viernes, 5 de septiembre de 2014

MATÍAS ELLICKER [13.206]



Matías Ellicker

Nace en 1982, Chile. Ha sido antologado en Los broches mayores del sonido, libro que conmemora los 40 años del movimiento Hora Zero (Lima, 2009). 
En octubre de 2010 apareció su primer poemario: Derechos y Libertad de los Motociclistas (La Ratona Cartonera, México). Participó en lecturas públicas en aquél país, en 2006 y 2007, en Casa del lago y el Foro Alicia. En 2009 fue antologado en Los broches mayores del sonido (Fondo Editorial de Cultura Peruana), conmemoración de los cuarenta años de Hora Zero, invitado por el poeta Tulio Mora, que integra dicho movimiento desde sus orígenes.  




OTRA HISTORIA VIOLENTA

Venían por el sendero empuñando hachas por sobre
sus cabezas, y los faros de un sedán al tomar la curva
arrancaron destellos plateados de sus hojas. Hasta entonces
no los habíamos visto, estábamos en paz. Pero luego,
aunque acababa de encenderlos, el dependiente
apagó los reflectores de la fachada y desconectó
la máquina de discos, y nos pidió que hiciéramos lo mismo
con las velas que flameaban en cada una de las mesas.
Yo pedí un deseo al soplar la mía, y de golpe me sentí viejo.
Una estrella apareció sobre el aserradero. Comenzaron los hachazos.






VICIO Y VIRTUD

Te sucederá también una noche, cuando joven,
ver el último halo de conciencia deslizarse
por la oscura rama recortada en el relámpago
y luego de horas sólo dar con la pobre metáfora
de una aristócrata en ruinas entregando su anillo
en una casa de empeños, demorándose por la artritis
o los sabañones, no sé, pero un halo deslizándose 
en el vacío trepidante que deja el trueno,
cuando el gallo –otra pobre metáfora–
se provee de vicio y virtud y no podría soportar
una mente bendecida por el conocimiento.
Y te sucederá no sólo una noche, sino cientos,
descubrir que la noche es ya una luz cruda
desperezando cuervos en los nichos inalcanzables
de santos inalcanzables, cuervos que sin vanidad
ocultan sanguinarios y penetrantes ojos
entre profundas plumas azul cobalto. 





LAS DIESTRAS EN QUE CONFIÁBAMOS

Las diestras en que confiábamos
pusieron sus nombres en las listas de caridad
pero luego enviaron un mendrugo de pan agusanado 
envuelto en cintas transparentes
Las diestras en que confiábamos
se lavaron con agua bendita tras hundirse en el flanco del Cristo
y palmearon las charreteras de los altos comandos
charreteras que cegaban el tránsito de los caballos
Las diestras en que confiábamos
firmaron millones de cheques en la oscuridad
para hombres y corporaciones que dijeron odiar en lo claro
Las diestras en que confiábamos
tienen gente que lustra sus zapatos y anuda sus cordones
tal como ellas lustran los zapatos y anudan los cordones
de los que están un peldaño más arriba en la pirámide
Las diestras en que confiábamos
abrieron la aljaba, eligieron la más pulida flecha
y dieron en el blanco de todos los leales juramentos
Las diestras en que confiábamos
jamás se estrechan entre sí
pero a veces entrechocan copas rebosantes de sangre
Las diestras en que confiábamos
confeccionaron un látigo de amenazas que confeccionó
un discurso de mentiras que las llevó a cocer
el último ladrillo en la catedral de nuestras lágrimas
Las diestras en que confiábamos
acarician nuevos F-16 tanques dados de baja por el Primer Mundo
como si acariciaran el flanco de alguno de sus caballos 
y acarician a sus caballos como si acariciaran a sus hijos
los hijos que no acarician más desde que en ellas confiamos
Las diestras en que confiábamos
una vez envejecen en el río de los años
escriben biografías escandalosas
que hacen de Roma un apacible jardín
y escriben guiones para televisión
que les permiten estrechar la helada y brillante mano de la fama
Las diestras en que confiábamos
cosen sus labios y lamentan entre murmullos
que la fama no sea ya lo que cantó Shakespeare
pero detrás de sus labios hay un lobo arrodillado
pero dentro de los bolsillos hay chispas
que hacen con las monedas
recién escupidas por el Banco del Estado
Las diestras en que confiábamos
pasan con un bostezo las páginas nacionales e internacionales
pero se tensan poco a poco y acaban en un franco temblor
al llegar a los valores de la Bolsa
Las diestras en que confiábamos
se llevan pastillas a la boca
que de sólo desear nos significarían excomunión y cárcel
Las diestras en que confiábamos
abren un clóset como el de C. S. Lewis
y sacan un abrigo de piel distinto cada noche
y después de frotar y frotar una verga muerta 
lo arrojan a las patas de la cama
y la vida y los sesos que esos abrigos contenían 
se esparcen por la alfombra como joyas
joyas que no saben que son joyas 
Y llegamos así a otra noche sin estrellas  
aunque nada oculte el cielo
pues además de todo lo dicho
empuñaron hachas y talaron el bosque
las diestras en que confiábamos. 





PEANES Y CANTINAS Y TRENOS

Nunca tan orgulloso como en la hora de su perdición.
Malcolm Lowry
                                  
No es mi rostro el que cuelga a lo largo del Palacio de Cortés
dispuesto a boxear con quien sea en la Arena
ni es mi nombre el que yace bajo los obituarios
envolviendo hígados y pescado crudo esta mañana  
no estoy en este sombrío cuarto de hotel
oyendo los aullidos de las patrullas
reclinado en una silla de mimbre con un rifle entre las manos
ni es humo lo que emerge del cráneo abierto de esta mujer
dispersándose hacia la calle al llegar a las hélices
no fue la calefacción deficiente la razón de herirnos así
ni llamé a recepción poco antes de medianoche
exigiendo el mejor tequila, joven, y la cena más humilde
no yo no fui el que descolgó el teléfono y marcó
después de equilibrar el pulso mientras ella
sollozaba de felicidad envolviendo mi puño en una gasa
y los fragmentos de espejo caían alrededor del tocador
donde escribí peanes y cantinas y trenos en vano en vano y en vano  
yo no recogí no lo recuerdo a ninguna creyente en la última cantina
tras oír la sórdida ternura de taxistas lustradores mariachis
avionetas sobrevolando llanuras en llamas
cañones avanzando sin freno por todos los frentes
ni rompí su delicada blusa en el portal de la iglesia
mordiendo sus pezones hasta hacerlos sangrar
con futuros sacerdotes soñando prostitución y dados
y mendigos susurrando como hienas en las arcadas
ser bastardos ilustres de viejos buscadores de oro   
no es cierto tampoco que haya llegado a esta celda por ebriedad
con dos indios harapientos acariciando la misma gallina
acurrucados en el sitio exacto donde depositaron
sus excrementos y azadas
ni caminé por ninguna carretera soltando blasfemias
pidiéndole por Dios a Dios un par de zapatos nuevos
ni desperté en ninguna zanja cerca de qué plantación
con ocho anillos de plata destellando arriba
sosteniendo para la salvación de mi alma
un interminable libro de himnos
ni estoy en un tren de mercancías que alcancé corriendo
mientras astillas de fuego brotaban de los rieles
y el vino se me iba derramando entre los brazos
como todos hemos de volver a derramarnos algún día
no estoy en esta cabaña de troncos junto al lago
incendiándose y construyéndose y volviendo a incendiarse
donde a veces cuando nieva dejo entrar a los lobos
para que juzguen con autoridad mis versos
la verdad es que nunca amé aquí a nadie ninguna mujer
limpió mis vómitos o me revolvió el pelo con sus dedos
diciendo Eternamente Lo Juro
de hecho lo único que yo recuerdo es esto:
El capitán había anunciado tormenta pero ni él mismo
se lo tomó en serio. La tormenta fue cierta. Y yo estaba
junto al mástil, con una navaja y una cuerda a mis pies,
oyendo a través de las sonrisas muertas de mis compañeros
el irresistible canto de las sirenas.     






de Derechos y Libertad de los motociclistas


FÁBULAS

Cantos después de mil horas trabajando en tiendas
de ropa frigoríficos bibliotecas técnicas
dulce aliento de los manicomios

para hacer sentir vértigo a los que hablan detrás
de cabezas de alce agitan abanicos chinos
en las bóvedas de sus colecciones privadas

Manada que no pasta en las Guggenheim la Fundación
Neruda que no miren ni en pesadillas los
Consejos Nacionales del Libro

donde mis camaradas y yo nos hallemos desnudos
niños bestiales en el Sastre de la Naturaleza

y nombremos el Nuevo Mundo en el que
se nos concederá la bebida, la perfección,
la nunca bien ponderada ferocidad.





BLANCO EN LA NOCHE

Una terraza abandonada bajo el nivel del mar
un balcón cubierto de rocío donde aguardar
los drogados oráculos de la Pitia
mientras la noche pasa por nuestras amateurs
disposiciones al amor –besos, caricias fosilizadas–
como un automóvil blanco con sangre en el asiento trasero.





NOTICIA CON MOTOCICLETA Y RESURRECCIÓN

No se ponderará nunca lo suficiente nuestro amor por la vida
El detector hizo un rostro como el de Leonardo
antes de la nueva ola de crímenes __ Como cabellera india
la Ruta I-50 se ondula hacia delante y no verás
jamás demasiado las estrellas las capillas proletarias
donde Escorpión clava las Tesis de la Velocidad
la radio aullando: Tales predijo que un día
el desasosiego dejaría de ser nuestro juez
No se alabará nunca lo suficiente la deserción
las radios que impelen el oscuro velamen de la hierba
Coches marca Morfeo frente a las dependencias
senatoriales__ Fuegos en los suburbios
El viento envuelve nuestros rostros
con su bendición por la Ruta I-50
y el veneno aunque terminará matándonos
al menos hasta ahora nos ha sido fiel





LA RESACA CONDECORA A SUS HIJOS

Tras releer Las Cantinas de Lowry 

Hay noches en que tus orejas serán conchas y sólo oirás
el lento desbarrancarse de los cargamentos del oro,

el apacible Jordán de la infancia deslizarse proceloso
por el interminable filo de la gillette

y confundidos en la corriente huirán de ti el talento,
la Biblia y el Corán, el alegre cuchillo de los desayunos.

Y foráneo donde sea harás guardia con los santos
en el frontis de una vieja iglesia oaxaqueña

cuando los huérfanos rebasen la pendiente
con testas heridas, tensando sus hondas,

y los guijarros trazarán parábolas en la penumbra
que trocarán el blanco mármol en polvo.

Y las cabezas al rodar te arrojarán ese beso
que sólo pudo darte tu madre al ser concebido.

Y –siguiéndolo– admirarás un pie hinchado de veneno
que florece en la madera muerta de los taburetes,

y los cuervos serán cisnes, y los perros corceles,
y los santos cicatrizarán al silbido del lechero.

Y toda la sangre se te agolpará en el cerebro
pero tú ofrecerás feliz tu cerebro

por un cuarto lleno de cucarachas
y diez tortillas de maíz. Y te hallará Venus

arrastrándote por estaciones de buses
hasta que los utensilios de limpieza brillen cual ajorcas,

y echarás el anzuelo a los centavos que levitan
en las cuencas vacías del rey de los mariachis,

y te arrastrarás por aserrín y baba
hasta que el alcohol queme tu sangre

y tu sangre evaporada sisee al atravesar las lámparas
y veas empañarse el último cristalino ojo de buey.

Y no regresarás al Edén. Y no habrá hermana
que te cante nereidas hacia el barranco.

Y verás allá abajo, pasando la hondonada, tu Arte,
un fuego más en la solitaria calle de las herrerías.





MEDIANOCHE DE LAS PATRULLAS

A medianoche aúllan las radio-patrullas Dos motoristas
baleados en la Ruta I-50 __ La moto
yace a un costado de la carretera
Cuentan de magníficos espíritus que doman
caballos mecánicos y oficios y se desvanecen
mercenarios de una sola ley:
La energía lo es todo __La costumbre es una perra
Un rifle emergió desde una pista de baile
llamada Infierno __Pobres
relámpagos masturbatorios que ahuyentan
y dispersan nuestros rebaños
El amor con su silbido
volverá a unirlos un día





LUCES DE PESTE

Estás en la terraza. Tu flamante debut se embriaga
y rompe los pies en una pista improvisada en el pinar.
Ya no quedan otras luces en este motel
que las luces de la peste
en un cuadro de Monet. Una peste
sin embargo beatífica
que te ha hecho abrir una llave
y no ser demasiado duro con los acontecimientos:
las ménades que seguirán bailando allá afuera
mientras el vaho de la plegaria se hace invisible.
Así será siempre. Ellas bailan y adoran esa penumbra
como todo lo que las hace ver más jóvenes,
todo lo que fricciona la flecha.
Cada amanecer, regresan salpicadas de sangre
a decir que la luz va descosiendo larvas de las ramas.
Tú te sientas al borde de una cama larga y arrugada cual pezuña
y las ves destrozar todo el mobiliario.
Allá afuera, tu solitaria juventud baila.





SEDA

La mujer y yo íbamos en el asiento trasero
y otro que también la amaba conduciendo y
las negras ramas arañaban las ventanillas como
las piernas de la pubertad de mis hermanas
esas voces que decían querido, tienes un bello
futuro por delante mientras los capullos se abrían
y cerraban sobre los faros apenas iluminando
la autopista y las ramas decían ama y aúlla
ama y aúlla justo cuando el hombre aceleró en la
curva y ese bello futuro que teníamos por delante
se derramó como el tequila en el tapiz y por los
muslos de esa Reina que los dos amábamos y que
no amaba a nadie ni nada hasta que el alcohol se
impregnó con tanta fuerza y a tal velocidad en su blusa
que los pequeños pezones marrón se traslucieron en la seda
volándose por las ventanillas Distrito Federal arriba.





RENACIMIENTO AL ALBA EN SANTA CRUZ

Imposible evocar la muerte a cien kilómetros por hora
rostros__ luces__ amaneceres__ gasolineras
tan claras que hieren los ojos __Imposible
no tenerlos abiertos mientras las ramas pasan
y la pista ondea hacia adelante como una
faja de piel humana y cada vez menos
aparece algún porche __alguna mecedora
alguna lámpara de gas en un comedor solitario
Imposible sentirse solo montado en la motocicleta
el viento aullando en las orejas y las estrellas
resbalando por el bruñido cuero de las chaquetas
Imposible sentirse más libre y más
perdido __más bello
más vivo





LA PUBERTAD DEL DINERO

Estás en la pubertad del dinero
Y eres a veces
El siervo que arrastra carretas cuesta arriba
Y al pie de la muralla
Se muerde el labio inferior
Añorando los lechos y la batalla;
El que mira desde los reinos de aluminio
Los coches que se detienen
Llenos de polvo, los parachoques
Atravesados de ramas
Y la ortopedia que emerge de la ventanilla
A recibir un montón de billetes lisos y tibios.
Eres el adolescente perpetuo
Del espectáculo del dinero.
El que mira a los viejos beber aguardiente
Y comer nueces y limpiarse los dedos
En la cabellera del talento.
El que pasa y se queda y disminuye
Y no puede nunca olvidar.





BELLAS FIESTAS RECOBRADAS

Tenemos tanto por lo que estar agradecidos
Montados en la motocicleta
sin tiempo de evocar agusanados oradores
Todo expirará de un momento a otro
Casetas de aduana acribilladas__ Yeguas árabes
encabritándose en el monóculo del Jefe de Estado
Todas las radios callan de un momento a otro
sobre la solitaria belleza del mundo
Apolo con los muslos lubricados de semen
tañe la lira por los bosques oscuros
y ya no se teme a la muerte ni parece
vida esa vida de Cárceles Bancos Deportes
cuando vas a través de la radio del alba
montado en la infinita Gracia de estos caminos






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