jueves, 19 de marzo de 2015

JUAN JOSÉ RODINÁS [15.245] Poeta de Ecuador


Juan José Rodinás 

(Ambato, Ecuador, 1979) es el seudónimo de Juan José Rodríguez Santamaría, nombre bajo el cual publicó sus primeros libros. Estudió literatura y periodismo en Quito. Hizo cursos de traducción en Madrid. Ha publicado Los rastros (Quito, 2006), Viaje a la mansedumbre (Barcelona, 2009), Barrido de campo (Arequipa, 2010), Código de Barras (Quito, 2011), Cromosoma (Quito y Santiago de Chile, 2011), Estereozen (2012), Anhedonia (Popayán, 2013). Ha sido incluido en varias antologías. Además, ha publicado varios ensayos sobre poesía ecuatoriana e hispanoamericana. Ha obtenido el Premio Internacional de poesía joven La Garúa, entre otros. Algunos poemas suyos han sido traducidos al inglés y al francés.



Koanhaendel: música acuática II

La aguja de plata
traspasa el cráneo de una niña dorada.
Son los cirujanos violentos en el jardín de una casa distante.
The fish, pero cómo decirlo: este error, le poisson:
pensar que un pez grabado sobre el ojo izquierdo de una niña sangrante
es una habitación vacía
hasta extinguirse en un cuadrado negro[■: aquí]. La noche es
un “de pronto”: un cardumen: una serie de ojos peces:
una serie de peces probables, posibles, pero ojos: una visión
o una serie de peces en un punto blue donde los peces
se miran a sí mismos. Piénsalo conmigo:
tu ojo de ciborg no distingue, no, no puede,
bella medusa de máquina medusa,
de pez de máquina de pez caballo de niña ovípara de huevos ciborgs
sobre un jardín rosado:
traga, come avellanas de un árbol robot que aprende
una palabra de blancos de nieve en un rectángulo y es la isla vacía
donde enciende mi casa una noche,
él, adentro de las habitaciones, desaparecidos, adentro de los desaparecidos
y tú te enciendes con un fósforo –es tu cabeza de fuego negro-
hasta que los peces de la muerte empiezan
a nadar entre los peces de la muerte y empiezan
a estremecerse y se estremecen solos en una melodía de animales:
el arranque de un motor de los mil motores
en el violín
sin su extraño –pero extraño-
final.  


Joy. segundo sueño. ¿final? septiembre 2011

Ella corre por el pasillo y no mira.
Ella huye del asesino serial, del poeta serial, huye.
La muchacha sube a la terraza y dice:
ves esa casa, juanjo, allá está el cielo
y allá también estamos muertos.
Yo no veo la casa y estoy muerto, pero
son palabras para elevar una casa y están muertas, pero
sólo dije que ella podía volar ese día sin morir.
Las campanas del amanecer crujen como papel quemado.
Todo el papel quemado no alcanza
para trazar un círculo sobre el amanecer. 



Descerebrado

No interrumpo ¿verdad? En realidad, quería interrumpir.
Entonces, no interrumpo ¿verdad?

Los comentarios a este poema
decían: porcentaje de colibrí en sangre: indetectable.

La calabaza de piedra arrastrada por mi cefalea es blanco nieve:
tiemblo de ti, me acumulo. Soy mi desastre: tantas veces
quise abrazarme como si fuese otro.

Si me acumulo esquizo, ¿perdí lo batallado hermoso?
Los vasos en reposo & acumulo
mis cucharas mentales. Tales, pero no de Mileto
armaron carpa en mi huelga de autor.

Tiemblo & acumulo desórdenes como gorriones,
como Mao TseTung con problemas mentales, maritales,
estereotimidez de un globo de plomo en forma de cabeza.

Y brotan pájaros.

Laberinto un, laberinto de neuronas un, interés por la vida,
pero sobretodo acumular plusvalía.

¿De nuevo, psiquiatría?

Acumular vacío: todo se repite, doctor:
el odio hacia mí mismo. Como coyote elaborado
en cartulina dice “colibrí” y me imagina sin cerebro.

En el campo, festejo mi jaqueca, florecitas de ají & estrellas,
la mente celebra su fracaso, serpentinas,
pero yo me acumulo, grumo, grumo,
en una cocina
sin cuchara ni labios.

Un campo donde un niño peina las cabezas cortadas
y dice: mira mamá puedo llevarme ésta a casa.



“LOS POEMAS DE AMOR SIEMPRE INCLUYEN UNA TIENDA DE ANTIGÜEDADES” 

Quien se dedica a oficiar la boda de árboles y máquinas
se dedica también a abrir y cerrar el ojo de la niña cíclope.


Su cabeza se abre en el cielo del pecho: “soy ignorancia-dice.
Desde que llegue a la casa de los bulldogs obesos he pasado llorando”.


Me quisiste mucho, lo sé, pero de los árboles que cabalgas
desde el país de los alfiles arrodillados,


sospecho que la niña te dio una golpiza y eres el bulto que sangra
sobre la palabra “desesperación”.  Hasta eso estuviste.


Sí, no tengo mi ninguna parte. El ojo aclama su río contaminado.
Hay fórmulas eléctricas que le devolverían su pureza.


Hay fórmulas sicoanalíticas que le devolverían su pureza.
Pero ¿Para qué? Igual se volvería a ensuciar.


Las piedras que tragan piedras también sueñan abrigos de mink.
Estoy retrasado para llegar al entierro de alguien cuyo nombre


me incluye con humor. Su signo más emplea varias infosferas
para incluir al ojo de retrasado entre los que arrojan lápidas.


Aníllate, que la esperanza es una cabeza sobre la carretera

repasada varias veces por un tractor que tiene ojos como de lince joven.


La niña cíclope recoge la cabeza del hombre atropellado
y me la muestra. ¿Quieres que te destruya así? Puedo elegir otra manera.




“EN UNA DEMOCRACIA” 

Mi caricatura
-publicada en el diario-
rodeada de eucaliptos sucios
(como cuando subes en automóvil
por el km 23 de un paisaje flotante
conectado a la neurona correcta)
ocupa una página del 28 de agosto
del pasado año.

En la imagen, hay nieve en mi rostro.
Mi rostro es un aparejo de líneas destrozadas.
Manchas, cenefas circulares, puntos prófugos.

Claramente, el dibujo de ese agosto
fue el allanamiento de mi casa mental
donde mi vida pateó mi puerta y
yo no estaba.

Allí, atenté contra mí
(seguramente)
y la democracia de todo mi lenguaje
golpeó a mis cerdos veraniegos.

Bajo esa lluvia improbable,
la poesía es el sarcoma de mi árbol contaminado
por virus eficientes.

En fin, la terapia para curarse
de ser persona incluye lápidas
donde los nombres aparecen como picadillo.

La vida está compuesta por tres cuadros,
(un revólver de flores,
una máquina de luz,
un “incógnita” de “incógnita”)
tres de los cuales atentan contra
mis hechos.

¿Cuáles son los hechos?
Somos basura inexplicable.

Es legítimo dar una opinión
divergente sobre estos asuntos,

pero son dignas de rechazo las
especulaciones sobre datos falsos.

Si una persona mira televisión en mi cerebro,
yo puedo decir que se divierte o
que -por el contrario-
la programación le aburre, pero
no puedo afirmar
“está jugando en el parque”,
a menos que, claro, pretenda mentirme.

Hay una expresión escrita que dice: “hay una”.
Esto sugiere que el ingreso a mi domicilio cerebral
sucedió con artimañas.

Nada de eso es cierto
como se puede comprobar en el video
“Cómo se dio el allanamiento
a mi cabeza”

(disponible en el portal de YouTube).

El allanamiento se produjo
tras llamar a la puerta de manera respetuosa
por tres ocasiones.

¿Policía militar del Karma?
Mi mente es una cocina grasienta.

Ajusto mis hornillas y caliento mi sopa cerebral:
estoy servido sobre mi propia mesa.


No soy para llevar.




“DECIR AMOR ES NO HABER LEÍDO LAS INSTRUCCIONES”

Cierto vagón de metro se dirige hacia abajo en el tiempo:
y es como no ir en el tiempo. Patinadores melancólicos
que sabían el procedimiento para poner bastidores
y enmarcar la belleza en 28 x 17. Aquí, gorriones
recorren su pronóstico antes de llegar al roble quemado
(estilo de principios de una temporada donde la nieve
raspó desde abajo la esfera disco de este mundo brillante).
Contaminación lumínica. Otro + otro concepto, ambos errados.
Un microsol cerebral cultiva vegetales en invernadero
ante crisis ecológica para que sean posibles 2 poemas.
Algunos adolescentes pecosos se masturbaron antes
de golpear a un mendigo, aunque eso es algo
que resulta un mensaje de paz para las matrimonios más agresivos.
La estación de metro 8K (8 Kilómetros me separan ahora
de la estación del mundo), se mueve más allá del vagón
donde los niños lloraban pidiendo preguntas, nunca respuestas,
cráneos de pez, y la estación muta
más allá de la cabeza que la observa. La realidad
es más persona que quien piensa en ella. Nadie o nada
preceden al dolor en el cuerpo: llave de judo contra uno mismo
y ejecutada desde dentro. Monóxido de carbono:
color negro para tildar una frase donde toda vocal se acentúa:
la muchacha que no estaba no puede regresar. Nosotros
(o sea yo + yo + yo + yo + más la noche partida en mi cabeza)
tampoco volvimos a un lugar donde todas las preguntas
que no hicimos fueron contestadas con otras preguntas:
la muchacha es un tachón, pero no sobre el papel
sino sobre la punta del lápiz. Algo acude para protegernos del llanto
que nada es capaz de producirnos: todo ha muerto,
menos la sensación de aproximarse a un vacío. Ningún amor
que no era, puede ser, pero tampoco es necesario
afilar un lápiz y escribir sobre las salientes de su punta,
como si se tratara de montañas. Problemas de perspectiva
que se remedian dejando (ni atrás, ni adelante, sólo dejando)
lo que no estaba bajo llave. Los seres que antes y después
de no estar, no estaban: merecen un aplauso. La muchacha
mira hacia atrás que es hacia delante: y no ve nada.
Nadie la ha visto y no es un error de conducta. El proceso
era reflexionar haciendo: una botella arrojada a un mar de hierro
imaginado para la ocasión. ¿Y tú que ves? Yo veo
una simulación donde, de manera imprecisa, un geógrafo
apela al territorio para reconstruir la vida arruinada,
pero cualquier comienzo, si hay que improvisar, es un rostro
que sangra bajo una oscuridad que puede deducirse por contexto.






LOS APRECIADOS OBJETOS O ESTA CANCIÓN HUMANISTA

Nadie me espera, ni en mí, ni en ningún lado, lo que hay
es una bola de boliche rodando escaleras arriba y,
en un ejercicio de precisión mecánica, una turba de boxeadores
especulan con el precio de mi rostro apoyado en la nieve.
¿Tan poco hemos avanzado en la vida? Tango ufológico
practicado con las metodologías de una bala
cuya autopsia hemos acompañado con nombres propios:
Wendy o Joy, las marcianas en prosa. Una práctica de nudos
tejidos con neuronas y cuyo dorso es un paramecio tranny
que vuelve siempre hacia algo que ya no existe.
Los recuerdos queman, pero sobre todo te practican
un mal corte de pelo que no te deja dormir en la noche. En rigor,
también un odio como una máquina cumbiera y logarítmica
cuya respuesta es siempre el número que no apostaste.
¿Dónde será d’ir mañana? El tiempo se vuelve la piel
de un animal oblicuo y, más que impronunciable, inútil.
¿Quién nos regresará el sol de un tiempo refregado contra la lija
de las palabras muertas, de los rostros olvidados? No existe
abrazo alguno que haga bailar reggaetón a una piedra producida,
trabajada desde el eje del miedo. Habrá que llorar si se sabe
la clave electrónica que dice: llanto que avanza del centro inmóvil
hacia las afueras de una vida como un hostal campestre. Canastas
para comer sándwiches y cocacolas del tiempo (no en el tiempo).
Los instantes se descuelgan como la melena de un clavadista que,
debajo de la piscina estoica (o del sueño), se descubre como un orfeo
traducido al húngaro e indigno de un comic neonazi
elaborado muchos siglos después (de qué, quién sabe). La verdad
es que no estar hubiese sido más exacto que tanta carrera con vallas
donde el velocista arrastra su cabeza con las manos y le pide
a los ojos que rozaban la pista mostrarle algún camino
o, al menos, recordarle que nada tiene sentido alguno.
El modelo de la tierra puede aliviar al viajero promedio,
pero los menos vivos sabemos que cualquier recorrido se explica
como una masa apachurrada luego de un pogo con tijera en mano
cuya basura nadie vendrá a retirar por ti.   




PASAPORTE: ESOS AVIONES DE GUERRA SOBRE ISLANDIA

Al mirar en su rostro pensaba: amor + nunca también es un lugar:
una aguja vista de cerca para pensar los improbables.
Entonces, algún sentido tiene ejercer presión en el lenguaje
para encontrar las cosas, para decir las cosas en un círculo,
en círculo entusiasta sobre un yate abandonado
sobre una pista de hielo, junto a árboles de diseño surtido.
Silvana escribe: te enviaré postales desde un sueño que no habría tenido,
aunque lo tuve. Adiós, galerías donde los dibujantes elaboran tu retrato
para un film de largo aliento. Adiós, maquetas de ciudades
que se habrían fabricado lejos para un nosotros que se fabrica cerca.
En cualquier caso, un sueño donde se anticipó el adiós
en forma de una pareja de hombres calvos que miraban planetas,
abrazados, en una habitación con techo transparente al cielo.
Ahora, de momento, no hay nada muerto, pero Silvana
anticipa en sus labios lo que podría suceder: el abrazo nuclear para dos
sobre el viaducto del tiempo: un hombre enamorado de otro,
llorando: las almas se fabrican de manera industrial
y lo que existe es un vacío  donde nadie sabe, ni recuerda.
Nada sucede en mí, pero ciertos animales huyen 
porque saben que algo se esparcirá en muchas direcciones 
& que —de todo esto— apenas resistirá el polen amarillo de ciertas flores.
No hay método para entender la vida con personas,
pero tampoco en objetos, ni en nada que no sean palabras,
aunque tampoco las palabras saben mucho de la vida.
Quizás hay algo que puede revelarse, entre colinas y colinas
frente a un puente que nada une y permanece allí sobre el desierto.
La llave de una muñeca rota que no existe en el mundo
—& no es del mañana— sólo se puede desarmar en un lenguaje
que no existe, pero que traga todos los lenguajes
hacia un mundo vacío donde puede extinguir el mundo acumulado
desde un globo rojo que ahora se desprende y luego brilla.




BALADA PARA UN PERDEDOR ABSOLUTO EN VERSO RELATIVO

La madrugada es un niño rodando colina abajo
en mi cabeza que rueda colina abajo & cielo arriba abajo
donde se muele mi rostro de piedra sobre mi rostro de hueso.
De hecho, no sé si pienso esto que pienso: fracasé y soplé
y coloqué mi torso sobre una cancha de sangre
donde se acumulan los órganos del hombre que ya no pude ser,
que no sabría. Sobre el plumaje de un búho en el desierto,
las mujeres que no tuve, las que anhelé en la lluvia,
recorren un hospital psiquiátrico donde disparan
contra el laberinto vertical de mi cabeza rapada a los 16 años.
Esta muerte donde las islas de viento soplan
sobre los carrizos de agua de mi rostro quemado
en un pasaje directo hacia los huesos. Sin gracia, niño gris,
hombre concreto (la versión tangible de otros, esos sí,
triunfadores y etéreos, pero también hueco, vacío,
hambre de fondo, línea de arrastre de un símbolo inundado,
concreto máquina poema hombre poema cicatriz).
Y nuevamente herida. Nadie que me elija me elegirá.
Tengo el doble de años y una niña de niebla me esconde
bajo su mano (soy quien le venda su rostro,
quien la tortura sin que ella lo sepa para así comprenderla).
El cielo esplende como la copula masiva de un enjambre
de abejorros azules + la velocidad de las células
amarradas sobre mis ojos: hay avisos de curva que no hay.
Hoy, 6 de julio de 2012, mi alma es una cabeza rapada,
un desierto de neuronas sobre una isla de caballos
cosidos contra una nube de seda. Mamá, ya olvidé
cómo se escribía mi nombre. La escuelita de mi muerte
se abrasa con demasiados rostros desconocidos,
saludos cordiales, la desesperación de un animal
por convertirse en polvo.

 De Anhedonia (Gamar Editores, 2013)




Hermosas flores sobre las autopistas de la noche

La noche pide: “inclúyeme en la imagen”, mientras alguien
llora en mi cabeza y nos perdemos.
Cuento los billetes para subir al tren
y la noche es un puente desarmado.
Estrellas cuentan. Cuentan los trenes.
Porque los trenes de esta casa solo van a esta casa.
La casa es pequeña: es más bien una habitación mía.
Los trenes sólo conducen a la mente de quien,
por esta casa, estuvo (y midió los atajos entre el cuerpo
y las estrellas dibujadas sobre el cielo vacío).

Te lo dije: billetes, escobas, fundas de basura
como largos lamentos. Pídeme sobrias explicaciones
como estrellas molidas. Sí. La noche me pide mis lamentos.
Hay letreros que dicen: Sex shop, consultorio, dinero.

En efecto, soy alguien que sólo es material
cuando sale del cuadro. ¿me ves perderme o,
al menos, enfrentarte, cuadro del cuadro de mi sueño?
Aquí acaricio un animal empedrado y áspero,
pero cuyas heridas son formas de una frontera en movimiento.

Estoy perdido dentro del cuadro y fuera del cuadro:
estoy perdido. Nunca en el límite que trazo velozmente.
La energía pide morir, pero canta para su flor en bruto.
La esfera canta (y dentro se ilumina el no lenguaje
como una marcha de obreros en el centro de una ciudad vacía).

Canta la probabilidad, canta la esfera de mi noche
donde crecen las flores encima de las cucharas sucias,
encima de las latas de cerveza y las cobijas húmedas.
Canta la probabilidad de tantas flores vivas o muertas.

La noche y sus anuncios duermen sobre mi bosque rojo
y se oyen mugir tractores que nunca conocerán
el horizonte sobre las arrojadas formas de mi brasa viva.
Estoy en el límite entre la llama que quema las pasturas
y el hielo que aviva esos incendios: y que inventa otros.
En medio de mis hablas un avión destruido recomienza
la esperanza de que las flores vuelen conmigo,
sobre un mundo en el sueño de todas mis autopistas perdidas.



Las estrellas

No escribí: tribu de un hombre solo,
un hombre despoblado de hombre
también anhela cielo.

Escribir el horizonte
es mirar el cielo y pensar en algo que no sea nube.
Nube, dicción, grumo. Yo sé:
el hambre de estrella también mata,
la estrella mata por ausencia de fruto,
por ausencia de frase en bruto.

No hay humano que también hable astro. Por eso,
la letra no es eterna, la letra canta su caverna y cráneo
por eso el hombre no merece estrella,
sino cuchara, jarro de lata & péndulo.

Y, ahora, un hombre dibujado escribe a su obra muerta:
dame la llave de la casa que no existe para poder quemarla,
quedarme allí, quemarme de invisible:
el humo de la casa del NO,
la ruina de lo que NO me queda.



Desde un carruaje bajo la noche perdida

Las flores blancas:
la narración interna de una luna que giraba
entre la flor y su extremo de agua.
Hacia: la descripción de un bonsái
en cuyo cielo mínimo nevaba.
Esto no es jardín: pero presta atención al detalle completo.
Tu decías que la zanja era de algún modo
como las estrellas sobre el bonsái
en la sala de la casa con hijos que jamás tendré.
He llegado a viejo demasiado pronto,
como si los banquetes de la vida
se hubiesen comido a sí mismos, en una cena
a la que yo no había invitado a nadie.

Y sé, después de todo, que esto también era soñar.
Un sol que, de pronto, se podía iluminar
a sí mismo y dejar que alguien se ocupe de toda la belleza.

Las cosas, las cosas, las cosas.
Y un río que, de pronto, existía también.

Y las estrellas.





Cuentito sobre los paisajes

La irrealidad
describe el corazón de una oruga en la mente.
Si yo supiera dónde está mi mente
empezaría por describir algo:

la iridiscencia de un órgano ínfimo 
solo palpable, tras la niebla de plomo, 
con la mano de un niño.

Cerebro que resguarda las nervaduras negras
de la ante-mariposa.
Cerebro-caja de siete puertas
donde crece un baniano de niebla.
Cerebro-invierno
donde los animales muelen su estructura
para abrirse a lo blanco.

La irrealidad es una vela que se enciende.
Esta noche se quemarán los campos.




Tras recorrer la carretera en un Ford antiguo

Hablas con una chica que acaba de morir.

¿Cómo te llamas, muchachita? 
Posibilidad Sueño García de la Mente.
¡Mancha el corazón con esto!
¿Y qué es esto?

Esto es el sueño de un hombre 
que despierta en un lugar inhóspito
y tiembla mientras dura este poema
-sobre tarros de gasolina- 
forrado con pieles de una paloma de cartón.

Por eso, mi forma de llorar
es escribir sobre tus pies cansados,
mientras miro una casita roja
más allá del aeropuerto de la ciudad perdida
y de su bosque a la redonda.

Así ha sido mi vida,
la casa del detalle,
la voluntad de un pájaro por destruir su canto.



Sobre un cuento de Dino Buzatti

Leo el evangelio de las cosas en el ojo del caballo:
una carretilla (que no entiendo,
pero que avanza con tripas arrastradas
sobre una carretera de hielo).

La nieve es nieve.
Leo la descripción de esa carretilla
y la palabra carretilla se copia aquí.
Eso leía o eso leo.

Leo una historia muerta
(fragmentos de objetos que no hay:
un pozo diseñado para imaginar
que hay un pozo ahí donde está el pozo).
Imagen que trucamos para que nos crean
cuando decimos la verdad:
la carretilla lleva tripas hacia la casa donde…

El caballo sueña un caballo inmolado
sólo para demostrar que hay sufrimiento,
pero lo que leo es un montón de vísceras
y un caballo sagrado por fuera de la foto.

En fin, entrar y salir del cuadro:
el propósito es mostrar que los caballos no corren libres,
pero podrían y ese podrían impulsa al caballo irreal
por fuera de la foto: la realidad es que la masa
de órganos un día atravesó el campo muerto,
entonces vivo.

Después de todo hay cedros (y rosas
clonadas en genoma laboratorio dentro y algunas
vacas) y hay cedros y cráneos de conejo y tarros
de basura.

Hay mucho campo muerto, pero el caballo
estaba vivo en el campo muerto, pero hoy yo estoy vivo
& muerto.

El caballo y yo estamos hechos de neuronas,
palos y piedras para que la gravedad no nos olvide.
El caballo y yo somos dos carretillas de vísceras
que nadie lleva.




La cámara de Tziga Vertov sigue filmando sola

Si yo pudiera mirar la casa que tengo en frente.
La casa donde el gorrión espera
que el gorrión regrese
cuando yo,
mi cabeza en el agua,
perdido en alguien,
nunca en mí, regreso.
Si este ojo fuera mi ojo,
estaría mirando,
frente a frente,
realidad miraría,
aunque fuera sólo
una forma exterior del vacío que arrecia.

Si algo viera
vería una cabecita de trapo esperándome,
como si la hubiese sostenido mi hija,
como si la casa estuviese vacía para siempre.




Después de la lectura de Alicia en el País de los Cuantos de Robert Gilmore

La nieve dibuja
una casa roja que no verás por ahora.
La casa roja está allí, pero tienes que esperarla un poco.

Dicen los que saben de algo
-y uno es El Ignorante-
que un copo de nieve se ha extendido en la península
bajo la mano y bajo la mano hay partículas de agua
entre la piel y el viento.

En esa imagen,
en un micropunto de esa imagen,
se desprende un quark extraño
porque es imposible,
de un neutrón de un átomo hidrógeno
porque es imposible
hacia el paisaje, se desprende el antineutrino
en la paleta de tres colores.
Un quark extraño se desprende
porque es imposible.

Entiendo que esto, el hombre común,
-como yo que aquí sólo imagino-
sólo puede –también- imaginarlo.

¿Puedes imaginarlo conmigo?

Un racionalista lo habrá pensado diferente,
pero lo cierto es que la nieve ha derribado la casa
para dar sentido a esta precipitación de lluvia
y de partículas, cómo no, elementales.

Se teje la materia punto tras punto
-del punto al punto-
hay un color de encaje entre los hilos
del quark encanto al quark arriba,
del quark extraño al quark abajo
del quark fondo hasta el quark cima.

Un cielo imaginado sería suficiente
para que este neutrón tenga hogar en la casa de la vida.

Cielos claros donde un mirlo es ordenado,
monseñor de las estrellas de los valles vacíos,
ruiseñores quarks vuelan sobre la cima del neutrón.

Todo está en todo- reza el adagio.
El color reúne.

Rojo que no es rojo: ¿un antirrojo?
Verde que no es verde.
Azul que sólo es azul a veces
-azul del antiazul a veces-
como ahora que la nieve se derrite y la pala del granjero
se hace visible.

El color da sentido, pero es irreal.
Desde abajo de la materia el gluón pega lo invisible,
pero es casi tan irreal como tú y yo mientras leemos esto.

Pega lo invisible.
Pero tú has visto que no hay nada que ver.
El mundo
-y su baile de quarks-
de pronto es sólo el mundo
y la primera
y la única mariposa.











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