sábado, 11 de julio de 2015

C. S. LEWIS [16.530] Poeta de Irlanda


C. S. Lewis

Clive Staples Lewis /klaiv steɪplz 'lu:ɪs/ (Belfast, Irlanda del Norte, 29 de noviembre de 1898-Oxford, Inglaterra, 22 de noviembre de 1963), popularmente conocido como C. S. Lewis, y llamado Jack por sus amigos, fue un medievalista, apologista cristiano, crítico literario, novelista, académico, locutor de radio y ensayista británico, reconocido por sus novelas de ficción, especialmente por las Cartas del diablo a su sobrino, Las crónicas de Narnia y la Trilogía cósmica, y también por sus ensayos apologéticos (mayormente en forma de libro) como Mero Cristianismo, Milagros y El problema del dolor, entre otros.

Lewis fue un amigo cercano de J. R. R. Tolkien, el autor de El Señor de los Anillos. Ambos autores fueron prominentes figuras de la facultad de Inglés de la Universidad de Oxford y miembros activos del grupo literario informal de Oxford conocido como los "Inklings". De acuerdo a sus memorias denominadas Sorprendido por la alegría, Lewis fue bautizado en la Iglesia de Irlanda cuando nació, pero durante su adolescencia se alejó de su fe. Debido a la influencia de Tolkien y otros amigos, cuando tenía cerca de 30 años, Lewis se reconvirtió al cristianismo, siendo "un seglar muy común de la Iglesia de Inglaterra". Su conversión tuvo un profundo efecto en sus obras, y sus transmisiones radiofónicas en tiempo de guerra sobre temas relacionados con el cristianismo fueron ampliamente aclamadas.

En 1956 contrajo matrimonio con la escritora estadounidense Joy Gresham, 17 años menor que él, que falleció cuatro años después a causa de un cáncer óseo, a la edad de 45 años. Lewis murió tres años después de su esposa, en 1963, debido a una insuficiencia renal.

Las obras de Lewis han sido traducidas a más de 30 idiomas, y ha vendido millones de copias a través de los años. Los libros que componen Las crónicas de Narnia han sido los más vendidos y se han popularizado en el teatro, la televisión y el cine. Ejemplos de ello incluyen la serie de televisión de la BBC en 1988, la adaptación al cine de El león, la bruja y el armario en 2005, El príncipe Caspian en 2008, y La Travesía del Viajero del Alba en 2010. El éxito de estas últimas producciones ha llevado a iniciar los proyectos de adaptación de El sobrino del mago, y Cartas del diablo a su sobrino.

Clive Staples Lewis nació en Belfast, Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda, el 29 de noviembre de 1898. Su padre fue Albert James Lewis (1863-1929), un abogado cuyo padre (y también abuelo de C. S. Lewis), Richard, había ido a Irlanda desde Gales durante la mitad del siglo XIX. Su madre fue Florence (Flora) Augusta Lewis (1862-1908), quien estando soltera se apellidaba Hamilton, y era hija de un sacerdote (anglicano) de la Iglesia de Irlanda. Tuvo un hermano mayor, Warren Hamilton Lewis (Warnie).

A la edad de cuatro años, al poco tiempo después de que su perro Jacksie muriera atropellado por un automóvil, Lewis anunció que su nombre sería Jacksie. Al principio respondería sólo a ese nombre, pero después aceptó que lo llamaran Jack, nombre por el cual fue conocido entre sus amigos y su familia para el resto de su vida. Cuando tenía siete, su familia se mudó a "Little Lea", la casa que el mayor Sr. Lewis construyó para la Sra. Lewis, en el área de Strandtown, al este de Belfast.

En un comienzo la enseñanza de Lewis fue a través de tutores privados antes de ser enviado al Wynyard School en Watford, Hertfordshire, en 1908, justo antes de que su madre falleciera debido a un cáncer. Su hermano asistía desde hacía tres años a ese colegio. El colegio se vio forzado a cerrar sus puertas poco tiempo después, debido a que tenía pocos alumnos, tras de lo cual el rector Robert "Oldie" Capron fue forzado a ingresar a una clínica psiquiátrica. Lewis cuenta en su autobiografía que después le pondría el sobrenombre de "Belsen". El biógrafo Alan Jacobs ha especulado que la atmósfera de Wynyard traumatizó profundamente a Lewis y fue responsable de que desarrollara "fantasías ligeramente sadomasoquistas". Después de que Wynyard cerrara, Lewis asistió al Campbell College, al este de Belfast, como a una milla de su casa. Pero después de pocos meses dejó de asistir, debido a problemas respiratorios. Como resultado de su enfermedad, Lewis fue enviado al pueblo de Malvern, Worcestershire, que tenía un clima más saludable, donde asistió al colegio preparatorio Cherbourg House (llamado "Chartres" en la autobiografía de Lewis).

En septiembre de 1913, Lewis se matriculó en el Malvern College, donde permanecería hasta junio del año siguiente. Fue en esta época cuando el joven Lewis de 15 años de edad abandonó la fe cristiana de su niñez, y se convirtió en un ateo interesado por la mitología y el ocultismo. Posteriormente describía a "Wyvern" (como llamaba al colegio en su autobiografía) como un lugar demasiado concentrado en incrementar el propio estatus social de uno mismo, lo que le hizo ver las relaciones homosexuales entre pupilos jóvenes y viejos como "el único oasis (aunque solamente verde por la marihuana y húmedo por las aguas fétidas) en el candente desierto de la ambición competitiva. […] Una perversión era lo único que podía quedar por la que una cosa espontánea e incalculada creciera" (Lewis 1966, p. 107). Tras dejar Malvern se mudó a estudiar de forma privada con William T. Kirkpatrick, el antiguo tutor de su padre y ex rector del Lurgan College.

Desde pequeño, Lewis tuvo una fascinación con el antropomorfismo animal, enamorándose de las historias de Beatrix Potter y, a menudo, escribiendo e ilustrando sus propias historias de animales. Él y su hermano Warnie crearon el mundo de Boxen, habitado y gobernado por animales. Lewis amaba leer, y la casa de su padre estaba llena de libros. Solía pensar que encontrar un libro que no hubiera leído eran tan fácil como "encontrar una aguja en un pajar."

Oxford

Interior del pub Eagle and Child, en Oxford, lugar de reunión de C. S. Lewis con el resto de los Inklings.
En 1917 comienza sus estudios en la Universidad de Oxford, donde desde 1925 ejerce como profesor de lengua y literatura inglesa. Al año siguiente conoce a J. R. R. Tolkien, con quien funda en 1939, junto a Charles Williams y Owen Barfield, el Club de los Inklings para discutir sobre literatura y filosofía.

Siendo un agnóstico declarado en su autobiografía, afirmaría que fueron dos autores quienes lo movieron en un principio a acercarse al cristianismo: el escocés George MacDonald, y el inglés G. K. Chesterton con su libro El hombre eterno. A su vez afirmaría en la mencionada Autobiografía que siendo joven, mientras vivía en Belfast, le habían aconsejado que no se acercara a los papistas, y cuando ingresó en la Universidad, le aconsejaron que no se acercara a los filólogos. Pero en una oportunidad, Lewis dijo que J. R. R. Tolkien "era ambas cosas".

Con Tolkien, Lewis trabó una duradera amistad que se vio interrumpida pero nunca rota. Lewis fue un gran apoyo para Tolkien en cuanto a la creación de su Tierra Media, ya que era Lewis quien oía sin parar a Tolkien recitándole su novela, al igual que hacían con otras obras, tales como la Iliada y la Odisea de Homero o la Divina Comedia de Dante; y así, Lewis alentó siempre a J.R.R. a que terminara su obra.

Las obras más famosas de C.S Lewis son:

La Trilogía Cósmica, formada por las novelas de ciencia-ficción: Más allá del Planeta Silencioso, Perelandra, y Esa horrible fortaleza;
Las crónicas de Narnia, una colección de siete novelas de fantasía formadas por El león, la bruja y el armario, El príncipe Caspian, La travesía del Viajero del Alba, La silla de plata, El caballo y el muchacho, El sobrino del mago, y La última batalla.
Muchas de las ideas de la Trilogía Cósmica, en particular su oposición a la deshumanización tal como se la retrataba en el tercer libro, se presentan de manera más formal en La abolición del hombre (The Abolition of Man), basado en una serie de conferencias a cargo de Lewis en la Universidad de Durham en 1943. Se trataba de un libro que, en el decir del propio Lewis, era su favorito dentro de su propia producción aunque reconocía que en general había sido ignorado por el público.

En la mayoría de sus novelas de ficción incluía numerosos elementos religiosos, y también escribió varias obras de tema cristiano.

Conversión al cristianismo

Aunque fue criado en una familia religiosa de la Iglesia de Irlanda, Lewis fue ateo la mayor parte de su juventud. Su separación del cristianismo comenzó cuando empezó a ver su religión como una tarea y un deber. También adquirió interés en el ocultismo mientras sus estudios lo llevaban a ello. Lewis citaba a Lucrecio como quien tenía el argumento más fuerte a favor del ateísmo:


Nequaquam nobis divinitus esse paratam
Naturam rerum; tanta stat praedita culpa

Si Dios hubiera diseñado el mundo, no sería
un mundo tan frágil y defectuoso como lo vemos


Mientras que en su juventud Lewis intelectualmente era ateo, después diría en su autobiografía (Sorprendido por la Alegría) que en realidad él estaba "muy molesto con Dios por no existir". Influenciado por argumentos de sus colegas cristianos en Oxford, principalmente por su amigo J. R. R. Tolkien, por el libro de G. K. Chesterton (El Hombre Eterno), como también por el escocés George MacDonald y sus cuentos fantásticos, lentamente fue redescubriendo el cristianismo. En 1929 vino a creer en la existencia de Dios, aunque peleó fieramente en contra de ella. Describió su lucha intelectual en su autobiografía:

Me tienen que imaginar estando solo en Magdalen, noche tras noche, sintiendo, cada vez que mi mente se alejaba por unos segundos de mi trabajo, el lento venir de Él a quien yo honestamente había tratado de no conocer. A aquel a quien yo le había temido finalmente me alcanzó. En 1929 me entregué, y admití que Dios era Dios, y me arrodillé y oré. A lo mejor, aquella noche yo era el converso más desanimado e indispuesto de toda Inglaterra.

Sorprendido por la Alegría

En 1931, después de una larga discusión con Tolkien y otro de sus amigos cercanos (Hugo Dyson), Lewis se convirtió al cristianismo y, en contra de lo querido por Tolkien, se unió a la Iglesia de Inglaterra. El propio Lewis escribió al respecto:

Entré al cristianismo pateando y gritando.

Aunque era anglicano, los conocimientos del catolicismo de Lewis se revelan en algunos de sus escritos (lo cual sugeriría cierta inclinación). Por ejemplo, en su libro Cartas del diablo a su sobrino, el demonio Screwtape (Escrutopo) aparece recomendando tentaciones con ciertos pecados más que con otros para hacer perder la salvación al creyente, validando así la doctrina cristiana del pecado mortal, e implicando que posiblemente Lewis creía en el sistema católico de clasificación de pecados y penitencias. Sin embargo, se debe señalar que Lewis también escribe en el prefacio: "Lectores, os aconsejo recordar que el diablo es un mentiroso. No todo lo que Screwtape dice se debe asumir como verdad, incluso desde su propio ángulo."

A. N. Wilson, en su libro C. S. Lewis, Biografía, señala la siguiente cita de Lewis respecto a un libro que éste escribió titulado Reflexiones sobre los Salmos:

...¿Acaso en el purgatorio veremos nuestros rostros y oiremos nuestra voz tal como era en realidad?


Matrimonio con Joy Gresham

Joy Gresham, cuyo nombre de soltera era Helen Joy Davidman, provenía de una familia judía. Atea y comunista, se había casado a los veintisiete años con Bill Gresham. Tuvieron sus dos hijos en rápida sucesión —David, nacido en 1944, y Douglas en 1945— pero no todo andaba bien en el matrimonio. Bill Gresham era un alcohólico y un mujeriego compulsivo. Devastada al descubrir una nueva infidelidad de su esposo a escasos seis meses del nacimiento de Douglas, Joy tuvo una experiencia religiosa en 1946.

Todas mis defensas —las murallas de arrogancia, certidumbre y egoísmo que habían ocultado a Dios— se derrumbaron... y entró Dios.

Al principio, Bill Gresham acompañó esa nueva etapa religiosa en la vida de su esposa, pero pronto declaró que no era cristiano y que probablemente nunca lo sería. Además, admitió que le había sido infiel una vez más. En febrero de 1951, Joy puso fin a la relación física con Bill Gresham, al tiempo que florecía la correspondencia con C. S. Lewis, iniciada en enero de 1950. Joy y Lewis nunca se habían visto en persona. Mantenían hasta entonces una fluida relación epistolar, inspirada por la obra literaria y los libros sobre cristianismo de Lewis, por los cuales Joy se sentía fuertemente atraída.


Magdalen College, Oxford.

The Kilns, la casa de C. S. Lewis en Oxford.
Joy se trasladó de su nativa Nueva York a Inglaterra en septiembre de 1952, y allí conoció personalmente a Lewis. Regresó a Londres donde se alojaba, pero semanas más tarde, Lewis la invitó a un almuerzo en el Magdalen College, Universidad de Oxford.

No fue hasta que le fue rehusada a Joy su residencia en Inglaterra a comienzos de 1956 que Lewis decidió casarse con ella para que pudiera permanecer en el país. La ceremonia civil que unió a Joy y Lewis, acordada íntimamente en principio como un «matrimonio por conveniencia», se celebró el 23 de abril de 1956, y se mantuvo en secreto.

Todo el verano, Joy experimentó dolores en una pierna, pero los médicos diagnosticaban reumatismo. En octubre, Joy sufrió la quebradura de uno de sus huesos, resultante de la enfermedad que en verdad padecía: cáncer óseo. En una carta redactada en noviembre a un destinatario en Estados Unidos, Lewis escribió: «Puedo ser pronto, en rápida sucesión, un novio y un viudo» (I may be soon, in rapid succession, a bridegroom and a widower).

En diciembre, Lewis decidió revelar su casamiento del mes de abril, y sin dar ningún tipo de explicación adicional, anunció en el ejemplar del periódico The Times publicado en Nochebuena:

Tuvo lugar el matrimonio entre el profesor C. S. Lewis, del Magdalen College, Oxford, y la señora Joy Gresham, actualmente paciente en el Hospital Churchill, Oxford.

Los lectores asumieron por supuesto que la boda había tenido lugar en diciembre. Ella tenía entonces 40 años, y él 57. Ambos habían sostenido en sus escritos que los cristianos divorciados no habrían de casarse de nuevo mientras su primer cónyuge estuviera vivo, y Bill Gresham no había muerto.12 Pero antes de su matrimonio con Joy, Bill se había casado una vez, y además ellos no eran cristianos cuando contrajeron nupcias. Lewis concluyó que eso invalidaba el primer matrimonio de Joy a los ojos de la Iglesia y hacía posible su casamiento con Joy en una celebración cristiana. Pero Harry Carpenter, obispo de Oxford, rehusó la petición de Lewis. Según el hijo de Carpenter, su padre no se oponía a ese matrimonio en sí, pero sentía que si lo aprobaba para un hombre tan famoso, resultaría asediado por una multitud de peticiones similares.

Por entonces, Lewis supo que a uno de sus antiguos estudiantes, el padre Peter Bide, se le acreditaba a veces respuestas milagrosas a sus plegarias de sanación. Los médicos ya no daban esperanzas a Joy, y a lo sumo tratarían de aliviar sus sufrimientos antes de morir. Lewis le pidió entonces a Peter Bide que viniera a Oxford, impusiera sus manos a Joy y orara por su salud. Cuando Bide llegó, surgió el tema del matrimonio. Bide escuchó con atención el razonamiento de Lewis y lo consideró sólido por lo que, sin permiso del obispo local, ofició la celebración matrimonial que tuvo lugar el 21 de marzo de 1957, al lado de la cama de hospital de la paciente.

El amor que se prodigaban Lewis y Joy era por entonces evidente. Lewis declaró que él tenía a sus sesentas la alegría que la mayoría de los hombres tienen a sus veintes, en tanto que Joy escribía a sus amigas que él era un gran amante. Ambos fueron de luna de miel a Irlanda. Con todo, la relación de Lewis y Joy resultó en desilusión para su amigo J. R. R. Tolkien quien, católico, no apreciaba a Joy y no aprobaba aquel matrimonio.

Joy logró reponerse por algún tiempo. Aunque Lewis no hablaba de ello, consideraba el mejoramiento de Joy como un milagro. Ella se repuso marcadamente en 1957, y disfrutaron de un año sin que el mal se interpusiera en su felicidad. Pero el cáncer retornó de forma agresiva hacia fines de 1959. Viajaron a Grecia el 3 de abril de 1960, pero regresaron el día 14. Joy sucumbió a la enfermedad el 13 de julio de 1960. Lewis escribió sobre ello en su libro titulado Una pena en observación.

Fallecimiento

C. S. Lewis falleció en Oxford el 22 de noviembre de 1963, a los 64 años de edad.

En la cinematografía

En 1993, Richard Attenborough dirigió Tierras de Penumbra, que trata de la relación de C. S. Lewis con su esposa Joy Gresham. Es una historia que el guionista William Nicholson había llevado anteriormente a la televisión, en una producción que logró dos premios BAFTA.

La serie de novelas de C. S. Lewis Las Crónicas de Narnia también fue llevada a la pantalla en un conjunto de películas de fantasía distribuidas por Walt Disney Pictures (y su subsidiaria, Walden Media) y 20th Century Fox. Ese conjunto consta hasta hoy de tres películas de una heptalogía planeada: Las crónicas de Narnia: el león, la bruja y el ropero (2005), Las crónicas de Narnia: el príncipe Caspian (2008) y Las crónicas de Narnia: la travesía del Viajero del Alba (2010).

Obras

The Pilgrim's Regress
Trilogía cósmica
The Allegory of Love (1936) (La alegoría del amor, trad. Braulio Fernández Biggs, Santiago de Chile, 2000)

Trilogía cósmica

C.S. Lewis. Lejos del planeta silencioso. Ediciones Encuentro. ISBN 978-84-7490-339-3.
C.S. Lewis. Perelandra. Viaje a Venus. Ediciones Encuentro. ISBN 978-84-7490-303-4.
C.S. Lewis. Esa horrible fuerza. Ediciones Encuentro. ISBN 978-84-7490-352-2.
El problema del dolor (1940)

Cartas del diablo a su sobrino (1942)
El gran divorcio (1945)
Mero cristianismo (1952) Trilema de Lewis
English Literature In the Sixteenth Century Excluding Drama (1954)
C.S. Lewis. Cautivado por la alegría. Ediciones Encuentro. ISBN 978-84-7490-900-5.
Mientras no tengamos rostro (1956)
Reflexiones sobre los Salmos (1958)
Studies in Words (1960)
Los cuatro amores (1960)
Una pena en observación (1961)
Prayer: Letters to Malcolm (1963)
The Discarded Image
The Weight of Glory, and Other Addresses
They Asked for a Paper
C.S. Lewis. Los milagros. Ediciones Encuentro. ISBN 978-84-7490-993-7.
C.S. Lewis. Cartas sobre Narnia. Ediciones Encuentro. ISBN 978-84-9920-065-1.
Dios en el banquillo (1970)
Las crónicas de Narnia
El león, la bruja y el armario (1951)
El príncipe Caspian (1951)
La travesía del Viajero del Alba (1952)
La silla de plata (1953)
El caballo y el muchacho (1954)
El sobrino del mago (1955)
La última batalla (1956)

Aunque después Lewis acomodó el orden de los libros para que fueran así

El sobrino del mago
El león, la bruja y el armario
El caballo y su muchacho
El príncipe Caspian
La travesía del Viajero del Alba
La silla de plata
La última batalla





Un meteorito allá entre las colinas...

Un meteorito allá entre las colinas
yace inmenso; y el musgo lo ha arropado,
y lluvia y viento con certeros roces
aristas de su roca suavizaron.

Tan fácilmente digirió  la Tierra
una ascua de los fuegos de los astros;
y a su huésped de allende nuestra Luna
lo hace nativo de un inglés condado.

Que estos errantes peregrinos siempre
encuentran hospedaje en su regazo,
porque toda partícula terrestre
en principio vino del espacio.

Lo que hoy es tierra alguna vez fue cielo;
del sol cayó cuando el soltó su mano,
o de un astro viajero que rozara
la enmelenada llama con su trazo.

Así, si aún llueven retardadas gotas,
la Tierra con destreza de artesano
las modela, lo mismo que la ignífera
primera lluvia que cayó en sus brazos.

C. S. Lewis
Traducción de Jorge de la Cueva, S. J.



The Meteorite

Among the hills a meteorite 
Lies huge; and moss has overgrown, 
And wind and rain with touches light 
Made soft, the contours of the stone.

Thus easily can Earth digest 
A cinder of sidereal fire, 
And make her translunary guest 
The native of an English shire.

Nor is it strange these wanderers 
Find in her lap their fitting place, 
For every particle that's hers 
Came at the first from outer space.

All that is Earth has once been sky; 
Down from the sun of old she came, 
Or from some star that travelled by 
Too close to his entangling flame.

Hence, if belated drops yet fall 
From heaven, on these her plastic power 
Still works as once it worked on all 
The glad rush of the golden shower.




Vulnerable

Amar del todo es ser vulnerable. 
Ama cualquier cosa y tu corazón seguramente será estrujado 
y posiblemente, roto. 
Si quieres asegurarte de mantenerlo intacto, 
no debes darle tu corazón a nadie, 
ni siquiera a un animal.. 

Cúbrelo cuidadosamente con pasatiempos y pequeños lujos; 
evita cualquier enredo; 
guárdalo bajo llave en al atúd o el féretro de tu egoismo. 

Pues en ese féretro -seguro, oscuro, 
sin movimiento y sin aire- cambiará. 
No lo harán pedazos; se volverá irrompible, 
impenetrable, irredimible… 

El único lugar a parte del cielo, 
donde puedes estar perfectamente seguro contra todos los peligros… 
del amor, es el infierno.






En el segundo capítulo de su libro Tal como el Jazz, Donald Miller aborda un tema esencial que como cristianos no podemos ni obviar ni evitar cuando lo que pretendemos es compartir los elementos básicos del evangelio. Se trata del problema de nuestra condición humana, de la realidad del pecado que nos afecta profundamente y del que necesitamos ser rescatados.
Hablando, concretamente, del narcisismo y el vivir completamente absortos en nosotros mismos como consecuencia del pecado, Miller cita el siguiente poema de C.S. Lewis, titulado As the Ruin Falls en el que, a modo de confesión personal “arremete contra su propia depravación con una mezcla de valentía y estremecimiento”:



As the Ruin Falls

Toda esta retórica pomposa acerca de amarte.
No he tenido un solo pensamiento abnegado desde que nací.
Soy mercenario y egocéntrico por dentro y por fuera;
Quiero que Dios, tú y todos mis amigos, me sirvan.
Paz, seguridad y placer son las metas que procuro.
No puedo salirme ni una sola pulgada de mi propia piel;
Hablo de amor (hasta el loro de un erudito puede parlar en griego).
Pero soy preso de mi ego, siempre termino donde yo empiezo.



Al ser preguntado por uno de sus detractores cuál era el mandamiento más importante, Jesús respondió diciendo: “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Éste es el primero y el más importante de los mandamientos. El segundo se parece a éste: ama a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas” (Mateo 22: 36-40). Sobre este pasaje, muchos han tratado de enseñar un concepto bíblico de autoestima en base a que “si no te amas a ti mismo, entonces no puedes amar a tu prójimo.” ¿Pero es esto lo que nos enseña este texto?
http://atiempoyadestiempo.net/?p=4561#more-4561



¿Es el cristianismo fácil o difícil?

La idea común que todos tenemos antes de convertirnos en cristianos es ésta. Tomamos como punto de partida nuestro yo ordinario con sus varios deseos e intereses. Luego admitimos que algo más –llámese “moralidad” o “comportamiento decente” o “el bien de la sociedad”- le hace reclamos a este yo: reclamos que interfieren con sus propios deseos. Lo que entendemos por “ser buenos” es someternos a estos reclamos. Algunas de las cosas que el yo ordinario quería hacer resultan ser lo que llamamos “malas”; pues bien, debemos renunciar a ellas. Otras cosas, que el yo no quería hacer, resulta ser lo que llamamos “buenas”; pues bien, tendremos que hacerlas. Pero en todo momento tenemos la esperanza de que cuando todas las exigencias han sido satisfechas, el pobre yo ordinario aún tendrá una oportunidad, y un poco de tiempo, de seguir con su vida y con lo que le gusta. De hecho, nos parecemos bastante a un hombre honrado que paga sus impuestos. Los paga, ciertamente, pero tiene la esperanza de que aún le quede un poco de dinero para vivir. Porque aún seguimos tomando nuestro yo ordinario como punto de partida.

(…)

El camino cristiano es diferente: más difícil, y más fácil. Cristo dice: dádmelo todo. Yo no quiero tanto de vuestro tiempo o tanto de vuestro dinero o tanto de vuestro trabajo: os quiero a vosotros. Yo no he venido a atormentar vuestro ser natural, sino a acabar con él… entregadme por entero vuestro ser natural, todos los deseos que creéis inocentes además de aquellos que creéis malos: lo quiero todo. Y a cambio os daré un nuevo yo. De hecho me daré a Mí mismo: mi propia voluntad se convertirá en la vuestra.

C.S. Lewis. Mero Cristianismo.





Alexandrines

There is a house that most of all on earth I hate. 
Though I have passed through many sorrows and have been 
In bloody fields, sad seas, and countries desolate, 
Yet most I fear that empty house where the grasses green 
Grow in the silent court the gaping flags between, 
And down the moss-grown paths and terrace no man treads 
Where the old, old weeds rise deep on the waste garden beds. 
Like eyes of one long dead the empty windows stare 
And I fear to cross the garden, I fear to linger there, 
For in that house I know a little, silent room 
Where Someone’s always waiting, waiting in the gloom 
To draw me with an evil eye, and hold me fast— 
Yet thither doom will drive me and He will win at last.




Ballade Mystique

The big, red-house is bare and lone 
The stony garden waste and sere 
With blight of breezes ocean blown 
To pinch the wakening of the year; 
My kindly friends with busy cheer 
My wretchedness could plainly show. 
They tell me I am lonely here— 
What do they know? What do they know?

They think that while the gables moan 
And easements creak in winter drear 
I should be piteously alone 
Without the speech of comrades dear; 
And friendly for my sake they fear, 
It grieves them thinking of me so 
While all their happy life is near— 
What do they know? What do they know?

That I have seen the Dagda’s throne 
In sunny lands without a tear 
And found a forest all my own 
To ward with magic shield and spear, 
Where, through the stately towers I rear 
For my desire, around me go 
Immortal shapes of beauty clear: 
They do not know, they do not know.

L’ENVOI 
The friends I have without a peer 
Beyond the western ocean’s glow, 
Whither the faerie galleys steer, 
They do not know: how should they know?





The Nativity

Among the oxen (like an ox I'm slow) 
I see a glory in the stable grow 
Which, with the ox's dullness might at length 
Give me an ox's strength.

Among the asses (stubborn I as they) 
I see my Savior where I looked for hay; 
So may my beast like folly learn at least 
The patience of a beast.

Among the sheep (I like a sheep have strayed) 
I watch the manger where my Lord is laid; 
Oh that my baaing nature would win thence 
Some woolly innocence!





The Country of the Blind

Hard light bathed them-a whole nation of eyeless men, 
Dark bipeds not aware how they were maimed. A long 
Process, clearly, a slow curse, 
Drained through centuries, left them thus.

At some transitional stage, then, a luckless few, 
No doubt, must have had eyes after the up-to-date, 
Normal type had achieved snug 
Darkness, safe from the guns of heavn;

Whose blind mouths would abuse words that belonged to their 
Great-grandsires, unabashed, talking of light in some 
Eunuch'd, etiolated, 
Fungoid sense, as a symbol of

Abstract thoughts. If a man, one that had eyes, a poor 
Misfit, spoke of the grey dawn or the stars or green- 
Sloped sea waves, or admired how 
Warm tints change in a lady's cheek,

None complained he had used words from an alien tongue, 
None question'd. It was worse. All would agree 'Of course,' 
Came their answer. "We've all felt 
Just like that." They were wrong. And he

Knew too much to be clear, could not explain. The words -- 
Sold, raped flung to the dogs -- now could avail no more; 
Hence silence. But the mouldwarps, 
With glib confidence, easily

Showed how tricks of the phrase, sheer metaphors could set 
Fools concocting a myth, taking the worlds for things. 
Do you think this a far-fetched 
Picture? Go then about among

Men now famous; attempt speech on the truths that once, 
Opaque, carved in divine forms, irremovable, 
Dear but dear as a mountain- 
Mass, stood plain to the inward eye.




The Ocean Strand

O leave the labouring roadways of the town, 
The shifting faces and the changeful hue 
Of markets, and broad echoing streets that drown 
The heart’s own silent music. Though they too 
Sing in their proper rhythm, and still delight 
The friendly ear that loves warm human kind, 
Yet it is good to leave them all behind, 
Now when from lily dawn to purple night 
Summer is queen, 
Summer is queen in all the happy land. 
Far, far away among the valleys green 
Let us go forth and wander hand in hand 
Beyond those solemn hills that we have seen 
So often welcome home the falling sun 
Into their cloudy peaks when day was done— 
Beyond them till we find the ocean strand 
And hear the great waves run, 
With the waste song whose melodies I’d follow 
And weary not for many a summer day, 
Born of the vaulted breakers arching hollow 
Before they flash and scatter into spray, 
On, if we should be weary of their play 
Then I would lead you further into land 
Where, with their ragged walls, the stately rocks 
Shunt in smooth courts and paved with quiet sand 
To silence dedicate. The sea-god’s flocks 
Have rested here, and mortal eyes have seen 
By great adventure at the dead of noon 
A lonely nereid drowsing half a-swoon 
Buried beneath her dark and dripping locks.






Our Daily Bread

We need no barbarous words nor solemn spell 
To raise the unknown. It lies before our feet; 
There have been men who sank down into Hell 
In some suburban street,

And some there are that in their daily walks 
Have met archangels fresh from sight of God, 
Or watched how in their beans and cabbage-stalks 
Long files of faerie trod.

Often me too the Living voices call 
In many a vulgar and habitual place, 
I catch a sight of lands beyond the wall, 
I see a strange god’s face.

And some day this work will work upon me so 
I shall arise and leave both friends and home 
And over many lands a pilgrim go 
Through alien woods and foam,

Seeking the last steep edges of the earth 
Whence I may leap into that gulf of light 
Wherein, before my narrowing Self had birth, 
Part of me lived aright.




Noon

Noon! and in the garden bower 
The hot air quivers o’er the grass, 
The little lake is smooth as glass 
And still so heavily the hour 
Drags, that scarce the proudest flower 
Pressed upon its burning bed 
Has strength to lift a languid head: 
—Rose and fainting violet 
By the water’s margin set 
Swoon and sink as they were dead 
Though their weary leaves be fed 
With the foam-drops of the pool 
Where it trembles dark and cool 
Wrinkled by the fountain spraying 
O’er it. And the honey-bee 
Hums his drowsy melody 
And wanders in his course a-straying 
Through the sweet and tangled glade 
With his golden mead o’erladen, 
Where beneath the pleasant shade 
Of the darkling boughs a maiden 
—Milky limb and fiery tress, 
All at sweetest random laid— 
Slumbers, drunken with the excess 
Of the noontide’s loveliness.





De Profundis

Come let us curse our Master ere we die, 
For all our hopes in endless ruin lie. 
The good is dead. Let us curse God most High.

Four thousand years of toil and hope and thought 
Wherein man laboured upward and still wrought 
New worlds and better, Thou hast made as naught.

We built us joyful cities, strong and fair, 
Knowledge we sought and gathered wisdom rare. 
And all this time you laughed upon our care,

And suddenly the earth grew black with wrong, 
Our hope was crushed and silenced was our song, 
The heaven grew loud with weeping. Thou art strong.

Come then and curse the Lord. Over the earth 
Gross darkness falls, and evil was our birth 
And our few happy days of little worth.

Even if it be not all a dream in vain 
—The ancient hope that still will rise again— 
Of a just God that cares for earthly pain,

Yet far away beyond our labouring night, 
He wanders in the depths of endless light, 
Singing alone his musics of delight;

Only the far, spent echo of his song 
Our dungeons and deep cells can smite along, 
And Thou art nearer. Thou art very strong.

O universal strength, I know it well, 
It is but froth of folly to rebel; 
For thou art Lord and hast the keys of Hell.

Yet I will not bow down to thee nor love thee, 
For looking in my own heart I can prove thee, 
And know this frail, bruised being is above thee.

Our love, our hope, our thirsting for the right, 
Our mercy and long seeking of the light, 
Shall we change these for thy relentless might?

Laugh then and slay. Shatter all things of worth, 
Heap torment still on torment for thy mirth— 
Thou art not Lord while there are Men on earth.




On the Atomic Bomb

Metrical Experiment

So; you have found an engine 
Of injury that angels 
Might dread. The world plunges, 
Shies, snorts, and curvets like a horse in danger.

Then comfort her with fondlings, 
With kindly word and handling, 
But do not believe blindly 
This way or that. Both fears and hopes are swindlers.

What’s here to dread? For mortals 
Both hurt and death were certain 
Already; or light-hearted 
Hopes from the first sentenced to final thwarting.

This marks no huge advance in 
The dance of Death. His pincers 
Were grim before with chances 
Of cold, fire, suffocation, Ogpu, cancer.

Nor hope that this last blunder 
Will end or woes by rending 
Tell us herself asunder– 
All gone in one bright flash like dryest tinder.

As if your puny gadget 
Could dodge the terrible logic 
Of history! No; the tragic 
Road will go on, new generations trudge it.

Narrow and long it stretches, 
Wretched for one who marches 
Eyes front. He never catches 
A glimpse of the fields each side, the happy orchards.






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