jueves, 14 de agosto de 2014

MIGUEL AVERO [12.850]


Miguel Avero 

Miguel Avero nació en Montevideo, Uruguay, el 27 de abril de 1984. Concurrió al taller literario del escritor Alberto Gallo, donde descubrió un profundo interés por la poesía y el arte de la creación. En el año 2009 uno de sus poemas es publicado en la RIO GRANDE REVIEW (Spring 2009) de la Universidad de El paso, Texas, más tarde en el 2010, otro de sus poemas es publicado en la revista RINCÓN BOHEMIO de la misma ciudad. En el año 2012 recibe una mención especial en el V Concurso de Poesía Joven "Pablo Neruda" organizado por la Intendencia de San José y la fundación Pablo Neruda de Chile. Actualmente cursa un profesorado de Literatura en el IPA (Instituto de Profesores Artigas) y participa del Proyecto de investigación "El cuento fantástico uruguayo a inicios del siglo XX" dirigido por el Licenciado en Letras Claudio Paolini. Forma parte -junto a Santiago Pereira y Hoski- de Orientación Poesía, ciclo de lecturas poéticas que se desarrolla en los liceos de Montevideo y Canelones. "Arca de aserrín" (Ediciones en blanco, 2011) reúne parte de su producción y constituye su primer libro de poesía. En narrativa ha publicado el cuento "Micaela Moon" (Travesía Ediciones, 2014).





Mar descascarado

Se desintegra la noche
sobre el resplandor de los paraguas,
sobre las innumerables pieles
poco a poco endurecidas.
En los pliegues de la estremecida brisa
aire y agua son lo mismo.
Individuos apurados
pisoteando los espejos
perplejos de la calle.
Nocturna luz
que un humo gris ha suplantado.
La mueca del hombre
en cada esquina
reunida
ante un cielo
desmoronado tantas veces.
El niño y su sonrisa
tras una ventana azul
como el sueño de los peces
y encima de la tierra
un mar descascarado.





Hegemonía

Lo que albergó
nuestro corazón
ayer,
fue perdiendo nitidez
en la humedad.

Antes de que el pecho
se convirtiera en piedra,
antes de que en nuestra boca
se acumularan esas ruinas

la misma ventana
apilaba otros momentos.

Detenido en la distancia
todo lo sublime,
aquellos zapatos
errantes
en los que quisiéramos
volver a estar,

las viejas cicatrices
olvidadas.

No somos los mismos.

Paredes que rodearon
infinitos seres
se alojan ahora
amarradas
en nuestro interior,

el cielo nos observa
como a un desnudo abismo,

el agua establece
su hegemonía celeste.






Aguas

Agua en la mañana alquitranada

o en la noche que cubre
de cartones el amanecer.

Agua en los tejados anidando.

Agua en la explanada
donde olvidaron sus agujeros
negros las estrellas.

Agua incesante,
agua de a ratos.

Agua en el reflejo
que descubre
el ojo en el espejo.

Agua en la tinta de los versos
que no se escribirán nunca.

Agua rebasando
el vaso frío y ahogado
con una gota inestimable.

Agua en el revuelto río
de nuestra paz interior,
donde jamás caminaremos,
donde ni cenizas quedan.

Agua acampando
en torno al ultimo fogón.





Pasillos

Iré por los pasillos
haciendo caso omiso
de los charcos transparentes,
de las eléctricas guiñadas,
de los derruidos calefactores.

Cada puerta esconde un mundo
pero no puedo elegir,
apenas un puntapié en alguna de ellas,
antes de regresar corriendo
y tropezar,


chocar, insultar

al dios que sale
de los ascensores
con la bolsa de pan
y la botella de vino.

Mi habitación no tiene
descripción ni número,
solo un flujo que se escapa
por debajo de la puerta.




Gota a Gota

Tierra nublada de pasos.
Inercia de mi andar,
seguridad de huellas que no veo.

No miro hacia atrás, no giro mi cabeza,
sólo siento en el rostro
un finísimo tejido de agua y aire,

es allí donde me dejo caer,
donde el viento se siente
golpeado por mi cuerpo,

más allá de los abrazos
imperceptibles de los árboles,
tan cerca de la doble caricia
del lomo de mi perro,

reteniendo silencios y destilaciones,
emanaciones últimas y sombras
de un día que se agota

gota
a
gota
tan feliz.






Raíces 

Anhelo y musgo en las pezuñas
de los nuevos árboles.
Ya rasgadas por ellos,
viejas y sucias en el cielo
las oscuras vestiduras.

Día apartado del verano,
aroma que en la tierra
despertó la lluvia,
hasta envenenar de olvido
canciones de cigarras.

Sobre la calle se levanta
otra calle de vapor,
sobre el campo se recuesta
la cadencia de un gemido.

El viento puliendo
la corteza de un recuerdo,

el agua acudiendo
a raíces de otro sueño.






Heridas 

Resonancia de un susurro:

palabras que carentes de ambición
huyeron de tu boca
y aún hoy
condicionado por la noche
puedo saborear.

A medio camino de la amarga
ensoñación,
cercado a duras penas
por el crujir del aguacero,
aquel testimonio en mi interior
reavivando la penumbra.

Mientras por todos los atajos
el pasado llega
arrastrando su osamenta

lo dicho y lo no dicho
forman

dos simétricas heridas.






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