lunes, 8 de junio de 2015

JACOBO RABINOWICZ [16.215] Poeta de Argentina


Jacobo Rabinowicz

Nacido el 11 de noviembre de 1939, en Buenos Aires, Argentina. Casado, dos hijas. Murió el 28 Octubre 2015
Estudios secundarios completos y parte de estudios terciarios (no llegados a concretar).
Me dedico a la industria gráfica.
Integro el coro “Grupo Coral Divertimento” (en la cuerda de bajos), que se dedica a música de la liturgia católica. 
Dirijo un taller de literatura, específicamente dedicado a la poesía.



No es fácil

Cómo te digo esto.
No es fácil dormir por la noche
Cuando los sueños
Te ahogan durante el día.
No es fácil.
Poder desenterrar la risa
Limpiarla
Sacudirle el polvo
Los gusanos
Y clavarla en la solapa
Como un distintivo
Como si pertenecieras al club de los que ríen.
No es fácil
Hacer que te acepten 
como miembro de número
o al menos como alumno oyente.
No es fácil vivir entre vivos
Hacer un esfuerzo y querer,
querer a toda costa
Y caminar entre los que caminan.
No es fácil
Saber que tenés los bolsillos repletos de estigmas
De lutos, de afrentas
De cosas que no llegás a comprender.
Te hablan en otro idioma
Te respiran en otro aire
Te miran en otros ojos.
No es fácil
A veces
Convivir con el hedor del prójimo
Cuando ni siquiera podés con el tuyo propio.
No es fácil desenterrar la risa
Cuando no podés desenterrarte ni a vos mismo.
No es fácil, te digo.

No es fácil.




A mí dame

A mí dame lo desconocido
Lo que se esconde
Detrás de lo escondido.

A mí dame la parte oscura
De la oscuridad
Dame el pavo real degollado
El ojo sin pupila
El cráneo sucio.
Dame nada más que lo rechazado
El ladrido solo
Sin el perro.

A mí dame una mano llena de huesos sin carne
La vena chata y chupada
La saliva espesa, gris.

A mí dame lo que te sobre
Lo que no quieras ver
Lo que no quieras escuchar
Lo que no quieras oler.

A mí dame todo lo que odies
Tus parientes
Tus vecinos
Tu familia.

A mí dame el ruido,
Y no la acústica.
El ruido, entendés.
El crujido el estruendo
El sonido de la campana rota.

A mí no me des nada metódico
Nada sistemático
Nada que creas que me trae alivio
Dame simplemente
Sólo eso que te estoy pidiendo

Sólo eso que me trae la paz que necesito.




Hoy nací poeta nuevamente 

Hoy nací poeta nuevamente
Hoy
taciturno domingo de octubre a las ocho de la mañana
Un domingo insolente porque no le importan mis años
He nacido nuevamente poeta.

Hoy no me hablen de la economía,
De los avances de la ciencia
Hoy no me pronostiquen 
que si nací un once de noviembre
Seré millonario
Y conoceré a una mujer mitad hembra mitad pesadilla
Porque Saturno y Urano se encuentran para hacer el amor
Ocultos por Ganímedes.
Esa celestina.

Hoy, el único producto bruto interno
Soy yo.

Y sabés en qué me doy cuenta.
La mujer de la cocina me da la lista de las compras
Y siento que ni Borges la habría escrito mejor.
La mujer de la cocina me habla
Y su voz tiene algo así
Como la onomatopeya de la poesía.

El titular del diario me dice
Que el cuarenta y nueve por ciento del electorado demanda un cambio
Y lo que yo leo es que una barcarola acaba de cruzar por mis ojos
Y una amiga se fue lejos 
Muy lejos. 
Ya jamás será parte del electorado.

Otro año se va
Muerto de consunción, de hastío.





Time isn´t just money

Cercano ya a los setenta y cuatro años
Ebrio de calendarios, fechas,
La cabeza atestada de lunarios
De agendas indicando cuándo cae llorar
cuándo cae reír
como si preguntáramos cuándo cae la Pascua.

De relojes de arena  en los que el fino sílice
Pareciera haber sido sustituido
por familiares y amigos de toda índole
cayendo en desorden
Y marcando un tiempo que no sé si me pertenece,
Un tiempo de otros tiempos.

De agujas que completan las vueltas a los cuadrantes
Cuando ellas deciden.
Agujas temerosas
Que presumo retardan siempre
El momento de llegar a la vertical
Tanto como cualquiera de nosotros.

De almanaques con tacos donde cada noche
Uno tiene que ir arrancando un poco de energía.
Almanaques sin alma.

De metrónomos nazis que te marcan una música
Y aunque quieras, no podés dejar de mover los pies
Ni las manos ni los ojos ni el pensamiento.

Pero me siento raro, singular
Como si una felicidad sospechosa,
Una tímida felicidad
Tímida como la aguja del cuadrante
Estuviera siguiéndome por la calle
Sin siquiera atreverse
A preguntarme 
Qué día es hoy
Falta mucho para que termine
Cuándo llegará la noche
Y todas esas cosas
Que quieren saber esas curiosas felicidades.

A veces pienso 
Quizá me esté convirtiendo yo también
En una pérdida de tiempo.
Quiza me esté convirtiendo
En tiempo perdido.




Metí la mano en la memoria

Metí la mano en la memoria
y revolví.
A ciegas, como en un sorteo
saqué, al azar, un recuerdo.

Era una lluvia remota,
inaccesible
y yo, un inocente,
no logro evocar ahora dónde caía.
Ni cuándo.
En la memoria sólo pervive esa única lluvia
ese singular chaparrón
que insiste en seguir empapándome
todavía, sobre mis setenta y dos años.

Volví a meter la mano.

Esta vez la ventura
hizo que sacara una bofetada
seca, enérgica,
llegada con fuerza
desde la mano de un señor,
quizá mi padre.
Se clava aún esa palma en la mejilla derecha.
En la tierna y candorosa mejilla
de una criatura
de setenta y dos años.

Señor, cómo duelen en la memoria las bofetadas.

Y volví a meter la mano varias veces
y también el azar metió su mano
y la niebla
y la bruma
y volví a sacar recuerdos inmarcesibles,
que ya ni sé si me pertenecen
o quizá estuve yo desvalijando a otro
de sus propios acontecimientos
pero que lo mismo
quisiera ya dejar de recordar.




Es posible

Es posible 
que de tanto escribir con los bolsillos rotos
la voz se me hubiera derramado.

Es posible también que la olvidase
en algún despintado banco de plaza:
una voz, un diario, una mujer, un paraguas.

Como quien hace oler al perro
una prenda del extraviado,
me incliné hacia el corazón
y agité una secreta palabra en su oído.
En el oído del corazón.

"Ahora corré
y buscá
y traé
y devolveme la voz"
 - le dije.

Pero el corazón no se movió.

"No puedo devolverte
lo que ya no es nuestro
 - respondió - 
sino de nuestros  muertos."



Un preso

Un preso.
Condenado a latidos perpetuos,
El corazón mío.

Setenta y dos años
Sin ver la luz del día
Ni la luz de la noche
Eternamente allí
En el túnel de la oscuridad más oscura
Meta sístole
Meta diástole en el interior de la caverna
No pregunta
No se mete en mi vida
No cierra por vacaciones
No coloca el cartelito me fui a almorzar
No llora.

Y mirá que lo he traicionado, eh.
Le he mentido
Lo he decepcionado
Lo he humillado.
Felonía tras felonía.
Y se obstina en seguir
Meta sístole, meta diástole
Una tras otra,
Pertinaz.
Se ciega por hacerme vivir
Mientras me va matando.

Peón que no exige aumentos
No hace paros ni piquetes
No escribe pancartas
Pidiendo justicia
U otras cosas extravagantes.

No se enamora
No se vuelve serio o alegre como el amo
No se arrepiente
No hace planes para el futuro
No espera la soldada para correr a comprar comida
Ni piensa en el sexo mientras hace su labor,
En silencio.
En el silencio más negro.

Pero es libre.
De buen corazón.
Si se lo pusieran a algún desconocido
Habría continuado latiendo,
Desinteresadamente.

Tiene dueño
Pero no lo tiene.
No le importa para quién trabaja
Y no está afiliado a partido alguno.

Late porque tiene que latir
Así como yo escribo porque tengo que escribir
Y el otro mata porque tiene que matar.

Ni siquiera sabe que lo envidio,
El pobre.


Como cualquier otro señor

Como cualquier otro,
este señor
también atesora una historia
que a su vez
encierra más historias,
infancias, adolescencias,
juventudes  excesivas.

Memorias de dolores
Ruidos mecánicos
Padres ajenos aunque propios.
Amores.
Amigos,
ya en estado de putrefacción.

Este señor acapara también
En su escroto,
Cientos de testículos de ancestros
Que han sido quizá gaseados,
Quizá fusilados, quemados vivos.
Quizá muertos de muerte natural.
(Como si hubieran  en este mundo
muertes que no son  naturales)

Quizá.
Nunca le faltó un quizá
A este señor
Que ya se siente pesado,
Arropado con  entretejida memoria,
y objetos que arrastra
Y ruidos otra vez
Y testículos.

Siente
que ya es hora de hacer un alto.
Una pausa importante
hacia dentro
y abandonar la fatigada carga
donde sea
donde nadie le diga aquí no.

Desechar ese lastre clandestino
De manera furtiva.
Como los que salen a medianoche
A echar la sombría basura al pie del árbol del vecino.

Eso es lo que tiene que hacer este señor
Para poder seguir viviendo.




Caminé hasta el límite

Caminé hasta el límite
Y a ciegas,
apoyé el pie del otro lado,
apoyé el pie en donde estaba prohibido.

Se celebraba una fiesta.
Un casamiento.
Un cumpleaños.
El agua de lluvia caía como champaña,
Las mariposas revoloteaban por el salón,
Mariposas con forma de canapés.
Los exorbitantes escotes,
Cargados de carnes blancas
Transportaban tetas enormes,
Movientes,
Las traían y las llevaban
al igual que los mozos sus bandejas.

Apoyé el pie del otro lado, digo,
Donde estaba prohibido.
Pinté mi pecho de color cristalino
y saqué a bailar a una mujer
que se entregó a mí con todo su exudado,
con todo su alcohol en las axilas,
en el aliento.
Éramos una pareja de monjes,
De giróvagos blasfemos,
Agraviantes.

Con mi traje de tela gris oscuro, pulcro.
Con mis zapatos que brillaban en su negritud,
Yo estaba solo.
A merced de esta mujer.

Estaba solo
a merced de los mozos,
a merced de los canapés,
de los inclementes pechos de las señoras,
de las copas de champaña.
Estaba solo.
Estaba desamparado.
Estaba único.




Fui tomando cosas al azar

Fui tomando cosas al azar.
Restos de madera que dejan al pie de los árboles.
Clavos herrumbrados, torcidos,
fui conservando.
Ciertos cascotes que afloraban
De ciertas demoliciones.
Herramientas elementales
Que fui rapiñando con el tiempo.
Ladrillos harapientos.
Una cuchara de albañil
Que no servía, te digo,
no servía ni para una mugrienta sopa,
valga el juego de palabras.
Imaginate.
Y con todas esas cosas
A las que ni siquiera les puedo poner el nombre de “cosas”,
Fui construyendo mi vida.
Imaginate otra vez.
Una vida que siempre está a punto de desmoronarse.
Una vida a la cual una lágrima
Ya la sacude como si fuera una inundación.
Un tsunami.
Una vida a la cual una brisa de primavera
La inclina como si hubiera sido atravesada por un vendaval.
Una vida cuyos caños
Cuyas canaletas,
Sólo llevan y traen porquerías.
Un villero te levanta una vida mejor que la mía.
Pero en mi descargo te digo:
Con todas esas cosas que amontoné
Y que atesoré como si fueran materiales
Para cimentar y fundar un alcázar,
Con todas esas inmundicias
Yo te pregunto:
Qué clase de vida querías que edificara.




Salí a mi balcón

Salí a mi balcón,
ya era de madrugada.
Hacía frío.

Tomé el alba en mis brazos
y la traje hacia dentro,
quité sus ropas
la acosté a mi lado
nos quedamos dormidos.

Cuando se hizo la claridad
abrí los ojos,
me sentí más sabio
pero la madrugada se había ido
junto con su aroma.

Quedaban las sábanas en desorden,
como si hubiésemos hecho el amor.
Quizá lo hicimos,
no puedo recordarlo, no lo sé.

Las noches que siguieron
volví a salir a mi balcón
y las esperé en vano.
Entendí que ya no quedaban madrugadas para mí.

Entendí que sólo me pertenecían las noches.





Tener cincuenta y dos años

 A los cincuenta y dos años
 es como cabalgar sobre un lagarto.
 A veces una ducha,
 un poco de agua colonia,
y salgo a pasear por el pantano.

A los cincuenta y dos años.
Vení,
subite,
vamos a cabalgar.
Hacé girar la matraca dentro de mi boca.

Hay días postreros.
Con la solapa levantada
entro en los cines triple equis
solo.
Sólo yo y mi lagarto por el pasillo oscuro.

Te pido,
poneme la sangre en su lugar.
Tengo desorden en los ojos.

¿Quién va a pintar mi dentadura de negro?
             
¿Quién va a detener mi cabeza
 cuándo estalle el crepúsculo?



Sólo tengo para ofrecerte

Sólo tengo para ofrecerte
esta hiedra que soy
esta enamorada del muro mío
que cada día que pasa
me va amordazando más y más
los brazos la lengua los ojos
mis fatigadas piernas.

Sólo tengo para ofrecerte
este cansancio que soy
estas legañas que son ya lo único que me queda
para mirarte.

Sólo tengo para ofrecerte
esta caricia temblada
y esta mano de inquietos huesos
que asoma de entre la hiedra.
Esta hiedra que soy.

Sólo tengo para ofrecerte
el amor que es lo único que decanta
cuando metés en la zaranda
todos los días todos los años
todos los minutos hechos de años
y todos los recuerdos las muertes
y la hija que sale de la sepultura
para reír al aire libre.

Sólo tengo para ofrecerte
mis ojos para tus ojos
mi voz para tu voz
mi sonido para tu sonido

Sólo tengo para ofrecerte
lo sobrante que ahora resta
el sedimento
te ofrezco que me busques a través de la hiedra
la hiedra que soy.
Allí me vas a encontrar oculto
No escondido.

Sólo tengo para ofrecerte
todo esto que soy
la esencia que vale
la borra la enzima el fermento el íntimo toro de Picasso.



Singladura

Encuentro
(a veces sí, a veces no)
el derrotero de mi propia deriva.
Y como descubriendo las ruinas de la oscura nave
doy con el timón oculto por el musgo,
con la dormida y herrumbrada proa.

Vaya donde vaya
dejo estelas abandonadas.

Como aves marinas,
cadáveres de mis ancestros me siguen,
me persiguen hambrientos.

Guiado por la constante bruma
de un mar a otro voy errando
sin saber qué aguas me pertenecen,
qué cenizas me atraerán.

Danzan los horizontes a mi alrededor
(a veces sí, a veces no)
ofreciéndose.
Provocativos.

Si supieran que voy más allá de sus líneas.

Mas allá del allá,
donde otra vez
se abre la boca de la deriva.






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