jueves, 11 de octubre de 2012

YAMILETH LATORRE QUINTANA [8.029]




Yamileth Latorre Quintana 

(Cusco, PERÚ 1977). Escritora y poeta peruana. Licenciada en ciencias de la comunicación, con estudios de maestría en periodismo escrito, por la Universidad de San Martín de Porres. Es periodista y docente universitaria, pero ha realizado trabajos de inteligencia secretos. Prefiere la clandestinidad, le gustan los tulipanes, mirar a la gente pasar y salir a ver si llueve. A los diez años tuvo su primer programa de radio. Ha escrito dos poemarios, aún inéditos, y prepara un libro de cuentos. Radica en Lima, donde a veces se siente ajena. Participó en el encuentro latinoamericano de poetas El Vértigo de los Aires (Ciudad de México, octubre de 2007) y ha sido incluida en su libro-antología.


Testimonio

Todo
está oculto
como en el principio
si todavía
me ves
no le creas a los colores
a la maleza
que ahora me protege
no le creas           no le creas
                         al grito
cuando ya gobierna el silencio
estoy
negándome
como el último culpable
se niega
ante el cadáver del último hombre

cómo era respirar
dar picotazos y escupir el forraje
la noche
el tiempo atrapado en las alas
aquí
alguien todavía llora
pero ya todo es una gran carcajada de sal

cómo era
ser
testigo del relámpago
y contarlo todo
sin arder desde las ramas hasta la raíz

cómo era pintar
peces ciegos en los muros
sentir frío
y vomitar viento por las branquias
cómo era abrigarse
con hojas
cenizas
retazos de nada

aquí alguien se rebela
y no hay contra qué / contra quién

cómo era
no tener palabras
para decir:





Estamos creciendo solos

Hoy me he volteado a verte
y he visto que hay una selva que te nace
en la médula espinal
(un león está alojado justo en tu coronilla
y un ave revolotea sobre tu ombligo)
Me he cubierto los ojos por respeto a tu pudor
y –para no alarmarte– te he dicho:
Estamos creciendo solos
ausentes del mundo
desnudos, sin rumbo, solos, solos
Y tú has estallado en llanto
porque (sólo hay leones y aves y alucinaciones)
no hay cataplasma frío para la fiebre
ni madres deseándonos las buenas noches
Estamos creciendo solos
huérfanos, resignados, tristes, tristes
Nos estamos haciendo salvajes
dándole a las rocas para
ver nacer el fuego.






Confidencial

Ejerzo oficio de espía
oculta
liviana
serena
me alío con la penumbra
avanzo contra la pared
disimulo cada paso
me cuido la espalda
escapo de los gatos delatores
del ajuste de cuentas
de otra sombra anónima
de las prostitutas de esquina
de las linternas y faroles
de los vigilantes de la noche
(y la lumbre de sus cigarros)
del repentino plenilunio
escapo
espío
escapo
espío
reviso el manual de sospechas
y anoto todo lo que veo
pero callo todo lo que anoto.






María para los dilopantes

Hay terquedad en esta agonía
Me cae el sol y no lo esquivo
Me sofoca la lluvia y no la aparaguo
Mienten los dilopantes –ésos, todos– y los encubro
Legitimo sus falsos testimonios en contra mía
Los tolero
Los enaltezco
Los justifico
–Así– dándole muerte a este poco que respiro de vida
Con lágrimas
Con silencios
Con omisiones
Despierta José, allá vienen ellos: los todos
¿Y la agonía?
Hablaba de mañana, José, de mañana
Hoy, barniza bien los maderos
Que –de nuevo– han de comprar cruces los dilopantes
Pero, antes, veme cómo le doy con los dientes al pan duro
Y no me alivio, porque –sí– hay terquedad en esta agonía.








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