miércoles, 14 de diciembre de 2016

AZUCENA ARTEAGA MEDINA [19.735]


Azucena Arteaga Medina

Santa Cruz de Tenerife, 1988. Licenciada en Historia del Arte por la Universidad de La Laguna. Trabajó en Conca Espacio de Arte Contemporáneo. Ha publicado algunos textos de crítica de arte en prensa local. Escribe poesía y artículos sobre arte. 

Su primer poemario “Midnight blue”, recibe una Mención en la 38 edición del Premio Félix Francisco Casanova, 2014.


IV. Recuerda

El poeta anota la causa de la muerte,
“Rosas libadas en un antiguo dintel”

Una madrugada sin conciencia,
con la cordura anestesiada
y el pulso vibrante en los ojos y en los labios,
los amantes arrancaron los pétalos
a los fulgentes rosales de la plaza
para derramarlos a los pies de la iglesia.
El mejunje resultante del surreal sacrificio
de sangre, risa y sabia
viaja por el umbral de los siglos
y si el tiempo aletargara la ausencia de uno de ellos,
las mismas rosas acometerían la muerte
deseada a la llamada del enfermo de vacío.



V. Babel o la reconstrucción del crimen

El canto submarino
de los tallos espinosos y desnudos
le hipnotiza.
El insomnio le atraviesa cada noche.
Somnolienta y descalza,
desciende las escaleras como un espectro,
desconoce los hilos que la conducen
mientras ellos crecen obedientes a la promesa,
hambrientos de su sangre enferma de vacío.

Una noche el pulso se detiene anestesiado por el intrépido aroma
y el vientre se tornó inmóvil
atravesado por la violencia de las raíces nacientes.
Ella,
su cadáver,
ahora yace forjado como el ADN
salomónico, retorcido,
ascendente y descendente,
como la Torre de bABEL.
Su aliento derramado
como los Jardines de Babilonia...

Ella,
muerta,
asaeteada por rosas y lenguas.

de  “Midnight blue”, 2014



Molinos de viento

Todavía conservo el pijama azul
cocido y remendado con cuentos,
manchado de dulce de membrillo,
lo troceo y lo golpeo en el mortero
para cocinar otro plato de recuerdos,
…soy animal de costumbres,
el mismo desayuno,
el mismo almuerzo,
la misma cena,
intento que cuajen nuevos matices
pero no sé como…
no puedo…
nadie me enseñó…
Saboreo el pijama
y mordisqueo los recuerdos
como a un trozo de pan duro…
todo me sabe tan distinto,
me ahogo,
me atraganto con cada sorbo de tiempo…
…cuando grita el maldito despertador
pesa sobre mí
cada pliegue tallado en las sábanas,
como telas encoladas
vistiendo de rígida tristeza
a vírgenes y santos
en hornacinas y retablos…
Mis piernas robóticas
se doblan
sobre el bordillo del colchón
y clavo los pies
en el hueco de los zapatos
y vuelvo a devorar
un recuerdo
bañado
en una salsa
de culpa.
Añoro
deshacerme
de las sábanas,
como soñaba
que rebanaría
las cabezas de los gigantes
al compás
del vals
que baila un colibrí
Añoro erguirme
como un novato cadete
con las pupilas encendidas
en una película yankee
así empezaba todo…
con la sensación
de enterrar la nariz
en las páginas de un libro nuevo
pero con viejas letras
Todo era horizonte,
gigantes y
princesas…
Hoy el cielo se rompe
como un espejo
enterrando sus infinitos cristales
sobre mi cabeza.
No hay gigantes
eran molinos de viento
que mecían las barbas del cielo
con sus aspas danzantes.
Lloro,
hago duelo
por los gigantes
y por las princesas.
Y mientras saboreo el pijama azul
y mastico los recuerdos,
medito como tragaré los molinos de viento
para no atragantarme
ni asfixiarme con recuerdos,
con gigantes,
con princesas
que dormían en el pijama azul
y así no yacer de tristeza
como decidió Cervantes
que acabara sus días
Don Quijote de la Mancha…



Sin rostro

A una querida amiga y genial grabadora.

¿Acaso tu mi querido aire de invierno,
no bostezas como el rey del ajedrez
que espera su decapitación
leyendo a los románticos?( …)
(Félix Francisco Casanova)

No puedo evitar mirarle las manos
delgadas y pálidas con tinta entre las uñas
¿Y qué podré decir sobre sus profundos ojos?
Ahora, aquí en el taller, no sé …
no sé si ella es la habitación o si palpita en sus manos,
o tal vez en esos profundos ojos
esos que pueden ver los que no tienen rostro,
sí los que viven en el papel,
solo ellos pueden ver sus profundos ojos a través del cuentahílos.

Ella talla el invierno
dentro de aquella habitación que es ella, sin duda alguna
Sus dedos minuciosos, el bisturí y sus ojos…
( es la Penélope nocturna, la que esperaba a Ulises)
ella borda enigmas invernales
sin descanso, hasta la extenuación…

fabricando esos seres que no tienen rostro,

que viven en el papel y se parecen tanto a nosotros,

incluso a ella o quizás a los que recordamos o sentimos.

Ya puedo palpar el aroma de la ausencia,
el olor a húmedo bosque
como si abriera la gaveta del aparador y su perfume de antiguos secretos
o quizás como el vaho gélido y al mismo tiempo cálido
que desprendes al leer a los románticos




Pizzicato para hormiga y una Singer de 1880

El tiempo,
se adormece,
expira un segundo más;
cansado se detiene,
y en ese instante, se amasa pesado,
ya no es agua o viento,
ya no es neoplatónico
ahora es oscura masa inabarcable,
un dios de oriente grueso y lujurioso
que avergonzado decide yacer,
no ser,
no ser en sus perversos segundos,
solo desea ser ausencia de tiempo
ser materia.
Su cuerpo mórbido cayó fulminante
en esta alcoba cuya vida es la muerte del tiempo;
el tiempo yace en este
almacén de la arena volandera
en esta fábrica de la luz tenue;
el tiempo sólo habita ya
en la coreografía de la hormiga,
habitante del cementerio del tiempo.
Pernil1,
pernil2,
pernil3,
pernil4 bailan-
-el tiempo, para que no sea olvidado
ritual sin noche de
la hormiga común:
roce diminuto del
insecto y la superficie
robada al árbol marmóreo
y una Singer de 1888
(No hay tiempo, solo mármol, insecto, hierro)
pernil 1 se posa frágil
sobre la basa dórica y rotunda de
un ovillo despojado de alma,
sólo tiene una hebra
rosa y deshilachada por el paso de los siglos.
(No hay tiempo, solo mármol, insecto, hierro)
Antena 1 y 2 de insecto
Intuyen la fragancia
de un anhelo posesivo
hacia
aquel monumento a lo desposeído.
(No hay tiempo, solo mármol, insecto, hierro)
Ojo 1 y ojo 2 de hormiga
Se inundan de éxtasis
al descubrir su visión diminuta
la belleza de lo inútil
cuando el tiempo muere en los objetos.
(No hay tiempo, solo mármol, insecto, hierro)



He comenzado a escribir un nuevo poemario, al que titulo en homenaje al film de animación de Hayao Miyazaki, El Castillo Ambulante, con este poemario, quiero exorcizar mi experiencia viviendo en Conca, en la casa de Gonzalo Díaz. Una casa mágica, tan terrible, como maravillosa. Una casa en la que me he perdido y encontrado…

I.La puerta

La puerta,
raída,
como el rostro de Tiempo.

Las parcas zurcen sus grietas,
las cicatrices supuran polillas.

Umbral confuso
hacia la Laguna Estigia.

Pasaje a una nebulosa infinita.
Entrada al laberinto de espejos.

No lo sé, no sé si Destino o Azar,
no puedo saberlo,
no quiero saberlo;
(Ambos te vendan los ojos,
te cogen de la mano,
te abandonan a la puerta.)

Tú decides si tocar tres veces.
Tú decides si salir huyendo, no lo sé.

No fue necesario decidir o quizás sí.
Caronte me invitó a entrar,
durante siglos me perdí en el castillo,
en sus habitaciones ambulantes
en sus pasillos mutantes,
en los enigmas de sus óleos,
en las inquietantes miradas de los maniquíes,
en el áurea sucia de los objetos,
en las señales del tiempo en la pared.

Besé las cien bocas de Cervero
amé su caos, su orden.
Me dormí en sus fosos,
odié su frío, su silencio.

Casi desvanezco,
no sabía quien era,
no recuerdo porqué entré al castillo.
Lloré, grité, hasta despertar.

Y me encontré deconstruida,
en el collage de los reflejos.

Soy un puzzle.
La puerta tiene candado.

La salida es la ilusión de una rosa
la llave vive en mis entrañas,
es un tallo verde,
La llave es el l fuego que quema la muerte.

El castillo ambulante
es un espejo infinito,
un espejo para perderse,
un espejo para encontrarse.








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