martes, 20 de agosto de 2013

RICARDO VERGARA CHÁVEZ [10.355]


Ricardo Vergara Chávez
(Las Piedras, Toluviejo, Sucre, COLOMBIA 1954). Primaria en Betulia, secundaria en Sincelejo. Ha fundado periódicos, revistas y centros de divulgación cultural, como Expresión Naciente. Codirector de Signo de Tierra.
Es autor de los libros A casa del fuego (1985). El rastro del caminante (1993). Señales del Hombre (2002)Retrazos  de mundo (2006 ). Y el ritmo de los girasoles (2009), entre otros. Organiza el encuentro de Escritores de Sucre y Encuentro de Escritores del Caribe en Sincelejo.



Signos

A Mirlena Martínez

El artificio que miras no es la vida
ni la palabra que nombra lo perpetuo
otra fuente de donde vienen los colores
el amor y la muerte
la piedra que ha viajado con el polvo
nos recuerda el barro que hemos sido
                                    /sin nombrarnos
en otra parte está la luz
                                     alguien lo sabe
                                                       y la toca desde el aire.





Poema de las preguntas

¿Somos eso que teje el tiempo
u otro tiempo?

¿El instante de la luz, su transparencia,
o la travesía de un dios asediado
y vencido por su peso?
¿O continencia donde conviven
                   /la razón y el sueño?

¿Por qué fue nuestra la voz
y nunca el vuelo
habiendo añorado ser altura?

Existo entre preguntas
sin saber de aquel misterio.







Un niño baja por el tiempo

A Justiniano Arrázola

Un niño baja por el tiempo,
toca la piel que fuimos,
sombra ahora en la tarde
o luz quemándose.

Mientras los de ayer
acampamos en una estación lejana,
el niño toca adentro;
juega con el barro oscurecido
en el fondo de todos los enigmas.

Nosotros somos naturaleza que maltrata
somos, su continuidad
y silencio.






El fuego sueña sus cenizas

El fuego sueña sus cenizas
y arde por verse en ellas disipado.

Igual la vida apura a la muerte
en círculos de culminaciones e inicios
Nombramos lo que ayer fuera
sin sospechar que persiste en nosotros renovado.

¿Será así hasta lo eterno
el culminar y el principio,
o ya hemos culminado
y nos afecta sólo el reflejo de haber sido?







La constante incertidumbre

Nos convoca una materia antigua abisal y eterna,
lo desconocido,
ramificados caminos, y una barca siempre a
                                           /punto de zarpar.
Ayer apenas
estuvimos festejando la luz derramada sobre
                                                    /el mundo
y ya queremos partir
sin haber visto la tarde
ni a los corceles del sueño paciendo en la llanura.
Algo nos empuja hacia lo innombrable,
hacia la constante incertidumbre. 






Hay una ciudad en mí

Hay una ciudad en mí
llenándome los ojos y el alma,
la siento como un crío, reclinada
en el pecho inmenso de la tierra.

Hay una ciudad
con un destino extraño
y un puerto buscando el mar
como soñando una barca.

Compadecen sus calles que se curvan
recordando en círculos el ritmo de otro tiempo.

En ocasiones la ciudad es un grito.
En otras apacible, como animal dormido,
deriva tierna para el que sueña
o busca un camino. 

Tacto en ella mi piel
lamiendo una sal hundida
en seres que comulgan
o fulgen como conchas emergidas
de un mar profundo.

Soy la ciudad padeciendo
rostros que se miran
sin tocarse,
herrumbre de estos días
pedazo que parte. 







Dios

Debe ser duro
cargar con tantas culpas
habiendo estado ausente.







Infancia

En la infancia
vivimos suspendidos en un aire ubicuo
como algo que no alcanza a ser
pero acontece.

Asistidos por enigmas
palpamos todo
bebemos todo
procurando una señal
o el resplandor que nos guíe
en la orfandad.

Entonces
nos rebasa el mundo de lo ignoto.

Después zarpamos
buscamos otras aguas
y en la ebriedad del mar que es la vida
nos hallamos con la muerte.







Desaparecidos

Los ojos que le vieron la última vez
raudos también desaparecieron.







Margen

Que de nosotros 
quede el silencio 
lo otro
-si no alcanza a ser un canto-
seria un estorbo para el mundo.







DIOS

¿Vivió y murió,
O estuvo y se esfumo
Cuando?
Indago y hago silencio.
¿Quién puede decirme
Si asomo o fue visible su esencia,
Y donde estuvo su esfuerzo?
Del hombre se por sus muertos
La estela de su reino.
De él ni siquiera un espasmo en la bruma,
Ni cuando se irritó o estuvo sereno y cabal
Bromeando entre nosotros la suerte de estos días.
¿Sosegado, acaso fue su diligencia el olvido?
No sé si indagar en el eco por el tono de sus palabras
O palpar en el viento a ver si pasan.
Quizá un poco de su caligrafía hubiese servido
Para consagrarlo ahora que va tan de prisa el mundo.












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