domingo, 22 de julio de 2012

7304.- GUILLERMO TREJO




Guillermo Trejo (1926-2005). Poeta y cuentista Chileno. Autor de: “5 poetas hispanoamericanos en España”, Ediciones La encina y el mar, Madrid, España, 1953, “La poda”, Ediciones Mimbre, Santiago de Chile, 1966, “Piel adentro”, Ediciones del Grupo fuego de la poesía, Santiago de Chile, 1980, “La casa del descalzado”, (prologo de Miguel Arteche), cuentos, Ed Taller Nueve, Santiago de Chile, 1981, “Huésped del gusano”, Ed Trevi, Santiago de Chile, 1984, “Caudal de murientes”, Ed Manieristas, Santiago de Chile, 1986, “La boda continua”, Ed Lar, Concepción, Chile, 1987, “Valentina en las sombras “, Ediciones Clarín, Santiago de Chile, 1988, “En los vacíos de la ira” Editorial Fértil provincia, Santiago de Chile, 1992, “Elegía del ángel” Editorial Etcétera, Concepción, Chile, 1993, “Secreta víspera”, Ed Zona Azul, Santiago de Chile, 1995, “La noche humana” Ed Tiempo nuevo, Santiago de Chile, 1996, “Antología, poesía y prosa” (selección de Miguel Arteche), Ed Ala antigua, Santiago de Chile, 2002, “La casa de las golondrinas” Ed Lasertronic, Santiago de Chile, 2002. En 1962 recibió El premio Internacional Congreso por la libertad de la cultura. En 1982 recibió El premio Municipal de literatura y El Premio de la Academia Chilena de la Lengua. 



L'HIRONDELLE SUCCESSIVE DE CHAR

Entre luces que se abren frente a frente
al espasmo del fuego vuela oculta
la golondrina sucesiva.
El poeta le escribe: la desnuda del alba,
nos la posa en el suelo
manchada con el polvo de otros aires.

Falta de vuelo espera a la posible
agresión. Se acurruca en su pereza,
tras su largo cansancio de emigrante.
Y después vuela nuevamente. Vuela
en busca de distancias y bandadas,
de cálidos augurios estivales.

Nos quedamos desnudos de promesas
bajo las sombras de los cirros
amantes del invierno.
La palidez del aire nos angustia
estos primeros pasos blancos
de nuestra senectud.

                                1990







Un tábano de luz clavó su espanto.
Un instante de espumas
pudo atisbar el ritmo de las sombras:
la orilla de tus noches.

Ángel de aquella anatomía
hundido hasta el caos
que mira del revés tal amor tuyo.
Noche de fiebres y temblores.

Desde tu vientre aquel rocío
ennubleció los ojos.
Erección de zozobras
zozobrando por aguas de tu vientre.

Despojo de latidos donde el Tiempo
arguyó sus ataques. Hizo glifos
entre los poros de una piel llameante
a orillas de tus noches.

                                          1995






O! UND DANN WIEDER DIES BEI-SICH-SELBST-SEIN

                              Se desliza
el charco por el ojo.
                              Silencio áureo
de la selva. Terco oro
                              pajarero 
            presuroso.

Allí estamos:
                              desnudos de nosotros.
Nada este ser amorfo
                              cotidiano.
Existir del destrozo
                              en la espelunca 
                del asombro.

Y es entonces

          —de pronto—
                              cuando estamos

          hartos. ¡Hartos
           de nosotros!

                              1996


Del libro: "La boda continua"


I

AHORA ME DETENGO:
En medio de mi mismo.
Me palparé mis ansias en aparente fuga;
observaré escurrirse al miedo por mis párpados;
detendré, con dulzura
al dedo que señala
ese horizonte seco, ardiente, de la brisa nocturnamente
hundida en lo infinito.
Estaremos allí:
Muy juntos y muy lejos.
Seremos el aliento del sol entre dos sombras
unidas por el rayo más fino y más recóndito, austero
en su esplendor disimulado y hosco.
Invadiremos, lentos, el proceso del alba
para dejarle al día su derecho a ser marco
de nuestra vida,
ahora,
cuando se mueve intimo
el peso de mi tiempo apoyado en el suyo.

Será como una boda.
Una boda continua de aguas y de sangres.
Formaremos un río disidente del lecho,
hundido entre su cauce
y herido por guijarros de sed en desparpajo.
La esperanza del viento se llenará de hojas
tan flotantes en su oro
por entre turbias líneas
de un paisaje dormido…
Alli nos mantendremos
dificultosamente unos, a la vez que dispersos
entre el hollín
grasoso de las ciudades próximas.

Haremos que las noches
undívagas descuelguen
telares de negrísima
estructura.
Roeremos esos huesos 
de sal petrificada,
rancia,
caída por los campos soledosos del tiempo,
indecorosamente crueles y sin rayos:
de luces celestinas amigas de la vida
que aloja entre sus fragas
los arrozales secos, las vibrantes encinas,
los abiertos ligustros, los arcos bendecidos
por el viento encimado sobre tiernos alcores,
collados de tristeza donde ya no florece
ni el lirio ni la espiga…

¿Descansaremos?... ¡Nunca!
Pensaremos un antro
para esconder en él al pensamiento herido
por la acuciante albura de una virtud cautiva.
Detrás de nuestra frente
seremos los aurigas y los lanceros ebrios de victoria
y de llagas.
Construiremos muchas insomnes desinencias
del pensamiento,
para tratar de darle un sentido al destino. Bajaremos.
Bajaremos de a poco,
hasta el ser de la patria naciente en el camino.
Allí nos quedaremos.
Como colonos sucios por el polvo del tiempo y el lodo
de esa urdimbre
viscosa del sepulcro.
Meteremos al día en su estuche de sombras;
a la noche la haremos diseñarse en la lumbre
de la creciente aurora hundida en nuestros pechos.

Nos haremos atlantes entre sañudos signos
de débil esperanza.
La miel nos será amarga.
Y dulce el aparejo de este barco incipiente
En el que a dos orzamos sin brújula y sin viento.

Volveremos de a poco a reencontrar el paso,
Una explanada rubia de mieses agoreras,
mostrará a nuestros ojos
el espejismo vivo
del deseo sin cuerpo.
Comprender será poco.

¡Qué grandioso silencio tendrá ese mundo seco,
después que el despertar nos entregue a la recta
doliente verdad última!: el sueño sin quimera
por donde circulamos vencedores de trampas
tan cotidianamente impunes, tan aleves,
sobre este no menos
cínico
planeta que habitamos.



XI

ME PALPO MIS PAREDES EN ANSIAS DESUNCIDAS
buscando un emprender la salitrosa angustia
de integrarme a la luz y a la sombra que amarro
entre mis ojos muertos y la mirada entera…
Apenas he cumplido los rudos compromisos
y he sellado en mis pulsos al sino de la aurora.
He ido presuroso al nuevo nacimiento
de ése mi propio río, angustioso y amante.
ME HE INSTALADO, PLENO, EN EL ALMA QUE CARGO
y he vivido el espacio en que floto austero.
Mis pies umbríos dieron los pasos necesarios
para el encuentro amplio de mí conmigo mismo
hasta anudar las risas en medio del silencio
y el silencio reptante en medio de los cantos
de esta boda continua que celebro en mi alma.
Los hálitos helados de la caverna fueron
asumidos de a poco por mis fueros antiguos:
me cubrí de sus bríos, de sus linajes arduos
y me horade la noche para encontrar el día.
Remoje mis tinieblas en leches aurorales…
Salí de mi cubil hecho uno en mi mismo:
te encontré aguardándome junto a la puerta pétrea.
ESPERÉ QUE LA MUERTE SUPIERA SU DERROTA.
Quienes tardan preguntan por sus deseos huecos,
sus vejados auspicios caídos en la tumba
De mi caverna rota;
allí donde crearon y murieron, entre humos,
los abuelos feroces
¿Nos gritamos acaso,
La pregunta imprecisa y tan doliente
Por el filón del tiempo?
¿ y la hundimos de bruces en la tierra reseca,
Agrietada de adentro por temor al rocío
de las aguas agrestes?

Y no supimos luego dar respuesta a los médanos,
Al desierto imposible en donde el aire mismo
Sollama los silencios del camello y del ácido
e infinito sosiego
de los antiguos fríos.

Observé los constantes llamados de la roca
el basalto dormido de ascendente reclamo
vertical hacia el cielo
que acaparan mis ojos.
Y después me tendí, suavemente, en el pasto;
muellemente en la gleba de pasado tan corto
en roca sin memoria.

Desperté cuando el miedo enteló mis recuerdos;
en vórtices crecientes me arrastro como a un pájaro
herido en sus dos alas, cayendo ya sin peso
hasta donde lo abrupto reclama la presencia
DE MI HOMBRE VACIÓ.




CODA

DE PRONTO SE ENFRENTARON EN MI CAVERNA
VIVA
Mi ánima y mi corpus como el agua y la roca
Se amaron bruscamente. Fueron mujer y esposo,
royéndose sus huesos entre espumas y estruendos,
y escandidos silencios que el amor nos corona.
Esta boda continúa de recias elegancias
dejaba a mis entrañas vacías de poderes;
me entregaba una dulce mansedumbre serena,
por donde los paisajes del tiempo desbocaban
sus bestias hacendosas…
Adentro de los huecos
que construyen mis olas, cabían las dolientes
pasiones de mis huesos, de mis carnes escuálidas,
en procura continua de un orgasmo de boda…
Unidades dispersas de mi yo se juntaron
en medio de una fiesta de estruendosa vigilia.
ME VI, DE PRONTO, ENTERO, Cubierto de mí mismo
y conmigo en la fuerza de la unidad completa.
las fuerzas separadas se volvieron la fuerza:
energía celeste alojada en mi polvo.












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