miércoles, 16 de mayo de 2012

6856.- FERNANDO G. TOLEDO



FERNANDO G. TOLEDO 
Nació en San Martín (Mendoza, Argentina) en 1974. Licenciado en Comunicación Social, egresado de la Universidad Juan Agustín Maza, es uno de los poetas destacados del oeste argentino. Ha publicado los libros Hotel Alejamiento (1998, editorial Diógenes), Diapasón  (2002, Libros de Piedra Infinita), Secuencia del caos  (2006, Ediciones Culturales de Mendoza, primer premio Certamen Provincial Vendimia 2006 ),  Viajero inmóvil  (2009, Libros de Piedra Infinita) y Mortal en la noche (Alción Editora, Córdoba, 2013).

Sus poemas han aparecido en diversas publicaciones. Entre sus distinciones figuran sendas menciones especiales en los certámenes Vendimia de 1998 y 2003.

Además, su relato La luz mala fue incluido en el volumen Mitos y leyendas cuyanos, publicado por Alfaguara  en 1998.

En su tarea de divulgador de los escritores de su tierra, publicó durante dos años la hoja de poesía Tiburón Amarillo, junto a Rubén Valle. En 2002, fundó (con Hernán Schillagi) la editorial independiente Libros de Piedra Infinita, con la cual ha dado a conocer la obra de una docena de poetas.
Como periodista, comenzó su tarea a los 19 años, como redactor del suplemento joven de Diario Uno de Mendoza. Actualmente es jefe de espectáculos de ese periódico y Coordinador Periodístico de la Redacción Multimedia de Uno Medios, periodista de Canal 7 Mendoza y de Radio Nihuil. Ha ejercido su tarea como crítico (teatral, cinematográfico, musical y literario) en diversas publicaciones de Mendoza, entre ellas Ubu Todo Teatro, Diario Uno y revista Primera Fila.

Junto con Hernán Schillagi edita la revista virtual de poesía El Desaguadero

Por otra parte es creador y autor del sitio de internet Razón Atea, donde publica asiduamente sus ensayos sobre ateísmo y religión, y de Oído Fino, sobre música clásica.

Contacto:
fernandogtoledo@gmail.com



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1


Expuesto y escondido como todo el que viaja en la noche
Voy recogiendo partes del mundo tiradas en el camino
Piedras que no han merecido el viento
Rostros que se repiten y son siempre una máscara
Voces que nos llaman pero sólo a una acudimos

Nada encuentro /como todo el que busca/ y por eso insisto
Con este vicio nómade estancado en la partida
Perdiendo a cada paso lo que sigo sin hallar
Vuelto de espaldas contra la senda borrosa
Que traza una línea rota alrededor del cuarto
: La nave incendiada que estoy por abordar
: El barco sin bandera y sembrado de pañuelos
: El pozo donde la ausencia teje su velo
Y lo tiende en la ventana para que la luna no entre

Voy lamiendo una llaga con gusto a sal Dibujo las pisadas
Que antes no he dado No llego Nunca llego
Repito frases sueltas que ni siquiera recuerdo
Y las copio en un cuaderno como una bitácora

Viajo en la noche para tener los ojos cerrados
Porque quien viaja no quiere moverse
Porque lo que persigue la mirada es la sombra

Viajo de noche y mis pasos suman una cifra infinita
A punto de alcanzar el cero Viajo sin saber
Porque en la oscuridad las formas se confunden
Viajo como quien deja que un fuego se extinga
Viajo como nada el agua en un río de peces

Tengo prisa Escribo para andar más lento
Leo viejos mensajes que dicen «Ya es tarde»
Nada encuentro Mi cuerpo /manos ojos piernas boca sangre/
No tiene herramientas para llevarme a sitio alguno
Pero sé que mi cuerpo es la única herramienta
Es un horizonte rendido que no retrocede
Una caja sin fondo llena de cosas inútiles
Una ropa empapada la suave caída por una pendiente
Una palabra que ha quedado fuera del poema

Por eso es de noche y ando Por eso tengo prisa
Por eso viajo en mi cuerpo y aquí me quedo.




10

«Entonces prefiero quedarme quieto»
Solía decirme a mí mismo Quieto
Como un animal que oye una canción
Quieto como la estrella que de niño
Elegí para mí entre las del cielo
«Hacia dónde voy cuando no me muevo»
Preguntaba como si no pudiera
Saber que el tránsito es a la distancia
Lo mismo que la palabra al silencio
Pasajero del punto de partida
Que despide a los trenes detenidos
Voy a seguir aunque ya nunca avance
Seguir como un reflejo que persiste
Después de que el espejo se ha quebrado.



De Viajero inmóvil
Colección de Poesía Desierta, Libros de Piedra Infinita (2009)






ACTO REFLEJO

Cuando se oye sonar la propia música
En un lugar ajeno y no hay espejos
Que confirmen la supuesta presencia
En este cuarto de poema y fiebre
Cuando una letra cierra la palabra
Y sólo sigue un largo espacio en blanco
Cuando el tiempo es la secuencia del caos
Cuando todo es deuda y sólo resta
Conservar el doble punto de apoyo
Que este suelo concede indiferente
Cuando la noche es un acto reflejo
Vuelvo a escribir ¿Para mí? ¿Para un otro?
Nadie lo sabe: igual vuelvo a escribir
Hasta escarbar Hasta desenterrar.






BARRICADAS

Acaso diga y escriba y repita
Y gaste con la tinta y la voz nombres
Que no harán otro gesto que extraviar
Las llaves de algún reino sordomudo
Esto es un simulacro Nada puede
Más que parir largas filas de hormigas
Letras Señales de humo contra el mundo
Esquivo que no puede ser tocado
Pero acaso escriba mientras la noche
Estrecha el vínculo con esta casa
Que alimenta ecos como nodriza
De leches oscuras Acaso escriba
Describa una fruta en la mesa un grifo
Denuncie la distancia entre las cosas
/Nada pierde su cerrada unidad/
Acaso insista en poner por escrito
Formas figuras círculos viciosos
Y un sistema que sigue funcionando
Aire & vacío: El paisaje & el cuarto
Sostenes de una ficción pulmonar
Por la que el lenguaje respira pruebas
De estar asido aún a lo posible
Por eso acaso vuelva a repetir
El acto de calzarme una corona
Engarzada con palabras opacas
/Hegel: «El hecho primero mediante
El que Adán conquistó los animales
Fue imponerles un nombre Mejor dicho
Los aniquiló en su propia existencia»/
Pero este verso no sabe matar
Y menos sabe nacer el poema
Acaso entonces sólo gaste tinta
Y dibuje un mapa para extraviarme
En laberintos negros sobre blancos
Use como un manco una mano sola
Cómplice en el motín del alfabeto
Acaso diga y repita y escriba
Y en la saliva del habla se seque
El agua de este vaso que pronuncio
/La boca tiene sed y tiene lengua
Para beberse de un trago el silencio/
Acaso escriba largas despedidas
Reciba el último adiós de lo dicho
Porque decir es como abandonar
Porque escribir es elegir la sombra
Que acecha donde no llegan los ojos
Porque la red que arrojo de vocablos
Y acaso lo que hablo cuando sueño
Deba decirse escribirse caerse
Acaso porque sí o porque no
Porque las células siguen muriendo
Y es un hilo de sangre la escritura
Que ignora la ley recia de lo útil
Acaso porque arrecia el aire frío
De este diálogo entre adentro y afuera
Acaso escriba de nuevo y de nuevo
Diga y repita la primera letra:
Es lo que tengo Lo demás se ha ido.





PERO AVANZO

La diferencia entre lo que no sé
Y lo que aúlla detrás de la puerta
O se cuela en la entreabierta pregunta
Que la luz formula está en la palabra
Así el silencio se viste de un cuerpo
Que no consigo abrazar Nadie espera
Y los papeles raspan su vacío
Según las reglas que impone la noche
Pero avanzo Quizás para perderme
O porque quedan resquicios de blanco
Y yo necesito encender un fuego
Para el invierno de estas viejas letras
Quizá para dejar que todo huya
Y un verso destruya lo que he callado.

De Secuencia del caos
Primer Premio Certamen Literario Vendimia 2006-Poesía
Ediciones Culturales de Mendoza






Diapasón (2003)


LOS EMISARIOS

He atravesado la medialuz violeta
Por la que huyen las noches de febrero
He dejado sobre una mesa la carta desconocida
Que entró por la ventana abierta
Montada al mismo viento que endurece
Las estatuas recién nacidas
He leído el papel
Las palabras letra a letra
Me he preguntado quién
/En esta espera errónea/
Escribirá para otros
Las cosas que yo necesito.






OFICIO NOCTURNO

Emboscado en la noche
Acechante y traicionero
Desgarro con el filo de la conciencia
Las pausadas exhalaciones
De quienes en esta misma habitación
Se sacian en un sueño igualador y milenario

La luz taimada de esta lámpara en cambio
Traza desde su nulidad de objeto
El telón de sombras de mi cacería infame:
Allí donde el paisaje dormita bajo las estrellas
Ha de haber un verbo una sentencia virgen
Alguna paráfrasis del deseo
Para justificar la vigilia autista de cierta lírica

Ahora tal vez ahora que el aceite nocturno
Ha empezado a volcarse quizás
Un verso balbuceante descomprime la angustia

Sobre el papel /como un animal
Recién sacrificado/ yace el poema:

Palabras palabras palabras

Los círculos nacidos de la piedra
Que se hunde en el agua
Del universo.






EL ANSIA
V.Diapasón

El exacto lugar
Equivocado
Tierra prometida isla falaz
Donde quiere hallarse
La voz que ha de seguir
Enhebrando en sí misma
El silencio

Piedras
Rocas desgajadas
Espinos y un río insectos animales
Y los íntimos
Desconocidos
De siempre
Para acoplarse a la escenografía
Inesperada entre la cual
Pondrás a hervir la elegía obvia
De tu desolación

Áspera arena cerros hostiles:
Fuera del cuarto por la ventana
Tu pregunta se mezcla
Con la maquinaria coral
Del planeta obstinado que va a seguir
Girando

Pero ya has cerrado los ojos
Has puesto al sol desechado
El armamento del lenguaje
Y el deseo
Se proyecta delante de ti
Como una sombra blanca: presencia vacía
Diapasón
Herida callada
Que en la carne de tus palabras
Se infecta.

De Diapasón
Colección de Poesía Desierta, Libros de Piedra Infinita (2002)
Primera mención Certamen Vendimia 2002







HOTEL ALEJAMIENTO

Es la mañana
Y una cuerda
Puede estar ahora
Quebrándose

«Estamos hechos para ser mudos» decís
Y mientras termina de tenderse el adiós
Llora cada uno en su silencio
Como si quisiéramos entender la luna
Como si fuéramos a acompañar esta lluvia

O como si dejáramos volcarse
En la arena de un desierto
El vaso de nuestra sed.




INSTRUMENTO DE TRABAJO

Toda desolación
Podía comprenderse al mirar su sexo
Tan fláccido como un otoño
O tan oscuro y triste
Como el beso que ella te da
Pero no te brinda.






NANA

A R.

Dormida es un latido

Dormida es ella
Apagando sus ojos
Para que yo apele
Al viejo truco
Del recuerdo
Dormida es un latido
Un latido un suspiro
Un viento eterno
Como una canción
Dormida es un latido
Apenas
Un latido
Dormida es un latido
Tan sólo un latido
Y otro latido

Moriré cada noche
En ese compás perfecto.






DISTRACCIÓN

Lamías mi sexo con avidez
El atardecer ahuyentaba muertes y fantasmas
De un modo u otro
Tu saliva se parecía
A la lluvia que mañana iba a caer sobre el pasto.



9

40 watts de luz
Y una ventana que da a la noche
Música involuntaria de los autos
Lámparas que se secan
Y el sueño a modo
De intervalo
Entre el día perdido
Y el día que está por perderse.





10/VENTANA

Frota el viento a la Tierra
Como a la lámpara de Aladino

Todo es en vano:
Arriba está el cielo
Abajo no hay un mísero deseo cumplido.






Profundidad de campo

El pronóstico de ayer se cumple hoy
Están mis huesos jóvenes probando las miserias
Que me dedicarán con el transcurso de los años
Hace frío
Hace hambre de variadas cosas que la lengua
El cuerpo ignoran
Hay un deseo que se confunde para mí
Y muchos artefactos no funcionan en esta casa
Pero sobre la pared cuelga un foto que nos retrata
Y que desliza sobre este presente
Espectros de lo que yo sería
Y no soy.





Los cazadores

Que despida un silencio cualquier cosa
Y nosotros
Lo veremos huir en su peregrinaje virgen
Para así atraparlo y desangrarlo como a una presa
Vampiros los dos
Hambrientos de ese líquido callado
A través del cual nos decimos de nuevo
Dos palabras repetidas.

De Hotel Alejamiento
Colección La Mesita de Luz, editorial Diógenes (1998).








Mortal en la noche, Alción Editora, Córdoba, 2013, 69 pág.

por Hernán Schillagi*



            Antes de la aparición de Mortal en la noche, en la editorial cordobesa Alción, tuvieron que transcurrir quince años desde la publicación de Hotel Alejamiento (Diógenes, 1998) y tres libros en el medio. En ese primer poemario, Fernando G. Toledo (San Martín, 1974) levantaba la mano y daba el presente en el mapa poético de Mendoza. Desde ese libro primigenio se observaban ya algunos atisbos reflexivos acerca del oficio de escribir y de su utilidad en una sociedad, en ese entonces, de fin de siglo. La respuesta, en muchas ocasiones, era un contradictorio y angustiante silencio. Esto no detuvo el derrotero del autor.

            En plena crisis de 2001 fundó una editorial, Libros de Piedra Infinita, y abrió el juego a otros escritores en medio del espanto. Así autogestionó artesanalmente Diapasón (2003), donde Toledo elevaba la apuesta: sus poemas dejaban de lado cierta contención en el fraseo para expandirse en recursos y así profundizar una idea motor: el silencio como única nota para afinar el resto de las palabras. Luego vendría el premiado Secuencia del caos (Ediciones Culturales de Mendoza, 2006), libro de propuesta unitaria en lo formal (largas series de versos endecasílabos, sonetos blancos y unos pocos rimados), aunque variado en la temática: el deseo, la infancia, la poesía. Sin embargo, los poemas volvían una y otra vez con la insistencia del que pregunta para saber lo imposible o, al menos, lo inacabado: «¿Para qué decir? ¿Para qué decir», era el estribillo trunco de un poema de largo aliento titulado, justamente, «Nocturno interior». Porque es en este texto donde se haya el germen del flamante Mortal en la noche y habrá entre las dos obras un diálogo tan sutil como impiadoso.

            En 2009, un golpe de timón amplía el espectro de la obra lírica de Toledo. Viajero inmóvil (Libros de Piedra Infinita) es una serie continua de poemas numerados, donde, por primera vez, ficcionaliza una historia de amor desastrado. Un personaje que decide ir detrás de una mujer amada y perdida; pero que, antes de dar el primer paso, descubre que el avance se le vuelve imposible: porque así crearía una nueva distancia, porque así traicionaría el pasado. La lectura «narrativa» del poemario nos acerca nuevamente hacia un mismo inquietante lugar: ¿es posible el absoluto? Una cosa esta vez es segura, todo viaje es poético. No obstante, los antecedentes no siempre son literarios. En 2005, el autor creó en la web Razón Atea, un blog que sube para el debate ensayos y artículos de religión y ateísmo hasta la actualidad. Allí, con algunos textos de su cosecha personal, se posiciona en un ateísmo esencial total desde la perspectiva del materialismo filosófico que, poco a poco, irán definiendo la mirada del «ateo poeta».

            Es por eso que la llegada al papel del quinto libro de Fernando G. Toledo traduce un recorrido personal y arduo sobre la poesía. Ser poeta a los veinte años es sencillo y hasta irresponsablemente adorable. Refrendarlo cerca de los cuarenta, in el mezzo del cammin dantesco, como advierte el español José Cereijo en la contratapa: «en que uno tiende naturalmente a preguntarse sobre la dirección y el significado de ese camino», es un acto combativo y a conciencia.

            Mortal en la noche resulta un poemario miscelánico «en apariencia». Vuelven  así los temas de la escritura y el oficio, además de la relación con los hijos, la vida cotidiana, el paso del tiempo, la música, el arte, el azar, entre otros. Sin embargo, la lectura —en cuanto a la disposición— va encadenando una secuencia como un ecualizador que modula diferentes momentos o series que no desentonan, sino que van creando atmósferas en contrapunto. Como si fueran los diferentes movimientos sinfónicos de una pieza clásica, pero feroz. Por lo tanto se imponen, al menos, dos lecturas: la «random», esa que el lector incauto hace saltando de poema en poema sin saber que late la otra, una lectura continua y nada amable, donde la noche es el escenario, el poema es un gesto material ante el universo y su única certeza, la finitud: «los impíos / Damos el paso como quien entra a patadas / Otra vez en la realidad, y apuramos / Una vuelta más de sangre / Rumbo al certero sepulcro que nos da la razón».

            Toledo, además del verso libre,  juega con varios metros como el ya visitado endecasílabo, además del heptasílabo y el octosílabo. Quiebra versos, encabalga «ideas-puente» con una puntuación tradicionalmente engañosa. El ritmo fluye en cuanto tesis propositiva, pero es un reflejo menor de la estructura modular del libro: no hay armonía, hay un desborde encauzado. Porque ya sabemos que: «Corre el zonda, se detiene, es viento, / Y el gusto que sorbe tu lengua / No es nuevo pero sí impreciso. // Ya nada se calla, todo es una estridencia…»

            Mortal en la noche, por tanto, es un recorrido de poemas reflexivos, ateos, existenciales y concientes de que su paso por el mundo tienen algo de absurdo, pero que se reivindican en la desmesura, en la «afrenta a los dioses». Solo así se liberan de lo impuesto. Como también atraviesan y unen los «módulos», textos acerca del oficio del poeta, esa escritura fatua como una enfermedad invasiva que nos toma y nos modifica para siempre a los simples —aunque cada vez más complejos— mortales.

* Esta reseña fue publicada con anterioridad en el N°3 de la revista Poslodocosmo.
           


Tres poemas de Mortal en la noche

           
La errata

En medio de la frase un latigazo artero,
Un tumor verbal que se desprende
Como una mancha viva e irradia su error
Por toda la página. Desde aquí,
Aprisionado por el libro que sostengo en las manos,
No hay remisión posible ni exégesis sanadora:
El párrafo es ilegible y parece blandir
Como una herida la cesura que lo deshereda
(Junto a todas las copias anómalas)
Del sentido original. El daño sigue flotando
Igual a una niebla frente al intento de avanzar
Como si nada pasase ¿Y si había justo allí
Una clave para toda la trama? ¿Y si brotan luego
Otra tecla mal oprimida, una nueva dislexia?
Sin culpables a la vista mi cerebro
Quiere defenderse de las dudas y cierro el volumen.
Bajo el haz de la lámpara todo parece ordenado.
Pero hay también una sombra
Y un poco más allá, ininteligible, el resto
De la entera noche que comienza.
           


Autodefinido

A mi lado resuelve un crucigrama
Mi hijo mayor en la siesta narcótica,
Con todo el territorio del lenguaje
Desplegado en rectángulos pequeños
Que se enredan como entre una maleza
Donde el silencio acecha y todo está,
Allí, a la espera de ser descifrado.
Yo lo observo en mí, como quien aguarda.
Quizá en un instante algo me pregunte,
Y entre los dos sorteemos la selva
De calladas bestias que, con sus dientes,
Buscan morder las palabras que un padre
Y su hijo deben ir encontrando
Para por fin mirarse, y entenderse.


Para Joaquín




Codo a codo

El médico es ecuánime: concede
La heroica salvación de su paciente
A la pericia de los cirujanos
Y a que la bala «sólo por milagro»
(Ya que no de otro modo ha de llamarse)
Arrancó apenas parte del cerebro,
Dejando en manos de la medicina
El tramo sangriento del salvataje.
Digamos que fue un trabajo en equipo:
Los doctores removieron pedazos,
Soldaron el cráneo, hicieron suturas,
Y Dios consintió un disparo preciso,
Suficiente para una hemiplejía,
Pero no para matar, por ahora,
Al hombre del que va a encargarse luego.
           


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