jueves, 2 de agosto de 2012

7363.- PEDRO OLÓRTEGUI HUAMANÍ





Pedro Olórtegui Huamaní (Ayacucho, PERÚ 1981) Nació el día de la muerte de Cristo. Es Licenciado en Lengua y Literatura por la Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga. Formó parte del grupo literario Malayerba. Ha dirigido las revistas literarias Buscando un camino, Tres al hilo y dos mentales y Azmeunlugar. Actualmente dirige la revista literaria El cabaret ambulante. Los textos pertenecen a su primer poemario titulado La morfología del tiempo (Cascahuesos Editores & Ciudad de Papel, Arequipa, 2012).



TIEMPO AL MAR 

Para Alejandra, 
en el desierto de mi alma, 
con su mano en mi mano. 

Y SIN EMBARGO tú 
con el ruido cómplice 
en la luz amarilla del otoño 
en tu idioma que es estación 
mar y orilla detenida 
bajo las hojas 
en su oleaje 
cerca de la tierra 
abrazas mi memoria 
como la niebla 
igual que un ancla. 






LA DECONSTRUCCIÓN DE LA FORMA 

He visto estrangularse mi cadáver 
en los alfileres amorfos de la distancia, 
en las larvas de la muerte, 
en la onda circular que me arrastra 
al vacío letal de la nada. 






ESTACIÓN DE ALBATROS 

HACIA MI VOZ VOLASTE 
como el crisantemo 
desapacible 
en el vientre de los navíos, 
más allá de las hurganzas 
a paso de ternura 
inmóvil en la sangre 
en la espiga herida 
en la latitud de los torrentes 
en el poniente cercenado 
de las miradas que se ciegan. 
En las sombras, 
en las magras alas de las brumas 
que encallaron en los parques, 
en la primera sed de los oleajes 
donde se desgastaron 
los ojos del albatros, 
exhalando el crepúsculo 
donde parieron sus huellas 
en las llamaradas del silencio. 

Y cual mar que soy 
en el vacío de mi propia tempestad 
sobrevuelo el nublo del abismo 
imposible y sin vértigo 
en el eterno instante 
de los regresos tardos, 
en el espiral en las nebulosas 
que irresoluble atraviesa 
mi alma vestida de arena, 
sal, cieno y extramar, 
desde mi alto balcón 
bajo cielos infinitos, 
desde donde mis pies 
se disfrazan de palomas 
y vuelan a donde va el cansancio, 
a donde se desenredan los vientos 
y se rema hacia el olvido, 
navegando en la noche 
y el gemido, 
donde la piedra cae 
y donde nacen, 
en la urgencia de la hoguera, 
las aves de la tierra 
y los tibios peces del cielo. 

Hoy habito, 
invisible 
en los confines de la luz, 
en la oscuridad del alba 
sin dolor ni resistencia, 
fulminado y encerrado en mi propio pecho 
y silencioso vuelo 
hacia la tierra, 
donde mi corazón existe. 






LUCES EN LA HERIDA 

Heme aquí, 
sobre el fragor de los pasos inadvertidos, 
con rumbo equivocado 
al manso lugar de la indetenible quietud, 
como cuando se levanta la niebla 
por sobre la gracia aérea 
del pájaro solitario. 
Sin más horizonte, 
insaciable en la ausencia 
con la vehemencia del viento. 

Escondido. 
Junto a las aguas quietas. 
Diletante 
como la sombra misma arrastrada por la llama. 
Huérfano en mi pecho 
como la arena profusa de la memoria, 
sobre el andrajo. 
Anclado en la distancia, 
muy adentro, 
donde la luz mengua 
y se hace entrañas la estancia. 
Creciendo en la nada 
a punto de ser agua 
y tierra sedienta, 
orilla y raíz 
y torrente enmudecido sobre el río 
en la ventana de los caminos. 

Iluminando el polvo, 
en la secreta luz de la oscuridad 
bajo el balcón de sombras 
bajo el aire 
en el ala negra del olvido. 


Novedad: La morfología del tiempo




ESPIRAL

La sombra entre la noche ha cerrado el crepúsculo
sobre el sueño de un azor
en la marea pálida de mi boca
distendiendo la diáspora vomitiva del mejor secreto
jadeante de las mandrágoras.

La quietud sobre la noche esta calma
y me devora circunstancial el tiempo.






DIGO VIENTO

Qué hermosa eras en tu desolación
Juan Gelman

Desde la soledad de la estancia
en el umbral de sombra
como un incendio de agua ciega
que se eriza y acaricia la cara de la muerte,
desde donde la noche se vela de claridad vacía,
en el recorrer de sombras, desamparadamente
aquí, hoy digo,
el falso rumor de la tormenta,
los viajes sin términos,
la tempestad en el reposo
que agita el consuelo del regreso
donde el peso del aire
le disputa al tiempo la posesión del soplo.

Así me busco,
como la serena luz en el relámpago.
Maravilloso como el vértigo
en la geografía de mis manos.
Aplastado por el viento,
arrastrando la fatiga
al lugar
donde sin sombra mis ojos se desvelan
en el fondo de los mares
donde se inventó el silencio.






INVENTARIO

He resignado la soledad
a lo largo del cansancio,
en las consonancias donde paso
desmedido y con los ojos bajos,
en la ceguera de los gusanos
al borde del abismo
donde la ausencia ya nunca más
habitará su casa,
porque en mí dejó su cuerpo.








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