sábado, 15 de noviembre de 2014

MIGUEL MORALES FUENTES [14.023] Poeta de Chile


Miguel Morales Fuentes 

(Capitán Pastene, Chile  1939)
Es autor de Elegía y Regreso (Santiago, 1966) y del Herrero y su noche, poemario publicado con el auspicio de la Universidad del Norte, Sede Antofagasta en 1972. Es cofundador del grupo Tebaida de Arica y de la revista Homónima.
En Santiago mantuvo Ediciones Tebaida con siete títulos publicados. Poemas suyos aparecen en la revista "Cormorán y Delfín" de Buenos Aires y en "Mundo Nuevo" revista francesa para America latina. Aparece en Visión de la poesía Chilena de la "Road Apple, Review" (Nueva York.1971) y en la muestra antológica de la literatura chilena "Juntémonos en chile " ( Santiago,1992).
En 1998 recibió de la Agrupación Amigos del Libro, dependiente de la Secretaria Regional de Educación, una distinción por su trayectoria literaria. 
Por la obra Los Versos Del Tipógrafo Huraño, ganó la Beca del Consejo Nacional del Libro y la Lectura.


MERIDIONAL

-No pueden conmoverte mis sonidos,
porque cada día, enredan su muerte
entre tu propia muerte cotidiana.
Ese filo pintado de púrpura vibrante,
ese puerte de escamas que cruza las heridas,
esa región sombría y movediza
desemboca en un río de brea
con bostezos de iguanas aburridas.
Amo tu rota inevitable huida,
tu viento misterioso
de ternura invisible arrolladora.
El radar de tu cuerpo,
la nieve de tus árboles
y ese sudor tan tuyo
final de todo, comienzo de tus islas.




El poeta en invierno

Iba buscando luz para encontrar un nombre,
una linterna mágica siquiera,
caverna de Platón que trasluciera
el amor de una mujer y un hombre.
    
Sentábase en invierno frente al fuego 
a buscar el poema entre las llamas 
mientras afuera el viento que derrama verso a verso, 
su hola que tal y su hasta luego.

Ese viento traía, un recuerdo, una oda, 
un madrigal pasado ya de moda; un jamás, 
el no te puedo querer de una María.

Y era el viento en que el vate se encontraba 
con el cerrojo mágico o la aldaba 
donde reina la diosa Poesía.




El  detenido aparecido

Qué hacer con sus tropas, con sus huesos, 
con los labios que perdieron el aliento, 
con la frente sin piel ni pensamiento 
del hombre que vivió y que fue preso. 

Sueño obligado en que el exceso 
se obstina en trizar el sentimiento.
No más risa, ni amor, sólo el lamento 
del que cayo en la red del mal obseso.

Su vida fue tranquila y proletaria, 
trabajadora, amable, solidaria
como canción de amor o campanada.

Padre en que el recuerdo es aire puro 
y ahora es puñado tras un muro, 
en que la paz es ansia levantada.




Final de ruta

Sentirás alguna vez el campanazo 
en la extenuada ruta de la vida, 
el llamado final en estampida
de un destino fugaz cual fogonazo.  
  
Fin de la ruta, te dirás cansado. 
El gallo anunciará que la mañana 
y el rocío no va hacia tu ventana.
Plácido estará tu cuerpo ya finado.

Suspendida en tu cuerpo la presencia,
un retrato de rostro enamorado 
un rostro ahora imagen de la ausencia.

Pero el silencio terco y vehemente 
conformará un túnel absorbente, 
todo un punto final ya designado. 

Sonetos del libro "Los versos del Topógrafo Huraño" Antofagasta 2000. 




Miguel Morales Fuentes
POESIA DE LA EVOCACIÓN

Por Aristóteles España

"Los versos del tipógrafo huraño" (Autoedición, 2004), se titula el último libro del poeta Miguel Morales Fuentes (Capitán Pastene, 1939), quien reside actualmente en Antofagasta. Es un texto lleno de evocaciones, a su lar lleno de bosques, espejos donde jugaba a ser agua y los vientos de su juventud con los cuales dibujaba guijarros y manzanas. Morales residió en Santiago en la década del 60 y 70 donde se desempeñó como tipógrafo en editoriales; compartió con Pablo Neruda, Pablo de Rocka, Jorge Teillier, Rolando Cárdenas y empezó a construír en silencio una obra breve, contemplativa, ajena a las modas y vanguardias, que lo hizo popular entre los poetas y lectores avezados.

Esta publicación es un texto antológico, versos publicados en trípticos, en revistas de la época, en hojas que distribuía en la biblioteca nacional y en los bares donde compartía con sus amigos. Por sus páginas desfilan atardeceres en su pueblo natal, un caballo encerrado en un closet, el perro Fulgencio de Armando Rubio, los ríos de Angol, un hospital donde lo visitó la Muerte vestida en arpillera.

Los códigos que emplea nos recuerda la poesía de los autores chinos como Li Po, y ciertas huellas de la poesía alemana, de cual es experto, en autores como K.H. Bodensiek, Gunter Grass, Ingebor Bachmann, Hona Bodden, George Forestier, Paul Celan. Un tiempo de arraigo, el hombre busca su Destino en medio de la naturaleza; lo único que importa es la vida en paz, sin guerras ni autodestrucción. El tiempo se detiene para dar cuenta de los túneles donde la lluvia es una desolada nación.

"Los versos del tipógrafo huraño" reconstruyen miradas perdidas de un Santiago que no existe, lugares donde los huesos se doblan, viejos talleres de imprentas con sus linotipias y faroles, los rumores de la noche con libros y ventanas. Todo el poemario de Miguel Morales Fuentes está impregnado de nostalgia. Recuerda su época de tipógrafo con un sueldo miserable, el frío en su lugar de trabajo, las tertulias con poetas ya desaparecidos y siente que se está quedando solo en el norte de Chile, con gaviotas, poemas, amores que no existen.

El libro está dedicado a sus hijas Marieta y Paula. En la introducción hay un breve poema-prólogo escrito por José María Memet:

"El tipógrafo huraño":

"Se llama amigo quien sabe soportar el hambre 
y es capaz de prestar una sonrisa cuando cuesta levantarse 
Y cuando la imprenta de la vida está vacía 
porque todos han ido hacia la guerra 
Se llama amigo quien sabe tipear el recuerdo en el corazón de los que quedan".




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