miércoles, 8 de abril de 2015

PATRICIA ORTIZ LOZANO [15.450]


Patricia Ortiz Lozano

Nacida en Aguascalientes, México en 1972. Licenciada en Derecho por la Universidad Autónoma de Aguascalientes. Tiene estudios de Diplomado en creación literaria en la SOGEM y en la Universidad de Guanajuato y el ICA. Actualmente cursa la Maestría en Arte Contemporáneo. Ha sido Becaria en poesía del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de Aguascalientes en dos ocasiones. En 2010 obtuvo la beca como creadora con trayectoria por el Fondo para la Cultura y las Artes del Estado de México. Ha publicado los siguientes libros de Poesía: Sitio de Sombra, Casa de Lluvia, El Otro Mar y Memoria de la Huida.





Yo soy mis dedos 
la piel que se refleja, 
mano que delata el sitio del silencio.
Vivo en un latido fugaz 
que es mi esqueleto 
y trazo mi memoria 
buscando letras que me nombren.

Yo soy la sed, 
el punto donde el prófugo espera su partida.




AHORA YA NO QUEDA…

Desde que la quietud lanza sus redes de arena,
desde la densidad que nos hace sordos,
tiramos al abismo nuestras ropas falsas,
para quedar así,
para tocar de nuevo y devolver la piel.

Ahora ya no queda de nosotros sino la carne envuelta,
sino las aguas mansas y su legión de espectros,
sino la sangre que se derrama sola
y se disuelve entre los labios.

Este poema pertenece al  libro “Memoria de la Huida”.






ANTES DE LOS VIENTOS EN VERANO,
de que toda habitación fuera un desierto
y cada visión un punto eterno.
Mucho antes de la furia
y sus venas heridas por mitad:

Era la tierra.
Era su fase un abismo de neblina,
un lugar de silencio y seres rotos.

Era la morada de los ciegos.





A PESAR DEL ORO DE LA NOCHE

del relámpago de huesos
que vierte las pupilas,
hemos visto pasar
la línea de la sombra,
ha dejado raíz
para atarnos las uñas.

Que sin uñas
mis manos no alcanzan
la leve cicatriz,
el tacto silencioso
de rastros minerales
y el agua que fue nuestro latido
no es signo más del territorio de la lluvia.





VOY POR UN CAMINO SORDO,
por un pasillo donde el viento
alcanza el paso de mis huellas.
Voy sin mirar atrás
ni tomar atajos.

Acudo a donde el odio,
piso sin temor ceniza de la noche
para acumularla en mi equipaje
de incienso y veladoras.

Camino por donde el aire enfría,
por donde existen sombras
tatuadas a los árboles
y habitan ruidos vestigios de quimeras
y entiendo que mi huida es un trayecto
y abjuro de mis pies
cuando no hay nadie
que cuide mis heridas.




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