martes, 11 de noviembre de 2014

SARAH HOLLAND-BATT [13.974] Poeta de Australia


Sarah Holland-Batt 

Poeta australiana (Southport, Queensland, 1982) Publicó el libro Aria en 2008. Obtuvo los premios Judith Wright Prize en 2009, Kenneth Slessor Prize for Poetry en 2008, Dorothy Hewett Fellowship for Poetry en 2007 y Thomas Shapcott Poetry Prize. Es miembro de la facultad de Escritura Creativa en la Queensland University of Technology. 


EL DIFUNTO HAMMERSHOI

El mundo no entrará, no esta noche.
La puerta está abierta, la ventana cerrada,
las sábanas firmes y blancas como el ala de una lechuza.
Los platos parados como centinelas sobre la mesa.
La mantequilla se ha hecho suave en un plato.
Y lo que la mujer del pelo negro dejó caer sobre
las piezas de piano está escondido para siempre,
sus arpegios pausados y lentos como el sol.
Hammershoi amaba la luz. Luz fluyendo
como el cabello de una mujer a través de la ventana,
luz mojando las bocas de las copas de vino,
luz sesgando sus largas torres en el piso
como los dientes viajeros de un peine.
Las partículas nadado, suspendidas
en la arquería de la luz como en plata sobre gelatina.
A los amigos de Hammershoi les preocupaba
que su obsesión fuera sintomática:
las largas horas de soledad, su aislamiento.
Sobre todo amar a la luz, cuyo hábito principal
es disolver. Los críticos cansados de eso.
Estudio tras estudio de la espalda de Ida,
años gastados en salir o entrar a un cuarto.
La luz es rutina, decían ellos.
Pero ese era su genio: la luz nos sobrevive.
Es su largo deambular, en su paciente
iluminación de pasillos y marcos de puertas,
de calles y callejones en nuestra ausencia.
Y ahora es de tarde. Aguanta la respiración.
La habitación está quieta, la silla vacía,
puertas abiertas en puertas, el piano oscuro resplandece.
El terciopelo sobre los macillos de las teclas.
El mundo no entrará, no esta noche.
Sólo notas en cascada flotan como polvo
en el aire, suaves como ceniza. Mozart, debe ser.

Traducción de Marianna Stephania Hernández Aguilar


The Art of Disappearing 

The moon that broke on the fencepost will not hold.
Desire will not hold. Memory will not hold.
The house you grew up in: its eaves; its attic will not hold.
The still lives and the Botticellis will not hold.
The white peaches in the bowl will not hold.
Something is always about to happen.
You get married, you change you name,
and the sun you wore like a scarf on your wrist has vanished.
It is an art, this ever more escaping grasp of things;
imperatives will not still it—no stay or wait or keep
to seize the disappeared and hold it clear, like pain.
So tell the car idling in the street to go on;
tell the skirmish of chesspieces to go on
tell the scraps of paper, the lines to go on.
It is winter: that means the blossoms are gone,
that means the days are getting shorter.
And the dark water flows endlessly on.



Presentamos, en versión del poeta y traductor nicaragüense Alain Pallais, algunos textos de la poeta australiana Sarah Holland-Batt. Con su primer poemario, titulado Aria, ha sido merecedora de varios reconocimientos, entre los que se incluyen el Premio de Poesía Judith Wright, Premio de Poesía Thomas Shapcott y el reconocimiento Anne Elder. Su poesía ha sido publicada en numerosas antologías, periódicos y revistas como la New Yorker y Poetry. Su último poemario se titula The Hazards.


Penélope en las tinieblas

Escucha, ya estoy cansada
de este cuento, ese
donde hacemos el papel de amantes suspirando
quienes sólo conocen imágenes
de ellos en otra vida,
nuestros corazones cerrados
como mejillones muertos,
en astuta oscuridad, que sella
ese núcleo amargo: tú y yo.

El cuento nos hace ver como sicópatas.
Pues en él nunca notamos
los cambios del mundo;
aguardamos en la ventana
como perros dementes
que la muerte gire la llave –

Si estuvieras muerto, yo sería feliz.

Podría anudar los años, apretarlos como puños.
Podría dormir.

Pero no estás muerto;
Simplemente olvidaste tu papel en el cuento.

Estás en una isla remota,
persiguiendo sirenas. Dime, Odiseo –
cuando ellas cantan
¿lo hacen como yo?

En el imperio despojado del mañana
bajo hasta la costa
y observo a pescadores en la matanza.
Seguramente nunca los viste,
sus manos en lo profundo de lo plateado
como alguna muestra de piedad –

Penelope in Darkness

Listen, I am sick to death
of this story, the one 
where we play the pining lovers
who only know images
of each other from another life,
our hearts clenched shut
like diseased mussels,
crafty black, sealing off
the same sour centre: you and I.

The story makes us sound like sociopaths.
Because in it we never notice
that the world changes;
we just wait by the window 
like demented dogs
for the dead to turn the key –

If you were dead, then I’d be happy.

I could knot off the years, tight little fists.
I could sleep.

But you’re not dead;
you’ve forgotten your part in the story.

You’re on an island somewhere,
after the sirens. Tell me, Odysseus –
when they sing
do they sound like me?

In the sacked empire of morning
I go down to the shore
and watch the fishermen butchering.
You must never have seen them,
their hands deep in the silver
like some idea of mercy – 



Las limitaciones de la forma

          Para BLOW-UP de Michelangelo Antonioni

Lo que conocemos sobre la forma
lo mantenemos gobernado con limitaciones,
así la experiencia asume solo cierto
rango de formas, más allá
de lo que se convierte en deseo – sin huesos,
sin pliegues, como la formación
de una idea. Un hombre y una mujer
caminan por el parque como en un poema.
Él le toma los codos, la observa
como si quisiera violentarse
contra ella, contra cualquiera. Quizá ella es  usada
como una definición de la palabra tumba:
sus mejillas son altas y pálidas
un acantilado de piedra caliza; su boca pequeña
se abre y se cierra como una bisagra bien aceitada.
Sus alientos son adornos
que se besan y desaparecen.
Todo el cuadro está hecho
como si este tipo de bodegón pudiera existir
más allá del momento en que se enmarcó
como si su atracción escenificara el abedul
rompe vientos, los orioles, el blanco pasto
en una amanerada eternidad rivalizando al cielo.
Luego, la señal de un lugar extraño –
la seca, elástica tos de una pelota de tenis,
dos anónimas manos oscilando
raquetas de madera hacia adelante y hacia atrás –
rompe la formalidad. La suelta,
se separan fácilmente, como erráticos golpes
desde el eco de la cancha de grava hasta sus cuerpos.
Los invisibles jugadores se arman y desarman
en la mente – la forma y sus limitaciones –
y el breve aire de noviembre se espesa
con la impresión de sus movimientos. El hombre
se va por un lado, la mujer
por otro. Esta vez es una separación limpia –
imprudente, literaria – aunque, en la maleza,
un áspero tramo de pasto se afila
en forma de cuerpo. Aun se escucha
la pelota siendo golpeada una y otra vez
donde no existe pelota alguna. Aunque no sea
ningún mito, existe una lección en todo esto. Mira.
Tiene que ver con la percepción y la verdad.



The Limitations of Form

         After Michelangelo Antonioni’s BLOW-UP

What we know about form
we keep governed with limitations,
so experience assumes only a certain
range of shapes, beyond which
it becomes desire – boneless,
creaseless, like the formation
of an idea. A man and a woman
walk through a park as though it is a poem.
He holds her at the elbows, and looks
as if he would like to do violence
to her, or to anyone. She might be used
as a definition for the word grave:
her cheeks are high and white
as a limestone cliff; her small mouth
opens and closes like an oiled hinge.
Their breaths are ornaments
that kiss and disappear. The whole
tableau is entirely contained
as if this kind of still life could exist
beyond the moment of its framing,
as if his grip might stage the birch
windbreak, the orioles, the white grass
in a mannered forever to rival heaven.
Then, a signal from somewhere else –
the dry, elastic cough of a tennis ball,
and two anonymous hands swinging
wooden racquets back and forth –
shatters formality. He lets her go,
and they split apart easily, as erratic thwacks
from the gravel court echo through their bodies.
The unseen players assemble and fracture
in the mind – form and its limitations –
and the brief November air thickens
with the imprint of their movements. The man
stalks off in one direction; the woman
in another. This time it is a clean break –
careless, and literary – while, in the underbrush,
a rough, textured stretch of grass sharpens
into the shape of a body. And still the sound
of a ball being hit over and over where
there is no ball present. Though it is not
a myth, there is a lesson in all this. Look.
It has to do with visibility and with truth.



El cráneo de una Galah

Lo encuentro en un campo de plumas, cresta rosada,
nudillo limpio hasta los huesos por el viento,
pálida mohawk montada sobre roca.

Me agacho. Vaciadas están
las dos cuencas de su cabeza, dos planetas imaginarios
llenos de sol, asilándose en uno

un milpiés enroscado, hábil y oscuro hipnotista.
Ya pulido, se enrolla en espiral
como una fósil serpiente de Santa Hilda

esas que estudiamos en el vitral de la capilla del colegio.
Tal si el ojo pudiera enterrarse
luego desenrollar una antena hacia afuera, como un helecho.

Volteo el cráneo sobre mi palma como a un guijarro—
no se queda quieto. Sin embargo, todo está inmóvil:
los pastos se agarran, el mundo ya no se inclina.

Incluso la triste postura del matorral crece;
su mente está vacía. Sólo este cráneo
sobrevivirá al verano, un pensamiento se interrumpe,

y yo lo veré cada día que pase
y me detendré, donde el aire afila sus dientes
contra el hueso, donde la mente se recuerde ella misma

como una concha, y lloraré por lo que una vez
fue mundo: un ojo rodó hacia la luna del alba,
el otro se sumergió en la tierra.



Galah’s Skull

I find it in a field of feathers, pink-crested,
a knuckle of bone picked clean by the wind,
a pale mohawk mounted on stone.

I bend down. Zeroed out of its head
are two sockets, two airy planets
full with sun, and taking asylum in one

a millipede is coiled, a slick black hypnotist.
Polished, it spirals in on itself
like one of Saint Hilda’s fossil snakes

we studied in the school chapel’s stained glass.
As if the eye could dig itself into the earth
then extend a curled feeler out, like a fern.

I turn the skull round in my palm like a pebble—
it will not settle. Otherwise, all is still:
the grasses claw in, the world does not tilt.

Even the blue stand of scrub grows over;
it has nothing on its mind. But the skull
will outlast the summer, a thought cut short,

and I will pass it every day as I walk
and stop just here, where the air hones its teeth
on bone, where the mind remembers itself

only as a shell, and I will mourn what was once
a world: one eye rolled to the daylight moon,
the other pressed down into the earth.



Apartamento con jardín, Taube

Hermoso Schumann en los altavoces, bella y platónica
Clara Schumann tras bastidores, decana,
musa de cuartetos finales, quizá durmiendo con Brahms,
toda esa locura y dolor. Cuán rápido nos perdemos
en estos nombres insignificantes—tú y yo, él y ella.
Ahora intentemos encontrarle una palabra alemana
en un montón de hojas, en su apartamento con jardín
sobre el Spree. Y tú, aquel viejo tú
a quien solía hablarle, estarás casado,
te convertirás en un extraño para mí,
un poco de luz, un poco vino turco en su copa,
palomas de cerámica en el alféizar de la calle.
La argelina. Su sonrisa asesina. ¿Durará?
El impasto de los árboles se aniquila verdosamente, muy rápido.



Garden Apartment, Taube

Beautiful Schumann on the speakers, beautiful platonic
Clara Schumann behind the scenes, doyenne,
muse of the late quartets, sleeping perhaps with Brahms,
all that madness and grief. How quickly we are lost
in these petty names—you and I, he and she.
Now we try to find the German word for it
in a tangle of leaves, in his garden apartment
above the Spree. And you, that old you
to whom I used to speak, you will be married,
you will become a stranger to me,
a little sunlight, a little Turkish wine in a glass,
ceramic doves on the sill of your street.
The Algerian. Her killing smile. Will she last?
The impasto of trees annihilates so greenly, so fast.





Presentamos, en versión de Mario Licón Cabrera, un texto de la poeta australiana Sarah Holland-Batt (Southport, Queensland, 1982). 

Vida en el agua

He conocido esos estuarios—
canaletas y canales
que fluyen y giran hacia el Pacífico,

he tocado ligeramente ese lodoso estiércol
sentido el resquemor en la garganta
donde la sal en el aire es la sal de la costa,

me he detenido donde la marea es incompleta:
ni olas grandes ni espuma,
sólo un reflujo que mece a los caminantes—

un destello de plata, el estruendo del mújol
en la noche, cangrejos de fango empujándose
cueva abajo entre planchas de concreto de las rampas –

he merodeado donde las garzas se posan y ensartan
pescadillos en atardeceres verdes,
lanzo trampas para cangrejos en trayectoria libre

para mirar dilatarse las ondas oscuras
seguí barcos camaroneros en mar abierto
regresar lentamente en la madrugada púrpura

luego me senté a la orilla del muelle
y desbullé esos camarones tigre
tiré sus cabezas succionadas adentro de  la oscuridad,

trituré caparazones de mejillón bajo mis pies
para sentir el ardor agudo de la quitina,
caminé donde las rayas eléctricas retozan y reposan,

moviendo su aguijón esperando arponear.
He pasado la mitad de mi vida en mareas bajas –
noches en las que no he sabido

si estoy contrayéndome o expandiéndome otra vez,
donde el movimiento del agua
es el movimiento de mi mente –

interminables vaivenes
de sonidos y confines, esos puntos de entrada
a mis dos continentes – y a mi historia

es la historia de corrientes: un canal suficientemente pequeño
para atrapar una infancia en su red,
agua suficientemente vasta para dividir una vida.


Thalassography

I have known these estuaries-
the channels and canals, the backwaters
that flush and eddy to the pacific,

I have skimmed that muddied slurry
felt the nip in the throat
where the salt in the air is the salt of the coast,

I have tacked where the tide is incomplete:
no rollers and breakers,
only an ebb that rocks the wayfarers –

a rush of silver, the gavel-smack of mullet
in the night, mud crabs elbowing
denwards under concrete slabs of boat ramps –

I have stalked where herons stilt and spear
baitfish in green afternoons,
cast crab pots in loose analemmas

to watch the black sonar spread,
tracked prawn trawlers on the broadwater
crawling back in the lavender dawn

then sat at the jetty’s edge
and shucked those tiger shells,
cast sucked heads back into the dark,

crushed mussel shell underfoot
for the burn of sharpened chitin,
stepped where stingrays wallow and idle,

shuffling their barbs, waiting to strike.
I have spent half my life in low tide –
nights where I have not known

if I am contracting or dragging out again,
where the movement of the water
is the movement of my mind –

unending comings and goings
of sounds and narrows, those entry points
to my two continents – and my history

is the history of currents: a canal small enough
to catch a childhood in its net,
water vast enough to divide a life.

 http://circulodepoesia.com/2016/06/poesia-australiana-sarah-holland-batt/





This Landscape Before Me

Is unwritten, though it has lived in violence.

First the factory stood, quiet as an asylum.
Then the annihilating mallee with its red fists of blossoms
and the mountain ash creeping over it like a stain.

I have no proof, but I tell you
there were leadlight windows here once, barred.
They cast a little striped light on the women.

Now in scrub and yellow broom I stand on a history
braided and unbraided by stiff Irish wrists.
The rope and span and carded wool are unpicked
as are their faces and names.

Londonderry, Cork, Galway, Kildare—
as I say the words they are sucked away
to a hemisphere in darkness.

I will not presume to say
what suffering is or how it was meted out in this place.
At what point it breaks a body I cannot tell.

But this morning I saw a young rabbit
hunched in brush and shadow.
I saw its lesioned face, its legs too thin to scramble,
the blood-berry red and pink scab of its eye.

It had caught the disease
we brought here for it
and wanted a quiet place to die.  

And it was lucky, or as lucky as it would get—
there was time and light, the hawks and dogs
had not been written yet, and were still out of sight.

Source: Poetry (January 2011).


Galah’s Skull

I find it in a field of feathers, pink-crested,
a knuckle of bone picked clean by the wind,
a pale mohawk mounted on stone.

I bend down. Zeroed out of its head
are two sockets, two airy planets
full with sun, and taking asylum in one

a millipede is coiled, a slick black hypnotist.
Polished, it spirals in on itself
like one of Saint Hilda’s fossil snakes

we studied in the school chapel’s stained glass.
As if the eye could dig itself into the earth
then extend a curled feeler out, like a fern.

I turn the skull round in my palm like a pebble—
it will not settle. Otherwise, all is still:
the grasses claw in, the world does not tilt.

Even the blue stand of scrub grows over;
it has nothing on its mind. But the skull
will outlast the summer, a thought cut short,

and I will pass it every day as I walk
and stop just here, where the air hones its teeth
on bone, where the mind remembers itself

only as a shell, and I will mourn what was once
a world: one eye rolled to the daylight moon,
the other pressed down into the earth.

Source: Poetry (January 2011).









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