domingo, 20 de noviembre de 2016

MÓNICA REVELES RAMÍREZ [19.594]


Mónica Reveles Ramírez

Es Licenciada en Administración por la Universidad Juárez del Estado de Durango, Maestra en Administración por la Universidad Juárez del Estado de Durango y MBA por la Universidad de Phoenix. Miembro de la Sociedad de Escritores de Durango, A.C., y de la Red de Escritores de Durango. Autora del libro de poesía Granos de Arena (Congreso del Estado de Durango, 1995) y  Por el camino de Eva (Soc. de Escritores de Durango, A.C. FCA, UJED, 2002),  y más de 10 poemarios inéditos. Publica en periódicos y revistas locales y nacionales como: Cordillera, Contraseña, Blanco Móvil, Visión de la Administración, Mala Vida, Mensajero, Artificios, Letra, CantaLETRAS. En los periódicos, el Sol de Durango, Órale que chiquito, El Siglo de Durango y el Financiero (Nacional). Revistas virtuales como Horror Vacui (España), Letralia (Venezuela), La Fuga (México), Oráculo de Poesía, (México), Encuentro Internacional de Artista y Escritores (Uruguay), Poetas del Mundo. Obtuvo el premio estatal juvenil de poesía en 1991, DIF Casa de la Cultura, Durango y el Premio Estatal de Poesía “Olga Arias” 2002. En dos ocasiones ha sido becaria del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de Durango (1997 y 1999). Fue incluida en las Antologías: Poesía Joven, del siglo XX al tercer Milenio, del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1999; Mujeres en su tinta (2011), Disco Poesía femenina en Durango (Esther López, IMAC) y en Antología Internacional de Mujeres Poetas en el País de la Nubes 2001 y 2015.


Delirante nocturno

Para el que rasga la guitarra, cada noche.

I

En un hielo
se agita el licor invencible. Por cada gota
saciada en la sed sonámbula guarecida de su lluvia
una nota grave de lira incendia el reencuentro.


II

Tres noches
en copa agitada
se tejen con hilo invisible,
nos engañamos
y hacemos crecer
la impotencia de mirar a la cara
al amor.

Y sin dejarme paso me toma de la mano
y me hechiza con el encanto de su vozquemante.


III

Nos vestimos de negro
para decorar la noche,
con estola y lentejuela despedimos
nuestros ocultos dolores.

Caminos por transitar
historias viajan al amanecer de nuestras manos
enlazadas por los besos
escondidos en la velocidad del derroche

El tiempo se consume el tiempo sangra
el tiempo nos quema y nos abre la entrevida.

Buscamos vivir
antes que el tiempo decida en que paraje dejarnos.


IV

Tu guitarra
llora amorosamente su felicidad anochecida.

Y el coro de las luces que te visten aumentan ritmos de espejismo.

Melódica, atrapadora, penitente, vigila:
y se aventura con mano guía.

Soledad
encuentro que me agita,
su soledad que abarca mi cintura
su soledad quema invisibles ganas de evocar.
Su sol de edades que llegan a mi palabra
y canta a este error
que se desluce con nombre de vida.


V

Por cada noche
en que la llama de la oración
de sonidos se encienda
creciente sigue en vuelo el pandero de la luna.
El círculo gitano nos encuentra:
bailando
con las palmas agitadas
con cuerpo llama
con sol canto lamento vagabundo.
Tocamos nuestras sombras
para saber si somos ciertos.


VI

Cercanos
a la calle que se agita
con los espectros que van de paso.
Agitados
por las lámparas
que desconciertan nuestra amanecida bajamos del escenario

Luz interior nos guía y nos habita
localizarnos es fácil
nos distinguimos
por llevar el alma
como antorcha que palpita.



Caen los árboles.

Los árboles mueren de pie.
(Alejandro Casona)

Caen los árboles
con amoroso estruendo
los centenarios, los eternos
caen en su melódica ironía de madrugada,
adiós vida,
bienvenido el fuego eterno.

Arderán
en el fogón de una carne que se guisa,
en la pradera que calienta a los fugitivos.

Trémulos árboles eternos
leña para muchas hogueras.

Para alumbrar mi nieve eterna.
Tomo un trozo de corteza
y la paladeo para sentir su sabia, de noche buena.

Árboles frondosos
que un día se eclipsaron,
que cayeron haciendo temblar el sueño de los justos,
de los ansiosos de vida nueva
y en sus ramas mecieron sus frutos.

Árboles de la noche triste,
de los secretos
de los que han llorado incansablemente la hermosa vida.

Árboles caen y crecen para el remedio de las paridas,
de los insomnes
de los desterrados
que en soledad resurgieron.

Árboles que mueren de pie
y nacen bajo su propio estruendo.

Caen los árboles milenarios:
en el río de los que olvidan.




Sed

Sed eterna de ti,
no hay cáliz que me sacie,
más allá del licor de tu cuerpo, sed de ti.
Caminar, volar, nadar,
estos refugios más allá de tu ser, me dan sed.

Sed de ti,
amargura del aliento meditante,
en la oración que encrudece y controla.
No hay más que seguirte
en camino de lobos,
entre renglones de libreta pautada,
a esta libertad que corroe
por los caminos inexplorados de otras mentes.

Solo quiero tener sed de ti:
para no huir al vacío,
por seguir siendo yo misma
y no volver al azar.

Encontrar el manantial de ti

soy en mí.

Sed de ti,
reflejo de la sed mía.



Los pájaros

Él brilla de noche cuando todo es oscuridad.
El telón cae:
mira su lado izquierdo: y se aparece el diablo.
Noche de luna: dos pájaros sedientos iluminados
se rodeaban para elevarse.
Cada uno con su farol, deseosos de la sombra del otro,
en la ropa oculta, manos cómplices.
y subieron a la nave donde se olvida todo
y la vida es eterna:
cuando los besos profanos ingresan al laberinto de las ropas
las caricias húmedas están listas para el precipicio.
Y el juego de los veinte dedos describe una historia
en luz de luna bajo el pantalón
donde crece la llama de las auroras.
Eran solo pájaros,
y volaron iluminados uno en el otro.




Fiesta de los sentidos


Hoy mis sentidos hicieron fiesta al escucharte
en el alboroto de tus sonidos comenzaron con
luces, confeti, música, bebidas y sexo.

Y me enredé de luto en tu presencia
con un vestido negro me tatué
para que no percibieras la dicha que galopaba por mis venas.

Me llené de símbolos para despistar el estruendo de la fiesta.
Y al final
con tu sonrisa
una palabra,
y tu mano en la espalda desvestiste toda la orquesta.



Mariposas en la luz

Este delicioso placer, profundo
donde la boca aguarda los deleites
sabe en su hoy que las nostalgias son ave fénix.

Muere el bien amado en su careta,
cae el vestido hipócrita de los reyes:
por fin del mundo me libera
de pasadizos, misterios, lujurias, redes.

Ámame
en la estación violenta,
del juego acelerado de ir y venires de bufones.

Sea el cuerpo nuestro refugio próximo,
rodeados, protegidos,
mientras escribo
un canto que me despierta de las pesadillas próximas,
y alimenta con la sabia dulce.
Mientras bailo ante la esencia tuya:
de entrega,
cede el mundo de fractales
compone una nueva sinfonía
en su propio enigma,
en su extrañeza,
en la individualidad que ansío.

Este delicioso placer que cedes,
y provoca manantiales,
ha desatado la furia de las mariposas
que se amontonan por el vientre que exploras.



La ciudad nueva.

El me llevó a recorrer la ciudad que cambió domicilio,
la que se olvidó de mí, así como yo.

Me gustó visitarla con sus nuevas luces
y habitantes ensombrecidos,
deshilados, profanados en su novedad.

Mientras dormía en la torre de cristal, entre papeles y silencios,
cubierta por cobijas de cartón aislante,
aparadores de ilusiones, y una que otra estrella a la mano,

no vi cómo se mudaba lejos,
inventó caminos para que la siguiera, -si quería-,
me dejó la puerta abierta
y amablemente se despidió
diciendo que me amaba.

La ciudad,
emparejó sus gritos y los hizo música tecnológica,
ciudad de espectros, batallas en espejismos,
victoria en líneas de luz.

Y me senté a la orilla de sus límites
esperando escucharla:
pero esta ciudad ya no habla
su lenguaje es de fractales,
de gente que se comunica con chip, bluetooth
y se toca en pantallas virtuales.

Ya no estoy junto a ella,

no voy a sus parques alumbrados
ni recorro estaciones de curadores de color.

La miro desde el balcón
mi dolor oculto la recorre,
se alejó de nosotros porque nunca nos perteneció.



Muñecas Rotas
(Poema XXXIX)

Se formaron las muñecas rotas en su balcón
a burlarse
de su dolor
de la mediocridad de la vida:
mirando como destrozas a otra
aplauden la escena.

Ven como tristemente la sepultas en un precipicio
después de ahogarlas con tu amor:
vas seduciéndola, lentamente, incontable a cada palabra
en cada roce y ella feliz, disfrutando del dibujo de tus desencantos.

No sabe que la estás destrozando,
ni ellas se lo dirán.

Aplausos ensordecedores, descontroladamente amargos,
que miran como abandonas el escenario, en soledad.
Nadie la ayuda
nadie la consuela.
Ya la invitarán al balcón de las carcajadas.

Como va a dar quien no tiene nada, y no sabe dar en la vida
si para él todo ha sido recibir y agradecer con destruir.

Amor que destruyes todo lo que inventas, les decía hace tiempo.
Sin equivocarme, junto mis muñecas.

Las repararé con la mirada anónima de otro hombre,
no todos son iguales.
No todos tienen la profesión de destruir.



Silencio

Ahora resulta que todo quedó en silencio:
de lozas cantera blanca en madrugada del trasnochado
que no escucha ni mira más que su dolor, adentro.
El silencio de las sábanas mojadas de los amantes desvelados del cansancio
a mas no poder por compartirse.
En silencio quedó la madre, que vio partir a su hijo,
y solo se quedó con aroma del recuerdo.
En silencio, se quebró un corazón.
La mujer amada, en silencio inolvidable,
que no conoce las palabras del ausente.
Un hombre mira en el muelle un barco que se va.
Y veo en silencio las olas.
Una ciudad se quedó en silencio tras la tempestad.
En silencio se quedó un prisionero, mirando su libertad.
Callada, se quedó la cama del hospital,
cuando el llanto se llevó un alma junto a su ángel por un corredor interminable.
En silencio, se fue un coche, con la cenizas de una mujer amada.
En silencio años, sin hablar.
Y nos vamos a la contemplación,
cuando lo único que nos queda es el silencio.

Y en silencio, siempre en silencio:
nos conocemos, amamos, multiplicamos, destrozamos, escapamos de la muerte, nos lleva la muerte y trae la vida, nos vamos de cabeza, nos entregamos y se nos olvida el silencio.
Porque resulta, en esta vida, la tuya y mía, que todo ha quedado en silencio.




Pajaritos miran la tormenta.

Sólo tu corazón caliente,
y nada más.
Federico García Lorca.

Nos sentamos de frente a la pesadilla que creamos.
Pájaros del infortunio.
La travesía por el pantano nos agotó.
Precipitados como Caín en su vorágine
fuimos Ícaro del laberinto,
lenguas de Babel, cuerpos en Sodoma.
Peregrinos del desierto como vástagos de sal.
Me invitas a la ventana pavorosa
que niego mirar sentir volver a anhelar.
La adversidad es el motivo del deseo.
Sola tras el cristal,
el conjuro aún no decide mi partida
la suerte está jugando al tarot de Marsella
y encontré una silla cómoda en la mesa del Diablo.
Una daga de la virgen de los dolores
acompaña deseos de travesía por el espejo.
Tú, como pajarito espantado,
cautivo de la historia predicha,
sigues el juego.
Buscamos seres libres
hermosos puros de Samaria
sabios de la travesura
y conozcan con placer
destruir sueños como lo hicimos,
volar marionetas de colores opacos,
recorrer el laberinto de sombra gato destello,
tomar prestados amores lejanos de la mano,
dejar ventanas abiertas de conversaciones expuestas al azar,
construir castillos magníficos de mentiras
explorar mapas de cuerpos cercanos,
hacer lenguaje común con destino y mirada
penetrar cada pensamiento azaroso y lo digieran
y los vean junto a ti.
O se atrevan a sacar y meter del pecho,
el corazón en la tempestad,
con aroma de café recién parido.
De fondo música de Bach.
Ya no soy yo después de la pesadilla
y libélulas de veneno disecadas.
La vida se me hace chiquita
y me la como a cucharadas con jarabe del deseo.
Mientras seguimos aquí en la ventana,
sin mirar ni hablar.
Ya volaremos felices, cuando pase la tormenta.



Deslumbre

A Rosaura Revueltas

Porque cada gota cae a tiempo
hasta llenar el cubo de agua y desbordarse
–pensé en voz alta y desafiante-
y seguí de frente en la lectura:

Ella danza de un lado a otro por la mente,
teje un rompecabezas del tiempo,
veo como la sal de la tierra hace justicia
y se desprende en cada terrón su testamento.

Ave eras
para ir de un país a otro con el arte de familia,
y colibrí de la vida sensible a la luz de la escena,
temible a quien inseguro te retara
Duranguense, al fin:
voy tras la el rastro que dejaste en nombre.

Es tu Revuelta por destino
o en la doma de la fiera, junto a preludio y fuga,
pisas firme con la sinfonía hermana
oleo de sonidos testigo de la vida en nación,
siempre atenta a la sonrisa de México.

Rosaura hermana que no tocaste por tu vista estas tierras
me visto junto a ti con el tuzor y sus colgantes,
abrazo el rebozo de Soledad blanco del origen
te nombro desde la esencia de mujer
que vuela como luciérnaga adolorida,
y persigo al revoloteo de tu luz al cine
vestida con presencia serena y decidida
cuando Brecht
te hipnotiza con El círculo de tiza caucasiano.

Porque en estas tierras de Durango
no hay de otra más que nacer guerrera y entregada:
aunque Neruda se ensombrezca,
demostraste al mundo que más vale ser encarcelada
que callar ante listas negras en Hollywood.
Y el viento de libertad nunca te dejó,
admiradora de la estirpe de revuelta
difusora de logros familiares
conocemos a Silvestre por el mismo.

Más un día el aire te hizo falta
y ante la trascendencia del círculo en la Habana
donde Guillen te canta:
sigue en tu vuelo Rosaura,
hija de Lerdo y de la luz,
como un ave del cine valiente eternizada.



La libélula.

Murió la libélula
posó en la pared desafortunada:
al soportar su peso en dos patas
cuando la vi caer al precipitarse
con la nube de humo del feroz insecticida.

Murió en su lucha,
aun la contemplo en el piso de la cocina
llegó a rastras a mis pies, a donde garabateo,
no puede quedar en el basurero –pensé-
la inmortalizo disecada, en este escrito.

No volará más –pienso fríamente-
mientras contemplo recuerdos en la casa:
te quedaste también fijo a la pared
a libros, piernas que besaste
y el sexo que hizo pausa
ante la nube de veneno
que roció el único hilo que nos sostenía
(los hijos extraños me son dañinos,
usan la toxina tecnológica
para rastrear conversaciones de sus padres).

Aún no sé cuál fue el mensaje desafortunado
que me tiene en esta espera melancólica.

Me sostengo del hilo,
y aferrada a la pared
que se extiende a la mirada profunda
en banca conocida del templo
donde liberaste la puerta de mi llanto con la imagen del poeta.
Aferrada a que un milagro me consuele
y vuelvas feliz en el barco del adiós
abrazándome tras la espera en la pared
donde se desprendió la libélula.




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