lunes, 8 de junio de 2015

SHOU TIAO CHUANG [16.213]


Shou Tiao Chuang

吊床守, o Shou Tiao Dzhu Ren, 吊床主人 (Cuidador de Hamacas). Vivió alrededor del año 260, en el reinado de Wei, en Chu Lin, 竹林, (Bosque de Bambúes), en la Prefectura de Shan-yang, cerca de Lo Yang.

Junto a su entrañable amigo Lao Kan Tzan, 老看蚕, (Viejo Escrutador de Orugas) formaban parte del gran grupo de intelectuales que emigraron al sur al caer la dinastía Chin del Este en poder de los bárbaros del norte.

Frecuentaban, sin ser muy reconocidos, al grupo de los Siete Sabios del Bosquecito de Bambú, y generalmente componían poemas que se enviaban uno a otro. No gustaban mucho de sociedades ni de grupos literarios, más bien se juntaban en el Bosquecito de Bambú para tomar vino, mirar la luna, reírse de los cuentos que allí se contaban y componer algún poema junto a sus amigos.

Es poco lo que se sabe de ellos y por escasas menciones en alguna de las tantas anécdotas de sus amigos más famosos, los Siete Sabios, pero a través de esos datos y lo que cuentan en los pocos poemas de ellos que quedaron registrados, podemos inferir algo de sus vidas. Lao Kan Tzan era menor que Tiao Chuang, pero este se consideraba su discipulo. Vivían retirados, con pocos amigos debido a un carácter hosco y de poca paciencia para con sus ‘cretinos congeneres’ y su humor bastante ácido que les acarreó singulares inconvenientes como a muchos de su generación. Ambos nombres son literarios y no se conocen sus nombres familiares. Se sabe que Lao Kan Tzan murió joven por los poemas de su amigo en que se refiere a él con pena y consideración, como en: Zhi-li Lao Kan Tzan, 致力老看蚕, A mi amigo el Escrutador de Orugas. Sus obras, poco difundidas dado el nulo interés de sus autores en ser reconocidos, reflejan el espiritu de aquella época, y de aquellos que fueron llamados: Los Libres e Irrestrictos (cap. 23 del Shih-shuo Hsin-Yu, 世說新語, Nueva Compilación de los Cuentos del Mundo) de Liu I-ch’ing). Disconformes, borrachines, abrumados, perplejos ante lo que la vida trae consigo. Observadores no participantes, casi eremitas que vivían a contrapelo de los dictámenes de la sociedad que le tocaba en suerte. No se ocuparon de su obra y lo poco que se guarda ha sido por menciones de otros poetas o eruditos de años posteriores, como en el Chin Shu, 晉晝 (Historia de la Dinastía Chin) de Fang Hsuan-lin y otros, del 644, el Shui-chin chu, 水經注 (Un Comentario al Clasico de los Ríos) de Li Tao-yuan (527), en el que se adosan cuantiosos comentarios y anécdotas que el autor recoge de distintos sitios a través del curso de las aguas que describe, y el T’ai-p’ing kuang-chi, 太平廣記, Pasajes Extendidos del Reino de la Gran Tranquilidad, compilación ordenada por la casa imperial a cargo de Li Fang, aproximadamente en el año 980.



A mi amigo Escrutador de Orugas

Me preguntas cuándo volveré a casa...
y no estoy seguro.
Aquí los días se pasan sin dejar rastro,
mi barca se mece entre islas pobladas de morros
desde los que llegan infinidad de cantos...
Y cuando izo mis velas
el viento parece empeñado
en llevarme más y más lejos.

Cada una de estas islas
tiene cantidad de bahías protegidas y
mi bote elige dónde pasar la noche
cuando el sol declina.
Tiro el ancla, preparo algo de arroz,
y luego de acomodar todo,
enciendo un farol y leo los libros
que generosamente
olvidaste a bordo el día que nos despedimos.

Recuerdo la vieja tonada,
Quisiera que estuvieras aquí... 






El viejo Lu

Pasa el día sentado frente al fuego cuando es invierno y
recostado en una hamaca que cuelga bajo los sáuces en verano.
Apenas puede leer lo que él mismo ha escrito,
sus ojos cansados ya no buscan más en el horizonte la llegada de amigos.
Muchos han muerto y los que siguen vivos, como él,
ya no pueden ir a ningún lado.
Cada tanto una vecina pasa a curiosear,
le pregunta si comió, cómo está, si le duelen los huesos…
Chácharas de vieja, dice él, y contesta
displicente,
pero el día que la vecina no golpea su puerta
se pregunta qué habrá sucedido.
Dos veces al día camina con pasos flojos
hasta la costa del río y trae unos baldes de agua.
Es poco lo que consume,
casi toda el agua se va en regar unas verduras
que a penas se distinguen de los yuyos… no le importa,
riega como respira, porque sí.
Se prepara un poco de té, otro poco de sopa y
de eso vive.
Algunos días abre una botella de vino
de las tantas que guardó…
¿¡Pero cuántos años pensé que viviría!?, se pregunta divertido
cuando ve las botellas en su despensa.
Ya no extraña casi nada,
poder comentar algun verso que recuerda
cuando tirando en la hamaca no puede dormirse.
Por las noches su lámpara permanece encendida
la apaga porque ya es de día y
no necesita de esa luz que simplemente
fue una compañía.
Cuida que todo esté limpio y en órden
para que el día que lo encuentren
nadie comente que era un viejo descuidado.
Ya no reza, ya no pide, ya no espera.
Está en paz, sin hambre, sin sed,
sin curiosidad,
simplemente eso, suavemente,
vive.







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