coahuila
así es la vida, la vida
en la calle Coahuila
la vida, la vida

Tomado de http://www.palabrasmalditas.net/portada/
index.php?option=com_content&task=view&id=242&Itemid=4







El libro de lo post-poético
Heriberto Yépez
ICBC/ CONACULTA
México, 2012
pp. 104



por Patricia Oliver

¿Por qué será que nos cuesta tanto alejarnos de las etiquetas? Una larga lista de palabras que encajonan a personas, corrientes, vanguardias; una larga lista de nombres tan odiados como necesarios para que el hombre reflexione sobre su experiencia, incluyendo, claro está, la experiencia poética.

Heriberto Yépez (Tijuana, 1974), controvertido ganador del Premio Estatal de Literatura 2010 (convocado por el Instituto de Cultura de Baja  California) en la categoría de poesía con El libro de lo Post-poético, es autor de más de veinte libros de distintos géneros, entre los que se encuentran la novela, el cuento, la poesía y el ensayo. Yépez estudió filosofía y psicoterapia. También es traductor y durante más de un lustro ha sido profesor de la Universidad Autónoma de Baja California (Facultad de Artes). Se define a sí mismo como un escritor post-nacional.

El libro de lo post-poético consta de 35 poemas no muy extensos en verso libre con estrofas generalmente cortas –abundan las de uno y dos versos–, con una sintaxis que privilegia las frases simples y un discurso tajante que permite un acceso rápido y sin escalas a la propuesta post-poética del autor. Es notable cómo en varias partes del libro los verbos se esconden tras las anchas espaldas de sustantivos y adjetivos, los cuales soportan la mayor parte de la carga y fuerza en estos puntos. La sintaxis simple y fluida contrasta con este intermitente ejército de sustantivos y adjetivos, creando así una marcada densidad que en algunos casos cuelga del verso como lastre.



(((Pero este libro
pertenece
Al sufrimiento
del canto ido,
al gorgoritmo del canto roto.
El canto inmediato destruido, melifluo.
Este es el libro de lo post-poético))).



Personalmente, disfruté –y agradecí– mucho la presencia apabullante de  procesos de formación de palabras. Se adivina un proceso dulce de gestación y alumbramiento que, sin embargo, se vuelve un tanto excesivo, monótono y artificial –perdiendo así su efecto inicial– conforme avanza la lectura.

Encontramos un yo poético verbalmente fuerte –armado hasta los dientes (¿de quién se estará defendiendo?) con neologismos, cultismos, palabras de uso poco frecuente que conviven con palabras de uso común, así como con un sinfín de rimas asonantes– que lanza afirmaciones contundentes y tajantes sobre él mismo y su posicionamiento en el mundo.



Ante todo / Se puede post-poético?
Por supuesto: y post-poético es la causa y es el efecto:
                        abandono del estado poético.
            Ese estado que se ha vuelto inexistente.
            Inverosímil.



Y en este “estado poético inexistente” donde “toda página es cadáver de cantante”, los versos rebosan, a la par, incertidumbre y contradicciones continuas: una duda consciente y confesada acompaña a la primera persona. Los primeros versos nos advierten:



            A pesar de las evidencias
            —desplazarme
                                         la mayor parte del tiempo
            en zigzag bípedo—
                                        dubito muy temprano
                                        que sea exacto
                                        que siga respirando.



Y por si algún lector imprudente no huyó tras la advertencia, los últimos versos nos clavan el colmillo en la yugular:



Pero quien lo escribe no sabe si en algún momento                                                                                                                             cayó dormido
                                                                       o
                                                                       todo
                                                                       lo
                                                                       escribió
                                                                       despierto.



Estamos frente a un yo poético condenado por la línea fronteriza, por los límites: ni puede cruzar al otro lado de la línea, ni puede olvidarse de ella. Continúa, pues, y se refuerza esa indecisión que parece la base de la propuesta post-poética. Un yo que, tras varios poemas, deja de lado esa línea y lo que hay a ambos lados de ella para centrarse obsesiva y compulsivamente en la imposibilidad de la decisión: se mantiene inmóvil –y convencido– en la incertidumbre.



            Estoy atorado
            entre este y el otro lado.
            Y cuando mi salto está listo:
                                                                       la raya se desplaza.
            […] Soy un hombre de frontera. Mi obsesión es el umbral.
            ¿A este zigzag se reduce
            poetizar?
            ¿Es una conclusión?
            Sí y no.
            ¿Es una melancolía?
            Puede que sí, puede que no.
Un misterio que jamás será resuelto.
            Cada vida, un enigma.
            —Los enigmas resueltos
            no deben comunicarse a otros—



El uso aparentemente “lúdico” de los signos de puntuación (abundan los paréntesis, incluso en grupos de cuatro; diagonales múltiples, incluso como único elemento del verso; dos puntos juguetones que desafían su lugar en el mundo; un punto final travieso que quiere ser principio; y signos de interrogación que se cierran sin haberse abierto) no transporta tanto hacia un concepto de post-poética como al poemario Híkuri, de José Vicente Anaya, publicado en 1978. Este peculiar uso, junto con la gran cantidad de rimas asonantes, pone de manifiesto la característica de artificio del texto, alejándolo de toda posible naturalidad.

Me quedé atorada en la propuesta post-poética. Me sitúo en la línea-frontera desde la que el yo poético mira el mundo y duda, y veo, más que un río que fluye hacia un destino –aunque incierto– un remanso de aguas estancadas que el explorador-poeta observa desde una gran distancia. Y sin saber hacia qué lado de esa línea-frontera dirigirme, me pregunto: ¿qué nos queda?, ¿a qué puede aspirar la poesía si ni ella misma ni el poeta pueden mirar el mundo –mirarnos, al fin y al cabo– de frente?


[…] Y como si existir no fuese suficiente afrenta
hoy amanecí con los lentes rayados.

No me pida nadie que lo mire de frente.
Yo prefiero mi vidabizca.







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