martes, 30 de septiembre de 2014

AMARILIS TERGA OLIVA [13.503]


Amarilis Terga Oliva

Amarilis del Carmen Terga Oliva 
Granma, Cuba, 1970
Miembro de UNEAC y del Registro Nacional del Creador. Graduada en Historia del Arte. Se ha desempeñado como investigadora, profesora universitaria y especialista en Artes Visuales.
Premio Fidelia de Poesía con Sueño de Hetaira,Ediciones Bayamo 2005 (reeditada por www.milibroyyo.com, Buenos Aires, Argentina, 2006). Ha publicado Muertos de amor en el monasterio (Cuaderno de poesía). Obras suyas han sido antologadas en Antología de la Poesía Cósmica y Lírica Cubana, Frente Afirmación Hispanista, 2004, (Tomo III); La Historia en la palabra. Volumen II. La Historia en las Revistas Culturales, Colección Crisol, Ediciones Bayamo, 2005; La isla de tus ojos, México, 2012 y Catedral Sumergida, Letras Cubanas, 2012.
Colabora con las Vértice, Ventana Sur, Videncia, La Gaveta Contacto, La Fuente, Athenea, Isla negra, Arique, La Bota Literaria, Aldaba Ventana Sur, Esquife.




POR ZENEA

Te veo en la hora del postrer suspiro
Por calles cubiertas de lumbre.
Recorro las casas de tertulia
Como pájaro que no encuentra
Sustento
Y Fidelia: arena del desierto
Desierto de sed
Está condenada a volver
Cuando la primavera entre los dos
Se transforme en llama.






CONSTANTINOPLA

Este amanecer lleva el raro esplendor de las rosas.
Desde el dintel Constantinopla
Vierte cáliz sobre la brisa
Que roza la cordillera.
Aquí la hora es eterna.
Tomo el sendero hacia la turbadora
Intensidad del mar.
No veo las espigas que han roto el broche.
Betania se extiende
Y en el tabernáculo
Los odres quedaron llenos.
Por sus corredores mi leyenda
Añora el loto
Las palomas
El castaño de un lejano país.
Habrá tiempo para arrojarnos
Al fondo del sol 
Y caminar
Cuando se apague la marea.





Ciudad

Esta ciudad odia el viento que llevan mis palabras.
No perdona arias glosas de antaño.
Su estro presiente desvaríos.
Llora el rostro al mirar.
Escuálida giro picaportes hacia pasadizos /
escenarios.
A trasluz compueblanos insultan.
Invento el arte. Caigo renuncio.
Aborrezco la pesadumbre de habitantes
apedreando el tiempo.
Frente a todos recibo las heridas /
un canto visceral.
Confío violetas a los duendes que expiran
sobre el Parque Central.
De mi cuerpo brotan cúpulas /
baladas en hemiciclos.
En sus predios dinosaurios acarrean hollín
y obtengo muertes que salvan. 





Berlín Hamburgo

En Berlín una plaza con la estatua de Humboldt
recuerda San Pedro del Vaticano.
Restos del muro hacen extraña la ciudad.
La Avenida Lenin es una recta con árboles /
y torres mutiladas por la guerra.
El Senado los puentes dicen adios.
Calles exponen trasatlánticos bares prostíbulos /
músicos solicitan monedas.
En Hamburgo los trenes dibujan geometrías.
recorro toldos vitrinas.
Afluentes parecen tocar almohadillados lunas.
Exploro una playa nudista con Quintas
plantaciones mascotas de biscuit.
De regreso al Kunstalhe escucho:
La patria no es la de la tierra /
sino la comunidad de afectos.
Con el obturador en las manos respira llora
mi país. 





Dossier

A Lilian y Lizi, con doblada sonrisa.

I

Ciudad veo rodar claustros.
Tus habitantes no encuentran
restos del humo.
Fragmentos descubren íconos
partituras volúmenes.
Ciudad impones ecos laberintos
arenas de siempre.
En tus predios hay brumas
claves armas que acaban.
Ciudad descubro en la piel
nombres.
El universo escucha el habla
los pies.
Ciudad existe una luz en ti en mí.





II

Soy un pájaro tras la ciudad /
mapa en el tiempo.
Busco aspas del molino
entre ramas cenizas.
Anhelo desbrozar imaginarios.
Vuelvo los ojos a la turbiedad
del agua.
Ciudad te deslizas cubierta
de flores.
Por encima de las murallas
despliego urgencia.
Soy un pájaro apretado al mar
que extiendo alas.
Si encontrara el cauce vestiría
recodos grietas.
Ciudad omisa a mis llagas /
dolor en intemperie /
serpenteas la raíz.
Frente a las murallas tiro la aldaba
Acompañan voces huellas.
Labradores silban /
doncellas escuchan.
Ciudad arruinas la rama que soy
y desapareces.




Hetairas

En Lesbos actuamos desnudas ante los dioses. Vimos ir a los hijos de Apolo 
convertidos  tiernamente  en lluvia. Tocamos el arpa entre pinceles 
y evocamos a Zeus.Vinimos del otro lado del mar 
después de plantar vides en praderas del Mediterráneo.
Estuvimos en Creta, Samos y Lesbos -toda el Àtica sabía nuestros nombres-.
Comerciantes y tahúres nos visitaban, éramos estatuas a orillas del mar.
En las tabernas danzamos hasta el tedio: provocamos el amor.
Los rostros sobre nuestros cuerpos creían llevar nubes negras.
En Tarento fuimos vendidas y codiciadas en islas del Egeo.
El camino infinito reveló que el amor está a un paso de las estrellas.
El amor con su olor a jazmín flota más allá de la luz. 
Llega y  nos deshace en cada átomo para  luego ser  pretérito.
Durante siglos hemos servido a la sombra de los dioses 
que  para siempre nos vigilan sumergidos en el vino.
Desde sus templos celestiales acudimos al amor.
Como rosas de agua enlazamos la serpiente entre danzas y canciones.
Los ángeles regresan y observan la claridad. Por fin hemos vencido 
esa humedad de flor, por fin somos eternidad en mitad del sueño.




En la tierra de Uruk

En la tierra de Uruk las estrellas caen sobre mí. 
Despierto entre calles angostas. Busco en la ciudad 
aromas tibios que rondan mis pies.
La arcilla pasa y me encuentra cada mañana apacentando las cabras. 
Voy con el cortejo de himnos por los montes de Uruk.  
La lluvia coloca tus ojos en asientos de grana. 
Te busco entre las piedras. Las estrellas caen sobre mí 
y no puedo evitar recordarte esta mañana. 
Regresamos de siglos escritos en un testamento apócrifo.
No puedo tocarte desde la arcilla. Pertenezco a una edad sin luz.
Mi nombre pudo ser Ninsun, Leda, Gilgamesh.
Te cuento historias de hombres que anclaron barcas 
y plantaron la tierra. Me levantas del polvo
con manos que pueblan de higos la huerta.
He contado a mi madre este sueño. Regresas a la tierra de Uruk 
y caminas feliz junto a mí.




De cómo Don Quijote y Sancho regresan a la ínsula

Sancho amigo, volvamos a la Ínsula para aquietar los vientos.
Entre almenas y cariátides descubramos hombres maniatados.
Por la ruta de  mariposas y doncellas, seamos eternidad.
En barro y fuego hallemos la ínsula: porción sin fin bajo el agua.
Libremos otra batalla  más allá de los molinos. 
Como extraños pastores guardemos el árbol, la viña, los puertos.
Partamos ya,  pues duelen las palabras demasiado cuerdas sin ti.



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