jueves, 18 de junio de 2015

PATRICIO FOGLIA [16.297] Poetas de Argentina

Ph Natalia Leiderman

Patricio Foglia 

Nació en 1985 en Buenos Aires, Argentina. Publicó Temperley (2011, En el aura del sauce, reeditado por Editorial Subpoesía), Lugano 1 y 2 (2014, Viajero Insomne Editora), La Escafandra (2015, Mágicas naranjas) y Tokio (Caleta Olivia, 2016).

Compiló y prologó, junto con Marcelo Díaz, la antología de poesía y ciencia ficción argentina Los Fuegos de Orc, e-book de descarga gratuita. Coordina, junto con Tom Maver, la página www.malonmalon.com.ar.




Tokio (Caleta Olivia, 2016)


Takashi

Después de varias jornadas de trabajo
las manos de los pescadores
terminan hinchadas, ásperas
como sogas de amarre.
- Antes tenía manos, cuando era un chico.
Ahora tengo patas de dragón, y mi esposa prefiere
que no trate de acariciarla, dice Takashi, y se ríe.
Un pescador no pasa mucho tiempo en casa,
debe dedicar dos de cada tres días a su oficio.
Cuando por fin desembarca en el puerto
toma un ómnibus en la Terminal, y si tiene suerte
consigue un asiento y se duerme
en su cabeza se confunden
el andar del micro con el mar
la sirena de una ambulancia
con el quejido del pulpo
los motores de los autos con las poleas
enormes, arrastrando el cuerpo inerte del animal
hasta la cubierta del buque, bajo la lluvia.



Llueve en el puerto de Tokio

Tres hombres
dejan su charla
tiran sus cigarrillos y caminan
por la plataforma
hasta la Oficina Central
para que sus trajes no se arruinen por la lluvia.
Llueve en el puerto y allá,
abajo del toldo de un galpón
las putas se van juntando
como un racimo de uvas que apenas se sostiene
de su parra en la noche de tormenta.
Llueve, cada vez más fuerte, llueve
y cada trueno interrumpe la lluvia
y bajo la lluvia se acerca el buque pesquero
hasta la dársena central, con los trabajadores
todos en sus puestos, listos
para descargar la faena:
cargan y descargan
cargan y descargan
como si ninguna otra cosa existiese en la tierra.


Mitsuki                                                                                          

A Osvaldo Bossi

Mitsuki está sola
en la dulce compañía
de ingenuas y luminosas canciones
que suenan desde la radio
mientras ella despliega una camisa, celeste
sobre la mesa de madera:
Mitsuki le prende, con prolijidad,
cada uno de sus botones
y después, la dobla al medio: Como si fuese
una tela imperial, la deja con cuidado
sobre la pila de camisas celestes
que fueron formando una columna
una pequeña torre de polyester.
Es domingo por la mañana
hay olor a perfume para la ropa y a té
Takashi duerme en el cuarto contiguo.


Antes de que termine la noche

el buque pesquero junta sus redes
para zarpar
de regreso al puerto.
Ahora las máquinas hacen su trabajo.
Agotado, Takashi
camina hasta la baranda
y prende un cigarrillo.
Más allá, en el cielo
las nubes empiezan a agruparse
formando un algodón flotante,
violeta y eléctrico.
- Qué hermoso cuando cae
un rayo sobre el mar: ojalá pueda verlo,
piensa Takashi,
y después no piensa nada más
da una última pitada
y tira su cigarrillo:
un punto rojo cae, y desaparece
en las aguas negras del océano.




(de La escafandra, Mágicas Naranjas, 2015)


LA ESCAFANDRA

Desde el muelle, parecía tener unos
quinientos años.

Primero vi algo informe
acercándose
desde lo alto de un médano
y después descubrí
un antiguo traje submarino
que avanzaba con dirección a las aguas, al calor
del atardecer en la playa.

::::

Al llegar a la orilla
se detuvo y con parsimonia se colocó
una escafandra y continuó su camino
hasta fundirse
con el mar que lo esperaba, y que ya era
una fuente de bronce.

:::

Todas las tardes
llegaba el traje submarino
y sin detenerse avanzaba
directo hacia el mar
con el paso seguro de un héroe griego
que conoce y acepta
lo que han entrevisto los oráculos.

:::

Cada tarde observo
su peregrinar y siento en su marcha
cómo el sol acaricia
cada grano de arena, cada roca del muelle
con la atención de un padre contrariado
que ha permanecido tal vez
demasiado tiempo fuera de casa
y la luz ilumina hasta el polvo
que flota y se esparce
y el traje también recibe la caricia, la demorada
bendición de la tarde.

:::

A veces imagino
que en sus periplos subacuáticos
camina y camina
hasta traspasar una frontera nebulosa
hasta alcanzar el éxtasis
allá abajo, con toda la oscuridad circundante y los ojos cerrados
con ese cielo líquido
gestando el oleaje que baila sobre su cabeza.

:::

En su mirada -fija en el horizonte-
reluce la vitalidad de un nadador olímpico
a punto de ejecutar
su esbelto splash: su movimiento dorado.

:::

¿Será el espectro de santa Teresa
que muere porque no muere
gozando de dolor? ¿Será un recuerdo cualquiera
el recuerdo por ejemplo de mi abuela, que lloraba y se reía
al mismo tiempo
contando siempre la misma historia?
¿Será algún ángel marítimo?
En su procesión diaria, camina
directo hacia el mar
con la dicha de un devoto
que ofrenda su cuerpo a la piedad
de un dios profano y acuoso.

:::

Hay gente que posa el oído
en un caracol para sentir
el rumor del mar. Yo miro cada tarde
el avance del traje por la arena
y siento en mi pecho la música
de un solitario atardecer en la playa 

:::

Podría haber sido una madreperla
o algún vitraux representando
un arrecife de coral.
Podría haber sido cualquier cosa
Hubiese preferido cualquier cosa
antes que tener que encontrarme
justo al caer la noche
con la escafandra abandonada
tan llena de preguntas, como toda calavera.

:::

Pasada la sorpresa,
con la escafandra en mis manos
me tienta jugar con la máscara de un fantasma
en medio de esta arena vacía.
Me la pruebo:
mis ojos se vuelven alcalinos.

::::

Es medianoche y soy un autómata
mis pasos me pertenecen y no me pertenecen
y ya empiezo a sentir
la espuma en mis pies
cubriendo cada poro
de mi piel de hojalata.
Alrededor cada átomo es una burbuja:
imantado, me dejo llevar
avanzo hacia el horizonte.


***

Existe un mundo

donde todavía están conmigo
mis muelas de juicio
la llave del viejo departamento
las fotos de mi infancia
todas las cosas que perdí, refulgentes
como el oro, que brilla en la noche.
Ay, si viviera en aquel mundo
ya no sería importante para mí
escribir poesía.


Una parte de mis días

la dedico a lavar los platos
un poco de detergente sobre la esponja 
un poco de agua
después la espuma para recorrer 
las ollas los vasos
yo encuentro 
en la mecánica de la limpieza
mi nieve incesante 
mi reposo
mi mente en blanco
mamá
nunca fuiste la típica
madre ama de casa
pero me acuerdo de cómo lavabas
de tus guantes 
impecables tus uñas pintadas
a lo mejor este sea un homenaje
una extraña despedida cotidiana
la forma en que me convierto
poco a poco
yo mismo en mi propia madre


¿A quién le importa dormir?

¿quién dijo que dormir era saludable? 
duermen en su urna
las cenizas de mamá 
después de haber atravesado
la vida 
de principio a fin
como un fuego ardiente
duermen y esperan alcanzar
el aire de la Costanera
el Río de la Plata
las manos delicadas que por última vez
sostendrán su cuerpo
pero yo todavía no puedo
hacerme cargo de esta despedida
como una avenida enorme por cruzar 
sin poder tomarme de su mano
y claro que no duermo
pero a veces cierro los ojos 
y me dejo crepitar 
y soy feliz 
mirando en mi piel 
cómo cambian los colores del fuego 



El recuerdo de cuando te teñías

hermosa, frente al espejo
es una forma del tiempo.

Tu letra
tu delicada caligrafía inimitable
y las hojas amarillas de tus cartas
son una forma del tiempo.

El cáncer, que llegó
inesperado y furioso como un incendio  
y después las cenizas
todo eso fue es será 
siempre una forma del tiempo.

Nunca te dije pero me robé
-y todavía conservo- 
una llave mariposa de tu cajón
que ahora me acompaña
como un talismán 
y es una forma del tiempo. 

¿Este poema, mamá? ¿un poema es nada?
¿nada comparado con una llave con una mariposa?
¿con tu letra o el cáncer o la furia de los incendios?
Ojalá este poema sea también 
una forma del tiempo.




"LUGANO 1 Y 2" 


Es medianoche y soy un autómata
mis pasos me pertenecen y no me pertenecen,
ya empiezo a sentir
la espuma en mis pies
cubriendo cada poro
de mi piel de hojalata.
Alrededor, cada átomo es una burbuja:
imantado, me dejo llevar
avanzo hacia el horizonte

(de la serie "La escafandra") 



Mis padres me usaban de burro de carga

hablando mal, el uno del otro.
Me tocaba transportar material radioactivo
y el líquido espeso de las conversaciones
se filtraba en su goteo
pero a mí no me importaba convertirme
en un burro fluorescente
brillando en medio de la noche.

(de la serie "Lugano 1 y 2") 


José

Al principio, no hubo para mí ninguna buena nueva.
Yo estaba en el taller, preocupado por mi trabajo.
Cuando llegó, supe que algo había cambiado.
Dudé. Sentí miedo. Pensé en los vecinos:
Ahí va  José, el carpintero,
su esposa espera un hijo que no es de nadie.
Sigo sin entender qué paso
pero tampoco me importa: Mi Señor es justo y misterioso.
Soy un hombre sencillo, prefiero no hacer demasiadas preguntas. 
Confío en mi corazón, y también en mi esposa.
Y si tengo dudas,
sigo trabajando, golpeo fuerte, sin decir nada,
atento a mi trabajo con la madera.



Temperley


comenzando ignición en tres
dos
uno
la nave avanza,
puede sentirse el furor
del despegue, el fuego
concentrado en instantes
que apuntan a la luna
y a mí
me quema pensar
cuántas cosas van quedando
atrás, abajo
después de la tierra arrasada

*

mis amigos me decían que ni lo intente
ni lo intentés
retumba ahora en el vacío
porque somos de temperley, y nadie
es astronauta en temperley
porque la gente se dedica a otras cosas
me decían: si te gusta viajar,
podes ser
camionero,
y yo escuchaba esa clase de crueldades
que sólo circulan entre amigos
muy amigos
pero yo tenía claro que no podía seguir viviendo
en temperley
en la casa de mis viejos
en el barrio de mis amigos

*

por dentro
la nave parece una heladería
del barrio de belgrano
con esos tonos en plata
y tanto por tocar y además
mi traje es blanco, como de heladero
un heladero venido del futuro
con su heladería viajando por el frío del cosmos
desbarrancándose
directo hacia la ruina
una heladería abierta en invierno
en un barrio pobre, fundiéndose
y en su marquesina dibujada
la espiral de una resistencia



AYER, HOY, MAÑANA por Patricio Foglia


Ayer

La casa en Lugano, enorme y hermosa, con mamá, papá, mi abuela y yo en el jardín, con un pino altísimo, el cedro azul y dos jazmines paraguayos: ese inconfundible olor a pasto y a flores y también el recuerdo de mi abuelo, que no conocí, junto con viejos perros de la casa (el legendario Abdul) y hasta dos teros que también estaban ahí, presentes como hologramas o fantasmas inofensivos. Después, vino la separación de mis padres y los bloques de cemento de los edificios, diez cuadras abajo: Lugano 1 y 2 y el verde como un anhelo, esperando en el campito de enfrente. Pero lo cierto es que no puedo definir exactamente mi ayer, solamente puedo recrearlo, exagerar o inventar, armarme un teatrito como aquella vez cuando fuimos a la Plaza con mamá, y yo miraba fascinado los títeres (y ella me miraba a mí) y hoy todo eso es parte de mi memoria.


Hoy

Soy muy ansioso: fumo y dejo de fumar, engordo y hago dieta; me cuesta encontrar mi punto de equilibrio. Una vez, intenté hacer yoga. Fui nada más que un par de clases, y la última vez agarré de la mesa un folleto: le preguntaban a Indra Devi qué era el tiempo. Para responder, ella se quitaba una cadenita de plata que llevaba en su cuello y la ponía a girar, sobre su dedo índice. Decía: El tiempo se parece a esta cadena que gira, y el pasado y el futuro van y vienen, y el presente es este contacto, efímero e increíble, entre la plata y mi cuerpo. No seguí con yoga y todavía no encontré mi punto de equilibrio, pero estoy seguro de que se parece a ese contacto entre la plata y el cuerpo.


Mañana

Quisiera ser optimista como el Flaco Spinetta (el mantra de mañana es mejor), pero estoy más cerca del tango: toda mi vida es el ayer, que me detiene en el pasado. Aunque me parece que es al revés, porque al final del día, el futuro es el lugar de la pérdida absoluta y toda su potencialidad radica en poder modificar el pasado que nunca se detiene, para convertir todo lo que se pierde en mito. La poesía es como el ángel de Klee o como un cangrejo, un simple cangrejo que avanza mirando hacia atrás, hasta que por fin se pierde entre la espuma de la marea.




Smells like teen spirit

Como un lodazal barre a su paso
con un pueblo entero, así
bajaban los gritos de mis padres
por las escaleras
como agua y tierra y la furia
de la gravedad o parlantes desconados
mientras suena Nevermind y Cobain
ya está cantando hello, hello,
hello, how low?
hello, hello,
hello, how low? y aunque todavía faltan
diez años
yo ya estoy agitando la cabeza
ya tengo 18
ya soy uno más
uno entre tantos animales pesados
huyendo del barro, indómitos, en la plenitud
de su instinto de supervivencia.



Colegio San José

Puse a calentar
la chapita del encendedor
dada vuelta, contra su propio fuego,
para después hundirla sobre mi mano
y dibujar con su forma una sonrisa
lo más parecida posible al logo de Nirvana.

2001, Colegio San José,
tenía quince años y Kurt Cobain,
radiante como un edificio
en plena demolición,
era el póster del placard
de mi corazón aturdido, ¿y cómo no escuchar
en su voz el aullido de los lobos,
de los raros, de todos los resignan
capas y capas de su propio deseo
hasta quedar puro hueso
con tal de encajar?

¿Iría a los tumbos, por la casa
Cobain desorientado como un fantasma,
llorando invisible por los rincones?,

¿O habrá sido un espectáculo
a la vista de todos e incontenible,
transmitido en directo desde la pared,
como el avance de una mancha de humedad?

¿Se habrá sentado a esperar, como un emperador
en su trono, con la mano firme,
sujeta al cetro de la gran decisión ya tomada?

¿Dónde estaban
los conductores de MTV, sus micrófonos
y cámaras, la Revista Rolling Stone,
Courtney Love, Dios, Dave Grohl
cuando un pájaro huyó de su árbol
al escuchar
el estallido de la escopeta?



Mudanza

Pocas cosas se mudan con nosotros
nuestra ropa, ollas, dos
o tres platos. La mudanza es un bolso
pesado y negro.

Al poco tiempo desaparecen
la guitarra, los tomos de la colección
“El mundo del Arte”,
una cadena de plata del cuello de mamá.

Sobrevive, en tapa dura,
un libro de Alfonsina Storni,
su voz como una tarde
de lluvia intensa.

“Yo seré a tu lado,
silencio, silencio,
perfume, perfume”

Cierro los ojos. Escucho
el agua que cae, monótona
contra la ventana de vidrio
de mi nuevo cuarto.





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