jueves, 4 de septiembre de 2014

VÍCTOR CABRERA [13.176]


Víctor Cabrera

Nació en Arriaga, Chiapas, México en 1973. Cursó estudios de letras hispánicas en la FFyL de la UNAM. Ha colaborado en publicaciones periódicas como Alforja, Luvina, Periódico de Poesía, Punto de partida, y Revista de la Universidad de México. Becario del FONCA en el programa Jóvenes Creadores, en poesía, 2006-2007. Poemas suyos han sido recogidos en la muestra Un orbe más ancho. 40 poetas jóvenes (1971-1983) (2005); Los mejores poemas mexicanos. Edición 2005; Anuario de poesía mexicana (ediciones 2005, 2006 y 2007); en la antología La luz que va dando nombre (2007), y en la memoria del encuentro de poesía latinoamericana El vértigo de los aires (2007).

Es autor de las plaquettes Diez sonetos (2004) y Filipo contra los persas y otros cuantos epigramas (2012), del volumen de fábulas y ficciones breves Episodios cé- lebres (2006), y de los libros de poemas Signos de traslado (2007), Wide Screen (2009) y Guijarros (2014). Es, también, compilador del volumen Una raya más. Ensayos sobre Eduardo Lizalde (2010). Es editor de la Dirección de Literatura de la UNAM desde 2004. Fue becario del programa Jóvenes Creadores, del Fonca, en el rubro de Poesía y actualmente es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte.






Advertencia

Advierto aquí el rastro de otras tribus,
su huella acaso menos cautelosa,
la antigua fe en el orden y el progreso.

Otros pies marcaron ya antes esta arena,
pero ¿qué manos erigieron nuestra ruina en la confianza
en un orbe más ancho y verdadero?

Verdad no es la medida de las cosas:
el mundo no es verdad,
no es ésta su espesor, el fuelle que lo anima,
y aun si fuera el mar la tasa de sus olas
el cielo de este barrio se mide por ausencias.

No hay sol que reconozca aquí su sombra…

Yo mismo no adivino
la voz que me impone la marea.






Inscripciones sobre un muro

Lamparones de vino agrio sobre el mantel de siempre.
En el suelo, hormigas que barren migajas de rencor
me hacen pensar en un insecto estercolero
—Sísifo acorazado—
que empuja cuestarriba su esfera de excremento

(¡en lo qué vino a terminar el pan de cada día!)

La hiel —de quién— ha escrito en la pared estas frases lapidarias:

The LOVE was here
Aquí estuvo el DE SE O

Habrá que dar
—te digo—
otra mano de pintura.






Tránsito

With the birds I’ll share
This lonely view
Red Hot Chili Peppers


¿Quién despierta al primer pájaro del día?
¿Qué luz secreta enciende el canto en esa hora,
cuando todo es aún incertidumbre?

Cada instante nace de la voz que lo reclama.
Igual el alba perfila su horizonte,
define su extensión,
impone sus lindes a la sombra.

El silencio sería entonces suficiente
(bastaría con callar, cerrar el pico 
y quedarnos a la espera como nunca)
para aplazar así el arribo de límites concretos.

Mas cada día repite a ciegas su tonada:

La luz es un tizón,
el árbol ha aprendido la plegaria.

(de Signos de traslado)








Donde se ensalzan las virtudes
de un plato de mariscos

¿Se habría El Bosco siquiera figurado
tal jardín rebosante de delicias
do el camarón penetra, con sevicia,
a la almeja de abrigo recatado?

¿O habría El Florentino imaginado
al patrón del averno, con pericia,
juntar a la lujuria y la malicia
en la oleosa textura de un bocado?

Aquí gambas, tentáculos, ventosas,
de Neptuno sensuales elementos,
rozan su carne tersa y, como rosas,

ábrense al paladar con el aliento.
Vuelve la vida al germen de las cosas:
cesen de la impotencia los tormentos.

Ostionería Mazatlán
Invierno 2002
(de Diez sonetos) 





Moraleja

Vivir así es hacerlo
a filo de navaja
y el miedo
sólo un vértigo en la sangre

y poco ayudan en la lid
la edad
y el excesivo tonelaje

más valdría
volvernos al reposo
al recuerdo de noches menos arduas
cuando era el músculo
un émbolo aceitado
moldeado en el rigor
contra las cuerdas

(lo mismo el gladiador
que la puta de abolengo)

Pero el cuerpo llega el día
en que da de sí
se expande
los goznes se le herrumbran
las bisagras
se avinagran
la carne y los humores
y el alma

…mejor no hablar del alma







Rudos vs Técnicos

Donde se hallen enemigos ellos son
los más fieros que se hayan enfrentado,
pues el odio del uno a otro costado
les habita el rencoroso corazón.

Quien los ve batallar en el cuadrado
proscenio de la arena no pensara
que aquello que los une y los separa
la sangre es que los siglos no han secado.

Lucharán hoy a dos de tres caídas,
el encono, si nuevo, siempre el mismo,
abrirá esta noche las heridas

que dejara el fraterno cataclismo.
¿Podrá Abel derrotar a su homicida,
o Caín renacer desde el abismo?

(de El libro de la arena [inédito])






Mudanza de las cosas

Toda llegada anticipa una mudanza,
cada sangre se sostiene en su latido
—y en ese fluir se advierten los signos del traslado.

Apenas su tosca mansedumbre pisa el suelo,
las cosas urden ya la escapatoria:
en sus vetas la madera traza rutas de salida,
dibuja el tiempo en el tapiz de los sillones
el mapa y la escalera.

No envejece en su sitio la moldura:
madura la ilusión de un nuevo muro
hasta el día en que
—podrido—
cae un fruto del cemento.






Casa vacía

Liberada del peso de las cosas
la casa es apenas su recuerdo:
un cubo inhabitado de memoria,
el vacío escondido tras el eco…

Y el eco, ¿la sombra sonora de qué cuerpo?

(de Signos de traslado)







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