jueves, 1 de noviembre de 2012

MANUEL ARCE [8237]




Manuel Arce
Manuel Arce Lago es un escritor español nacido el 13 de febrero de 1928 en Llanes, Asturias (España).
En Santander, donde reside desde los ocho años, hizo estudios de Comercio y creó en 1948 la revista poética La Isla de los Ratones, (que se mantuvo hasta 1955) y las publicaciones que bajo el mismo título se vinieron editando hasta 1986. En 1952, instaló la Librería y Galería de Arte Sur a través de la cual desarrolló una importante labor cultural y artística durante más de cuarenta años.
Desde 1985 hasta 1995 fue Presidente del Consejo Social de la Universidad de Cantabria donde creó los premios de Poesía y Narrativa Breve que aún se siguen otorgando cada año.
Comenzó escribiendo poesía: Llamada (1949), Sombra de un amor (1952) y Biografía de un desconocido (1954). Más tarde abordó la narrativa: Testamento en la montaña (1956), Pintado sobre el vacío (1958), La tentación de vivir (1961), Anzuelos para la lubina (1962), Oficio de muchachos (1963) y El precio de la derrota (1970). Después de treinta años de silencio reapareció con El latido de la memoria, Premio Internacional de novela Emilio Alarcos en 2006.
Las novelas tituladas Testamento en la montaña y Oficio de muchachos, han sido llevadas al cine.
En 2008 Juan Antonio González Fuentes estuvo al cargo de la edición, la selección y el prólogo de una antología de la obra poética de Arce: Antología poética 1947-1954, publicada por Icaria-Poesía.
Manuel Arce fue desde 1986 hasta 1988 concejal y portavoz del grupo municipal socialista, además de ejercer como crítico de arte en revistas de Madrid y Barcelona.
Ha publicado también la obra titulada Cantabria: (en colaboración con el fotógrafo Nicolás Muller. Ed. Clave, Madrid 1969), Eduardo Sanz o el concretísmo mágico. (Santander, 1961), Ángel de la Hoz: fotógrafo. (Santander, 1963), Ángel de la Hoz: pintor. (Solares, 1999).
Su ultima labor en el mundo poético ha sido la antología titulada Poetas del Medio Siglo en Cantabria. ( 1950-2000) - Ediciones Estvdio. Santander, 2006)
En el año 2010 concluyó sus memorias, en las que estuvo trabajando durante más de cuatro años. El resultado fue un libro de 1.488 páginas –con 234 fotografías– en el que se recoge prácticamente toda la vida cultural del siglo xx español: Los papeles de una vida recobrada, editado por Valnera. Esta misma editorial publicó en 2011 su obra poética completa: Poesía completa, Valnera Literaria número.

Obra

Poesía

Sonetos de vida y propia muerte ( 1948).
Llamada (La isla de los ratones, Santander, 1949).
Lettre de paix a un homme étranger (Pierre Seghers, Paris, 1951).
Sombra de un amor (Adonais, Madrid, 1952).
Biografía de un desconocido (Adonais, Madrid, 1954).
Antología poética 1947-1954 Edición, selección y prólogo de Juan Antonio González Fuentes (Icaria, Barcelona, 2008).
Poesía completa (Valnera, Cantabria, 2011)

Novela

Testamento en la montaña (Destino, Barcelona, 1956).
Pintado sobre el vacío (Destino, Barcelona, 1958).
La tentación de vivir (Destino, Barcelona, 1961).
Anzuelos para la lubina (Destino, Barcelona, 1962).
Oficio de muchachos (Seix y Barral, Barcelona, 1963).
El precio de la derrota (Plaza y Janés, Barcelona, 1970).
El latido de la memoria (Algaida Ediciones. Sevilla, 2006).

Memorias

Los papeles de una vida recobrada (Valnera, Cantabria, 2010)





CANTO  PRIMERO

Sobre tus verdes campos,
sobre tus secos campos vestidos de batalla,
la disfrazada muerte de los hombres he visto
luchar contra una vida de muerte disfrazada.

He visto cómo un hombre moría asesinado.
He visto a otro hombre llorar cómicamente.
Llorar el miedo agudo de un golpe tras la nuca.
Reír ante el terror con sonrisa de ausente.

He visto en tus caminos, campos y carreteras,
a solitarios hombres de apagada mirada.
Les he visto abrazarse, soñar calladamente;
pagar con lo sufrido lo que del tiempo aguardan.

Les he visto alejarse; vadear anchos ríos.
Daban al despedirse su mano y “buena suerte”.
Sus palabras tenían un algo emocionante.
Poder para agitar la sangre indiferente.

Me he fijado en las manos de algunos campesinos,
rugosas y morenas, por el sol y el arado.
(En su saludo esconden un pan caliente y bueno,
bajo esa trabajada corteza de las manos).

Crecer después he visto primaveras,
nuevas lluvias tornar, amarillentos trigos.
He visto a una muchacha corriendo por un bosque,
y una razón de vida en su cintura he visto.

España, triste España, he visto tantas cosas,
que temo ver de nuevo, si te miro a los ojos,
otros ríos de sangre recorriendo tus campos,
hacia el mar que dibuja tu silueta de toro.






CARTA ABIERTA A WALT WHITMAN

Oh, viejo Whitman,
en esta habitación llena de odios que es hoy la antigua
Europa,
alguien,
ha dejado adormecer su mano sobre la página de un
libro, de tu libro, Walt Whitman.
El cálido acento de tu voz le llega como una oleada
por sus dedos.
(Si hubieses habitado con un verso más tu poema,
sentirías ahora en lo hondo
la querida palabra que cayó de tus labios).

Oh, viejo Whitman.
En un país cualquiera de esta quebrada Europa,
en uno de tantos presidios,
en uno de tantos hospitales,
(en cualquier hospital de los que ya he hablado en mis 
poemas)
alguien cierra tu libro.

Oh, viejo amigo.
Y entonces, cuánta tristeza por todo y hacia todo.
Cuánta tristeza la que alguien siente hacia ti.
Cuánta tristeza la de este hombre,
que, en la fugacidad de un aroma,
pactó,
como tú,
con lo inefable.
Ah, viejo amigo, gran amigo, Whitman.
(Tú que lo sabes).
Porque ser poeta en este oprimido país de Europa;
en esta septentrional ciudad cualquiera;
en este tercer piso de una calle húmedamente parda
(como el uniforme de los soldados);
en esta calle donde convive el gesto de los que no
pueden más,
y una palabra de asco se escupe contra el tiempo,
amigo Withman, tú que lo sabes,
ser poeta, es poseer el secreto de lo magnífico;
es poseer, simplemente, el corazón del hombre,
y a pesar de todo seguir siendo muy triste.

Ah, viejo Withman, amigo;
afuera la calle es parda y triste.
Aquí en Europa las calles son pardas y tristes
como el uniforme de los soldados;
y los hombres tristes,
y los hijos de los hombres tampoco son alegres como 
otras veces,
viejo Withman.
Y si a este hombre que soy aún le quedase llanto
para cantar todo lo alegremente vacío de la vida,
lloraría por tus hijos,
Por tu América del Norte
- tan maravillosa -;
lloraría por tus hijos,
de igual manera,
viejo Withman, amigo,
con tanto llanto,
como corre a estas horas por Europa.







LA MAREA

A Vicente Aleixandre


El barco de la paz en la marea
zozobra sin un puerto de arribada.
¡Qué pena, capitán! La paz soñada
está sin timonel. La mar, golpea.

Europa en paz, la pobre se marea;
nos la hunden a fuerza de ola airada.
Pongamos capitán por ensenada
el corazón. Un faro que se vea

desde los cuatro puntos cardinales.
Capitán, capitán: vientos fatales
soplan. El alto mástil se cimbrea.

En el vaivén del mar de las razones
se ahogarán, ahogarán más corazones.
Ni Dios nos salvará de la pelea.






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