miércoles, 7 de mayo de 2014

ÉRIQ SÁÑEZ [11.634]



ÉRIQ SÁÑEZ

Ériq Sáñez es poeta y narrador. Es egresado de la Escuela de escritores de la SOGEM y estudió la carrera de Letras hispánicas en la UNAM. Primer lugar del premio nacional Punto de Partida 2010. Ha colaborado en revistas como Luvina, Este País y Tierra Adentro, así como en publicaciones electrónicas diversas.




Me queda un hueco en la alegría
Me queda un diablo niño
cuando me hago silla en las fiestas
y me queda la comida agusanada
antes de mudarme al orfanato.
Me queda un vidrio enterrado
en el jardín siempreverde del futuro.
Me queda una lanza con sangre
Con la que afronto los días quietos
y un terror sin nombre cuando escribo.







Zombi empoetado
Asumido en mi materia
sin más alta alternativa
aferrado a lo mutable
como un zombi asesino
Me olvido de mi
ritmo
pues si en mis pasos
tropiezo
es que el recuerdo me infecta
Caigo
un barullo y un gruñido
de adolescente me invaden
Me tumbo:
cambia mi visión
y las estrellas vuelan rancias
como moscas de la fruta
Callo
Un minuto de silencio
para los poetas sin hijos
Y son vicios
el de la carne
el de los sesos
el de vagar
y hacerse grupos
mientras ustedes se duermen
Callo
Un hijo de silencio
para los minutos sin poetas
Morir por siempre arrastrando
todo lo hiena de mi clase
haciendo extenso el virus de su rabia
“Sesuda” búsqueda
de acorralarlos con gemidos
Al fin llego a tu casa
LLEGAMOS
Callo
Un
momento
de
sigilo
para
los
zombis
que
acechan






Recuerdo, padre, todos mis niños al tiempo
los barrotes de agua derritiéndose en mis piernas
como la puerta que nunca querías poner en el baño
Recuerdo las rejas escondidas bajo mi noche
el miedo a la luz
a estar despierto
Recuerdo la jaula que era bañarse
ese calor fantasma
y el día en que aprendí que no había puertas en tu casa
porque siempre guardabas una llave entre las uñas 








No lo olvides

No olvides
Que estamos en el momento de lo inerme
Compartimos
Charlamos
Somos uvas con propósito
Pero mientras somos los que ganan
Somos ruido
Racimos lentos de morir

Todo lo que hay en el mundo
Desde antes que alguien lo nombrara
Pareciera indiferente
Y muere sin chistar cuando nosotros lo ordenamos

Las grietas de los techos
Y la planificada familia de los árboles
No articulan una defensiva
Y sin embargo crecerán más que nosotros

Contra todo su silencio
Creemos que aún hay algo que decirles
Que podemos dirigirlas
Cuando una roca sería capaz de destrozarnos
Y todos los seres del mundo saben usarnos de maceta

Los cráneos que apilamos
Son el trofeo de un mundo ajeno y sin palabras

Pero si fuésemos humildes
Para asomarnos y callar
Todas las cosas nos dirían sus propios nombres.



*

Amor de leche tibia
Amor de barba cana
De los deprimidos senos
Del abrazo rompe muros
Amor promesa rota
Y todo reconciliación
Amor que en los días negros
Siga siendo rebanada
De tesoros enterrados
Y nunca más de cambio suelto
Amor que no se llame Amor
Que se demuestre una vez 
(Esa que cuenta)
Sobre esta zanja de vivir
Y luego sea semilla inescrutable
Amor que estando muertos
Brote su tallo en el asfalto.



*

Mi gato, el pobre
Que quiere ser adulto  aunque no puede
Que tiene como un cálculo mal hecho
Las ganas de montar a garras llenas

(Felino retorciendo su temor
Para alcanzar la luna)

Y se le arrancan los pelos
De aguantarse un bulbo de ansias
En busca de hembras imposibles

Ya no tiene remedio la carne
Que se le escapa en brama y pasmo por las noches

Los hijos ahogados del deseo
Se le revuelcan en el pecho y lo marchitan
Se pudren de humedad y se hacen costras
Como las lluvias de verano.







Primer día

Me dijiste: cinco minutos
Colgando del filo de tu cama
Entonces tuve que vestirte
Como si fueras una muñeca floja

Comimos 
Rebosantes
Y pensé en todas las frutas
Y en todas las cajas de cereal
De mi pasado sin ti
Esas ramas de cartón lloviendo sobre un mar de calcio beige
Para seguir estando en forma

Te vi asombrada por los colores del cereal
Como por un suceso extraordinario 
Como uno se asombra
Del arcoíris escondido
Entre los cables de luz
Tras arruinarse el traje limpio en la tormenta
O en un charco de aceite bajo los amargos autos

Hoy nuestro encuentro no iba a ser en la cocina

Hoy te vestí
Y te veías tan alegre
Como cuando llegabas
En calcetas sigilosas
Brincando tras de mí

Luego un regaño
Y la carrera de cachorra hacia tu cuarto

Ibas mirando la azul polifonía de la mañana
Desde la ventana del coche
Mientras sentía una de esas frutas 
Queriendo trepar por mi garganta
O era sólo un quiebre de mi voz 

Llegamos a la escuela
Y estaban tan azules todos
Que tu listón del pelo resplandeció cuarenta infancias
En una marea de niños y sus madres

Estabas tan alegre de que te ibas

Te juro que deseé verte llorar
Te juro que deseé verte llorar y regañarte
Por tener miedo a los cambios
Pero no lo hiciste
Y no te lo perdono.







LA FRUSTRACIÓN está sentada
escribiendo un poema.

No le salen las palabras.
Se levanta
y busca una oración debajo de los muebles:
la frustración se me acerca,
me pide una frase
luego escucha la radio y yo la sigo de cerca.

La frustración escucha.
Vuelve a sentarse,
escribe una pregunta
y sale de su casa en busca de respuestas.







A VECES uno está
lleno de días
y ya no hay manera de acomodarlos
entre tanto cascajo.

Le hablamos 
a las piedritas que gatean
para sonreir 
como guijarros.

Estas piedrillas 
           del tiempo
estos días 
          desperdigados
tienen en común unas manos
que los toman a puños
y los avientan
hacia la tarde
esperando el diluvio.







NO SE pasean los árboles.
Ésa es su injusta hermosura
arraigada a la familia de las piedras.
Los árboles,
así como los mártires,
se mantienen firmes
a su cántico también de piedras,
incluso si su hogar es un cadalso 
y el jardinero su verdugo.







LAS FLORES no conocen el miedo
miran al incendio de frente
sin asustarse por su calurosa redondez.
Las flores son temerarias
y brotan con libertad
donde les da la gana.
Nadie odiaría que una rosa,
digamos,
creciera en medio del comedor
o a mitad de un sueño.
En cambio su prima,
la hierba,
nunca ha podido dar la cara;
vive ermitaña entre las rocas
y siempre tendrá que cederle
—a una flor—
su lugar en el autobús.






SI PUDIÉRAMOS 
tú y yo
imitar la postura de la noche,
sus lámparas apagadas
en abrazo perpetuo.
La noche
y su muralla para forasteros
donde aísla el tiempo su profundidad y su tamaño.
Seríamos ese caballo que es la noche
dentro y fuera de sí.
Pero la daga de la mañana atraviesa 
la daga del despertar.
Tú y yo 
seguimos en la noche. 



1 comentario:

  1. Qué poesía! No puedo hacer nada más que volver a disfrutarla. Gracias ;)

    ResponderEliminar