martes, 18 de noviembre de 2014

CARLOS BARRUNTO [14.053] Poeta de Cuba


CARLOS BARRUNTO

(Holguín, Cuba 1952). Terminó estudios superiores de Pedagogía y Dramaturgia a fines de la década del setenta, y a partir de entonces alternó la docencia con la realización de programas radiales. Sus poemas se han visto publicados en diversas revistas literarias de Cuba y el mundo. Recientemente vio la luz en Miami su poemario Como casi nadie sabe (Editorial Silueta, 2008). Desde 1992 radica en los Estados Unidos.



Poética

Esquiva con elegancia
las tertulias al uso,
y escapa veloz, casi invisible,
del que está siempre a punto
de citar a Pound.

Mucho antes que eso,
prefiere el paso de los perros perdidos
y las muchachas tibias en sus ventanas,
tan cerca de los albañales
y tan hermosas.





Derecho de confesión

Románticos guardianes de una vida,
dulces detectives,
temerarias cortesanas en servicio.
Nadie estuvo conmigo
aquella tarde en los acantilados.
Siempre he muerto solo
Incendiadas barcazas junto al mar
y nada más.
Nadie al partir
y nunca nadie al regreso.
Sólo el crepúsculo aplastando mi sombra
y aquella infausta belleza
que aún me busca -toda ella-
con su vasto gemido azul





Cinema Paradiso

Bajo el polvo de los años
descubrí que extrañamente 
la vida 
fue tan sólo
mirar junto a ti
aquella película interminable.





Una brizna de alegría

En la noche eterna de Anain
yo te amo. Beso tu boca
y tu saliva es dulce como la miel,
aunque liviana
como la lluvia que en mayo
canta en los aljibes.
Beso tus pechos, tus tibios
y queridos pechos,
y la tierra de tu aliento brama
sobre mí
con todo el fervor de la primavera.

Mientras la luna alumbra la senda encantada de Anain,
el amor de los muertos esta noche en nosotros perdura,
y nuestra casa es como si fuera entonces
una brizna de alegría que entregamos al mundo.




Otoño Gourmet

El otoño es la canción
donde se tienden los amigos.
De fino algodón las almohadas
y suaves colores las guitarras.
Amigos para siempre;
novias de inmensos ojos de luna.
Las paredes son espejos
donde la luz se vuelve
cansada ya de las praderas.
-Silencio final de las heridas-

Otoño es lejano brindis,
feliz momento de abrazarnos
en esta fiesta perdida.



Delfines

Bajo el polvo de los años
descubrí que extrañamente la vida
fue tan sólo
mirar junto a ti
aquella película interminable.







Por las calles de Anain

Esta noche pongo cielo,
tierra, corazón,
me la llevo en una niebla
de José Antonio a Portillo
y te busco arrullándola
como si de veras perdiera
-sibilino y tardo en tus calles-
un desorden, mi bella,
un insecto,
y araño de nuevo tus cristales.





Aquella oscura seda

Llegué con las botas destrozadas
y abrí la verja.
Ante mí,
el jardín con las adelfas,
el corredor, la puerta suave,
tan al fondo: un camino
infinito.
Y aquella
oscura seda
negándose en mis labios.
Adentro,
la casa iluminada,
los blandos cristales
murmurantes,
y el sahumerio de tus pasos
-esparcido.
No había
nada más
en el mundo.
(Sonó lejanamente un piano
despertaron los monstruos,
y tú me dejaste entrar).




Como casi nadie sabe

El poeta Carlos Barrunto (Holguín, 1952), alternó durante años la labor docente con el trabajo en la radio. Su obra, que ha merecido diversos reconocimientos, ha sido publicada también en revistas literarias no sólo de Cuba sino de España y de otros países de América Latina. Vive en los Estados Unidos desde 1992. Desde allá me ha hecho llegar su poemario Como casi nadie sabe (Editorial Silueta, 2007). Acerca del mismo, ha escrito el poeta Manuel García Verdecia:
“En lenguaje desnudo pero certero, con construcciones breves, directas, sin rebuscamientos ni oropeles, pero con la belleza del que llega a la médula de las cosas, nos da un puñado de versos que, de cierta manera reedifican aquellos que le conocía. No es casual que en su “Poética” rechace la pose, la pedante literaturización de la vida y prefiera esta en su desnudez y verdad, en su movimiento y criaturas más palpitantes. Poesía no es adornar ni bonitizar. Es ver con ojos limpios la médula más exacta y perdurable de la existencia. Aquí están muchos de los molinos de viento y obsesiones que nos hechizaron de jóvenes. [...] En sus textos es el eros galante el que predomina. El poeta una y otra vez enaltece al objeto de su devoción y goce. Poesía del fervor amoroso más que del acto en su cumplimiento sensual. Es el cuerpo de la amada el aleph donde se realiza todo sacramento y toda poesía, la más exacta certeza. [...]En fin, no hay poema que no someta al lector a un temblor, a una tensión, a una revelación de un destino golpeado pero sentido.”
De Como casi nadie sabe son estos hermosos, impecables poemas:

Bajo una luna altísima

Por las calles de mi país
anda mi camisa ardiendo.
Aún no encontré el modo de apagarla.
No sé como decirle
basta
cuando se pierde en los zaguanes de la noche,
bajo una luna altísima.
Talla M, ni más ni menos;
amable, romántica, liberal,
mi camisa
enemiga del safari y la guayabera moderna,
mi camisa
como una flor ciega atravesando el yerbazal.
Tú la has visto:
el cuello suelto y la espalda rota.
La misma camisa
sobre la cual bailaste Here, There, and Everywhere,
mientras soñabas que seríamos eternos.

Conmigo partió de casa una mañana,
muy sola,
y nunca pudo volver.




Parque San José

Los amantes pulsan sus dagas
y se hieren para siempre
sobre un banco que el destino devora.
Dos copas, puras
como los ojos de Dios,
se vierten en la antigua madera.
Una gota de sangre empaña la luz,
y el arpa que escuchas es tan sólo
un niño perdido entre sus brazos.

Amantes, desperdicios
que la ciudad lanza al viento eterno
como si nunca hubieran sido
carne, ruego y pasión.

Acaso ellos mismos aún no sepan
que hasta aquí volverán cierto día,
procurando un pañuelo de oro,
alguna esmeralda oculta en los laureles.



Foto de José Luis Tassende (26-07-53)

Yo he visto fotografías deslumbrantes.
Fotos de pájaros y de selvas soñadas,
de hombres que partieron como pájaros
y de fabulosas batallas;
pero nunca una fotografía como ésta.
Ella me sobrevive
y se burla de mí en cada una de las edades que padezco.
Por ejemplo, antes, cuando apenas
me levantaba una braza del suelo,
él era mi padre o tal vez el tío predilecto.
Ahora, cuando mis manos crecieron
y tengo ya unos cuantos saltos mortales,
prefiero que sea mi hermano,
el quimérico, audaz, incorregible hermano
que no tuve.
Mañana supongo que entonces podrá ser mi hijo.
Como quiera,
no hay dudas de que se trata de una foto importante.
Cuando la miro a veces
un viento muy suave desordena mis papeles
y entonces yo amanezco boca arriba,
feliz,
tendido sobre la tierra tibia.




Tienda de ilusiones

He levantado una tienda
para vender ilusiones.
Tengo mariposas, corales,
aromas de Bizancio,
increíbles insectos devorados por la dicha.

Del otro lado del mundo
tú miras los relojes,
abres un libro en la luz
y me recuerdas.

Yo vendo fantasías
y de algún modo soy feliz con mi suerte.
Ya nada me sujeta bajo los toldos lejanos.
Ya nada me juzga entre las hojas perdidas.





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